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Pícara Historia De Las Memorias De Don Hilario, Hombre Con Talento Poco, Menos Ingenio, Y Sin Más Designio Que El De Sus Sueños Y Su Fe Por Encontrar La Felicidad Segunda Parte
Pícara Historia De Las Memorias De Don Hilario, Hombre Con Talento Poco, Menos Ingenio, Y Sin Más Designio Que El De Sus Sueños Y Su Fe Por Encontrar La Felicidad Segunda Parte
Pícara Historia De Las Memorias De Don Hilario, Hombre Con Talento Poco, Menos Ingenio, Y Sin Más Designio Que El De Sus Sueños Y Su Fe Por Encontrar La Felicidad Segunda Parte
Libro electrónico560 páginas8 horas

Pícara Historia De Las Memorias De Don Hilario, Hombre Con Talento Poco, Menos Ingenio, Y Sin Más Designio Que El De Sus Sueños Y Su Fe Por Encontrar La Felicidad Segunda Parte

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Esencial para los amantes de la felicidad, para los
fanticos de las rdenes de caballera, para los que
estn muy cerca de Dios y para los que no lo estn, pero
lo intentan, para los que no saben cmo empezar,
para los que cultivan la amistad, para los que aman o
han amado, esta Segunda Parte, escrita en un lenguaje
casi cantado, por estar en combinacin prosa y
verso, llenar el corazn del aventurero en los
caminos del alma. Dramtica, emotiva y al mismo
tiempo picaresca, esta novela querr
el lector leerla en un solo intento.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento23 dic 2011
ISBN9781463313258
Pícara Historia De Las Memorias De Don Hilario, Hombre Con Talento Poco, Menos Ingenio, Y Sin Más Designio Que El De Sus Sueños Y Su Fe Por Encontrar La Felicidad Segunda Parte

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    Pícara Historia De Las Memorias De Don Hilario, Hombre Con Talento Poco, Menos Ingenio, Y Sin Más Designio Que El De Sus Sueños Y Su Fe Por Encontrar La Felicidad Segunda Parte - Felix Cantu Ortiz

    Pícara Historia de las

    Memorias de Don Hilario,

    Hombre con Talento Poco,

    Menos Ingenio, y sin más

    Designio que el de sus Sueños

    y su Fe por encontrar la

    Felicidad

    Segunda Parte

    Félix Cantú Ortiz

    Septiembre del 2011

    Copyright © 2011 por Félix Cantú Ortiz.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:     2011962881

    ISBN:      Tapa Dura                978-1-4633-1324-1

                    Tapa Blanda               978-1-4633-1326-5

                    Libro Electrónico      978-1-4633-1325-8

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    378525

    Contents

    Prólogo.

    Diálogo entre el Autor e Hilario

    Capítulo 1.

    Año nuevo, siglo nuevo

    Capítulo 2.

    Impaciencia por el nuevo día

    Capítulo 3.

    Concordancias entre tres

    Capítulo 4.

    Los motivos de Hilario

    Capítulo 5.

    La llegada de Don Andrés

    Capítulo 6.

    El acoplamiento

    Capítulo 7.

    Reencuentro con Eulalio

    Capítulo 8.

    El juego de dos almas

    Capítulo 9.

    Pláticas con el Padrecito Julián

    Capítulo 10.

    ¿Una Orden de Caballería?

    Capítulo 11.

    El Reglamento de la Orden

    Capítulo 12.

    Bases para una Orden…

    Capítulo 13.

    La manifestación

    Capítulo 14.

    Discusiones en la Hacienda

    Capítulo 15.

    Visita al pueblo

    Capítulo 16.

    Las virtudes antiguas

    Capítulo 17.

    Muerte de Pedrito el doctorcito

    Capítulo 18.

    Fundación de la Orden

    Capítulo 19.

    Tribulaciones de Don Andrés

    Capítulo 20.

    Las confesiones de Don Andrés

    Capítulo 21.

    Cosas de la vida cotidiana

    Capítulo 22.

    Necesidades de la Orden

    Capítulo 23.

    Viaje a España

    Capítulo 24.

    Encuentro con Damián

    Capítulo 25.

    Roma, Visita a Gonzalo

    Capítulo 26.

    Jerusalén, Tierra Santa

    Capítulo 27.

    Hilario regresa a México

    Capítulo 28.

    Las tristezas de Don Hilario

    Capítulo 29.

    Muerte de Don Hilario

    Epílogo

    Bibliografía

    Acerca del Autor

    ¿Dime de qué te puede servir

    Querer con todo el corazón

    Si un día se frustra aquella ilusión

    Que la muerte viene a mutilar

    Y al alma vacía la viene a dejar

    Si esa alma a Dios no supo amar?

    ¿Para qué aquella nube pudiera servir,

    La que escarcha en forma de cristales,

    El agua en gotas que a tus jardines llena,

    Y a tus rosas fragantes ha de alimentar,

    Si sedienta tu alma se habrá de quedar,

    Si vives entre la inmundicia y promiscuidad?

    ¿Qué pudiera en los días deleitarte

    Que no fuera lo que Dios pudiera darte?

