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Julián, El Aguerrido: Romance De Un Domador De Dragones
Julián, El Aguerrido: Romance De Un Domador De Dragones
Julián, El Aguerrido: Romance De Un Domador De Dragones
Libro electrónico544 páginas7 horas

Julián, El Aguerrido: Romance De Un Domador De Dragones

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Información de este libro electrónico

En esta mgica historia, el lector estar en contacto con magos,
hadas, caballeros, reyes y reinas, envueltos todos en una trama que
nos va llevando a una aventura llena de peligros y de sorpresas,
donde sin lugar a dudas, el amor es uno de los protagonistas
principales. Sucede en tiempos inmemoriales, en que los msticos
de una Orden de Arcanos, toman la batuta en esta historia, y se
convierten en los mediadores de todos los procesos generados por
una profeca, en la que nuestro Caballero Julin, se transforma en
el hroe de la historia...
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento23 may 2012
ISBN9781463323349
Julián, El Aguerrido: Romance De Un Domador De Dragones

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    Julián, El Aguerrido - Felix Cantu Ortiz

    Copyright © 2012 por Félix Cantú Ortiz.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2012905971

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

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    Bloomington, IN 47403

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    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    400128

    Contents

    Dedicatoria

    Libros de Referencia

    Prólogo

    Capítulo 1.       Conjugación del pasado

    Capítulo 2.       El rescate de Julián

    Capítulo 3.       Guerra entre dos reinos

    Capítulo 4.       La resaca de la guerra

    Capítulo 5.       Los magos

    Capítulo 6.       Los dragones

    Capítulo 7.       Ángel, el hijo del herrero

    Capítulo 8.       Misterios de la magia

    Capítulo 9.       El Padrecito Francisco

    Capítulo 10.       El túnel

    Capítulo 11.       La invasión

    Capítulo 12.       Las fiestas mensuales

    Capítulo 13.       El sometimiento

    Capítulo 14.       Los caballeros

    Capítulo 15.       La despedida

    Capítulo 16.       La huida

    Capítulo 17.       Torturas de un amor prohibido

    Capítulo 18.       Proliferación de la Sodomía

    Capítulo 19.       El dragón

    Capítulo 20.       La Profecía

    Capítulo 21.       El Rey Ubaldo

    Capítulo 22.       Romance en el lago

    Capítulo 23.       El descubrimiento

    Capítulo 24.       La acusación

    Capítulo 25.       La recuperación

    Capítulo 26.       La respuesta

    Capítulo 27.       Un secreto revelado

    Capítulo 28.       El Bastón de San Gervasio

    Capítulo 29.       El destino del dragón

    Capítulo 30.       El fin de Juan Marcos

    Epílogo

    Acerca del Autor

    Endnotes

    Dedicatoria

    Para mi nieto Renatito, a quien quiero tanto y cuya cabecita está llena de fantasías…

    Marzo del 2012

    Libros de Referencia

    Anónimo. Las Profecías de San Malaquías, Profecías de los Papas, Esoterismo, Ocultismo, Enigmas y Misterios de las Ciencias Ocultas, Historia de la aparición de los Caballeros y la Nobleza, La Edad Media y los códigos de Caballería, Espejos de la Edad Media, Brujería en la Edad Media.

    Carl Gustav Jung. La Alquimia de Paracelso.

    Eliphas Levi. Los Vivos y los Muertos.

    Enciclopedia de Mitología Universal. Espacio Virtual.

    Enciclopedia Espasa Calpe.

    Gurdiieff. Relatos de Belcebú a su nieto.

    Luc Benoist, El Esoterismo.

    Miguel de Cervantes Saavedra. Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

    Paracelso. Alquimia, Cánones Filosóficos, Tratado de los Seres, Opera Omnia, Archidoxia Mágica.

    Raimundo Lulio. Libro del Orden de Caballería.

    Wikipedia. Espacio Virtual.

    Prólogo

    De los remotos tiempos de la Edad Media se han dicho tantas cosas… Unos hablan a su favor y otros en su contra, pero a los escritores generalmente nos encantan ciertos recuerdos que están escritos por allí, como legados que se guardaron en los anales de las bibliotecas que han podido conservarse, y que con la lectura de ellos, y ya en nuestras mentes, echamos fuera nuestra imaginación, para poder escribir muchas fantasías, leyendas y encantadoras historias que a todo mundo embrujan, o por lo menos a mucha gente que conserva joven su corazón, y está dispuesta a echar a volar su imaginación en pos de vivir imaginariamente alguna aventura, que obviamente no es posible tener en la vida real, salvo en algún sueño, o leyéndola en algún mágico libro… Basta con leer, cerrar los ojos, personificarse y viajar en el tiempo, montado quizás en una formidable ave encantada que vuela por los cielos para llevarte a lo más alto de una montaña donde encontrarás la gema allá guardada, y que habrás de regalar a tu princesa que espera tu regreso con ahínco para entregarte su amor. O montado en un corcel blanco con una lanza bajo el brazo, para ir en la búsqueda de la guarida de aquel dragón que somete a todo un pueblo, y que amenaza constantemente para llevarse a la doncella más bella, a la que hay que salvar de sus garras… Y con ello, demostrarle a ella tu lealtad y entregarle tu amor. Quizás éstas, sean historias que las habremos leído una y otra vez, posiblemente hasta el cansancio, contadas de una manera y de otra, con tintes y matices distintos de escritor a escritor, pero sin duda, todas son fascinantes y encantadoras, y no nos cansan.

