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Guardián de la Oscuridad
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Guardián de la Oscuridad
Libro electrónico502 páginas9 horas

Guardián de la Oscuridad

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Guardián de la Oscuridad. Por Kathryn Le Veque

Un caballero, una rehén... ellos deberán luchar por su propia supervivencia.

1200 d.C. - Después de décadas de guerra entre los Lairds de Kerr y el Castillo de Prudhoe en Northumbria, se ha alcanzado una paz provisional. La dama Carington Kerr es enviada a Prudhoe como rehén para asegurar el buen comportamiento de su padre, pero nunca pudo haber una rehén más reacia.

Pequeña y morena, con ojos color esmeralda y una figura deliciosa, ella es tan hermosa como fogosa. Aquí entra Sir Creed de Reyne; un gigante gentil, quien es, por naturaleza, tranquilo y sabio. Él es el hielo para el fuego de Carington. Puesto que Carington se resiste a los intentos de mantenerla en su prisión inglesa, Creed es puesto a cargo de la cautiva como carcelero y protector.

Pero Creed es también tan reacio a ser protector como ella a ser rehén; seis meses antes, se le había asignado la importante tarea de escoltar a Isabella de Angoulệme de Francia a Inglaterra como la novia del rey Juan. Isabella, una mujer-niña de doce años, se enamoró de Creed desde que lo vio. Cuando él rechaza sus avances, ella inventa una historia de una violación hacia ella por parte de Creed, lo cual provoca que descienda la ira del rey sobre él. Creed huye a Prudhoe y se dirige directamente a otra misión para custodiar a la explosiva joven.

Creed pronto descubre que Carington es muy diferente de aquella niña que se convertiría en reina y, en contra de su juicio y sus deseos, se enamora de la chica escocesa. Sufriendo a través de la tragedia y el triunfo, entre Creed y Carington surge un amor que se fortalece con cada momento que pasa. Incluso cuando Creed se ve obligado a huir para salvar su vida y dejar atrás a Carington, solo piensa en el día en que podrán estar juntos de nuevo.

Con Isabella y el Rey Juan acercándose, Creed y Carington deben luchar por su propia supervivencia, ya que dos países y un reino tratan de separarlos.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento19 ene 2020
ISBN9781071526699
Guardián de la Oscuridad

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    Guardián de la Oscuridad - Kathryn Le Veque

    GUARDIÁN DE LA OSCURIDAD

    Un Romance Medieval

    Por Kathryn Le Veque

    ©Copyright 2009, 2014 por Kathryn Le Veque

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser utilizada o reproducida de ninguna manera sin permiso por escrito, excepto en el caso de citas breves incluidas en artículos críticos o reseñas.

    Impreso en los Estados Unidos de América por Dragonblade Publishing

    Copyright texto 2009, 2014 por Kathryn Le Veque

    Copyright portada 2009, 2014 por Kathryn Le Veque

    Número de control de la Biblioteca del Congreso 2014-013

    ISBN 1494870371

    Dedicatoria:

    ––––––––

    Una parte importante de este libro trata acerca de los hermanos;

    Yo solo tengo uno,

    William Ralph Bouse III

    (Alias: Billy, Bill, Unco Bee, o simplemente Bee)

    Su espíritu y carácter están encarnados en los Hermanos de Reyne.

    Todos deberíamos considerarnos afortunados por tener hermanos así.

    CAPÍTULO UNO

    Fronteras de Escocia

    Mayo 1200 A.D.

    El caballero cayó en una trampa.

    ¡Whack!

    El golpe dio en su frente, enviándolo al suelo. El extremo de la antorcha salió arrojado hacia un lado mientras la atacante salía expulsada de la tienda. Desde el momento en que ella golpeó al hombre que había venido a ver si se encontraba cómoda, supo que no había vuelta atrás. Había decidido este curso de acción más temprano en aquella noche, cuando el pánico y la desesperación eran compañeros de cama en su frágil mente. Ella no deseaba formar parte de ese loco acuerdo que su padre había llamado un acuerdo de paz. Ella no sería un rehén en aras de la armonía. Quería irse a casa.

    Desafortunadamente, no había pensado más allá del intento de escape inicial. La idea de ir por su caballo se desmoronó rápidamente cuando se dio cuenta de que no tendría la oportunidad de hacerlo. No se le ocurrió, dado que su tienda estaba en medio del campamento de los sassenach, que alguien notaría que ella había desaparecido. Esperaba tener la misma consistencia de un fantasma. Desafortunadamente, no era sencillo pasar desapercibida; Una mujer pequeña con el cabello largo del color del ala de un cuervo. En un campamento lleno de soldados, había sido idiota pensar que ella no se destacaría. En el momento en que huyó de la tienda, alguien la vio y, por supuesto, la persecución se puso en marcha.

