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Un Álbum Familiar En La Historia De Un Pueblo: Tomo Ii
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Libro electrónico675 páginas5 horas

Un Álbum Familiar En La Historia De Un Pueblo: Tomo Ii

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Por qu la etapa de la niez es el perodo ms breve de nuestra vida? Y por qu siendo tan breve este perodo es el que nos ha dejado la mayora de las remembranzas ms emotivas y ms claras de toda nuestra vida? Por qu deseamos con ahnco regresar a esta etapa una vez que ya somos adolescentes, adultos o ancianos? Por qu nuestros sentimientos estn tan ligados a una ancdota de nuestra vida precisamente de la etapa de la niez? Qu hubo en nuestra niez que nos dej marcados para siempre y determin nuestras emociones, nuestros gustos, nuestros modos de pensar, nuestros temores, nuestras aspiraciones y nuestra forma de vivir...?
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento9 jul 2018
ISBN9781506525044
Un Álbum Familiar En La Historia De Un Pueblo: Tomo Ii

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    Un Álbum Familiar En La Historia De Un Pueblo - Felix Cantu Ortiz

    La Semana Santa

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    No te alejes de mí

    Señor Dios Mío y Padre Mío:

    Asegúrame que no te alejarás de mí,

    Sólo quédate a mi lado y mírame.

    Nunca tu vista apartes de mí,

    Pues a cada paso que intento dar,

    Mil pensamiento vanos me llegan.

    Temor y angustias a mi alma atacan,

    ¿Y sin ti, cómo haré para sobrevivir

    Si no tengo armas para defenderme?

    Y sin defenderme, dime Padre,

    ¿Quién si no tú, podrá salvarme?

    El maligno conmigo se complace.

    Ni un momento tengo de sosiego,

    Me hundo en el más frío hastío…

    Padre Mío: ¡No te alejes de mí…!

    La ansiedad por las vacaciones de verano nacía desde que comenzaba la Semana Santa, allí nos daban una probadita de las mieles de no ir a la escuela, que era a finales de marzo o a principios de abril, y las probaditas que mejor me sabían, eran las de las comidas de esa época… ¡Mamacita Linda…! ¡Qué ricas comidas!

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    Siempre en Semana Santa solíamos irnos al Chupadero, el rancho de Don Pancho Valdez y Doña Emma. En la siguiente página, mi mamá concinándo nopalitos, y Mary con Maricelita.

    La flor de palma y los nopalitos guisados eran de mis comidas preferidas, y cocinados de todas formas, mmmmhhhh. Los nopalitos eran sabrosos… Pero primero había que ir a traerlos al monte, je, je, je. Los que sabían cómo cortarlos usaban unas pinzas parecidas a unas tijerotas largas para pescar el nopalito desde retiradito, pues las espinotas de los nopales amenazaban retadoramente con pincharte, y con la otra mano se cortaba de su base con un cuchillo. Los que no teníamos técnica para cortarlos, sólo usábamos el cuchillo, el nopalito caía al suelo y de allí lo levantábamos para almacenarlo en una canasta o en una tina, y había que echarles hojitas de mezquite entre uno y otro, para que no se maltrataran mutuamente, pues tenían muchas espinas. Luego cuando ya llegabas a la casa, tenías que quitarles las espinitas con un cuchillo filoso, luego lavarlos para que se les cayeran las espinitas que pudieran estar encima, y ahora sí, a cocinarlos, comenzando por cortarlos en cuadritos. La receta de Mi Mamá era hervirlos con sal ya cortados, para que soltaran la babita. Luego colarlos y dejarlos a que se escurrieran un buen rato, hasta que se secaran. Luego se guisaban en aceite y se les agregaba cebolla picada y un par de papas partidas en cuadros. Al mismo tiempo se preparaba en el molcajete una salsa de ajo, comino, sal y chile colorado ancho (no lleva tomate) que se agregaba a la mezcla que se estaba guisando. Luego aparte se preparaban 4 huevos a punto de turrón, o sea, se esponjaban las claras con una batidora o con un par de tenedores, y luego de que estuvieran bien esponjadas se les echaba la yema y se seguía batiendo hasta que se formaba una crema de huevo bien esponjada y amarillenta, la que se le agregaba a la cazuela cuando ya estaban las papas cocidas. Se iba integrando a la mezcla moviéndola con regularidad hasta que se cuajara la crema de huevo. Finalmente se le agregaban una buena cantidad de camarones secos, sin cáscara. Y así quedaban bien ricos los nopalitos, y a comerlos con tortillas de masa de nixtamal recién hechecitas. Agregar chile cascabel en el molcajete era una excelente opción.