    Mas, siempre se discutirá y se hablará de este período de la antigüedad, de esos tiempos remotos, por miles de razones.

    ¿Será porque es la parte más oscura de la historia, y realmente mucha gente nos quedamos a la expectativa, porque quisiéramos saber más? ¿Será por el largo período que ocupa en la historia de la humanidad, período en el cual los hombres sufrieron un letargo, algo así como un sueño, del que no despertaron sino hasta haber pasado por lo menos mil doscientos años? ¿Será por la gran cantidad de símbolos y misterios que al parecer ni existieron, pero que quedaron como verdaderos acertijos que nos dejaron sin resolver? ¿Será por las fantasías que nos legaran los escritores de aquellos tiempos, por las aventuras recónditas y emotivas? ¿O quizá por la opresión que representó para los hombres, por el sufrimiento de vivir en el período más difícil de cuantos hayan existido en la historia, que para muchos, era mejor estar muertos que vivos? ¿Quizás por la magnificencia de pensamientos místicos en que mucho adelantó la Iglesia, por tantos sabios, santos y escritores piadosos que dieron en estas épocas muchos motivos teológicos que la Iglesia adoptara como dogmas? ¿O por la gracia, galanura y aventuras de los legendarios caballeros que existieron entonces bajo las leyes y los decálogos de las órdenes de caballería? ¿O por el encanto y desenvolvimiento de los reyes y reinas cuyas costumbres, abolengos, heráldicas, sangre azul y sus conceptuales monarquías que marcaron un camino a seguir, quedaron tan estampadas en la historia, que hasta las fechas actuales hay gente que paga una cuota de lo que gana en su trabajo, para seguir manteniendo en sus países a sus reyes y reinas y disfrutar de sus monarquías como en un cuento?

    En verdad que son muchas las razones para pensar en esos tiempos pasados, y es fascinante el cúmulo de intrigas que en esas épocas se sucedieron y dieron lugar a tantas leyendas encantadoras que han llenado por años las mentes, la imaginación y la inspiración de los escritores que a esos tiempos les sucedieron.

    Veamos pues en esta historia, un concepto muy parecido a lo que se haya ya escrito, pero visto y narrado desde el punto de vista de otra mente y de otra imaginación… Nada cambiará, seguirá siendo una historia común a aquellos tiempos, sobre la vida y las aventuras de un caballero que como miembro de una orden de caballería muy afamada, buscaba ante todo el orden y la paz. Y para mantener dicha paz, tiene que cumplir con una misión que desde antes de nacer le es encomendada por medio de una antigua profecía, y para ello, había que enfrentarse a un dragón que vivía bajo las cavernas de una montaña, que para los aldeanos era un lugar prohibido, debido a los peligros que representaba, porque cuando salían al exterior, sembraban el pánico en todas las comarcas, y la gente entraba en un mar de confusiones, angustias y miedos, de manera que para contrarrestar estos efectos, el Caballero busca los consejos de un mago perteneciente a una milenaria orden mística de la cual, sólo quedaban tres elementos, un sabio que practicaba la magia blanca, otro, que era un sabio oscuro, y que por ciertas circunstancias se hizo un maestro en las prácticas de la magia negra, y un sabio neutral, extremadamente experimentado en la mística de la antigüedad, que vivía en las alturas de unas colinas, desde donde todo veía, y se alegraba y sufría con las suertes que cada uno de sus compañeros corría, con cuya ayuda, el Caballero resuelve los acertijos para eliminar las diabólicas influencias en el reino… Y claro, como en todas las leyendas de los caballeros, termina siendo feliz al lado de su dama, que fue su amor de siempre, a través de esta historia.

    El Autor

    Primavera del 2012.

    Fueron tiempos oscuros en la Historia,

    Había muchos símbolos del pensamiento,

    Con cosas que se creían vivas o reales,

    Que simplemente no existieron como tales…

    ¿Decidme cuáles ciencias y cuáles verdades?

    Animales gigantescos metidos en las mentes,

    Con cabezas de serpientes y alas tan grandes

    Que volar podían y su propio cuerpo resistían,

    Y por el hocico fuego y lava candente aventaban.

    Epidemias, suciedad, pestes y enfermedades:

    Adjetivos que el mismo significado tenían,

    Otros eran nobleza, poderío, soberbia y riqueza,

    Así como plebeyo, esclavitud y pobreza,

    Que también un mismo significado guardaban.

