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Prisionera del Diablo
Prisionera del Diablo
Prisionera del Diablo
Libro electrónico70 páginas1 hora

Prisionera del Diablo

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Jack Farrel, un pirata apodado El Diablo, ha sido encomendado para buscar el tesoro robado de su gran Capitán el bucanero Henry Morgan. Con sorpresa nota que quien lo ha robado es una jovencita temeraria que niega el hecho, así que no puede hacer otra cosa que hacerla su prisionera hasta que confiese qué ha hecho con el botín.
Anne no sabe nada de tesoros ni de piratas. Lo único que sabe es que ese hombre al que llaman El Diablo la hace experimentar sensaciones que nunca pensó que existieran.

Nota de la Autora:
En lo que hoy día es la isla caribeña de San Andrés en Colombia, existe un lugar llamado “La cueva de Morgan”. Es una es una enorme roca de coral cuyos sedimentos han sido tallados por el agua de mar que disuelve las paredes y que en últimas conforman una serie de cavernas donde hay estalactitas y estalagmitas. La leyenda popular dice que en estas cavernas el pirata Morgan encontró el lugar perfecto para esconder sus tesoros -se sabe que esta isla, denominada Henrietta para ese entonces, era su paradero favorito entre asalto y asalto- sin embargo, nadie los ha hallado a la fecha, lo cual hace de esta historia una mera especulación, una fantasía producida por la imaginación de los lugareños.
O quizás no...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 jun 2013
ISBN9781301032754
Prisionera del Diablo
Autor

Mary Heathcliff

Mary Heathcliff es el seudónimo de una escritora de obras narrativas. Apasionada por la escritura desde joven, se licenció en idiomas y literatura, lo que le proporcionó una base sólida para explorar su pasión por la escritura. Continuó su trayectoria académica cursando una maestría en lingüística, lo que le permitió profundizar en el estudio del lenguaje y enriquecer su estilo literario. Además, ha llevado su búsqueda de conocimiento más lejos, obteniendo dos doctorados, uno en educación, y otro en innovación educativa, demostrando su dedicación al aprendizaje y su compromiso con la excelencia académica. Su carrera como escritora de obras narrativas despegó en 2009 con la publicación de su primera novela, "Vuelve a mí". Esta historia fue cálidamente acogida por el público y marcó el comienzo de una serie de éxitos literarios. Desde entonces, ha escrito más de doce novelas y relatos cortos, consolidando su posición como una autora destacada en el género de la novela romántica. Las influencias literarias de Mary son evidentes en su obra. Johanna Lindsey, Shirlee Busbee y Kathleen Woodiwiss son algunas de sus autoras favoritas, quienes han dejado una huella profunda en su estilo y en sus primeras obras. Sus novelas románticas históricas y contemporáneas se destacan por su cuidada ambientación, personajes bien desarrollados y tramas emocionantes que mantienen a los lectores cautivados. Aunque prefiere mantener su vida personal en privado, se sabe que disfruta de su tiempo en compañía de su familia y seres queridos. Reside en algún país de Latinoamérica, combinando su amor por las letras y la escritura con otras actividades profesionales, como la docencia y la investigación educativa.

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    Me a gustado, es corto pero tiene una linda historia.

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Prisionera del Diablo - Mary Heathcliff

Prisionera del Diablo

Mary Heathcliff

Smashwords Edition © 2013.

All rights reserved / Todos los derechos reservados.

Autor: Mary Heathcliff

Registro de derecho de autor: 10-389-349 Bogotá, Colombia.

Registro de Safe Creative: 1310288878178.

ISBN: 978-1301032754

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita y legal de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Edición y corrección: MRC ©

Fotografía de portada: http://www.photorack.net/ © su propietario.

Montaje y diseño de portada: MRC ©

Sinopsis

Jack Farrel, un pirata apodado El Diablo, ha sido encomendado para buscar el tesoro robado de su gran capitán, el bucanero Henry Morgan. Con sorpresa nota que quien lo ha robado es una jovencita temeraria que niega el hecho, así que no puede hacer otra cosa que llevarla prisionera hasta que confiese qué ha hecho con el botín.