    ¿Pero de qué te serviría ese estandarte,

    Que con lo que Dios ha de proporcionarte

    No compartirías ni en uno solo de tus días

    Lo que Él te da y con ello engrandecerte?

    ¿De qué te sirve el banquete recién horneado

    Servido en finas vajillas de la China,

    Con tintes de oros y platas decoradas,

    Que resplandecen con la luz de la luna,

    Si afuera de las puertas de tu hogar,

    A un hambriento tu pan le has de negar?

    Prólogo.

    Diálogo entre el Autor e Hilario

    Aquí se narra que el Autor, impresionado por las peticiones de los lectores que a diario le han llegado, para que publique su Segunda Parte, de esta historia de Don Hilario, que mucho les ha gustado, se decide despertar a su personaje estelar, Don Hilario, que mucho tiempo ha gastado en dormir, y sin nada escribir, porque en la realidad verdadera, sensata, severa y por lo que se quiera, más sincera, Hilario es el que la historia ha estado narrando, y por ende, escribiendo, y por lo tanto, al Autor le viene a preocupar el tiempo que se pueda llevar la Segunda Parte preparar, a lo que Hilario contesta que ya todo lo tiene en su cabeza, y que gracias a los sueños que ha soñado, todo lo ha acumulado, pero como estaba dormido, por escribir no se ha preocupado. ¿Y qué tal si se te olvida? Pregunta el Autor, y Hilario contesta que allí está el detalle y que en eso consiste la movida, que si todo se le olvida, él fácil resuelve la situación, se vuelve a quedar bien jetón, y en su sueño vuelve a tener la misma visión.

    Despierta Hilario… ¡Anda, ya es hora de que te salgas de la cama…! Levántate hombre, ya no duermas más, tenemos mucho de que platicar…

    Esto le decía el Autor a Hilario, que había estado hibernando y mucho tiempo durmiendo, desde la última vez que hablaron que fue cuando el libro de manos se pasaron. Era la Primera Parte que Hilario y Andrés por fin terminaron mientras aún juntos estaban. A Dios gracias que de todo se acordaron, pues ya de viejos batallaban para recordar de lo que había pasado, pero al fin lo lograron, y Don Hilario escrita y completa, la Primera Parte al Autor entregó. Era muy necesario hablarle a Hilario de la manera de como en ese libro las cosas acabaron, y de como habría que hacerle a esto, para un poco mejorarle, pues una Segunda Parte estaba pendiente por escribir, y de esto, el Autor deseaba con Hilario platicar, de manera que lo siguiente le vino a decir cuando Hilario ya bien se pudo despertar:

    -Ahora que ya has dormido suficiente, es menester que te despiertes bien despierto, y con las buenas nuevas que te documente, que son bastantes y sobre todo muy recientes, ya verás que más dormir no querrás, presiento que te emocionarás, como a mí me ha pasado, y te digo de verdad, que por eso ando medio chiflado. Habrás de ver que a pesar de aquéllas, nuestras preocupaciones de que no iba a haber quién se interesara por tu historia, pues te diré que nos equivocamos un tantito, porque no una, sino cientos de peticiones nos han llegado de una en una, y poco a poquito se ha juntado un bultito d’ellas, y todas con las aclaraciones suficientemente bien claras y muy elocuentes como para que sean tan convincentes de que tú y Andrés se pongan a escribir como lo hicieron para entregarme la Primera Parte; aunque en su transcurso, hubo muchos pleitos de tu parte, bueno, y también de mi parte, porque a mí no me gustaba la forma de comportarte, espero que ahora seas más prudente, ya que de antemano, te digo que ya le gustaste a la gente, y la prueba está en que ya la prueba pasaste, y además, ya para esta Segunda Parte más te debes de esmerar y en todo mejorar, y ahora el paso deberemos de redoblar, como si fuera en una marcha militar, en que el paso no hay que perder, y todos por igual, porque si alguien lo pierde, le han de castigar, así aquí, hay que echarle muchas ganas y muchos sesos a este asunto, y trajinar los dos en el mismo punto, nada de que tú te vayas escribiendo por tu cuenta algo que a mí ni en cuenta, y lo mismo digo de mí, por si algo se me haya de ocurrir, te lo habré de decir tan pronto se me ocurra; así que, suavecito, ordenadito, amansadito, noblecito, dócil y bien portadito, que nos espera mucho trabajo, bastante por hacer, y así con tu ayuda y de esa forma proceder, fácil poder continuar con ésta, tu historia, mi querido Hilario, que no deberás de parar de escribir hasta terminar todo el sumario de capítulos que hay que acabar, al cabo que tú dijiste, que ya los tienes en tu memoria, y con esa trayectoria, pues será fácil la secuencia de los capítulos escribir, y vaya que serán la misma cantidad que en la otra parte, aunque un poco menos parcos para acabar, pues al leer y no acabar, la mente se te inquieta, la garganta se te seca, si es que a alguien se lo estás platicando, o narrando, o bien, contando; los ojos te han de llorar, por querer mantenerlos abiertos para terminar, y del estar sentado te has de incomodar, porque mucho te has de cansar, o si estás acostado, mejor te da por dormir que por acabar lo que está largo de leer y así te has de quedar, con el libro abierto en tu pecho, pero bien dormido estar, por no poder acabar una lectura tan larga, o quizás tediosa de leer. Pero a la mejor me estoy equivocando en el describir y en el catalogar, porque nadie se ha estado quejando, a lo que se puede ver, de no haberlos podido leer, hayan sido los capítulos largos o cortos. Al lector lo que le gusta es dejar su lectura en un punto acabado, y es igual que a mí cuando me pongo a leer, me gusta leer y acabar de leer hasta que encuentro el primer punto final, pero no por ser así serán menos interesantes ni será menos la información que haya que ponerles para que al lector no le quede nada de duda o que tenga que preguntar por algo que llegase a faltar. Te he de decir una cosa, ya que de hablar, todavía no he acabado, y pues ya que andamos en eso del platicar, amigo Hilario, fíjate que yo nunca me hubiera imaginado, que la Primera Parte escrita, iba a causar un buen impacto entre la gente, y sobre todo que la fueran a comprar gente de bien y decente, a saber por todas las necedades y ambigüedades, que tú te tomaste la libertad de escribir, sin habérmelo dicho ni advertido, y pues como ya estaban escritas, ya ni modo de quitarlas, así las dejé, y por las cuales, yo te regañé, y recuerda que no fue sólo una vez, sino muchas veces, pues siendo tú un personaje que más que de necio a lo contrario no adoleces, tienes buena labia, y a veces, hasta un buen escritor me pareces, digamos que con buena imaginación; aunque, a juzgar por lo matrero que te portas, y cuando con esto te reportas, todo lo desmereces, más que buen escritor y en vez de darte ese rango, has de parecer un poco menos que eso, digamos que un borrico majadero de la majada de donde se traen los atajos de burros, y es que no necesariamente quiera darte estos nombres tan bajos, pero ay Hilario, a veces, cómo se batalla contigo para que aceptes escribir como se debe, y de las veces que te he dejado solo, como te digo, unas veces bien que lo haces, y las otras todo lo deshaces, y es por eso que muchas veces te juzgo por un buen escritor y las otras por un escritor sí, claro, pero malhechor, de los que se creen que son buenos, pero no lo son, y de éstos, te diré que hay muchos, digamos miles, cantidades fenomenales, y es de lo que está lleno el mundo; y por culpa de ellos, todos los demás, o sea los buenos, los que sí queremos, sufren de los otros las maldades, y lloran, y sus saludes desmejoran, intentando que los otros, o sea los malos, los que no queremos, no desajusten los ajustes, que éstos previamente ya hicieron a las letras y a las literaturas, y a las reglas y conjeturas con las que se debe de escribir bien, y darle a la gente el buen ingrediente para tener placer al leer, que para eso es la literatura, para que la lectura sea un bien y una dulzura, que traiga al alma paz para calmar toda descompostura; que le traiga buen gusto, para poder curarse del susto; también que le traiga moldura, para acomodarse dentro de la cordura; ciencia, para asentar la conciencia y quitar la mala presencia, así como la mala creencia; arte, para imaginarte aunque no pueda verte, ni oírte, ni tocarte, pero al fin, eso es arte; que haya buena lengua, para aprender bien a hablar y para saber escribir, que con los malos escritores siempre la lengua mengua, pero que los verdaderos escritores, o sea los buenos, siempre ponen ejemplos en todos sus escritos de las reglas, del escribir y de las palabras en el bien acomodar, para poder mejorar y elegantemente hablar; visión, para poder usar la imaginación y viajar sin límites de tiempos ni de espacios, a donde a tu cara le den otros vientos, a otros lugares, y quizás universos que a veces en momentos a tu mente llegan con tan sólo leer lo que los escritores te proporcionan; moral, para enaltecer de una manera sin igual, el espíritu y el pensamiento y llenar el alma de una manera cabal y formal y no llenarla con esas informalidades y atrocidades que algunos vienen a poner en sus escritos. Por eso amigo Hilario, a veces te tacho de escritor adversario, en lugar de hospitalario, que es como deberías de ser, y en esta Segunda Parte, prométeme que así vas a ser…

    A lo que Hilario, pretendiendo estar muy complacido por todo lo que el Autor le hubo inculcado, pero no menos aburrido por todo lo que aquél hubo hablado, y por todo el tiempo que se llevó para decirle lo pactado, que casi se queda otra vez dormido; pero al oír que el otro ya nada decía y en tanto que sólo silencio se escuchó, lo primero que pensó fue que ahora sí, el Autor la mano en este juego le pasó, y su turno le dio para que contestara lo que quería que le prometiera, a lo que Hilario contestó:

    -Para empezar, y no quiero que me lo tome a mal, he de decirle que Usted habla tanto como una guacamaya que se encuentra frente a su visitante y amante guacamayo, que con tanta algaraca,¹ está convenciéndolo y está coqueteándole para aparearse a punto del mediodía, en cualquier día del mes de mayo, y lo digo que en ese mes precisamente, por ser el mes en que junto con abril, si es que no comienzan en marzo, todo ambiente se presta para que los animales se apareen, y digo que los animales, porque la gente en todos tiempos se jalean, y si son aves algaraquientas, como esas parlanchinas guacamayas, perturban a la mente de todo aquél que oír pretenda, cuando sólo viene a conseguir sus ideas confundir, y justo así me ha pasado cuando a Usted he querido oír, porque como habla tan rápido, y sin cortes, ni puntos y apartes, no me da chanza de tomarme un respiro, nomás reviro, y juro que lo miro y lo vuelvo a mirar, mientras que está hable y hable, y la verdad, como que me arrulla, porque de lo rápido, ni atención le puedo poner, y ya en ese estado, es muy fácil que dormido me vuelva a quedar, que a mí eso nomás está de que me rasquen, para acostado verme, y luego acomodarme para dormido quedarme, pos por ai² dicen que en el comer y el rascar, todo es comenzar, por eso, ¿cómo me viene a preguntar algo que no le puedo contestar, cuando ni siquiera le he podido bien escuchar? Aunque le diré que entre dormido y despierto, y con un ojo entrecerrado y el otro medio abierto, o como quien dice, que estás medio atarantado o medio muerto, como quiera algo se me vino a pegar, de todo aquello que salía de su boca, que yo nomás veía mover y mover, no puedo negar que escuché, como siempre es menester, un reclamo de Su Majestad, que para acabarla de amolar, ya me tiene bien amolado con tanto que me ha reclamado durante la Primera Parte de esta historia, pero no se apure Su Majestad, que yo le aseguré antes, y lo sostengo ahora, bajo condición de que la vida no me quitara, ni a mí, ni a mi camarada, que mi comportamiento será mejorado, aunque me tenga que encerrar en algún lado, y mucha penitencia tenga que hacer, y por un buen tiempo, y bien hincado, para que no me salga con que la lucha no le he echado, y Usted verá que pronto todo este mal hablar se acabará, y en realidad, esta continuación de la historia lo ameritará, porque ya el Hilario que aquí aparecerá ya no será como aquél al que el lector antes conociera, aunque de vez en cuando lo hiciera, Don Hilario ahora va a ser diferente, y aunque Usted diga que yo ya lo tengo en la mente para escribir lo que se ha de escribir, no crea, mucho se me olvida, aunque gracias a las clarividencias de mi amigo Don Andrés, se me hace fácil formar el parlamento de lo que he de escribir mientras tanto, de las cosas que se me pudieron olvidar, pues ya a estas edades, a Dios gracias por no dar más necedades, si al menos se viene uno a acordar de las cosas que pasaron, pero lo bueno es que me gusta dormir y en el dormir, puede que esté el recordar. Y acuérdese que en esta historia nueva, eso no me lo ha de quitar, déjeme esa característica tal, como siempre, del buen dormir, porque con el dormir: soñar; y en el soñar: siempre procurar recordar lo que he de narrar, como lo que acabo de soñar justo ahora, que Usted me acaba de despertar, y justo lo que le acabo de comentar, que le aseguro que mi vida va a mejorar, y en el hablar ni se diga, también se ha de lograr, porque a partir del siguiente capítulo, empezaré a tratar con ése, mi amigo especial, que ya saben quién es, el de alta alcurnia y de sábanas de seda, muy fino y muy versado en lo verbal y muy educado y entendido en todas las lides de la vida y sus recovecos, aunque es un poco reseco, pero eso es lo que menos importa, por él Don Hilario dejará de ser el Hilario que antes era, y ajustándose a la vida, que es lo que sí importa, es que la vida es bien corta, y dígamelo a mí, que día a día más se me acorta, y a punto estoy de comerme la torta, pero de pan de muerto, e igual le pasa a mi amigo, si no es que ya esté muerto; pero eso sí le digo, antes de morir, le juro que le entregaré mi historia, y esto que me queda de vida lo aprovecharé para esmerarme en terminarla… Pues así es la vida, si no la aprovecha uno para encontrar lo que busca, pues se le pasa en que lo busca y no lo busca, y en que lo encuentra y no lo encuentra, y así se le pasa el tiempo de volada, por eso, eso sí, hay que ser felices a como se pueda, que al cabos que no se pierde nada, al contrario se ha de ganar, que yo estoy bien seguro de eso, y de eso tengo mucho que contar y de eso toda esta Segunda Parte se va a tratar, pues de eso es de lo que se trata el vivir: de intentar, y de volver a intentar, y de seguir intentando de conseguir lo que a tu alma pueda llenar y puedas con ello deleitarte día con día, y como digo, de eso es de lo que se tratará esta porfía, en estos capítulos que ya vienen, mi amigo y yo, que ya en nuestra vejez, nos enorgullecemos de haber obtenido lo que buscábamos, y que con gustos muy semejantes, para ser felices en la historia vamos a intentar ser Caballeros Andantes, como los de antes, de cuando salían a los caminos y a los montes a buscar aventuras, y entuertos³ que enmendar, y después de enmendar, honrar a sus damas amantes, pero en realidad, ni vamos a enmendar nada, y no vamos a escoger ninguna encrucijada, ni a luchar contra ninguna bandada de malolientes sinvergüenzas ni estaremos a dispensas de ninguna reina ni ningún rey, aunque damas amantes, a la mejor que sí, aunque sea una que otra, para empezar, y no menos que tres o cuatro, para después continuar, pero sólo de repente, y para seguir adelante, después de que dije que no vamos a tener ni reina ni rey, diré que sólo lo que haremos es aplicar nuestra propia ley, que previamente haremos y formularemos, y escribiremos, y posteriormente respetaremos y luego nos ajustaremos a lo que haya que hacer de acuerdo a tales alegorías, que entre realidades y fantasías se habrán de cumplir al pie de la letra, porque serán firmadas con sangre nuestra, y si nos da cuiscuis⁴ rebanarnos la muñeca, para sacar sangre nuestra, pos entonces con la sangre de alguien que nos la presta, aunque sólo nos dé tantita, para no gastar de la nuestra y así poder firmar como si fuera la tinta del corazón.