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    También se preparaban filetes de pescado empanizados. Esto también me recuerda al señor vendedor de chicharrón de pescado que pasaba por las calles casi a diario. Traía una caja de vidrio donde guardaba los chicharrones. Al comprarle te los daba en un pedazo de papel craft, y te le ponía limón y salsita de chile encima. Este tipo de pescado estaba empanizado con fécula de maíz, en lugar de con harina de trigo, por eso era tan crujiente. De todas las comidas de Semana Santa, lo que más me gustaba eran los postres: la Capirotada y el Atole de Arroz con canela. Ambas cosas Mi Mamá era maestra para prepararlas. Yo me sé las recetas, ¿Se las digo? Está bien, ya no insistan, que aquí van:

    Pasos para hacer Capirotada:

    1.- Se cortan 5 ó 6 piezas de pan francés, o sea pan blanco de harina sin manteca, de cáscara dura, en rebanadas como de una pulgada de espesor y se fríen en aceite. Se dejan secar en una toallita absorbente, ya sea de tela o de papel.

    2.- Se ponen a hervir en agua 4 piloncillos con muchas rajas de canela y muchas semillas de anís, y un par de clavitos de olor, hasta que se derritan los piloncillos. Se cuelan para solamente usar el líquido que resultó, sin los ingredientes. Mantenerlo bien caliente mediante una flama muy leve hasta que se use posteriormente.

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    3.- En una cacerola, que es mejor que sea de barro, se van poniendo los panes acomodaditos hasta que se forme la primera capa de panes. Encima de los panes se ponen a discreción, pasitas de uva, corazones de nuez (o pueden ser cacahuates), coco rallado, y rebanadas alargadas de queso panela, o sea del que no se derrite. Se le pueden agregar además de esos ingredientes, rebanadas de manzana o de plátano como variante del sabor. Otra variante es agregarle rebanadas de tomate, pero debe de ser tomatillo, el de bolita miniatura, y rebanadillas de cebolla, aparte de los ingredientes que lleva. Hay quienes le agregan cebolla y tomate a lo que se hierve en el punto número 2, y luego ya no se los agregan aquí.

    4.- Se van haciendo más capas de panes, como en el número 3 hasta que se llene la cacerola.

    5.- Agregarle el líquido que quedó de los piloncillos hervidos bien caliente, y tapar la cacerola. Ponerla a calentar hasta que hierva nuevamente y se suavicen los panes. Se apaga la flama inmediatamente al soltar el hervor. Se puede servir caliente, que es como a mí me gusta, o se puede servir fría, después de refrigerarla, que es también como a mí me gusta. Total, me gusta de todas formas.

    Recomendación: si quier es que tu Capirotada sea medio light, no dores los panes, sólo ponlos en el comal hasta que queden súper bien tostaditos, casi quemaditos. Los demás ingredientes desgraciadamente sí hay que agregárselos, y por eso nos queda una Capirotada medio light. Particularmente a mí me gusta la que lleva los panes dorados en aceite, total, sólo se come en Cuaresma, y nomás los viernes. Poco veneno no mata…

    Ahora la receta del Atole de Arroz.