    Las alarmas sonaron por todo el campamento. Los centinelas hicieron sonar su grito en medio del aire húmedo y pesado de la noche. Ella podía escucharlos. Su corazón comenzó a acelerarse mientras se abría paso a través de la hierba húmeda que había sido aplastada por el contingente de soldados enviados desde el castillo de Prudhoe. Ella no cooperaría con su tarea. No quería vivir en un castillo inglés como rehén, segura de que su padre cumpliría y haría que se estableciera la paz desde Carter Bar hasta Yetholm.

    Ella honestamente pensaba que podía superar a cualquiera que intentara perseguirla, al menos hasta que se perdiera en los árboles. Siempre había sido una corredora rápida. Pero con lo que no contaba era con los corceles que la perseguían, aquellos enormes caballos de guerra criados para la batalla. Eran bestias de gran tamaño y ella podía escuchar cada vez más cerca su atronador galope. Los árboles podían verse a la distancia, una línea oscura e indistinguible demasiado lejana para que pudiera alcanzarla antes de que los caballos de guerra estuvieran sobre ella. Sabía que estaba a punto de ser atrapada. Pero no se rendiría sin pelear.

    Una enorme mano la alcanzó y la tomó del brazo. Agitando sus pequeños puños, ella luchó y pateó mientras el caballero inglés la arrojaba sobre su regazo sin miramientos. Aunque luchaba valientemente, ella no era rival para un guerrero blindado. Pero eso no le impidió resistirse durante todo el camino de vuelta al campamento.

    Cuando el caballero finalmente la dejó ir, cayó al suelo y terminó sobre su trasero. Sus ojos verdes, del color de las esmeraldas, brillaban furiosos. Miraron al guerrero. Levantó un puño y lo agitó frente a él.

    Deberías haberme dejado ir, gritó ella. Solo huiré de nuevo.

    El caballero tenía puesto el yelmo y levantó la visera para poder mirarla bien. Por lo que ella había podido observar, él era el capitán de los hombres que la tenían cautiva. Era muy alto, sus ojos eran de un color azul oscuro y tenía un delgado bigote rubio. Y la mirada en su rostro sugería que no toleraría su rebelión.

    Lady Carington, el caballero llevó su mano enguantada a su muslo y la apoyó en este. Pensé que teníamos este asunto claramente entendido. Tu padre te ha ofrecido a mi señor, Lord Richard d’Umfraville del Castillo Prudhoe, a cambio de la paz entre Prudhoe y el Clan Kerr. Esto ha ocurrido después de varios años de amargo conflicto, del cual he sido testigo. Incluso si pudieras huir y llegar hasta tu casa, lo cual sería un verdadero milagro, tu padre simplemente te devolvería a nosotros. Parece que no entiendes que no tienes otra opción.

    Lady Carington Kerr se levantó del suelo con tanta dignidad como pudo reunir. Ella sabía que lo que él decía era cierto, pero, aun así, ella se resistía. Aunque sus acciones se debían más al miedo que a la verdadera rebelión; Estaba aterrorizada ante la perspectiva de ser una rehén. Su padre no había sido muy claro con respecto a la duración de su cautiverio. Rodeada de extraños, de hecho, extraños enemigos, su cabeza estaba llena de pensamientos diabólicos. Tal vez si ella parecía lo suficientemente desagradable, lo suficientemente ingobernable, la dejarían sola. Todo era exclusivamente en defensa propia.

    "Aléjate de mí, sassenach, gruñó. Diles a tus perros que me dejen sola".

    Sir Ryton de Reyne pudo ver que tenía las manos llenas. Su pequeña y encantadora rehén había estado relativamente callada hasta hacía unos minutos, cuando ella golpeó a uno de sus caballeros con tanta fuerza que el hombre todavía estaba viendo estrellas. Desmontó su caballo belga, le entregó el corcel al soldado más cercano y dio unos pasos hacia ella. Pero se aseguró de mantenerse fuera del alcance de su brazo, por si acaso.

    Personalmente puedo responder por mis hombres, mi señora, dijo, con voz baja y tranquila. Al igual que tú, simplemente estamos haciendo lo que se nos ordenó. Te llevaremos de regreso a Prudhoe. Solo de ti depende que este viaje sea placentero o desagradable. Ten la seguridad de que podemos jugar cualquier juego que desees y lo jugaremos mucho mejor que tú. Así que te pido, por tu bien, que aceptes la situación en la que te encuentras. Si tengo que atarte por el resto del viaje de regreso a Prudhoe, no dudes que lo haré.

    Carington miró sus oscuros ojos azules, no dudó que él estaba diciendo la verdad. Por primera vez desde su loca carrera hacia la libertad, parecía mostrar cierta incertidumbre. Cuando no respondió de inmediato, Ryton aprovechó la oportunidad para presentarla a los caballeros que los rodeaban.

    Si me lo permites, mi señora, comenzó casualmente. Te presentaré a los caballeros bajo mi mando. De ahora en delante los verás un montón de veces por lo que tal vez si conoces sus nombres te sentirás más cómoda.