    Y ya cumplido nuestro acometido y firmado nuestro compromiso, y comprometidos tanto yo como mi amigo, el que ahora ya fue bienvenido, entonces sí que viene lo mejor del cuento… Que se basará en eso que será la sustancia de la esencia de la buena querencia, del amor que sin herencia deja en un alma toda la imponencia de ese amor que en su presencia hace que se le ame con impaciencia, y si no es con potencia, con impotencia, pero yo diría que en amores, hay de amores a amores, y de los amores que aquí se hablará, pues para no adelantarme, más adelante ya se verá…

    Pero ya con esta explicación que en realidad no le veo la razón, habrá que razonar con devoción para no echar luego en la lectura equivocación… Pero en eso de que cause una reacción en quien la lea, también ya se verá…

    -De acuerdo, Hilario, creo que aquí ya debes ponerle unas cuantas comas y puntos suspensivos, deja de adelantar lo que acabas de soñar, déjanos al menos un poco pensativos, que ya habrá suficiente tiempo para que en los capítulos posteriores cuentes lo que habrá de pasar, y si se te llegara a olvidar, pues otra vez te pones a soñar y pronto lo recordarás, que para eso eres muy bueno, y ya recordado, te pones a contar, que para eso es la novela que estás por escribir. Y como te digo, tú siempre te quieres adelantar, no se te puede quedar tantito como para que lo puedas proveer a medida que la gente se empiece a emocionar, tú simplemente lo quieres ya contar, pero como no tienes suficiente experiencia, pues habrás de aprender que todo lo hay que hacer a como viene a suceder, recuerda que todo a su tiempo y que hay un tiempo para cada cosa, y cada ocasión también tiene su tiempo, por eso, mi consejo es que no hagas las cosas a destiempo, y lo que sí es cierto, es que ya es tiempo, para que empieces los capítulos a escribir, que éste, por ser simplemente dedicado a venirte a despertar y a aclararte cómo te has de comportar, parece que ya se va a acabar, a menos que tengas algo que decir, y si no has de nada decir, pues como te digo, a tiempo hay que concluir…

    -Bueno, sí, lo único que tengo por decir, y se los voy a decir a los que me habrán de leer, es que si no me llegara a componer, digo pues, en la manera de hablar, que me hayan de perdonar, que a la mejor, con las quinientas hojas que ya se leyeron en la Primera Parte, ya se habrán acostumbrado a lo mandado⁵ que soy, pero como ya le advertí al Autor, he de componerme… Pero aquí entre nos, no creo mucho cambiar, pues ahora de viejo es cuando pretendo escribir lo que a la historia le falta, que es mucho, para variar, y dicen que un viejo ya no cambia ni aunque la piel le cambien, pos así seré yo… Y me gusta así ser… Y no se lo digan, por favor, no mucho lo he de hacer, porque esta novela ya no sería tan pícara, como su nombre lo indica, pues él mismo la ha llamado Pícara Historia de las Memorias de Don Hilario, Hombre con Talento Poco, menos Ingenio y sin más Designio que el de sus Sueños y su Fe por encontrar la Felicidad – Segunda Parte.

    Se dijeron un breve y no muy marcado adiós. El Autor desapareció, y Hilario se fue a buscar su jacal donde tristemente se volvería a recostar, hablaría con Gerundio y le daría instrucciones sobre lo que harían tanto él, como todos los de la Orden, sobre los pendientes que había que hacer para realizarlos bien y en orden, y nuevamente se dormiría, pues estaba muy desgastado, y en realidad, él bien no sabía, a pesar de todo lo que al Autor había prometido, que la Segunda Parte del libro terminaría, pues estaba muy triste, agotado y acongojado, ya que había recibido una carta que no le había gustado, donde Elena, la prima de Don Andrés le comunicaba que éste había recaído y se había puesto un poco retraído, como que el cerebro no le funcionaba ya muy bien, y en lo que se refería a su salud, andaba mal también, y era seguro que poco le faltara ya para terminar por fin de vivir la aventura de su vida, en la que ambos habían disfrutado y lo que buscaban, encontrado, aunque propiamente no se lo habían ni uno de los dos manifestado, y lo que más le podía era que posiblemente ya más cartas no escribiría, pues en la situación en que estaba Don Andrés, no creía que pudiera contestar ni siquiera una vez, las cartas que le pudiera enviar, y eso también lo mortificaba demasiado, pues lo quería tanto como si fuera su familiar más preciado. Era su amigo querido, su hermano del alma amado, su alma gemela que no podía haber encontrado en ningún lado, ambos eran la parte que les faltaba a uno del otro, para terminar de ser felices, si es que la felicidad ya habían encontrado, y estos pensamientos no lo dejaban tranquilo ni calmado. Pensaba en Don Andrés y se llenaba de cierta angustia y melancolía por no poder estar con él, realmente le dolía, pero una nueva carta de Elena esperaría, como contestación a la que él acababa de escribir, para que le dijera de una vez por todas, si era necesario que en su presencia él estuviera, para de inmediato poderse ir, que no era cosa de dejarlo así como así morir… Le pedía que no se tardara en escribirle, pues lo ahogaba la desesperación de no saber cómo a Don Andrés pudiera irle… Le pedía que le escribiera diariamente porque por no saber en cada momento cómo pudiera estar, lo atormentaba pensar que pudiera morir sin estar él a su lado, y así, en el transcurso a su jacal amado y casi olvidado, mientras lloraba, todos estos pensamientos en su cabeza llevaba. Necesitaba dormirse, descansar, olvidar, renovarse, pues al despertar comenzaría a escribir lo que en el siguiente capítulo escribiría sobre su nueva vida y su nuevo trajinar, sobre una nueva modalidad de maniobrar, de razonar y de vivir que en pocos años lo llevaría a encontrar la felicidad… Esperaba no defraudar al Autor y terminar la historia, que en realidad, ya todo estaba escrito en las cartas que se escribieron, aunque faltaba una que otra cosita, que confiando en que Don Andrés le escribiría, cuenta no se había dado de que eso no lo tenía.