    1.- Se pone a hervir una taza y media de arroz en dos tazas de leche normal, a medida que se está cociendo, se le agrega también una lata de leche evaporada (el nombre de la marca es una flor que huele a clavo de olor. ¿Adivinas?), y después una lata de leche condensada (El nombre de la marca es una mujer que ordeña vacas y vende su leche. ¿Adivinas?). Ya no se le agrega azúcar, porque la leche condensada es muy dulce.

    2.- Se le agregan pasitas de uva, una buena cantidad de rajas de canela, y si se desea, corazones de nuez. A los que les gusta le agregan algo de coco rallado.

    3.- Se deja hervir hasta que el arroz se suavice y haya espesado. Se deja reposar un buen rato sin tapar. Se sirve con canela espolvoreada encima ya sea caliente o frío. A mí me gusta también de las dos formas.

    La receta de las Flores de Palma la estoy proporcionando en el capítulo llamado Doña Martina y Don Juanito, porque nuestra vecina, que queríamos como a nuestra Madre, tenía muy buena mano también para las comidas de Cuaresma, y a ella le gustaba mucho preparar esta comida, por lo que le dejo el honor de que aparezca en su apartado, más adelante.

    La Semana Santa nos gustaba no sólo por las comidas, sino también porque ya nos daban permiso de irnos a los ríos y a los arroyos a bañarnos, como que ya el Invierno se había pasado y entraba la Primavera, aunque también era un poco fresco, pero como quiera nos daban permiso de irnos a chapotear.

    En la Iglesia preparaban un buen programa de sanidad espiritual para las almas que quisieran renovarse. Nos gustaba mucho participar en los ejercicios espirituales y en las procesiones religiosas que preparaban en la Iglesia, las pláticas y los sermones tan bonitos que narraban la Pasión de Jesucristo. Mi Tía Vita y Juan Antonio nos llevaban a rezar las Estaciones del Calvario de la Cruz a los 7 Templos, y nos íbamos con ellos a Monterrey, después de que habíamos comenzado en San Nicolás como el Primer Templo. Eso era como una manda ⁹² de Vita. Siempre hacía lo mismo en Semana Santa.