    Carington dio un paso atrás de él; él se había acercado demasiado y ella seguía asustada. Ryton señaló con un gesto al hombre inmediatamente a su derecha. Este es Sir Stanton de Witt. Si no lo reconoces, deberías, él es a quien trataste de decapitar. Junto a él están Burle de Tarquinus y Jory d’Eneas.

    Carington miró al caballero con la enorme marca roja en su frente; Era joven, de aspecto pálido, con ojos grandes y rostro anguloso. Él chico asintió cortésmente hacia ella y ella de repente se sintió culpable por haberlo golpeado. Junto a él, Sir Burle era un hombre de gran tamaño, de mayor edad, tenia el cabello rubio y recogido y las mejillas redondas. Era casi tan ancho como alto, pero ella podía ver que con la edad casi estaba obeso. Su malla se sacudió cuando se movió. El último caballero presentado era un hombre de baja estatura con ojos marrones inexpresivos y cuya cabeza estaba cubierta por una cabellera ondulada de color castaño. Pero había algo en sus ojos que la desconcertó. Era como mirar en un pozo sin fondo.

    En este punto, sin embargo, todo la desconcertaba. Mientras seguía mirando cautelosamente al grupo, el sonido de unos cascos se escuchó por detrás y ella se sobresaltó. Sobre el corcel cabalgaba otro caballero, una figura que se abría paso por el camino a través de la hierba. Se trataba, de hecho, de un hombre enorme; Como escocesa, Carington había visto bastantes hombres de gran tamaño en su vida, y estaba acostumbrada a los hombres grandes con voces fuertes. Pero este caballero era diferente; Parecía absorber todo el aire a su alrededor, secándolo mientras detenía su respiración de fuego y desmontaba. Cuando el caballero levantó su visera de tres puntos para enfocarse en el grupo de caballeros y una pequeña dama, ella juró que vio relámpagos que salían disparados desde sus ojos. Esa fue su primera impresión del hombre. Ella resistió el impulso de encogerse y alejarse.

    Los guardias del perímetro se han tranquilizado, la voz del hombre era tan profunda que era como escuchar el sonido de un trueno distante. Su mirada apenas se detuvo en la dama antes de volverse hacia el caballero a cargo. Veo que has capturado a la fugitiva.

    Ryton asintió, sin dejar de mirar a la dama, incluso mientras hacía un gesto hacia el enorme caballero. Mi señora, este es Sir Creed de Reyne, dijo. Te sugiero que no hagas ningún movimiento contra él. A él no le gustan las mujeres en general y estarías arriesgando tu vida. Si te da una orden, te aconsejo encarecidamente que la obedezcas sin dudarlo. De hecho, eso va para cualquiera de mis caballeros. Lo que hacemos, lo hacemos por su seguridad y no por un sentido equivocado de castigo. No estamos aquí para hacerte daño, sino para protegerte como se nos ha ordenado. ¿Está claro?

    Carington miró los rostros que la rodeaban. Estaba claro, pero a ella no le gustaba en lo más mínimo. Por el momento, sin embargo, no tenía otra opción. Miró fijamente al caballero al mando.

    ¿Cuál es tu nombre, Caballero?, Preguntó en con su fuerte, aunque deliciosamente dulce acento escocés. Habría sido bastante agradable si el tono no hubiera sido tan amenazador. Me presentaste a todos menos a ti.

    Soy Sir Ryton de Reyne, comandante del ejército de Prudhoe.

    De Reyne, dijo ella pronunciando la r pesadamente, luego miró entre Ryton y el enorme caballero que estaba a su lado. Ambos tienen el mismo nombre. ¿Sois hermanos, entonces?

    Ryton asintió. Lo somos.

    La mirada de Carington se detuvo entre los hombres, notando un ligero parecido familiar. Ambos tenían la misma mandíbula cuadrada, como un bloque de piedra, firme y dura. Pero el aura que irradiaba el hermano de Sir Ryton era mil veces más intimidante. A Carington no le gustaba su feeling o su apariencia. Había algo oscuro y amargo en esta.

    Sin nada más que decir y con sus planes de escape frustrados por el momento, la dama permaneció en silencio mientras Ryton le indicaba a Sir Burle que la llevara de regreso a su tienda. La mirada de Ryton se detuvo en ella un momento, observando cómo bajaba la cabeza mientras sus hombres la llevaban a su residencia temporal. Junto a él, Creed ya había montado y dirigía su corcel de regreso al campamento. Ryton saltó sobre su caballo y lo detuvo cerca de su hermano.

    La noche era oscura y brumosa mientras cruzaban el área abierta hacia el grupo de fuegos humeantes. Había mucha humedad en el aire, la cual cubría sus armaduras con una fina capa de agua. Tendrían que limpiarlas y secarlas para que no se oxidasen, lo cual mantendría despiertos a los escuderos durante la mayor parte de la noche.

