#EN TU MESA #COCTELES #MARIDAJE
Voy en la bicicleta, atento al tráfico de viernes en la Ciudad de México, a las indicaciones de Google Maps y al reloj, porque no quiero llegar tarde a la cita.
Así andan todos los días los repartidores a los que tanto admiramos, porque nos mantuvieron alimentados e ilusionados durante los meses de encierro. Qué gran trabajo hacen y ojalá podamos contar con ellos siempre, porque qué bien resuelven las comidas cuando uno tiene que trabajar.
Está bien, son unos héroes, pero eso no quiere decir que todos debemos dejar de cocinar. No cocinamos porque pensamos que no nos sale. Es más, ahora que voy en la bici a mi encuentro con Marisolpink pienso en que si me comparara contra lo que ella sabe hacer, tendría más o menos estas calificaciones:
A muchos les puede pasar que no se sienten muy buenos para cocinar y entonces le vuelven a picar al teléfono para pedir la comida. Peor cuando se comparan contra los profesionales.
“¡Noooo!, no creo que seas cero simpático o no sepas cocinar”, me dice Marisolpink cuando se lo comento, al llegar al café de la colonia San Rafael donde nos vimos una bonita tarde. Y me explica que precisamente lo que ella quiere hacer es que todos podamos cocinar más fácil y divertido. Parece que cuando era chica, la cocina de su casa era una fiesta. Por un lado, su mamá, que cocinaba la comida casera y nutritiva, y por otro, su papá, que siempre le ponía un toque picarón a los platillos. ¿Por qué no ponerle un trancazo de vino blanco a un caldito de pollo, aunque no estuvieran de fiesta?
Es que el papá de Marisol era fan de las publicaciones de “hágalo usted mismo”, que por los años 80 y 90 equivalían a los tutoriales de YouTube, así que quería experimentar. Se ve que Marisol aprendió de los dos, a echar relajo y a cocinar bien. Como buena comelona, quería probar lo que se le antojaba. Así que, por ejemplo, cuando el sushi empezaba a estar de moda en México, lo quería probar, pero su familia no tenía tanto dinero como para comprarlo.
– Papá, ¿me compras sushi?
– ¿Quéééééé?
Esto habría pasado si se hubiera animado a pedirlo, así que aprendió a hacerlo. Pero una de las primeras veces en que se atrevió a preparar algo fue cuando, de niña, quiso copiar lo que en su casa se entendía como pan francés, pan Bimbo con huevo y miel maple. “Quiero pan que sabe a hot cake”, le decía a su mamá.
Su curiosidad la hizo aprender a cocinar más y más, y ahora se da cuenta de que esa es su chamba porque compra ingredientes el lunes, cocina y graba un video el martes, edita el miércoles y publica en su canal de YouTube el jueves, un trabajo casi de tiempo completo.
Le recuerdo que empezó a publicar videos cuando se compró unas sartenes y vio que no había tutoriales para usarlos bien. ¡Qué a-bu-rri-do! Contar otra vez la misma historia de cómo empezó, me interrumpe. El chiste es que comenzó “de chiripa” y llegó un momento en que decidió que tenía que meterle más producción a los videos.
La cocina no es su única vocación. Recién casada y con una plancha en la mano, descubrió que no había estudiado pedagogía para planchar un martes por la noche. “Yo no plancho, odio planchar, ¿por qué tendría que planchar