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    Generalmente se hacían masivamente Primeras Comuniones, así que empezando la Cuaresma, nos mandaban a la Iglesia a que aprendiéramos el Catecismo para hacer la Primera Comunión, el requisito principal era que tuvieras más de 8 años y que te supieras de memoria el Catecismo. Cuando ibas a la prueba tenías que estar parado frente al Padre Benjamín, que era el que te hacía las preguntas del examen. Obviamente que uno se ponía bien nervioso, pues este Padre era muy estricto y bien regañón, pero pues si no te lo sabías, te daban todas las oportunidades que quisieras. Total que había que estar listo para que el Domingo de Ramos a todos nos dieran la Primera Comunión. Antes había que confesarse, y decían que para tomar la Hostia, tenías que ir a la Misa muy temprano, pues debías ir en ayunas a tomar el Cuerpo de Cristo, así que sin nada en la panza. Había unos niños que se desmayaban porque además del ayuno, el olor del incienso les debilitaba el cuerpo y la mente. Yo a los 10 años hice la Primera Comunión. Mi Padrino fue un primo hermano de Mi Mamá, Mi Tío José Juan Ortiz Morales, hijo de Mis Tíos Josefa y José, hermano de Güelito Jesús. Es curioso cómo nunca le había puesto atención a la oración, porque Mi Mamá nos enseñaba a rezar, sí, pero no sabía lo que la gente quería decir con eso de los acercamientos, ni de los Asaltos de Dios a las almas buenas y humildes. Siempre nos acostumbraron a que se rezaran los rezos normales, precisamente los del Catecismo, pero lo que es orar, o bien, hacer oración propia, esforzarse un poquito por platicar con Dios, nunca lo había intentado ni me imaginaba lo que eso era. Pues resulta que cuando se hace la Primera Comunión al igual que a todos los niños que la vamos a hacer, el Padrino nos hace el regalo de un jueguito de útiles que sirven para el fervor y la devoción, y consisten en una vela, un rosario, un listón para enredarlo en tu brazo izquierdo y un librito de oración, aunque a algunos les dan una pequeña Biblia. Pues ese librito que me dieron a mí, yo creo que tenía magia, porque mientras estuve hincado en la Iglesia, con el fresquito que hacía y con el olor de los inciensos, mientras lo leía se me abrió un poquito la mente y empecé a profundizar en lo que estaba escrito en dicho librito. Tanto fue lo que viajé hacia mi interior, buscando no sé qué, a Dios quizás, porque mientras viajaba platicaba con Él, y llegué a un nivel muy adentro de las profundidades del alma, sentía una cosa rara que nunca había sentido, algo así como que te empiezan muchas ganas de llorar, se te oprime mucho el pecho, como una angustia o una melancolía muy grande, y era tanto el gusto por lo que estaba sintiendo, que continuaba avanzando en la lectura y en el rezo. Con mi concentración y mi entrega según lo que decía el librito. Resulta que me agarró un pequeño ataque de llanto, cosa que nunca antes había sentido, y era extraño, porque no sabía el motivo, y en toda la Misa estuve llorando sin que nadie se diera cuenta. De hecho me daba vergüenza voltear a ver a la gente, y así estuve con la cabeza agachada y sin voltear a ver a nadie hasta que se acabó la Misa. Me di cuenta que había pasado algo muy adentro de mí que me había hecho sentir eso, sentía el pecho inflamado, como harto de un sentimiento que no sabía de donde procedía… Era como si algún aire misterioso hubiera entrado en mi corazón y lo tenía aprisionado y oprimido, por eso sentía tal inflamación. Eso me hizo sentir muy cerquita de Dios, y pues, al fin niño y con varios elementos religiosos en mis manos, la vela, el rosario y el librito, realmente me sentía totalmente sacro y angelical. Al final de la Misa me sentía como flotando en una nube en la que caminaba sin sentir, miraba a la gente y al mismo tiempo como que no la observaba, hacía las cosas, como caminar hacia la salida, como un autómata, no sabía en realidad qué era lo que me movía, lo que sí sabía era que estaba justo en medio de una experiencia maravillosa de la cual no quería salirme, no quería que se acabara.

    Yo creo que fue la primera vez que tuve un experiencia religiosa de ese tipo. Esa nostalgia por aquello que no sabía qué era, me dejó todo el día con el pecho hinchado, sin poder respirar bien, hasta parecía que estaba enfermo, y creo que todavía me duró hasta el otro día, porque en la noche de ese día le di otra revolcada a las oraciones del librito, pues pensaba que de allí provenía la sustancia que me había provocado tal alteración física, que no estaba nada mal, pues me hacía que me sintiera el mejor niño del mundo, el más bueno, el más querido por Dios, y por la gente… Hasta me sentía un Angelito… Je, je, je. La verdad no sé qué sentimientos y pensamientos se me venían a la cabeza por esa sensación, pero lo que sí digo es que me gustó. Pero como todo lo bueno dura poco, eso también, me duró muy poco, y se esfumó… Se desapareció igual que como llegó, muy misteriosamente.