    ¿Qué piensas de ella? Ryton preguntó después de unos momentos de pensativo silencio.

    Los ojos oscuros de Creed, de un color azul oscuro que parecía casi negro con la ausencia de la luz de la luna, rastrearon a los tres caballeros y la única dama en la distancia.

    No importa lo que yo piense, dijo. Estamos haciendo lo que nos han ordenado. La estamos trasladando a Prudhoe.

    La mirada de Ryton se movió de la dama a su hermano; trece meses más joven que él, los dos habían servido la mayor parte de sus vidas juntos, con la excepción de los últimos tres. Creed había estado a las órdenes del rey John, habiendo visto al hombre en acción en las filas de d’Umfraville y exigiendo su servicio. Creed había sido honrado por la petición del rey y había servido perfectamente hasta que participó en una misión de escolta a Francia para acompañar a la futura esposa del rey, Isabella de Angulema, de doce años, de regreso a Inglaterra. Eso había sido hace más de seis meses. Y fue entonces cuando empezaron los problemas.

    Ryton sabía que su hermano no quería tener nada que ver con otra misión de escolta. Lo había sabido desde el principio. Pero su hermano estaba de nuevo al servicio de D’Umfraville y tenían sus órdenes.

    No te va a gustar lo que tengo que decir, dijo Ryton en voz baja.

    Creed no miró a su hermano. Entonces no lo digas.

    Debo hacerlo, dijo. Eres él único capaz de manejar a esta chica hasta que lleguemos a Prudhoe. Eres el más tranquilo de mis hombres y, con mucho, el más astuto. Tu eres el único...

    Ni siquiera lo pienses, Creed gritó amenazadoramente, su mirada se movió sobre el campamento, los árboles distantes, hacia cualquier lugar, excepto hacia su hermano, que también era su comandante. No quiero tener nada que ver con ella.

    Tú eres el único en quien puedo confiar con esto, Ryton habló más fuerte para que su hermano entendiera que no tenía otra opción. Ella ya ha atacado a Stanton; él es joven y fuerte, pero me temo que sus lágrimas pueden persuadirlo. Burle no es lo suficientemente rápido para acorralarla en caso de que ella se escape de él, y yo no le confiaría la tarea a Jory simplemente porque no le confiaría a una mujer sin escolta o sin protección. Él tiene una mala reputación al respecto, Creed. Tú lo sabes.

    Creed puso los ojos en blanco, luchando contra lo inevitable. Tiró de su corcel hasta que se detuvo. Esto es lo último que necesito, le espetó a su hermano, esperando que el hombre se dejara convencer por un tono firme. Con todo lo que sucedió en el viaje desde Francia con esa ... esa chica, lo último que necesito es encargarme de otra. Si estás tan preocupado por ella, asume la tarea".

    No puedo, dijo Ryton constantemente. Debo estar disponible para mandar. Necesito que hagas esto, Creed. Esto no es una petición.

    Creed se limitó a mirarlo. No podía creer lo que estaba oyendo. Después de un momento, él solo negó con la cabeza. ¿Por qué me estás solicitando esto a mí?

    Debido a que eres un caballero, de los mejores que esta tierra ha visto. Lo que ocurrió con la prometida del rey no fue tu culpa. Necesitas entender eso.

    La postura severa de Creed se desvaneció un poco. Después de un pequeño y doloroso momento en el que sostuvo la mirada de su hermano, miró hacia otro lado. No importa si fue mi culpa o no. Lo hecho, hecho está.

    Ryton conocía bien la historia. También era consciente de que su señor había llevado a Creed lejos de Londres al abrigo de la oscuridad para evitar la ira del rey. Creed era, en esencia, un hombre perseguido. Buscado por el rey, que había creído las mentiras de una joven rechazada, por lo que no quería tener nada que ver con otra hembra. Su reacción era comprensible.

    Ambos sabemos que la verdad se sabrá algún día, Ryton bajó la voz, no queriendo sonar demasiado duro. Rechazaste los avances de una joven indiscreta que, solo para molestarte, le dijo al rey que la habías desflorado. La verdad era que ella ya había dejado de ser virgen desde mucho antes de que la conocieras. Todos saben eso. Isabella de Angoulệme es una niña engañosa que un día se sentará en el trono de Inglaterra. Ella es tan odiada como su marido. Debes tener fe en que esto también pasará, y tu honor y reputación te serán devueltos algún día. Pero hasta entonces, estás bajo mi mando y continuarás desempeñándote como un caballero honorable. ¿Está claro?

    Lo que había ocurrido con Isabella era un tema tabú y rara vez lo tocaban, sobre todo porque Creed se negaba a hacerlo. Eso le dificultaba a Ryton ayudar a su hermano a lidiar con la situación, aunque él lo había intentado. Pero ahora había visto la oportunidad de decirle a su hermano menor exactamente lo que pensaba de la situación, claramente y sin que Creed intentara callarlo. Tenía que saber que lo que pasó con Isabella no había sido culpa suya. Él no podía dejar que aquel incidente arruinara su vida.

