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Corazon De Roca
Corazon De Roca
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Libro electrónico508 páginas7 horas

Corazon De Roca

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Un pueblito del norte del Mexico hace su propia narracion, en la que describe las vicisitudes de sus personajes a traves de un periodo de su historia. Se mezclan los odios, angustias, desesperaciones, los mitos y leyendas que se envuelven en la trama desarrollada en una misteriosa casa escogida por el propio pueblo y alrededor de la cual, aparecen todos los personajes que tienen que ver con la historia. El pueblo busca dentro de su gente a la persona adecuada que haya de escribir la historia que el por adelantado ha estado narrando. Al asegurarse de que ha encontrado a la persona adecuada y su historia va a ser escrita, deja de preocuparse por su gente al darse cuenta que todas las manifestaciones del comportamiento de ellos no eran ms que los latidos de su propio corazn, y deja entonces la historia asi, que hasta ese momento, la escritora plasmara en papel, sin continuar lo que podria ser, a sabiendas que cuando mueran estos personajes, apareceran otros que se comportaran de la misma manera que los anteriores, por lo que el pueblito decide no hacer tanto caso a los latidos de su corazn y busca a compaginarse con el Padre Tiempo, que es el nico que lo comprende, bailando una danza que se transformara en un idilio entre los dos por toda la eternidad.
Libro escrito en una combinacin de prosa y verso.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento16 sept 2010
ISBN9781617640155
Corazon De Roca

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    Corazon De Roca - Felix Cantu Ortiz

    Copyright © 2010 por Félix Cantú Ortiz.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    204016

    2.jpg

    Dedicatoria

    Dedico este libro a las dos personas que han estado más cerca de mi corazón y que por tal motivo merecen mi agradecimiento y mi entrega:

    Una, la que me dio la vida y al cabo del tiempo se convirtiera en la estrella más brillante que al mirar el firmamento encuentro noche a noche y le pido que ilumine mi camino, es mi Madre, la Señora Ofelia Ortiz de Cantú…

    La otra, quien también me diera su vida a cambio de nada, que me ha dado sus ilusiones y me entregó su destino, aquella que sin pretensiones sólo ambiciona mi mirada, mi cariño, mi compañía, mis caricias y mi protección; ésa que se entregó tan sólo por creer en mí, por su amor y por el mío y que se ha convertido en la compañera necesaria e imprescindible de mis días, es mi Esposa, la Señora Rosalinda Cantú de Cantú.

    Félix Cantú Ortiz

    3.JPG

    Agradecimiento a mi Madre

    Primero que nada, quiero decirte que quise hacer este libro en homenaje a la gran persona que eres Tú, y en él se narran algunas escenas donde se menciona tu influencia en mi vida, para que sepas todo lo que significaste para mí, y para nosotros tus hijos… Dondequiera que estés debes saber que este libro había sido pensado desde hace tiempo, antes de que tú te fueras y en mis pensamientos siempre estuvo la idea de que te lo iba a dedicar a ti. No lo pude hacer a tiempo y por eso no fue posible entregártelo en tus propias manos. Tú, Mamá, fuiste lo más hermoso que hayamos podido tener nosotros tus hijos durante el tiempo que estuviste viviendo en este mundo, y nunca podremos quitarte de nuestros corazones. Estás aquí dentro y a donde quiera que vayamos, vas a estar con nosotros.

    Tu recuerdo y tu presencia van a durarnos por siempre, aunque ya nos estemos muriendo de viejitos estarás siempre en nuestro corazón Mamita, nos diste tanto, que tengo bastantes motivos por los que quiero darte las gracias en mi nombre y en el de mis hermanos… Principalmente por tus cuidados. ¿Qué hubiéramos hecho sin tus cuidados, cuando nos enfermábamos, cuando teníamos hambre, cuando teníamos miedo y frío? Nunca nos dejaste y siempre estuviste al tanto de nosotros. Seguramente quisiste hacer otras cosas en tu vida, pero por el amor a tus hijos, preferiste dedicarnos toda tu vida y tu tiempo, inclusive, cuando quedaste viuda, pudiste rehacer tu vida, pero no lo hiciste, nos la dedicaste a nosotros por entero. ¡Cómo no agradecerte todo eso! ¡Y nosotros cómo podríamos olvidarlo! No, no podríamos olvidarlo jamás. Nuestra familia siempre fue muy unida gracias a ti, Mamá, y así seguiremos siéndolo porque así nos enseñaron tú y mi papá. Además, todos en tu familia nos han querido como a sus propios hijos: mis tíos y tías han sido como padres para nosotros, también. Mi abuelita Fina nos quería mucho y estoy seguro que si estuviera vivo tu padrino Goyo, es seguro que también nos querría mucho, ¿y sabes por qué todos nos han querido mucho?, porque así te querían a ti, porque nos educaste para que fuéramos amables, respetuosos y cariñosos con todos los adultos y principalmente con nuestros tíos, esa es la respuesta…