    Sin embargo, más adelante ya se vería cómo todo esto terminar podría.

    No hay más bella melodía

    Que irrumpa en el pecho mío

    Que el recuerdo de aquel día

    Que reposaste en el alma mía…

    ¿Y he de ser despertado?

    El ruiseñor aún no ha cantado,

    Aún no hay luz en mi alborada,

    El sol aún no ha alumbrado…

    No me ha cantado el Ruiseñor…

    ¿Ruiseñor, a dónde te has ido?,

    ¿Por qué no cantas más en tu nido,

    Aquella suave canción de amor…?

    Ruiseñor, si no regresas ya más,

    No podré despertar. Sé que no podré…

    Ruiseñor, mi triste ruiseñor…

    Dime que mañana volverás…

    ¿De qué me sirve la vida,

    Con sus deslumbres y sus encantos

    Si la alborada de mis mañanas

    A oscuras ya me ha dejado?

    Ruiseñor… Dulce ruiseñor…

    Retorna a mí, te lo pido por piedad,

    ¿Por qué no me despiertas ya más,

    Con aquella suave canción de amor…?

    Capítulo 1.

    Año nuevo, siglo nuevo

    Un año que se acaba siempre es despedido por la gente como si fuera un hombre viejo que pasa al olvido, que se muere, y el nuevo es recibido, como si fuera un bebé recién nacido. Hay fiestas y hay emociones, júbilo en todos los corazones, y tristezas por lo que al ver que el año se va, muchas cosas no se pudieron lograr, y al no poder lograr hacerlas, pos ai se va, dice la gente, ya en el próximo año se verá… Tiempos de hacer y de completar ya vendrán, mientras que los propósitos para esto lograr, se habrán de hacer y de proponer, antes del año viejo terminar. En este capítulo, que es el primero, se comienza con la fiesta del Año Nuevo, en que también cada uno le daba la bienvenida a un siglo nuevo, el Siglo XX, que justo comenzaba en el mil novecientos uno. Sentados todos en la gran mesa del patio de la casa de Don Cipriano, cada quien con una copa levantaba la mano, y brindaban en el orden que les tocaba, y cada uno sus versos declamaba, en tanto que en medio de todos los brindis, júbilos y canciones, aparece en escena Don Andrés, el cordobés, y es invitado a unirse a estas celebraciones.