    A regañadientes, Creed lanzó a su hermano una mirada de soslayo; adoraba a su hermano mayor y más sabio, una voz de la razón cuando el mundo estaba en caos. Su mundo había estado en caos durante seis meses. Solo Ryton lo había ayudado a mantener su cordura y no quería decepcionarlo. Sabía que el hombre decía la verdad, incluso cuando estaría feliz de fingir lo contrario.

    Respiró hondo y profundamente. Bien, respondió en voz baja. ¿Cuáles son mis órdenes, entonces?

    Ryton espoleó su corcel hacia adelante. Creed lo siguió. Debes tenerla cerca de ti todo el tiempo, dijo Ryton. Ella debe permanecer segura, entera y sin molestias. Si le llegara a suceder algo, podría peligrar seriamente esta paz que estamos tratando de lograr con su padre. Debes tomar en serio esta tarea, Creed. Esto es importante.

    Creed volvió a suspirar profundamente, pero esta vez fue con resignación. Muy bien, dijo. Me esforzaré por cumplir mis órdenes.

    Sé que lo harás.

    Ryton observó a su hermano galopar hacia el campamento. Sabía lo difícil que era para él. Pero también sabía que el hombre tenía que reanudar su vida como si nada lo hubiera perseguido durante los últimos meses. Creed era demasiado bueno, demasiado hábil y valioso como para perderse por algo tan injusto como los rumores y las falsas verdades. Ahora, el hombre tenía que enfrentar su miedo, desafortunadamente, en la forma de una rehén joven muy animada y potencialmente traviesa. Creed estaba saltando de nuevo en el fuego.

    La verdad sea dicha, Ryton sentía pena por él. Pero también sabía que era el mejor hombre para el trabajo. Con un suspiro pensativo, espoleó a su caballo detrás de su hermano, desapareciendo en el suave brillo brumoso del campo distante.

    ***

    Carington estaba envuelta en el pesado tartán de Kerr, sus colores marrón y amarillo y verde se mezclaban en una red de colores terrosos, Carington se sentó ante el pequeño visir de bronce que había sido encendido para brindarle una pequeña cantidad de calor en medio de aquel frío húmedo y brumoso. Sus rodillas estaban abrazadas contra su pecho, acurrucadas en busca de calor, mientras escuchaba la suave conversación de los caballeros fuera de su tienda. El campamento se estaba calmando en su mayor parte mientras los hombres se preparaban para dormir.

    Miró alrededor de su pequeña tienda de campaña; había un rollo de cama que su padre le había enviado y dos enormes bolsas que contenían todas sus posesiones mundanas. Al estar sentada en el suelo, sus manos y pies se estaban congelando, incluso con la pesada tela envuelta alrededor de ella y el visir que ardía suavemente. El desafío que había sentido antes se estaba convirtiendo en desesperación. Luchó por no dejar que eso la reclamara por completo, pero fue una batalla perdida. Cuando lágrimas de miseria amenazaron con brotar de sus ojos, ella luchó furiosamente para reprimirlas. Los sabuesos ingleses no la iban a ver llorar. Ella no les dejaría ver lo abatida que estaba.

    El agotamiento también se estaba apoderando de ella. Era agotador mantener tal nivel de resistencia. Bostezó varias veces mientras estaba perdida en sus oscuras reflexiones y miró la cama más de una vez, pensando en dormir unas pocas horas antes de que la obligaran a viajar de nuevo. Sería una decisión sabia descansar; solo así podría reanudar la energía necesaria para mantener su desafío.

    Caminó por el suelo hacia la cama enrollada, sus pies tocaban la hierba húmeda y helada. Estaba empezando a filtrarse a través de su tartán también. Las manos rígidas y frías se extendieron para desabrochar los lazos del rollo. Mientras maniobraba con las tiras de cuero, la solapa de la tienda se apartó de repente y una enorme figura entró en su tienda.

    Sorprendida, Carington miró hacia el rostro del caballero, que parecía lanzar relámpagos desde sus ojos. De rodillas mientras él estaba de pie ante ella en toda su gloria dominante, instintivamente apretó el tartán contra su pecho como si la tela la protegiera mágicamente de su particular intimidación. Sus ojos esmeraldas lo miraron con recelo.

    ¿Qué quieres, inglés? Ella se esforzó todo lo que pudo para sonar valiente.

    Creed no respondió al principio; la estaba mirando, estudiándola, preguntándose cómo demonios había llegado a encontrarse en una situación casi igual a la que había enfrentado hacía seis meses. Por supuesto, este encargo era mucho más agradable de ver, hermoso si realmente lo pensaba, pero el hecho es que estaba secuestrado con otra mujer tonta. Apenas podía creer su suerte.

    Seré tu sombra, mi señora, dijo con un poco de disgusto en su tono. Yo soy tu protector.