    En nosotros perpetuaste tus procederes. Y todo gracias a ti. No me acuerdo que por algún motivo nos haya regañado Güelita Fina; por el contrario, siempre fue sonriente y cariñosa con nosotros; tampoco me acuerdo que alguno de nuestros tíos o tías nos hubiesen regañado alguna vez. Pero fue eso, precisamente, la forma de cómo nos enseñaste a ser y nos educaste, creo que nos diste tu carisma y por eso todo el mundo nos trataba bien, inclusive nuestros profesores de la escuela nos trataban con respeto y con cariño, nos querían, y siempre nos levantaban y nos mostraban ante los demás alumnos cuando se trataba de ejemplificar la higiene, el orden y la buena conducta, porque éramos de los más limpios y aplicados, siempre éramos de los primeros en la clase y por eso nos preferían a nosotros. Y todo eso era gracias a ti, Mamacita, gracias a que tú te preocupabas mucho porque fuéramos así. Nos diste mucho, es imposible borrar de nuestros corazones todas las enseñanzas que nos han quedado de parte tuya. Con ello viviremos siempre.

    El día que yo muera no quiero llevarme a la tumba todo eso que llevo en el corazón y que nos diste y enseñaste, por eso lo escribo en estas páginas para que queden como un testamento para nuestros hijos y nietos, y también para los hijos de ellos y sus nietos, y sus posteriores descendientes…

    Mamá, nunca vamos a olvidarte, y en lo que respecta a mí, siempre estarás en este pobre corazón que te quiso y te amó con toda la fuerza que Dios puede permitir a un niño amar, y que te sigue amando con la fuerza misma que Dios permite a un hombre adulto amar a su madre a pesar de haberla perdido.

    Tu hijo, Félix

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    Agradecimiento a mi Esposa

    Cuando yo era joven viajaba mucho, por eso conocí miles de lugares hermosos que disfrutaba a cada momento, conocí mucha gente, religiones y costumbres extrañas y exóticas que me invitaban a entregarme, a vivir en esos mundos diferentes, que no me pertenecían, donde, si hubiera decidido aceptarlos, me hubiera confundido en el anonimato de millones de personas que no eran de mi sangre ni de mis costumbres.

    Posiblemente mi vida hubiera transcurrido en un mundo de rarezas, de exhuberancias y posesiones múltiples, seguiría viajando para seguir conociendo nuevos placeres y nuevas pasiones en más países y más lugares extraños y variados; si mi vida hubiera transcurrido en un mundo lejano fuera del alcance de mi familia y del pueblo que me viera nacer, es muy probable que nunca hubiera conocido a la mujer que llenó por completo el alma mía desde el momento en que la conocí; si me hubiera decidido a quedarme en alguno de los lugares que describo, nunca me hubiera percatado de esa joya de gran valor que estaba protegida y escondida acá, en este pueblo que presenció mi niñez y mi adolescencia y que de alguna manera me tenía atado a un destino que no pudo ser cambiado a pesar de todas aquellas invitaciones sensuales que me ofreciera la vida en aquellos años de mi juventud en que florecieran en mi alma las ilusiones por descubrir nuevos caminos, nuevas formas de pensar y nuevos modos de vivir, y aún con esos ofrecimientos voluptuosos, mi verdadero destino no fue posible cambiarlo, pues estaba marcado por el dedo de Dios y me indicaba que había que regresar al pueblo de mis orígenes donde se guardada para mí esa joya en alguna parte de mi pueblito y seguramente protegida por no sé qué santos, yo creo que eran sus papás, y por circunstancias del destino yo fui el elegido para que me fuera entregada a mí. A mí se me permitió abrir la concha donde yacía escondida esa perla tan valiosa y que en un momento de mi buena fortuna, haya sido yo mismo quien pudiera tomarla entre mis manos, acariciar su contorno, iluminarme con su brillo, enloquecerme con su textura y pureza, y emparejar mi vida a su especial inocencia y belleza interna.