    Como yo quería volver a sentir eso que volcó mi cabeza y me hizo sentir tan bien, decidí ir a la Iglesia todos los días a Misa. Yo quería volver a sentir eso… Me llevaba el librito y rezaba igual que aquella vez, y nomás nada… No resultaba. Fue tanta mi insistencia de encontrar de nuevo el airecillo ése que había inflamado mi pecho, que pese a todos los esfuerzos, ya no lo pude agarrar. Bien decía San Agustín, o alguno de los santos, que Dios entra y sale de su Aposento cuando le da su gana. A Mi Mamá le parecía bien que yo fuera a la Iglesia diariamente, pero Mi Papá no pensaba igual, le preguntaba a Mi Mamá que qué estaba pasando conmigo, por qué iba a la Iglesia a diario, que si ya me iba a hacer sacristán o qué… A él lo que le agradaba era que yo me fuera con él a su negocio, a la corrida o al establo, o al nopal, pero eso a mí no me gustaba, y la verdad, pensándolo muy bien… Ya más no me gustó, aunque al principio, sí lo disfrutara.

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    Papá y Mamá

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    Aposento

    ¿Y yo soy el poseedor de esta casa

    Ruinosa, desbaratada y maltratada?

    No es una casa como cualquiera,

    Es la casa de mi alma y mis quimeras.

    Si te invito a entrar en ella, te niegas,

    Te ofendes, y a mí me desesperas.

    ¿Quién podrá ayudarme a limpiarla?

    ¿A quién clamaré para repararla?

    Sabes que hablo de mis pecados…

    Has remitido la impiedad de mi corazón,

    Y he de contender a juicio contigo…

    ¿Contigo que eres la Pura Verdad?

    Eso es engañarme a mí mismo,

    Es engañar a mi propia iniquidad.

    Y si has de mirar la iniquidad,

    ¿Quién de todos sobrevivirá?

    Me río de mí, y del hombre que soy:

    Tierra, vaciedad, ceniza y suciedad,

    Pero que clamo a tu misericordia…

    Y no te rías, como yo me río de mí.

    Al contrario, vuélvete hacia mí,

    Y ten compasión de mis pecados,

    Que no sé cómo he llegado hasta aquí.

    Tú así lo has dispuesto y convenido.

    Limpia pues, Señor, esta casa ruinosa,

    Esta casa desbaratada y maltratada,

    Para que puedas entrar en ella,

    Y te enorgullezcas de mi morada.