    Mundo siniestro de esclavitudes y calamidades.

    Días que pasaron girando en torno al miedo,

    Miedo que simplemente era provocado,

    Por el mando mayor y sus altas jerarquías,

    Al crear necesidades y mitos que no existían.

    ¡Salvadme, salvadme, salvadme del fuego eterno!

    Sujeción, injusticia, hambre y necesidades:

    ¿Quién las quita?, ¿quién las da?, ¿quién las hace?

    Sin estructuras pero llenos de oprobios y hambre,

    Ajustándose a lo que permitieran las creencias.

    ¡Liberadme de las penas del Infierno…!

    Expuestos a la luz de los creyentes,

    Monstruos inexistentes les creaban en sus mentes,

    A los pobres, débiles, necesitados e indigentes,

    Con artes ocultas y hechicerías los magos y videntes.

    ¡Ayudadme a librarme de mis pecados…!

    Aliados los poderosos con la Iglesia

    Los Reyes, Señores Feudales y demás Nobles,

    Promesas al pueblo, a aldeanos y analfabetas,

    Con ofertas mundanas y esperanzas muertas.

    ¡Protegedme, ayudadme, dadme de comer…!

    La pobreza, el hambre y la desesperación,

    Se unían al soborno, pertenencia y sujeción.

    Y miedo a que pudieran pensar:

    No educación…

    Por ser infinitamente peligrosa esta cuestión.

    ¿Quién pertenecía a quien en aquellos siglos?

    Barbarie, luchas, muerte, guerras y violencia,

    Eternos ríos de sangre en campos de batalla,

    Disputándose la conquista de un terreno,

    O de un país en la corona del vecino reino.

    Mil años mucho pesaron en la memoria.

    De uno a siete las cabezas de dragones,

    Y de uno a siete los pecados capitales,

    Siete veces siete las realidades espirituales,

    Y solamente siete los arcanos celestiales.

    Noble, rico, pudiente y poderoso.

    Impaciente como la lava ardiente

    Por arrasar todo lo que a su paso pisa,

    Así lucha aquel caballero incansable

    Ante el pecado en su alma insistente.

    Pobre, perdedor, villano y andrajoso.

    Intención de derrumbar dragón esforzado

    Y con tal argumento venga a ser aniquilado

    De vuestra alma para dar otra vez victoria

    A tan sabia, recta y piadosa actividad…

    ¡Salvadme, salvadme, caballero esforzado!

    Mil años parece que pronto pasaron,

    Pero así no pensaron los que vivieron,

    La vida y su curso sin ser modificado…

    ¡Cuánta gente inocente se hubo sacrificado!

    ¡Liberadme de las penalidades del mundo…!

    Mil años de miedos, angustias y demonios,

    Oprimiendo las mentalidades humanas,

    Mil años de ferviente espiritualidad,

    Así nacieron los Santos de la humanidad.

    ¡Ayudadme a liberarme de mis opresores…!

    Todo el que pudo, como el Rey y el abusado,

    Al pobre y al débil los hicieron de su lado…

    Parece que nadie se pudo haber salvado,

    De esos mil años que mil infiernos crearon.

    ¡Protegedme, ayudadme, dadme de beber…!

    ¿Cómo responder a aquellos infinitos por qué’s

    Que en tal presente y futuro surgieron?

    Lo mejor es Siempre se ha hecho así.

    Lo mejor es Esto es un dogma de fe.

    Teocracia, símbolo de la vida día a día.

    Noble caballero y gallardo jinete andante,

    Decidme cuándo de todo esto os olvidasteis,

    Decidme por qué huisteis y a todo renunciasteis,

    Decidme por qué todo lo abandonasteis…

    La Historia analiza vuestra porfía.

    ¿Qué fue entonces lo que vos dejasteis?

    ¿Ambigüedad, hastío, muerte o desolación?

    ¿Enfermedad, miedo, odio o ansiedad?

    ¿Mentira, sodomismo¹ o espiritualidad?

    ¿Renacimiento, tristeza, desesperación, santidad?

    ¿Son acaso leyendas que se cuentan sin razón?

    Decidme qué fue entonces lo que nos dejasteis…

    Al menos decid lo que es un dragón…

    Y más, decid lo que es el aliento del dragón…

    Capítulo 1.