    Sus ojos esmeraldas se ensancharon. ¿Protección? ¿Necesito protección?

    Es una manera de decirlo. Tú estarás a mi cargo.

    Creed se levantó, se quitó el yelmo y lo lanzó con irritación en dirección a la apertura de la tienda. Aterrizando con un ruido sordo. Carington continuó mirándolo, ahora frente a la vista completa del caballero colosal; no solo era ancho, sino que también era alto. Él no era particularmente joven, ni tampoco era particularmente viejo. Tenía una especie de cualidad masculina sin edad, un aire de sabiduría y dureza que solo se adquiría después de años de servicio.

    Ella solo había podido ver parte de su rostro. Ahora podía ver que su mandíbula cuadrada albergaba labios llenos, masculinos y una nariz recta. Su cabello era muy oscuro, con suaves ondas a través de este, y los ojos que disparaban relámpagos ahora brillaban con un tono grisáceo de azul. Se le ocurrió que el hombre era profundamente guapo, pero, enojada, ahuyentó el pensamiento. No quería pensar tales cosas sobre un odiado sassenach.

    Puedo cuidarme yo misma, dijo ella con más coraje del que realmente sentía. No te necesito.

    Tal vez no, dijo él, pasando sus dedos con una actitud de cansancio a través de su cabello oscuro. Pero estoy aquí, sin embargo. Y te convendría no volver a tener otra idea brillante sobre huir de nuevo. No te gustaría mi reacción.

    ¿Así que ahora me estás amenazando? Su indignación estaba atemperando su miedo hacia él.

    No es una amenaza, sino una promesa de lo que vendrá en caso de que te rebeles.

    Su boca de capullo de rosa se abrió de golpe con indignación. Luego se cerró rápidamente, presionada en una delgada línea enojada. "Al igual que son todos los sassenach. Las únicas palabras que salen de tu boca son las de amenaza y dolor. ¿No sabéis decir nada más, inglés?"

    Él no reaccionó a ella más que para arrancar piezas de armadura. Su espada, en su funda, terminó cerca de su timón. Las reglas deben ser establecidas, señora, dijo él pacientemente. Ya has demostrado ser indigna de confianza. Simplemente estoy siguiendo tu ejemplo. Si vas a actuar como un delincuente, te voy a tratar como a uno".

    Ella no quería admitir que él tenía razón. De hecho, lo odiaba por hacerla sentir como una tonta. Se alejó de él, desenrolló su cama y se tendió sobre ella, acomodándose con movimientos frustrados.

    Creed terminó de quitarse la armadura, observando alternativamente su lenguaje corporal y prestando atención al suyo propio. Una inspección más profunda de ella demostró que en realidad era una pequeña cosa bonita, con el cabello largo y rizado y ojos del color de las esmeraldas. Tenía una nariz pequeña y respingada y labios en forma de arco. Y era pequeña, no más grande que un niño alto. Pero él sabía que ella no era una niña; Lady Carington Kerr, la única hija de Laird Etterick, Sian Magnus Kerr del Clan Kerr, tenía diecinueve años de edad. Era una mujer adulta y un poco mayor para ser una rehén.

    Su mirada se detuvo en la chica mientras se acomodaba en su cama. Había algo extrañamente intrigante en ella, aunque él no podía identificarlo. De hecho, ni siquiera quería pensar en ello. Su escudero apareció en la apertura de la tienda, distrayéndolo, con una bandeja con comida y bebida, y Creed hizo un gesto de agradecimiento al chico. El chico dejó la bandeja en el suelo justo dentro de la puerta y se fue. Con un profundo suspiro, Creed se sentó en el suelo junto a la comida y bebió la mayor parte del vino antes de que incluso probara el pan. Encontró que necesitaba la bebida más de lo que necesitaba el alimento. Cada vez que una mujer estaba cerca, él necesitaba la fortificación del alcohol.

    Creed escuchó un suave suspiro, miró por encima y se dio cuenta de que la dama finalmente se había tranquilizado. Pero también pudo ver que ella tenía frío, apretaba el tartán cerca de ella sin lograr mucho alivio del frío húmedo. Se volvió hacia su taza, ignorándola hasta que ella se incorporó rápidamente y se bajó de su cama. Mientras él observaba, ella acercó la cama al visir y volvió a acostarse. El horno al rojo vivo estaba contra su espalda cuando se acomodó de nuevo.

    Creed la miró mientras luchaba una vez más para estar cómoda. Podía ver reflejos de rojo en su cabello que se reflejaban en la luz del visir. El color casi negro parecía enmascarar un arco iris de tonos cálidos que solo revelaba la luz. Sus manos eran pequeñas cosas blancas, agarradas al tartán. Se encontró observándola probablemente más de lo que debería. Tenía frío y él se preguntó si debería ofrecerse a avivar más el visir; Un caballero lo habría hecho. Pero su caballerosidad lo había abandonado hacía unos meses, cuando le había metido en problemas. Nunca más volvería a cometer el mismo error de mostrarle amabilidad a una mujer.

