Sobre su cuerpo

Lima, 5 de octubre, 2010

Silvia llegó a la explanada de la Costa Verde muy arrepentida de haber cedido a la presión de Milagros, pero cómo decirle que no después de la avalancha de mensajes que le hacía llegar cada 10 minutos. Así que habló con su madre para que estuviera pendiente de Stefy, y de mala gana se vistió.

–Cambia esa cara, hija, que te va a hacer bien salir un rato –dijo doña Charo mientras le arreglaba el cabello.

Silvia tenía una melena larga y rubia que solía atar con una liga, pero esa noche la dejó suelta sin ser consciente de que aumentaba su atractivo. No era alta, pero tenía un cuerpo bien formado y unos ojazos verdes que brillaban bajo sus pestañas rizadas.

–Estás linda, qué bueno que te decidiste a usar esa blusa –agregó su madre.

–Sabes que no soy de escotes, pero ni modo que vaya con la ropa del trabajo.

–Milagros tiene buen gusto, y fue una buena elección regalártela.

Su amiga sabía que ella no gastaría en algo que no fuera de uso diario, no estaba para derrochar el dinero en prendas destinadas a permanecer en el cajón sólo para ocasiones especiales, y aunque no se sentía a gusto con la blusa, reconocía que era la más adecuada para usar esa noche: con un diseño de cuentas brillantes en la parte delantera, aportándole cierta elegancia a su apariencia. Estacionó su auto y bajó observando todo con sorpresa. Tuvo suerte de encontrar un lugar en el estacionamiento, ya que en la explanada no cabía ni un alfiler. Era la celebración del Oktoberfest que la colonia alemana hacía