    Conjugación del pasado

    Eran los años pasados de la historia de este mundo, sabrá Dios en que épocas, en las laderas de las cercanías entre las fronteras de algunos lugares escondidos y recónditos de lo que ahora pudieran ser las altas o centrales Europas, cuando la espesura de los pensamientos humanos solamente daban vueltas en los remolinos de las oscuridades de sus mentes, sin avances ni en ciencias ni en artes; cuando la luz de un futuro no podía verse cercana ni clara; cuando sólo se arrastraban desde las oscuridades, los místicos conceptos de aquellas primeras civilizaciones y culturas que ya estaban desaparecidas, de costumbres arcanas y recónditas, y ahora desapercibidas, y de otras civilizaciones que habían enseñado mucho a los sabios de entonces, cuyos conocimientos y enseñanzas se fueron traspasando de generación en generación, respetando las leyes y principios decanos de la antiquísima Orden de los Magos del Dragón de Fuego, estatutos que todo sabio guardaba en su alma y en su propio proceder, pues firmado estaba con su propia sangre y bajo juramento, en el libro de la orden de los decanos, el defender y aplicar para el bien, sin mirar a quien, todo conocimiento adquirido en dichos formularios; cuando precisamente, la magia formaba el mundo real e imaginario de los pobladores de todas las comarcas, desde las Tierras Altas hasta las Tierras Bajas, desde las Tierras del Mar hasta las Tierras Meridionales; cuando las creencias aunadas a la fe demandaban el símbolo del recorrer por esta vida; símbolo sin el cual los hombres no podían avanzar.

    La gente se sentía desamparada, con mucho miedo a lo que pudiera pasar, razón por la que había que creer y tener fe en lo que los magos, los sabios y los sacerdotes les decían, y con esa fe poder alcanzar el descanso eterno en otros mundos y en otras Esferas Celestiales, que les esperaban después de ésta, tan marginada vida que estaban viviendo.

    Eran los años en que la barbarie proveniente de las Tierras Altas, se estaba extendiendo por todos los reinos, pueblos y comarcas de las Tierras Meridionales, dejando sembrados en los surcos de sus tierras el odio, el hambre, la ira, la violencia, el llanto, la inseguridad, y el vacío, por medio de invasiones de gente que no parecía gente, sino bestias hambrientas, cuyas marcas en la frente eran las matanzas, asesinatos, violaciones, robos, los raptos y la destrucción. Sólo unos cuantos se salvaban de estos comportamientos vulgares y atrevidos; sólo los que pertenecían a los reinos que tenían un mago y un ejército con suficientes guerreros para ahuyentar con su magia y su poder bélico, a los salvajes que bajaban del norte, y que día a día intentaban un nuevo atraco y en consecuencia, una nueva destrucción. Como sólo las comarcas bien organizadas y protegidas eran las que se salvaban, por lo tanto, todos los hombres y sus familias, pedían asilo en estos reinos que ofrecían la protección necesaria para salvarlos, tanto del hambre que no cesaba de perseguirlos, como de los peligros de los asaltantes y de los merodeadores y cazadores de cabezas que venían del norte y de las Tierras del Mar, pues el terror estaba ya sembrado y la gente no era libre de vivir en las montañas o en los bosques, como antes, y vivir de las dádivas de la Naturaleza, pues nadie estaba ya seguro, y sus vidas corrían riesgos de alto grado. Por lo que se aliaban con uno o con el otro reino que pudiera ofrecerles lo que ellos necesitaban, que no era más que comida, protección y asilo, a cambio de sus oficios o maniobras de trabajo.

    De esos hombres que bajaban de las Tierras Altas, había unas razas especiales muy raras que, realmente no eran hombres, eran como bestias salvajes, cazadores de cabezas que comían carne cruda, y que ni siquiera hablaban, porque nunca habían desarrollado un sistema de comunicación vocal. Se llamaban Guariles, y vivían igual que en los tiempos de las cavernas, sólo se comunicaban entre sí a señas y sonidos guturales, con los que se entendían perfectamente, y también sus mascotas, con las que siempre se les veía, a las que amarraban del pescuezo para que los obedecieran.