    Desde que ella empezó a formar parte de mi vida, ésta se empezó a moldear a su lado mágicamente, a la manera de sus especiales encantos que me brindaran sus delicadas cualidades y humilde grandeza. No puedo pensar en haber deseado tener más regalos o posesiones en esta vida, más que ese preciosa dádiva que me tocó poseer.

    Creo que no he podido aún darme cuenta de la grandeza de este regalo y no he podido aún sacarle todo el provecho a tan delicada gema. Gracias a esa joya que encontré en los caminos de mi juventud y que he mantenido cerca de mi corazón durante el resto de mi vida, se han llenado todos y cada uno de los momentos de mi existencia con la ternura cálida que me brinda su brillo constante, y por ello he sido el hombre más pleno y más feliz de cuantos hayan pasado por La Tierra.

    La joya se sigue puliendo día a día, adquiriendo más belleza, y me sigue dando lo mejor de sí a cada momento de mi vivir: ella me ilumina, ella me protege, me cuida, me acompaña, ella es la esencia de mi alma, ella es el motivo de mis días, pues gracias a ella nunca he tenido un día oscuro. ¿De qué me hubiera servido todo si no hubiera conocido esta grata felicidad que colma todos los momentos de mi vida? No quiero pensar en lo que hubiera sido de mí sin Ella, sin mi Joya, sin mi centro de balance y sin su guía y fortaleza.

    Por eso es preciso que ante todos los lectores de este libro, le dé las gracias a mi esposa Rosalinda Cantú Cantú por su entrega desinteresada, por llenar cada uno de los días de mi existencia convirtiéndolos uno tras otro en momentos de plena felicidad; por inspirarme siempre; por proporcionarme calma y paz para poder tener los pensamientos claros y poder escribir este libro. Finalmente, delante de ti, Esposa Mía, le doy las Gracias a Dios por haberme puesto en el camino de encontrarte.

    Tu esposo, Félix.

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    Prólogo

    Todos los pueblos tienen algo inmenso

    y majestuoso y de común,

    más vasto que el cielo, más grande que la tierra,

    más luminoso que las estrellas,

    más ancho que el mar:

    el espíritu humano…

    José Martí

    Hay algo en la esencia de los pueblos

    que resulta persistente: lo cósmico y lo terrígeno.

    El negro, el indígena, el hombre antiguo

    encarnan conceptos que no coinciden

    con la mentalidad occidental,

    pero eso no puede dar pábulo

    para descartar herencias

    que pertenecen a la composición

    natural de nuestras raíces.

    René Rebetez

    Un día cualquiera un pueblo, de cualquier lugar, despertó de su ensoñación y decidió hablar.

    El pueblo, que no era el pueblo sino el espíritu del pueblo, bien sabía toda su historia; sabía, por ejemplo quiénes habían sido sus primeros pobladores, cuántos habitantes había tenido, cuáles eran las dichas y placeres que hacían feliz a su gente y cuáles habían sido las tragedias que habían marcado para siempre su historia.

    Conocía todos los nombres de sus moradores, los de ahora y los de antes, cómo pensaban, cómo sentían y cómo sufrían, sus hábitos y sus tradiciones…

    Cierto día se dio cuenta que el tiempo pasa y que todo se transforma, que la gente cambia y las costumbres también; excepto él, cuyas calles y plazas, piedras y casas permanecían incólumes, aunque algunas modernizadas, seguían siendo las mismas.

    Así, con el afán de guardarla en la memoria (en alguna memoria dispuesta a conocer su pasado) empezó a contar su historia. Recorrió las calles y entró en una casa, la casa de la familia Altamirano, en la que se desarrolla la trama de esta novela, al fin y al cabo todas las historias personales y familiares de los habitantes del pueblo estaban entrelazadas; todas estaban matizadas de satisfacciones y tristezas, de amores y odios, de pesares y placeres, de la angustia y la alegría de vivir que, a veces, se vive a un mismo tiempo.

    El pueblo, en su dimensión de poeta, rescata las costumbres y tradiciones que enmarcan su memoria, los antiguos cuentos y leyendas que narran los ancianos a los niños para que vayan construyendo su identidad y sepan qué significa haber nacido en ese pueblo. Así, con el deseo de rescatarse a sí mismo descubre a Rosalinda, a quien elige para que escriba la historia que él va narrando: su historia, para que permanezca por siempre en los anales del Tiempo y de la Humanidad.