    Justo cuando los movimientos de la dama disminuyeron y ella pareció quedarse quieta, la solapa de la tienda se abrió y Jory asomó la cabeza. Corto y compacto, el joven caballero buscó a Creed.

    Su hermano necesita hablar con usted, dijo, mirando a la supina figura. Vigilaré a la dama mientras usted va.

    Creed dejó su taza en el suelo y se levantó sin vacilar. Pero se detuvo cuando llegó a la abertura.

    No te acercarás a ella, ¿está claro?, Dijo. Si ha sido tocada, lastimada o acosada de alguna manera, debes saber que mi retribución será rápida y dolorosa.

    Los ojos oscuros de Jory se abrieron ante el hombre que era literalmente más del doble de su tamaño. Nunca la tocaría, Creed.

    Creed lo miró, alzando una ceja en complicidad. Eso no es verdad; de lo contrario, no me hubiera sentido obligado a dejarte las cosas claras.

    Se había ido, dejando a Jory de pie justo en la puerta con una expresión de haber sido insultado y algo de miedo en su rostro. Después de varios momentos de maldecir en silencio a Creed, se acomodó en cuclillas junto a la comida a medio comer de Creed. A pesar de ello, derribó el resto del vino y resopló en su obra. Se detuvo junto a la entrada, observando la cabeza de la dama mientras estaba parcialmente enterrada bajo los colores del tartán de caza.

    Jory d’Eneas era una criatura errática y, a veces, atroz. Engendrado por un poderoso barón de una sirvienta común, había sido enviado a un hogar de crianza a los cuatro años de edad. Aunque fue recibido en una casa noble, se convirtió en la víctima de un caballero de más edad que abusó seriamente de él desde que era muy joven hasta que se convirtió en un escudero y pudo reunir fuerzas para luchar contra el hombre. Aunque hubo algunos que sabían del despreciable abuso, a nadie le importó lo suficiente como para detenerlo.

    En consecuencia, Jory creció con un retorcido sentido de la moral y una visión aún más retorcida del mundo. Era un luchador fuerte y tenía momentos de cordura en los que uno podría pensar que era un ser humano decente, pero en su mayor parte, Jory era un hombre que se aburría de observar. Vino a servir a Richard d’Umfraville porque el padre de Jory, el barón Hawthorn, se lo había suplicado a D'Umfraville. No queriendo contrariar a su viejo amigo, Lord Richard había aceptado.

    Incluso ahora, mientras Jory observaba a la dama dormir, la amenaza de Creed tenía poco efecto en él. Es cierto que le tenía miedo al hombre, pero eso no le impediría, en última instancia, hacer lo que quisiera. Mientras el visir brillaba suavemente y la noche afuera temblaba con los suaves sonidos de la noche, Jory dio unos pasos lentos en dirección a la dama. Para un observador externo, habría parecido un depredador que acechaba a su presa. Para Jory, era simplemente un comportamiento normal. Sus ojos oscuros brillaron cuando se acercó a ella.

    Carington no estaba dormida; ella había escuchado a Jory entrar a la tienda y escuchó la conversación posterior entre él y Creed. De hecho, mientras yacía debajo del tartán, estaba completamente despierta, con sus sentidos en sintonía con cualquier movimiento en la tienda. Podía oír pasos que se acercaban. Cuando la hierba cerca de su cabeza cedió suavemente, ella se movió tan rápido que inclinó el visir al rojo vivo sobre su costado, derramando las brasas sobre la tierra húmeda.

    Jory no estaba a más de un pie de ella mientras se ponía de pie. Agarró el tartán contra ella, alejándose del caballero que seguía acercándose lentamente hacia ella.

    "Aléjate de mí, perro sassenach, susurró ella. Si te acercas a mí, te arrepentirás del día en que naciste".

    Jory sonrió. Luego se detuvo. Después de un momento de deliberación, evaluando a la dama, se río suavemente y levantó las manos.

    No tiene que preocuparse por mí, mi señora, dijo, dándose la vuelta y buscando un lugar para sentarse en el cuarto pequeño y estrecho. Simplemente estaba revisando para ver si estaba descansando adecuadamente. Sin embargo, como está despierta, puedo ver que no es así. Realmente debería estar, ya sabe. Partiremos en unas horas.

    Carington pensó que había algo perturbador mientras observaba sus modales. Ella no contestó, pero continuó parada a varios pies de distancia, tensa como un resorte. Jory la miró mientras se dejaba caer en el borde de la cama de Carington para evitar sentarse en la hierba aplastada bajo sus pies.

    Puedes volver a dormirte, mi señora, de verdad, dijo, ahora jugando con una brizna de hierba junto a su bota. No soy una amenaza.