    De éste tu Santo Aposento…

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    Estas cosas me ponían a mí en una disyuntiva de pensamientos muy dificultosa, porque no sabía si lo que estaba haciendo era bueno o era malo, y pues, ¿a quién podía preguntarle? Ya conocía a mis Papás, y me iban a decir cosas como éstas: Mi Papá me diría directamente que no fuera, y Mi Mamá por miedo a lo que dijera Mi Papá, también diría que ya no fuera; si le preguntaba a un Cura, me diría que siguiera yendo a según escuchara el llamado de Dios; si le preguntaba a los amigos, creo que ellos no comprendían lo que me estaba pasando. Total, esas cosas sin saberlas, las fui diferenciando a medida que iba creciendo, y me fui haciendo del lado que mi parecer determinara, yo iba a la Iglesia cuando me daba la gana sin preocuparme por lo que me dijeran mis Papás, pues tenía que continuar con la búsqueda… Sin pensarlo, le dedicaba más tiempo a la escuela e intentaba ser mejor que otros, pero eso tenía dos fines, uno que Mi Papá descubriera mi capacidad y me motivara a seguir así, y la otra finalidad era ocupar tiempo para no ir al rancho o estar el menor tiempo posible con las vacas y los animales; así, si me veían estudiando, ni siquiera me reclamaban el no ir al establo, o Mi Papá no me decía nada para que lo acompañara a sus labores, aunque para ser sincero, también me gustaba ir con él. Cuando se trataba de tomar una decisión sobre cualquiera de estas dos alternativas, me confundía y no sabía qué decisión tomar, porque o me regañaban porque no iba al rancho, o luego porque si me iba al rancho y no estudiaba, la maestra me iba a pedir cuentas porque no me iba a saber lo que me preguntara, pues me fui al rancho y no estudié; total, mi vida siempre era una disyuntiva y una afrenta en cada encrucijada. Los psicólogos dicen que efectivamente, en la vida a cada momento siempre hay que tomar una decisión sobre dos alternativas. Una vez que eliges una de las dos, más adelantito vas a tener que tomar otra decisión entre otras dos nuevas ofertas… Y luego otras dos… y así se la pasa uno deliberando entre dos caminos para elegir solamente a uno, y generalmente una es buena opción y la otra es mala. El camino malo es el más cómodo para todos y cuando toma uno una decisión mala, la siguiente es muy común que también sea mala, y la que sigue también y la que sigue… Por eso es tan difícil que uno sea buena persona, porque cuesta trabajo tomar una decisión que sea buena, que sea la acertada. De cualquiera de estas dos formas de decidir, lo bueno o lo malo, hay que decidirse a tomar sólo una. Lo malo o lo bueno de estas bifurcaciones es que uno se acostumbra a tomar el mismo tipo de decisiones siempre… Y luego es bien difícil cambiar a tomar decisiones del otro tipo. Dicen que cuando una persona no sobresale… Es porque no puede tomar una decisión correcta, o porque le falta valentía para tomarla, o le falta ser osado y la capacidad para arriesgarse. No quiero que nadie se ofenda, pero estas características son las de las personas cobardes, las que se quedan en el anonimato y en la indecisión, esperando la oportunidad de su vida, y cuando aparece nuevamente, volverán a rechazar por cobardía. En una palabra, le faltan a uno guevos, y si eres mujer, pos aunque sean huevos de gallina, je, je, je, pero nos faltan, para enseñarnos a ser mejores. Sin embargo, esos no fueron motivos para que yo no viviera con la esperanza de volver a sentir aquello que nunca antes había sentido, pues el sentimiento que me causó la experiencia religiosa que tuve en ese entonces, me dejó muy marcada el alma, como a la expectativa de estar esperando algo que pudiera ser que un día, el menos pensado, llegara repentinamente, pues ya lo había experimentado, pero no podía hacer que volviera a sucederme a pesar de que lo intentaba, ¿por qué? No lo sé, simplemente no se presentaba. A partir de aquella situación, así viví esperando nuevamente día a día ese espíritu que se posesionó de mí cuando era niño. Creo que algo parecido me pasó cuando vi a Mi Papá llorar en el Templo de San Juan de los Lagos, cuando fuimos a pagar una manda de Mi Papá. Pero en este asalto, yo ya sabía lo que me vendría, pues eso era lo que estuve buscando por mucho tiempo, en fin, esto ya lo explicaré después. Y también me pasó días después de que Mi Papá murió. Otra vez me llegaron indicios de esa flama misteriosa, la llama que prende el alma y la sacude de todo lo que tenga que ver con lo mundano; pero no la pude atrapar, otra vez se esfumó, como la espuma del mar, que la tienes entre tus manos y al instante desaparece, ni siquiera me dio tiempo de la revancha. Más adelante, pero ahora sí, y esforzándome mucho por obtenerlo, logré un par de experiencias más del mismo tipo, pero ya grande, en calidad de adulto, y habiendo leído mucho al respecto sobre cómo motivar el cuerpo y el alma para disponerlos a recibir a Dios. Soy sincero en decir que estas cosas hacen que los pensamientos de uno se modifiquen por completo, que le des menos importancia a las cosas del mundo, al dinero, a lo material, y a todo aquello que pueda catalogarse como vanidades. Algunos santos opinan que todo en el mundo es vanidad, excepto el acercarse o buscar a Dios, que es humildad. El librito que me diera mi Padrino y que causara tantas bondades a mi corazón, lo guardé como una de las cosas más preciadas de mis posesiones, quizás como una reliquia. Inocentemente yo creía que abriéndolo nuevamente se resolvería el problema de mi búsqueda. Lo abrí mil veces y mi búsqueda seguía firme, nada llegaba, pero a pesar de ello, yo seguía insistiendo. Aún hoy sigo buscando y cada día que pasa sigo con la esperanza de recibir Una de Esas Visitas Especiales que fortalecen tanto mi corazón. Aún conservo el librito que me hiciera tan feliz desde aquél Domingo de Ramos en que hice la Primera Comunión y que lo tuve entre mis manos por primera vez. Al abrirlo y oler sus pequeñas páginas, empiezo a recordar todas aquellas hermosas cosas.