    Ésta es la historia que construye Félix Cantú Ortiz en la novela Corazón de roca y que pone en voz del pueblo. Está escrita en prosa pero, como un juego literario, mezcla poemas inéditos escritos por el autor mismo y creados ex profeso; sigue la cadencia agradable y natural de la frase contada en reunión de sobremesa. Ni pretencioso ni grandilocuente, el estilo es sencillo, propio de los personajes que habitan el pueblo, con un lenguaje marcadamente norteño pues, hasta cierto punto, reproduce la manera de expresión de la región norte del País. Recordemos que es una joven pueblerina quien le da forma escrita a la narración que hace el pueblo.

    Sin embargo, es el narrador (el pueblo) que sólo cuenta la historia, el que todo lo sabe, pues es él quien conoce a sus personajes por dentro y por fuera, está al tanto de todo lo que hacen y todo lo que piensan; así pues, el texto está escrito en primera persona porque el pueblo narra la historia de sí mismo, aunque utiliza también la tercera persona para hablar del mundo al que hace referencia, que es el que quiere guardar en la memoria de los tiempos. Lo cual nos conduce, precisamente, al manejo del tiempo; si el narrador quiere rescatar una época que ya se fue tendrá que hablar del pasado, aunque sea en el presente en el que hace esa serie de reflexiones para reconstruirlo, así que, en este caso, el pasado aparece desde el presente en una especie de digresiones del narrador que hace un recuento de sus recuerdos, por tanto, sucede de manera lineal, como el tiempo real.

    El tema principal de la novela es la fugacidad de la vida en la eternidad del tiempo, un tema ancestral que siempre ha preocupado a los seres humanos, pues les provoca una tremenda angustia tener la certeza que un día no estarán más junto a aquéllos que aman y caerán en el olvido de los tiempos, con la única excepción que nos proporciona, como decían nuestros antepasados indígenas, in xochitl in cuicatl: la flor el canto, la poesía y la escritura, que permite la perpetuación de los hombres. He aquí el motivo que conduce al pueblo a dejar memoria escrita de una parte de su historia.

    Este tema y su tratamiento en el texto están íntimamente relacionados con el propósito del autor, que en propia voz expresa: Intento dar una lección de la existencia misma, de su parte efímera, de lo que se va y no regresa, de la poca importancia que la gente le da a su mundo y hacerle saber a los demás que todo pasa y todo se olvida, menos las piedras y sus similares...

    Ludivina Cantú Ortiz.

    Primavera de 2010

    Semblanza Preliminar

    ¡Qué alegría escuchar el llanto de un bebé recién nacido…! Al tener sentido de la vida, ese bebé que con el paso de los años se convierte en un hombre, es posible que sea feliz viviendo o que también pueda ser infeliz viviendo, todo depende del cristal con que esto se mire. Aunque parezca ridículo, la felicidad que uno obtenga en esta vida, es la respuesta a la manera de cómo uno desea vivir, de cómo uno se preocupa por vivirla.

    Hay quiénes, teniéndolo todo en este mundo para ser felices, no lo son, y hay quiénes, con sus miserias y con sus necesidades, transforman su mundo en un Paraíso Terrenal. ¡Cuánta gente hay que sin poder ver, recorren mundos fantásticos y desconocidos, imposibles de ver por aquellos de cuya vista gozan perfectamente…! ¡Y cuántos que imposibilitados para muchas cosas naturales, se transforman en grandes sabios y grandes pensadores…! Ya lo dijo el poeta en una bella poesía:

    "…Porque veo al final de mi rudo camino,

    Que yo fui el arquitecto de mi propio destino,

    Que si extraje la hiel o la miel de las cosas,

    Fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas

    Cuando planté rosales,

    Coseché siempre rosas…"[1]