    Era la alborada de un año nuevo que comenzaría, el mil novecientos uno, y por ende, empezaría un siglo nuevo, sería el Siglo XX el que llegaría, para marcar una nueva era, cien años más con un nuevo testimonio, una nueva quimera, nuevos caminos por recorrer, nuevos pensamientos por adquirir, y hacer nuevos cimientos para una nueva vida vivir. Justo un año antes, en breve se habían tenido muchas confusiones de si aquel día último de diciembre de mil ochocientos noventa y nueve, marcaría y cerraría el final del siglo y de la década, pero se llegó a la conclusión de que no era lo que se pensaba, que había que esperar un año más, para celebrar lo que se quería forzar que pasara… Porque haciendo cuentas y conjeturas se llegó a la conclusión de que nunca en estructura, hubo un año cero que hiciera que la historia comenzara, o una etapa de ella, por lo que tuvo que haber sido un año uno en el que se sella que todo comienza, y al saber de que los romanos ni siquiera el cero tenían en sus números, pues es de suponer, que nunca se imaginarían comenzar, la historia el año cero. Por eso, si la historia la hicieron comenzar el año uno lo lógico es que cierre década un año cuyo número termine en cero y por lo tanto, cerrará también siglo en un año con cero, y milenio también en un año con cero, y etcéteras con todos los ceros… Por consecuencia, y explicándolo de otra manera, que al partir la historia, el señor que la partió, en el antes y en el después, no creo que marcó, ni sería lógico, que determinara doce meses para un año en medio del año uno del antes y del año uno del después, que fuera el año cero, y que se pudiera decir que hubo un veinticinco de junio del año cero… Es ridículo tan sólo de pensarlo, por supuesto, eso no existió, pero lo que sí existió fue un veinticinco de junio del año uno del antes, y también existió un veinticinco de junio del año uno del después, por consecuencia lógica. Y de acuerdo a eso, haciendo una poquita de historia, sólo para corroborar la memoria, y también corroborar lo que se ha dicho en esta parte de esta historia, y sin temor a equivocaciones, pero principalmente para complacer a todos los curiosones, se pueden dar, de lo que se dijo, un par de razones, y una de ellas, es que cuando comenzó la repartición de la historia, un hombre muy famoso, que no era italiano, ni griego, porque en la historia todos los importantes, o eran italianos, o griegos, aquí no, aquí en eso la historia se equivocó, porque Dionisio El Menor, o El Exiguo, como le apodaban, que nació en el año cuatrocientos setenta y murió en el quinientos cuarenta y cuatro, era un astrónomo antiguo, de origen escita, de una región que estaba en medio de lo que ahora se cita que son dos países que se conocen como Rumania y Bulgaria, y era también, un abad de plegaria, en un monasterio romano, pero él romano no era… Fue él a quién, por mandato del hermano Hormisdas, que en esa época era el Papa Romano, se le diera la tarea del cálculo razonado y escrito de la fecha del nacimiento de Jesucristo. Y vaya tarea que le encomendaron al pobre cristiano, porque aunque no era ni judío ni romano, sí era cristiano, pues ya en esos años el Cristianismo iba viento en popa, habiendo agarrado mucha fuerza para entonces, y sin tropa, que era entonces como éste las cosas conquistaba. Pero bueno, sigamos con lo que contar por ahora nos toca… Pues bien, a este hombre, debieron de haberle gustado tanto los números como las fechas, y seguro que también los viajes en el tiempo, y me supongo que antes ni sabían de la mariguana, como para ayudarle un poco a imaginar o a encontrarle la solución a dicha intrincada petición romana.

    Después de que esta fecha se estableció, con todo y equivocaciones, porque han de saber que Dionisio mucho se equivocó, aún así, a partir de allí la historia se contó, pero ya sin variaciones, tanto para atrás como para adelante, o sea de lo que decíamos del antes y del después, y como ya dijimos que en la Italia brillante, y ni tan brillante porque ni el cero conocían, Dionisio también de la noción del cero carecía, y precisamente, ese cero, fue un numérico concepto, que en la India muchos años antes ya era conocido, y posteriormente a los árabes fue transmitido, de manera que en la numeración árabe desde entonces, el cero fue incluido, y por medio de lo que los árabes en toda Europa y Asia en la Edad Media transmitieron y divulgaron, por Occidente varios siglos después de que el tiempo fue dividido, el cero fue acogido, y por tal motivo, y por lo ya sabido, Dionisio, sin cero, por ser un hombre muy leal y muy sincero, inició la historia del Cristianismo el año uno, al que se le llama Anno Domine, o sea el comienzo de la Era Cristiana, que se cuenta desde el primero de enero del año uno, y vendría a cerrarse una década, el último segundo que finalizara el día treinta y uno de diciembre del año diez, y cerraría un siglo también al contar el último segundo del día treinta y uno de diciembre del año cien, así se cerraría el Siglo I. En tanto que, el primer segundo del día primero de enero del año ciento uno, constituiría el primer segundo del primer minuto de la primera hora del primer día de un nuevo siglo, o sea del Siglo II… Y transportándonos a números ya con miles, como en el que ahora vivimos, podemos decir que entonces el treinta y uno de diciembre del año mil novecientos, estamos cerrando un año de tantos, pero además una década y un siglo, para con ello y sin que se pueda el tiempo detener, comenzar un nuevo siglo, una nueva década y un nuevo año, el primero de enero del año mil novecientos uno. Que es el año que en esta novela nos está ocupando… Y de aquí a cien años más, nuestros paisanos del futuro, en el día treinta y uno de diciembre del año dos mil, estarán cerrando, no solamente un año que termina, y una década que acaba y un siglo que pasó, sino también un milenio que culminó, que no es una cosa fácil de decir ni de pensar… Y los suertudos que vivan el primero de enero del año dos mil uno tendrán el privilegio de recibir en su seno un nuevo milenio que se escribirá en la historia del mundo, y dentro de él, el comienzo del Siglo XXI. ¿Quedó bien claro o hay qué volverlo a explicar? Pues yo me quito de toda responsabilidad, y si no lo entendió, pues vuelva el párrafo a leer, que sin ofender, lo necesita hacer.