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    Aquí: Mis padrinos de Confirmación: Arturo González y Leocadia. Pág. 486, Hermanos de mi Suegro: Carmen, Ramona, Petra y Ofelia, Mi Suegro, Santos Cantú Lozano y Miguel. Allí mismo, mi Registro de Bautizmo. 488 Mis padrinos de bautizo, Reyes Cantú Villarreal y Hermila Cantú de Cantú.

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    El Amor Eterno

    Vos fuisteis referido en los libros,

    Y a cuestas llevasteis, por lo tanto,

    De toda la historia el juramento.

    Vuestras indecisiones todas,

    Que en la vida, hubisteis tenido,

    Dístelas entonces por resueltas…

    Bajo aquella Oración Perpetua,

    Que debió de haberse cumplido,

    Cabalmente, y al pie de la letra.

    La hora llegó de borrar el pasado,

    Y de firmar con vuestra sangre,

    Para el nuevo amanecer, el pacto.

    Os armasteis de coraje y de valor,

    Os dispusisteis de entereza y confianza,

    Y sobre vos, entonces cayó la carga.

    Generasteis la influencia necesaria,

    Para que la Palabra fuera cumplida,

    Y se cumplió, a través de la historia.

    Mirad que hubisteis de preguntar,

    Al momento, cada una de vuestras dudas,

    A vuestro Amado Padre Celestial.

    Quien os dio justas las respuestas,

    De lo que a vuestra alma santificaba,

    Y que a vuestro cuerpo crucificaba.

    Acordaos, qué difícil debió haber sido,

    Hijo divino: Poseedor del Alma Pura,

    Que en vuestro seno, el mundo se sostuviera.

    Las puertas, hasta del Séptimo Cielo,

    Abristeis en nuestro sueño apagado,

    Para despertarnos, ante el Reino Sagrado.

    Lugar bendito, que ha sido reservado,

    Para aquéllos en cuya alma de cristal,

    En su inocencia, os vieron reflejado.

    Y en el refugio de ese Cordero Amado

    El sacrificio de su alma nos ha redimido

    Para siempre, vivir libres del pecado…

    ¡Sólo una gota de vuestra sangre…!

    ¡Jesús mío, sólo una gota, es lo que os pido!

    Para sanar con ella mi podredumbre.

    Bendito Seáis, que llegasteis en el Nombre,

    De aquél que ES, y en su Infinita Mente,

    Os cobijara desde el más remoto presente.

    Bendito Seáis, que desde el Cielo bajasteis,

    Y a través de la Santa Madre del Universo,

    El Santísimo Verbo cargasteis en tu dorso.

    Bendito Seáis, que vinisteis al hombre,

    Y convertisteis a María en el único puente

    Que conecta al mundo con el Padre…

    Y vos, Señora Madre de toda Piedad,

    Hija Predilecta del Santísimo Padre,

    Novia Elegida por el Espíritu Santo…

    Apiadaos de los que buscamos tu amparo,

    Pedid para mí, la gracia de hacer mío,

    Lo que vuestro seno, nos trajo con caridad.

    En la piedad de vuestro materno corazón,

    Siempre será parte de vuestra vocación,

    Mostrar al Fruto Bendito de vuestro vientre.

    María, Madre de toda misericordia,

    Cerrasteis al fin las puertas del infierno,

    Para darnos en vuestro Hijo, El Amor Eterno.