    Estas mascotas eran enormes criaturas a las que llamaban Gualos, que no eran más que cuerpos deformes de gente de ellos mismos que por azares del destino, o por alguna enfermedad que no creían que se pudiera controlar, o según ellos, por castigos de sus profanados dioses, la estructura de sus genes se había alterado, de manera que sus cuerpos y todos sus miembros, y principalmente sus caras estaban deformes, haciéndolos ver como monstruos, y además, eran retrasados mentales y no sabían articular palabra. De esta manera crecían y engordaban hasta llegar hasta los dos metros y medio de altura a las edades de los seis o siete años, y hasta los trescientos kilos de peso, cuando ya tenían los diez años. Eran inofensivas y no vivían más de quince años, por lo que siempre mantenían el estado mental de la tierna niñez que realmente tenían, pero ellos mismos los adiestraban para que fueran violentos y salvajes en contra de su voluntad, al responder a una orden de sus guturales destellos vocales. Sin embargo, a solas y en el aislamiento, o sea, sin tener sus órdenes, estas criaturas eran tan nobles e inocentes como un verdadero niño de diez años y siempre lloraban por un miedo desconocido que ellos mismos manifestaban, quizás era la falta de amor y cariño, porque sus mismos padres y hermanos normales, siempre los golpeaban y los martirizaban para que actuaran como ellos querían, siempre destructivamente. Les proveían una maza de estrella, que era una bola de fierro con picos, sostenida de un mango a través de una cadena que se usaba para destruir masivamente a varias personas a la vez, o un hacha gigante, y los enseñaban a usarlos, para que actuaran como guerreros en los ataques que acostumbraban hacer a los pueblos de las Tierras Meridionales o Tierras Bajas, y como se imponían por su enorme tamaño, daban miedo a quienes los veían. En realidad, los que los veían creían que eran propiamente monstruos salidos del Infierno, cuando en realidad eran horrorosos gigantes con las mentes de niñitos carentes del cariño que nunca nadie les diera. Estos monstruos no tenían facultades para reproducirse, ni siquiera sus elementos se les desarrollaban, porque no pasaban de la edad mental infantil y morían antes de la edad de la pubertad, o sea del desarrollo hormonal, por lo que no se les podía asociar con nada que se relacionara con reproducción, aunque, para hacerlos sufrir, los hombres mezquinos de su propia raza abusaban de sus cuerpos, sin que los pobres deformes pudieran definir qué era lo que aquéllos les estaban haciendo. En realidad, sus mentes eran tan débiles que bastaría con una caricia o una mirada de amor, para que se doblegaran ante quien se las pudiera alguna vez directamente a sus ojos lanzar. Pero esta tierna cualidad, los hombres de su raza la desconocían, porque nunca se proferían amor ni ternura, sino que actuaban realmente como animales salvajes, simplemente bárbaros, que entre unos y otros desconocían sus sentimientos, pues no sabían lo que los sentimientos eran, pero los gualos, a pesar de ser como eran, tenían sentimientos de niño y eran muy sensibles a ellos, por eso tanto lloraban, pues querían ser arrullados por su madre o por su padre, que nunca encontraban.

    A los hombres que pertenecían a estas razas de las Tierras Altas, por sus comportamientos y costumbres se les consideraba como una especie de hombres rudos, digamos que una especie especial de humano de sistema genético degenerado, quizás porque en sus degradadas costumbres, abusaban de los cuerpos de los animales del bosque, de los osos, de los puercos, vacas, perros, y no digo más, porque no me quiero imaginar que también con los dragones, aunque la verdad, los dragones se autofecundaban y no andaban buscando con quien tener tales promiscuidades.

    Los resultados de tanta degeneración eran los nacimientos de los gualos, los cuales, si los dejaban vivir, ellos mismos los utilizaban solamente con fines destructivos, porque por su lastimera pasividad e inofensiva inocencia, y además de que estos seres no manifestaban tener pensamientos, sólo sentimientos, y no servían más que para comer y engordar, al nacer los mataban y obviamente se los comían, mas si se tomara la decisión de dejarlos vivir, a medida que iban creciendo los adiestraban para usarlos en sus finalidades, y así, que desquitaran la comida que consumían. Obviamente sólo los usaban para las guerras. Cosa a la que los gualos se oponían, dada su supuesta naturaleza pasiva e inofensiva.

    Esta era la clemencia imaginaria que podrían exclamar los gualos cuando se les veía llorando. Seguramente debían de sufrir mucho la violencia con que sus hermanos de sangre los trataban, y de alguna manera, sin expresarlo, y mucho menos sin decirlo, los gualos odiaban a los guariles, y un día, se vería si esta suposición se validaba.

    Vos podréis tener razón,

    Mas por haber nacido deforme,

    Nada debo pedir ni querer.

    Por piedad no me neguéis,

    Una pizca de vuestra ternura,

    Al menos un poco de vuestro amor.

    No me neguéis una sonrisa,

    Ni dormir dentro de aposento,

    Ni demostrar el amor que por vos siento.

    Decidme dónde está mi madre,

    Decidme dónde está mi hermano,

    Decidme que vos sois mi padre…

    Dadme una caricia acogedora,

    El beso que nunca he recibido,

    No destrocéis más mi corazón.

    Sé que soy un monstruo,

    Sé que soy una abominación,

    Mas dentro de mí no soy malo.

    No me maltratéis ya más,

    Dejad de pegarme y de gritarme,

    Que haré lo que digáis y mandéis…

    Si para matar me habéis adiestrado,

    Mataré y destruiré sin piedad,

    Que vos sois mi dueño y amo…

    Mas reflejad un poco de bondad,

    Ante este humilde e infante corazón,

    Que por ser un niño en mi mocedad:

    ¡A vos me acerco y os pido piedad…!

    Si a todo esto se le sumaban, precisamente, las osadas apariciones de los dragones cuyas guaridas estaban debajo de las montañas, pero que una vez en la superficie hacían destrozos a sembradíos, a chozas y a los almacenes de pasturas con las que daban de comer al ganado en los tiempos de secas, y no cesaban hasta haber encontrado un par de hombres o de animales que se llevaban para su alimentación posterior. Lo bueno era que estos dragones sólo aparecían cada cierto tiempo, mientras los sacrificados que estaban en sus estómagos, hacían durar su digestión, que era de unos cuantos meses… Y mientras hambre no tuvieran, no molestaban.