    Carington no se movió. Ella siguió parada allí, mirándolo. Él estaba de espaldas a ella. De repente, una luz apareció en los ojos esmeralda, algo de brillantez y mal juicio. Ella estaba más cerca de la solapa de la tienda que él. Además, estaba de espaldas a ella. Probablemente ni siquiera la vería irse hasta que fuera demasiado tarde. Muy lentamente, dio un paso en dirección a la solapa de la tienda. Luego dio otro. Pero Jory de repente se lanzó hacia ella antes de que pudiera salir corriendo de la tienda y la batalla se puso en marcha.

    Él la tenía bien sometida, pero Carington era una luchadora. Siseó y arañó como un gato, luchando contra el caballero por todo lo que valía. En el curso del forcejeo, ella tropezó con el largo tartán y cayó de espaldas, llevándose a Jory con ella.

    Jory aterrizó encima de ella, al escuchar su gruñido, imaginó en su mente enferma que se trataba de un gemido de placer. Había pasado mucho tiempo desde que había oído tales cosas. La atrapó con sus piernas, sosteniendo sus brazos rápidamente, observando su rostro de porcelana retorciéndose a causa del esfuerzo.

    Mi señora, suspiró él, su cara estaba muy cerca de la de ella. ¿Por qué peleas así? No hay nada que debas temer por parte de los ingleses.

    Ella no solo estaba enojada, sino que ahora estaba aterrorizada. Su segundo intento de fuga se frustrado antes de que comenzara, y ahora aparentemente con consecuencias mucho más horribles. Ella era demasiado pequeña para luchar con él, demasiado pequeña para darle una buena pelea. Su peso la estaba aplastando.

    Suéltame, maldita bestia, gruñó ella. Quita tus manos de mí.

    Jory ya ni siquiera estaba luchando con ella; él simplemente estaba tendido sobre su cuerpo, sintiéndola retorcerse debajo de él. Era algo terriblemente excitante.

    No, señorita, su tono transmitía amenaza y seducción. Has sido atrapado tratando de escapar de nuevo. Debes ser castigada.

    No me pongas las manos encima, aumentó la intensidad de su forcejeo. ¡Déjame!

    Su última palabra fue puntualizada al tiempo que levantaba una rodilla, apuntando a la ingle masculina. Hizo un contacto débil, lo suficiente como para hacer que Jory se transformara de una emoción retorcida a la siguiente con una velocidad cegadora.

    Eso no fue algo inteligente, señorita, le apretó las muñecas con tanta fuerza que ella dejó escapar un grito de dolor. Si vas a jugar con trampas, entonces yo también lo haré.

    Horrorizada, completamente inmersa en el pánico, Carington no tenía idea de lo que él quería decir. Pero se enteró rápidamente.

    ***

    Creed estaba en la tienda de su hermano mirando a Ryton quitarse algunas piezas de armadura para poder obtener un nivel moderada de comodidad para cuando se recostara para descansar. Creed todavía no estaba satisfecho con sus órdenes y, en consecuencia, con su hermano en este momento. Suspiró pesadamente, parándose a medias y medio fuera de la tienda.

    ¿Qué pasa? Preguntó en voz baja.

    Ryton lo miró. ¿Qué quieres decir?

    Jory dijo que querías hablar conmigo.

    La mano de Ryton se detuvo en un cierre de cuero cerca de su brazo, con el ceño fruncido. ¿Hablar contigo? No di orden alguna. Continuó trabajando en el cierre. Pero Jory y yo estábamos hablando hace unos momentos. Le pedí que me recordara que te hablara sobre la montura de la dama. Pero eso igual podría esperar hasta mañana. No era necesario enviar por ti.

    ¿Qué pasa con su montura?, Preguntó Creed, cansado y un poco perturbado.

    Ryton arrancó la coraza que lo había estado restringiendo durante la mayor parte del día. Se lo entregó a un escudero que corrió hacia su lado.

    Ese gran caballo rubio que ella trajo con ella, dijo. No estoy del todo seguro de que ella deba montarlo. Es una gran bestia con instintos masculinos. Ha estado mordiendo todo lo que se mueve, incluidos los corceles. Le dio al corcel de Stanton un buen mordisco en su flanco. Odiaría que esa cosa pudiera causarnos problemas serios antes de que lleguemos a Prudhoe".

    Creed parpadeó lentamente, sin paciencia. ¿Qué quieres que haga al respecto?

    Ryton se encogió de hombros y se sentó pesadamente en el taburete de tres patas que fue empujado en el suelo cerca del visir portátil. Una pequeña cantidad de calor irradiaba de este y el hombre levantó las manos un momento, intentando calentarlas.

    Dejarlo que viaje contigo, supongo, dijo, pasando sus dedos sobre su cuero cabelludo y enfocándose en su hermano. Pero era algo que podríamos haber discutido con la misma facilidad mañana. Se supone que deberías estar vigilando a una rehén.

    Eso estaba haciendo.

    ¿Quién está con ella ahora?

    Jory.

    Ryton levantó una

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