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    Las Esperadas Vacaciones del Verano

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    Y después de la Semana Santa ¿ya qué faltaba para que nos dieran las vacaciones de Verano? Contadito un mes, pues para principios de junio ya nos daban chicharrón en las escuelas⁹³… En mayo había bastantes días de asueto, el 1º de Mayo, el 5 de Mayo, el 10 de Mayo, que casi siempre lo daban en la primaria, y el 15 de Mayo, y ya despuesito del 15, que era El Día del Maestro, estaban en puerta las vacaciones.

    El Día 10 de Mayo, claro está que nos lo daban de asueto, pues era primordial homenajear a nuestras Mamacitas y a nuestras Abuelitas. Era un típico día de fiesta que esperabas durante todo el año, igual de esperado que la Navidad, pues desde la noche anterior festejábamos a nuestras Mamás por medio de llevarles una típica serenata en coro. Nos juntábamos toda la palomilla⁹⁴ como a las 11 de la noche y en el camioncito de Mi Tío José, el hermano de Abuelito Jesús, nos llevaba Güily (José Luis) su hijo a las casas de las Mamás de todos los que íbamos arriba a cantarles un par de canciones que generalmente eran Las Mañanitas, Oh, Madre Querida, Despierta o Silencio en la Noche. Todas las mamitas alcanzaban serenata, hasta las Abuelitas, hasta mis Tías Marica y Cuca… Total, veníamos acabando con todas las serenatas como a las 3 de la mañana.

    El mero día, te levantabas y era de gozo general, a pesar de la desvelada de las serenatas, sabías que lo ibas a disfrutar. Previamente ya habías comprado un clavel rojo para la Mamá y un clavel rosa jaspeado para cada una de las Abuelitas, y sus respectivos regalos que comprábamos con el dinero que teníamos en el ahorro en el Banco Mercantil. Sacábamos unos 30 pesos unos días antes, y esos pesos se repartían de la siguiente manera: 10 pesos para comprar un regalito para la Mamá en el Centro Eléctrico de Mi Tío Tomás y Tere, o en El Surtidor de Doña Elisa, o con Don Macedonio, o se lo encargábamos a alguna Tía, que lo comprara en la PH de Monterrey, y consistía en un adornito chiquito de cerámica, o un adornito para la pared, unas toallitas, o un talco, un juego de vasos de vidrio, unos moldes para hacer gelatinas, o bien, algo que no era comprado, sino elaborado, una manualidad que previamente habíamos hecho en la escuela como un toallero de madera de triplay pintado con barniz y con algunos ganchitos puestos para que colgaran las servilletas, o un esquinero también de madera para que colocaran figurillas de adorno… Me acuerdo que una vez le regalé a Mi Mamá un chinito de cerámica barata, que traía un canasto colgando de un palo de alambre que llevaba en su hombro… Este chinito yo creo que todos los niños se lo regalamos a nuestras Mamás alguna vez, era muy popular. Pues el mentado chinito le duró muchos años.

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    Otros 10 pesos eran para comprar dos regalitos para las Abuelitas, generalmente era un jabón perfumado de la marca española famosita para cada una, je, je, je, o un jabón de catálogo, que previamente habías comprado en un paquetito de 3, de los cuáles uno para cada Abuelita y el otro para alguna Tía, yo se lo daba a Doña Martina, nuestra vecina, a quien quería como si fuera mi Madre. Particularmente a Mi Abuelita Fina le encantaban los jabones. Y por último, los otros 10 pesos se ocupaban en la compra de un pastel de la pastelería que hacía también el pan de caja. Ellos generalmente iban a las escuelas a vender su repostería pero unas semanas antes de la fecha del Día de las Madres levantaban los pedidos de todos los pasteles que los niños íbamos a comprar. Estos pasteles sólo los hacían en esas fechas. Costaban justos los 10 pesos que yo separaba para esto. Eran unos pasteles que te los daban en una caja de cartón de más o menos 30 x 30 cm, con la parte de arriba de celofán transparente por donde se podía

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