    La gente que provenía de las Tierras del Mar, también eran gente con costumbres y creencias muy extrañas, que creían en dioses también muy extraños, a los que les dedicaban sacrificios de otras gentes que capturaban en las comarcas a donde iban, pero, al igual que los que bajaban del norte, sólo hacían esto con los pueblos que no estaban protegidos, pues la gente civilizada, como les llamaban a los de las Tierras Meridionales, sabían todos las artes de la guerra, tanto adultos como jovencitos, y era más difícil penetrar en dichos lugares para hacer de las suyas, por lo que se mantenían en las montañas para hacer ataques esporádicos, y a veces, entre unos y otros se atacaban, o sea que los de las Tierras del Mar, atacaban a los de las Tierras Altas, y viceversa, pues para cada una de las razas, los demás eran enemigos.

    La vida y sus recovecos no daban más que para salir adelante de las profundidades de donde se encontraba el conocimiento humano, pues no había educación ni enseñanza de ningún tipo, a no ser de las artes de la guerra y de todo aquello que sólo sirviera para la manutención y desarrollo de una comarca, como los oficios y las formas de trabajar en los establos y en los campos de cosechas.

    La Iglesia decía que la gente, por ser tan salvaje la mayoría, era preferible mantenerlos en la ignorancia y bajo el yugo de un miedo permanente en sus almas, para que de esa forma pudieran ser dóciles y manejables por los ricos, los reyes y la nobleza, las cuales, siempre en conjunto con las decisiones de la Iglesia, avanzaban: ¿hacia a dónde? No se veía futuro cercano, y al parecer las cosas iban a seguir así, pues ni las ciencias, ni las artes estaban empujando a este mundo a un mundo mejor, todo estaba estancado en absoluta recesión, y a la diestra de lo que dijeran los nobles y la Iglesia.

    Sólo existían dos tipos de personas: primero, los pobres, pero no pobres regulares, sino paupérrimos, que no tenían absolutamente nada, sólo se les proporcionaba la comida y unos cuantos harapos para poder vestirse. Y los segundos eran los ricos, que en la Corte sólo eran unos cuantos, que para calmar a los pobres para seguir siendo pobres, los deleitaban con la gracia de la protección de los peligros que había afuera de sus amparos, y con ello los tenían contentos, trabajando siempre para ellos, y los ricos obteniendo más riquezas y bonanzas por tales servicios.

    Una gran comarca recientemente dividida en dos para dar lugar a que cada una de ellas perteneciera a cada uno de dos reyes hermanos, y se protegieran entre sí de las bravas invasiones bárbaras, además de las arabescas, que se tenían desde los años del Rey Padre, cuando las dos comarcas eran sólo una.

    El motivo por el que la gran comarca se había dividido en dos, fue por los ataques que se hacían cada vez más intensos y un solo rey, no tenía suficiente capacidad de autoprotección, por falta de vigilancia en las fronteras de dicha comarca. Por lo que se decidió dividirla en dos para que cada uno de los hijos del Rey Rolando Marcos, se hiciera cargo de cada una, y pusieran todo lo que se pudiera de su parte, para formar ejércitos cada quien con su propio fundamento y esfuerzo, de manera que hubiera más protección. Aunque ambos se ayudaban entre sí.

    Cada uno de ellos formaría su propia estructura organizacional de su gubernatura, a saber: consejeros, entre ellos la Reina, un mago y los tres hombres más antiguos del reino; nobles de la Corte, para dar apoyo estratégico tanto en las transacciones bélicas, como en los negocios de la Corte con otros reinos; un ejército de caballeros pertenecientes a una orden de caballería de su propia heráldica, que se había creado específicamente para dar adiestramiento a dichos caballeros; un buen número de guerreros, espadachines, arqueros, diestros en las masas, las hachas y otros en las lanzas, de manera que estuvieran al mando de los caballeros de la orden, para las necesidades bélicas necesarias, y deberían estar bien adiestrados y listos en todo momento; un grupo de artesanos, entre ellos los carpinteros, los herreros, los zapateros, los panaderos, los sastres y las hilanderas; el resto serían plebeyos que estarían destinados a cualquier tipo de trabajo, como por ejemplo el de la construcción, el de los jornales en el campo, para cultivar hortalizas y granos, para el sustento general del reino, el de procurar y cuidar los ganados en los establos, de manera que ellos fueran los que proveyeran de leche, quesos, carnes, pieles, lana, huevos, etc., para el consumo general, además, también se dedicaban a cazar para obtener otros beneficios de los bosques, sobre todo, de los animales que cazaban; los últimos eran los plebeyos generales, los que podían ayudar en cualquier lugar donde se les pusiera a trabajar.