Anne no sabe nada de tesoros ni de piratas. Lo único que sabe es que ahora es prisionera de ese hombre al que llaman El Diablo y que la hace experimentar sensaciones que nunca pensó que existieran.

Nota de la Autora

En lo que hoy día es la isla caribeña de San Andrés en Colombia, existe un lugar llamado La cueva de Morgan. Es una enorme roca de coral cuyos sedimentos han sido tallados por el agua de mar que disuelve las paredes conformando así una serie de cavernas donde hay estalactitas y estalagmitas. La leyenda popular dice que en estas cavernas el pirata Morgan encontró el lugar perfecto para esconder sus tesoros -se sabe que esta isla, denominada Henrietta para ese entonces, era su paradero favorito entre asalto y asalto- sin embargo, nadie los ha hallado a la fecha, lo cual hace de esta historia una mera especulación, una fantasía producida por la imaginación de los lugareños.

O quizás no…

Capítulo 1

Henrietta, agosto de 1671

El mar cristalino devoraba el sol del atardecer tiñendo el cielo de un azul oscuro y trayendo la penumbra a la tranquila y callada isla. El viento soplaba fuerte, como siempre en agosto. Los habitantes de Henrietta ya estaban acostumbrados: hacía más de cuarenta años que habían llegado los primeros colonizadores, la mayoría desde Inglaterra, y sabían perfectamente que los fuertes vientos no les harían daño.

Era un tranquilo ocaso de agosto.

Quien no estaba tranquilo era Dan, el pequeño hombre que vigilaba con su catalejo la entrada de la cueva escondida entre las robustas palmas, desde lo más alto del acantilado. Llevaba tres días vigilando y no había señales de nada que le confirmara las sospechas de su capitán. ¿Y si era imaginación de ellos? ¿Si era el mar el que había robado los tesoros tan celosamente escondidos? ¿Si acaso el gran capitán no los había dejado allí?

Esto ya comenzaba a cansarle. No pasaba nada, ni un alma, y dudaba que los fantasmas robaran tesoros. Además, había muy poca gente en la isla, y eran todavía más pocos los que conocían esa cueva. Por algo el mismo capitán Henry Morgan la había elegido para esconder sus tesoros.

De súbito, un movimiento lo distrajo de sus pensamientos y Dan no pudo evitar sentir júbilo. Pero lo que vio no encajaba con lo que había pensado: era una mujer. No, una mujer no, una muchacha, una joven, casi una chiquilla. Se notaba por el tipo de ropa que llevaba, pues de ser una mujer mayor habría vestido diferente y de seguro estaría en casa cuidando los niños. ¿Qué hacía ella allí? ¿Sería posible que ella…? No. Una muchachita no tenía la inteligencia para hacer eso.

La dama desapareció en el interior de la cueva y no la vio más. Dan, apuntando con su catalejo, se propuso a no moverse hasta que ella volviera a salir. Su espera se vio recompensada unos minutos después cuando la muchacha salió caminando despacio porque el peso de dos enormes sacos le impedía moverse con la misma destreza con la que llegó.

¡Por los siete mares! Ella era la ladrona.

La muchacha desanduvo el camino que la trajo, la diferencia era que ahora iba cargada con los tesoros del gran Henry Morgan.

Algo absolutamente increíble: ni siquiera los más feroces piratas españoles o franceses habían logrado robarle una moneda de oro a Morgan, pero sí una chiquilla en una alejada isla perdida en medio del mar. Nadie que lo oyera ni ahora ni en los siglos venideros podría creerlo.

Una sonrisa se formó en la boca del hombre mientras la muchacha desaparecía en la distancia. Se sintió tentado a perseguir a la mujer para capturarla y llevarla de regalo al capitán, pero las instrucciones de su jefe eran claras: solo observar y reportar.

Por fin podría dejar esa dura roca en la que había estado por más de tres días. Se levantó lentamente, le dolía el cuerpo. Sin embargo, la felicidad que sentía lo compensaba. Ya podría ir a decirle a su capitán que sabía quién era la ladrona, entonces El Diablo podría actuar.

*****

—¿Una mujer? —preguntó el capitán de El Infierno

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