    ¿Qué nos traería el nuevo siglo, que justo estaba por comenzar el primer segundo del primer minuto de la primera hora del primer día que estaba ya a unos momentos de iniciar? Muchos temores, muchas angustias e inseguridades entre la gente, pues la situación en el país no estaba muy decente, y había miedos, y por eso, para aplacar todos estos enredos, entre sí la gente, se daba consuelos y se reunían, sobre todo en estas grandes fiestas, que se celebraban en el pueblo, tanto en el cabildo, como en las plazas y también en las casas, y habían comenzado justo en la noche de este día, que era el día último de los cien años que ya se estaban pasando a formar parte del pasado, era el treinta y uno de diciembre del año mil novecientos, donde particularmente, en la cantina de Don Cipriano, estaban reunidos en una mesa gigante, la mayor parte de la gente del pueblo, para despedir los años que ya jamás regresarían, y con ellos se habían llevado malos pensamientos, nostalgias, odios, arrepentimientos, desilusiones, malos amores y un cúmulo de emociones que ya no regresarían. Se irían para siempre a las cloacas del pasado, donde ya más no se podían rescatar, y que bueno que allá se tuvieran que quedar, pues ¿para qué querer más mal del que el futuro nos pudiera mandar? Ya era suficiente pensar en que algo se pudieran quitar y no pensar más en adquirir, y por lo tanto era mejor esperar un bien permanente que un mal intransigente. Se daban apoyo y confianza todos los presentes, y entre todos se generaba un ambiente fraternal, que flotaba en el aire encima de la gran mesa central, en que todos alrededor sentados estaban, esperando su turno para hablar, y en general, agradeciendo a Dios por lo que hasta ahora les había regalado, y pedirle a las estrellas un don, un favor o un milagro para que la paz siempre perdurara en este lugar, y también en el hogar de cada uno de los invitados a esta gran celebración.

    Don Cipriano comenzó a hablar, pues como era el dueño del lugar, era lógico esperar que empezara con el consecutivo loar que se desenlazaría desde ese momento, y que todos a su tiempo su turno tendrían para decir lo que ya preparado traían o simplemente improvisar, como algunos acostumbraban hacer, cuando les tocara su turno de hablar:

    El protocolo que hoy he preparado

    Es un protocolo muy especial,

    Sabiendo que hoy hemos de celebrar

    El haber llegado hasta este final…

    Final, que no es un final cualquiera

    Aquí vuelve a presenciar la Historia

    La conjugación que es una quimera:

    El ocaso de año, década y centuria…

    Un Siglo que nos llena de esperanza…

    Una centuria que nos llena de ilusión,

    Que sabemos que entero no viviremos

    Pero nos regocija el alma y el corazón…

    Gracias por venir a esta morada

    Y compartir todos juntos la llegada

    De una suave y sutil esperanza…

    De una nueva y fresca alborada.

    Brindemos todos y demos gracias

    Por lo que la vida ya nos ha dado

    Por lo que ahora nos tiene preparado…

    ¡Y que empiecen los brindis y las clemencias…!

    Pidamos cosas donde vengan las benevolencias

    Pidamos porque las estrellas siempre brillen

    Y porque no nos falte Dios,

    Ni el pan que nos alimenta,

    Ni el agua que nos reconforta,

    Ni el aire que nos refresca.

    ¡Que así sea…!

    Sus copas, sus bebidas o sus botellas, todo mundo con sus manos ocupadas, las elevaban al cielo y gracias daban por la esperanza que brindaba un nuevo amanecer que ya llegaba, y estaba a punto de suceder, por la espera de la luz de un nuevo día, pues creían que al conjugarse la llegada de estas tres situaciones que coincidían: siglo, década y año, podría ser que el nuevo día no apareciera, y el nuevo sol nunca alumbrara, es por eso que esta noche, se quedarían hasta no ver la luz del ese nuevo amanecer que esperaban, y asegurarse que todo lo que al respecto se sabía, sólo conjeturas y leyendas serían. Y entre todos juntos confianza se transmitían, y así, de esa forma, por otras cosas también pedirían, principalmente por la añoranza de la alegría y por el deseo de tener la felicidad para los que no la conocían. Muchos creían que en verdad, reunirse y juntos estar y pedir al Creador, pudiera resultar que las cosas vinieran a cambiar, y si no cambiaban, pues ¿por qué no intentar?, a fin de cuentas, ¿qué podría pasar? Ya las cosas estaban muy tirantes para entonces. Del futuro se decían muchas cosas y se hacían muchas conjeturas, las gentes⁶ estaban muy temerosas, y en el país, la situación estaba que no se soportaba, andaba muy mal la cosa… Los ricos eran más ricos, y los pobres cada vez más pobres, no parecía que hubiera una solución a esta disyuntiva sin razón, pues Don Porfirio,⁷ que aunque mal no estaba, ni mal actuaba, cada vez más adeptos ganaba, y los adeptos que ganaba, sin saberlo, la situación ayudaban para que todo desmejorara… Y así como adeptos ganaba, también muchos enemigos por supuesto que se echaba, y éstos aprovechaban las desmejoras que los que eran sus adeptos provocaban. Y muchas más cosas pasaban… Haciendo caminos por acá, haciendo más caminos por allá, trenes y carreteras, telégrafos aquí, telégrafos más allá, grandes calles y avenidas, instituciones, castillos reconstruidos, promociones a las bellas artes y a las grandes diversiones, eran cosas que a mucha gente les gustaban, pero que a otros atemorizaban, haciéndoles pensar que con tanto desarrollo, lujo y novedad, la facilidad para que de ellos se apropiaran crecía, y nadie esconderse pretendía, porque con tanta estructura

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