    En los tiempos del Rey Rolando Marcos durante mucho tiempo reinó la paz, pero hacía apenas unos años que las cosas empezaron a cambiar, pues nunca se habían tenido invasiones como las que ahora había, de gente salvaje y despiadada, el hambre nunca había sido tan grave, los dragones habían empezado a invadir sus comarcas, y el terror en general estaba a flor de piel en todos los reinos conocidos, por lo que el propio Rey, decidió dividir su reino para que sus dos hijos: Rolando y Juan Marcos, dos jóvenes gemelos de una edad propicia para tal efecto, gobernaran cada uno para dar mejor protección y seguridad.

    Y así fue como a partir de entonces, estos dos jóvenes tuvieron su propio reino, uno al lado del otro, en completa armonía y comprensión, quedando el Rey Rolando Marcos, como consejero de las dos cortes reales, pero por muy poco tiempo, porque al cabo de un par de años, murió de viejo, dejando a sus hijos como completos herederos de su reino dividido en dos reinos nuevos.

    ¿Es verdad, mi hermano caballero,

    Que aceptáis el pacto?

    ¿Es verdad que por igual

    Entre los dos se puede hacer cualquier acto?

    ¿Que cualquiera de ambos

    Tome la iniciativa cuando crea, será perfecto?

    ¿Que al protegerse uno al otro,

    O el otro al uno, siempre se haga lo correcto?

    Importante es que los dos seamos uno,

    Y que los campos del reino se fundan en uno…

    Que nuestros corazones al palpitar

    Canten ilusionados la misma vieja canción…

    Que tomados de la mano

    Siempre vivamos certeros la misma emoción…

    Que me cuidéis y os cuide será nuestra devoción…

    Que yo procure quereros y vos procuréis quererme…

    ¿Que vos amarme y yo amaros?

    ¿Que vos deseéis tocar mi Cielo y yo tocar el vuestro?

    ¿Y vos tomaréis de lo mío y a vos proveeros?

    ¿Y vos me maltrataréis cuando lo deseéis y yo permitidlo?

    ¿Y me amarraréis cuando queráis y yo sin moverme?

    ¿Y vos me ofenderéis, y yo sin que nada haya pasado?

    ¿Y vos me morderéis y destruiréis sin yo loco volverme?

    ¿Y vos poseeréis y yo sufriendo sin nada decir?

    Que una vez más os lo digo: y no lo olvidéis,

    Porque ya no sabré si lo repetiré:

    Sois mi Hermano, así lo quiero, lo digo y lo grito

    Pero habéis de saber que no seré vuestro esclavo.

    Que para tener la paz y la armonía…

    De la mano siempre habremos de ir, lo admito,

    Pero en la guerra y en la paz, habrá una verdad

    Que siempre se habrá de descubrir…

    Que aunque duela y por más dura que sea

    Sólo la verdad dará lugar a la verdad…

    Y al final de todo y ante toda crueldad

    El Amor siempre habrá de triunfar…

    Capítulo 2.

    El rescate de Julián

    Unos cuantos ungüentos, basados en sustancias mágicas y misteriosas, en quitaesencias² y vitriolos³, junto con raíces y plantas de diferentes tipos que el Mago Albusán había preparado para ponerme en la piel, con el afán de retrasar los efectos mortuorios de las quemaduras, habían dado muy buenos resultados, sobre todo en la parte de los brazos, en el cuello, en la cara y en los pies, que fueron las secciones de mi cuerpo que más se habían expuesto a la extenuante pira que me envolvió aquella siniestra madrugada; pero gracias a aquellos remedios esas partes, mejor que las demás partes del cuerpo, se me habían muy bien conservado. Sin embargo, y a pesar de eso, yo, Julián, había quedado muy maltratado. Nunca había visto el medallón tan iluminado como estaba ahora, y el brazalete me ardía en el brazo, pero eran señales de que me pondría bien, sin duda.

    Nadie había ido a presenciar mi muerte, por haber sido en la madrugada de aquel helado y macabro sábado, y por supuesto, solamente los dos verdugos a quienes se les designó este trabajo, que medio adormilados, iban a sacrificarme como a un pobre condenado. Y precisamente el sacrificio lo habían programado para quemarme de madrugada, cuando nadie pudiera ir a verme, pues me confundiría con uno de esos mendigos que no importaban a nadie, o por lo menos no debería de importarles, por lo que simplemente me ejecutarían sin que ninguna persona de la comarca se diera cuenta, aunque a todos se les habían informado de mi sentencia, pero nadie sabía cuándo, mucho menos que fuera tan rápido.

    Las ejecuciones que a propósito se hacían en las madrugadas, generalmente eran para deshacerse de muchos de los presos, de tantos pordioseros, los rateros, los beligerantes de los bandos opuestos, que por el efecto de alguna guerra habían sido capturados vivos y colocados en las mazmorras del castillo, hasta darles las sentencias a las que todos ellos estaban destinados, que generalmente era la muerte. También se aplicaba a los locos, a los desquiciados y a algunos nobles personajes de la Corte a los que querían desprestigiar, que en el pasado habían gozado de una posición social acomodada, pero por azares del destino, o por revanchas o complacencias morbosas de alguien poderoso o poderosa dentro de la misma corte, a esas personas las refundían en dichas mazmorras, para garantizar su desaparición, o simplemente los condenaban a morir en un total anonimato, y una cruel ignorancia. En el Verano se prestaba más el ambiente para que los enviaran a la horca, o al descabezamiento público, y en el Invierno a la hoguera, para que irónicamente las piras calentaran las calles de las comarcas del reino, a pesar del mal olor de la carne y la grasa humana chamuscadas.

    Yo, Julián, que desprestigiado por mi propio Rey, me convirtió en la inocente oveja que cargaría con los motivos de un odio ancestral que aquél desde su infancia me guardaba, y que por fin, había encontrado el motivo adecuado y suficiente para desquitar la pesadez y la inquietud de aquellos odios pasados de aquellos años. Con aplicarme todo el rigor de la culpa, se me había sentenciado a morir como un mendigo o pordiosero, sin tener ningún derecho de apelación, ni ninguna clemencia, y la forma de morir sería la hoguera en la madrugada… Sí, sentenciado a una muerte vergonzosa, por haber sido juzgado como un vil sodomita, y que yo, inocente a todo cuanto mi envidioso y antiguo contrincante me había adjudicado, había sido enviado para ser juzgado por mi propia Orden, y por ello, marginado por los principados, que se habían ensañado contra mí, por gracia y mandato de lo que aquél que me juzgaba, firmemente sostenía y atestiguaba justificando por su mago y por otro testigo las faltas de este Caballero por las que fuera acusado. Pues el Rey Juan Marcos Segundo, me envidiaba por mis propias actuaciones, por ser mejor que él, por defender la justicia y la verdad a la que él mismo, no se ajustaba… Además, sabía que yo sería el motivo de su derrota, según un secreto escondido, por lo que se le hacía tarde para que me ejecutaran, estaba ansioso por verme morir…

    Pues veréis vos, mi Rey y Señor

    Lo que yo ahora os explico,

    Que esto es como un juego irónico,

    Pues con mi mal comportamiento,

    Castigo y tortura será el procesamiento,

    Y con eso, como una provocación siento.

    Y entre más me hagáis ser provocado,

    Tanto más es el placer por mí sentido,

    Pues en la provocación está el castigo.

    Y del castigo la provocación surge de nuevo,

    Y total que en provocación y castigo,

    Se resume mi placer y vuestro placer.

    Al iniciar tortura veo fuego con premura,

    Leña verde y húmeda que habéis mandado

    Para quemarme como a un condenado,

    Y sin importar mis penas y quejidos,

    Vos me habéis desconocido y sentenciado,

    Me habéis olvidado y me habéis hecho a un lado.

    Mirad mis heridas de golpes no merecidos,

    Mas vos saboreáis la sangre que ha brotado,

    Del contacto de mi piel con umbral caliente

    Y de repente un nuevo sentimiento se siente,

    Alguna venganza que no puedo describir,

    Que es como una combinación de odio,

    Amor, piedad y compasión al mismo tiempo,

    De deseo y posesión, de dominio y protección,

    Cariño, desdén, miseria y destrucción…

    Y en esa sedición las mentes se embrutecen

    Por el candor de la siniestra situación,

    Que comienza nuevamente con violencia,

    Pero ahora por deseo y por demencia…

    Manos embrutecidas abren más mis heridas

    Y una intención enrabiada me muerde insaciada,

    Vuestra espada busca acomodo afilada,

    Donde encuentre en mi cuerpo la herida,

    Y quiere penetrar más por goce, y sin entrar,

    Busca sin piedad mi sufrir, y lo encuentra,

    Y en esa violencia descomunal desenfrenada,

    Mi alma y la vuestra se queman en infiernos,

    De piras encendidas de odios y venganzas,

    Que nos llevan a la vibración máxima,

    Del placer de poder mutuamente matar

    En un éxtasis que yo llamo Sin igual,

    Y de hacernos regresar para volver a vivir

    A terminar bajo condición de odio latente…

    ¿Habéis visto mi Rey y Señor Caballero

    Por qué a pesar de la presente tortura,

    No he de guardar la menor compostura,

    Por reducir mi pensamiento a descompostura?

    Sin avisos previos a nadie, sin publicar programa, se procedían las sentencias mortuorias a la hoguera, sin tener la oportunidad de despedirse de los suyos, y morían como perros, solos y desamparados, sin una oración que alguien les rezara para que los pudiera proteger en el cruce de los caminos entre esta vida y la otra, para que en el Más Allá, pudieran encontrar la luz y la paz que todos deseaban. Y en ese dormir sin poder rezar, pues me drogaban y con eso no podía rezar ni yo mismo por mi alma, y mientras mi alma se condenaba, me preparaban la cama de la muerte, que era la pira, a donde fui conducido. Por eso, después de que me sentenciaron a la hoguera, pero no morí, yo sentía cierta paz,

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