    ¿Qué es lo que sucede entonces, para que una persona pueda decidir ser o no ser feliz? Efectivamente, la respuesta es que todo depende de . No hay felicidad en este mundo que yo desee, que no la pueda obtener. Todo depende de mí, yo soy el que le pongo sal o azúcar a las comidas o al café, yo soy el que le pone miel o limón al té. Yo decido lo que tengo que hacer. Todo depende de cómo asocie yo mis ideas con mis beneficios futuros. Se trata de tomar una decisión en cada paso que uno da. Y en cada decisión, escoges entre un camino u otro, y escoger el camino correcto es la mejor manera de acostumbrarse o de irse acercando a la felicidad. Pasa tan rápido todo, que cuando menos lo piensas ya tienes sesenta años y estás convertido en un anciano, y eso no se traduce a que la muerte se te vaya a presentar al despuntar el alba; no necesariamente, viejo sí, quizá anciano, pero al corazón lo rejuvenece la mente que no se cansa de soñar, ni de pensar, ni de crear, y tu cuerpo aunque no sea tan fresco y ni parezca tan joven como el de un joven verdadero, te permite seguir siendo feliz, si tú así lo decides. El pasar de los años no es un pasar en vano ni en balde, los años pasan porque pasan, el tiempo no se detiene, y el cuerpo envejece porque envejece, y la gente muere porque tiene qué morir… Es indispensable saber que existen objetos orgánicos y objetos inorgánicos. Dentro de éstos, en la clasificación de los orgánicos están los seres vivientes, y por ende son los que perecen. Al cabo de un tiempo todos los animales, las plantas y el ser humano mueren, y se transforman en algo inorgánico: en tierra, en polvo, que viene a formar la parte inorgánica de la que está formado el Universo entero, pues está formado de elementos, y la combinación de esos elementos lo constituye todo… Ambas cosas, las orgánicas y las inorgánicas, parece que están entrelazadas o unidas por algo que no es ni orgánico ni inorgánico, que no es ningún elemento ni la combinación de ellos pero que forma parte de ese todo que constituye el Universo: es la mente, el pensamiento, el alma. Esto no muere, se salva, esa esencia invisible e inmaterial que flota sobre todos nosotros, sobre todas las cosas, sigue y seguirá estando allí… ¿Dónde? En el mismo lugar que ha ocupado siempre, en esa parte del Universo que se le dio para estar, ni más ni menos, allí, donde estaba cuando habitaba dentro de un cuerpo orgánico que por viejo desapareció, allí se quedó y allí sigue estando, formando parte de un todo al que pertenece.

    Claro está que por no ser material, no se ve ni se toca, igual que todo lo demás que no podemos ni ver ni tocar, pero allí está, y allí están las almas de todos los que han desaparecido, allí están flotando encima de las piedras, encima de los matorrales, encima de todo lo que existe materialmente en los lugares donde vivieron, en su propio lugar de origen, en su pueblo… Ese lugar donde vivieron aquellas almas, ese pueblo o esa ciudad donde deambularon, tiene tanto que contar de todas esas almas, que si pudiera hablar nos lo contaría cosa por cosa, sin secretos, sin inhibiciones, todo tal cual, así como pasó. Nadie más que el propio pueblo de uno que ha visto pasar a toda su gente a través de generaciones y generaciones, es capaz de conocerlo todo. ¡Cuántas cosas nos pudiera decir…! Muchas de esas cosas la gente las ha olvidado, se han perdido de vista a través de los años, se han borrado de los archivos de las familias y de sus habitantes. Pero están allí, escondidas, todas juntas, esperando ser sacadas para todos: los comportamientos, las actitudes, las costumbres, los sueños, las emociones, los amores y todas las demás circunstancias de sus vidas, allí está todo…

    Si el pueblo pudiera hablar…

    El autor

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    Capítulo 1

    ¿El tiempo…?

    ¿Será el aliento de Dios…

    o la esencia del Universo?

    ¿Será la simiente de la Eternidad…

    o una simple idea borrada de la mente?

    ¿La vida…?

    ¿Será la creencia de lo que es, y no es…

    o un simple sueño que se esfuma?

    ¿Será una ilusión que se lleva el viento…

    o la libertad que no tiene un prisionero?

    ¿Será la continua espera de la muerte?

    El Tiempo y Yo

    El Tiempo debe de ser un sabio que nació no se sabe dónde, o alguien muy poderoso debe de haberlo creado, pero a ciencia cierta nadie sabe lo que es, quizás sea el concepto de aquello que representa una dimensión que no alcanzo a comprender, muy por encima de las otras tres que perfectamente entiendo y conozco, pero su existencia y presencia es tan notoria, tan real y tan palpable, que el movimiento de los objetos me lo manifiestan; dentro de su manto eterno y desconocido, se encuentran todos los seres animados y también los no animados del mundo en movimiento: todos los astros en el vasto universo por encima y por debajo de esta esfera inmensa y sorprendente que nos sostiene, suspendida de la nada y que por sí misma alcanza la maravillosa característica de ese movimiento. El Tiempo se manifiesta en el cambio consecuente de la noche por el día y del día por la noche; en el correr de año tras año, en el abrir de una rosa y en volver a marchitarse, en el cálido sol, la calma y la humedad tersa que aparecen después de una horrenda y destructora tormenta, en el ciclo de todo ser viviente: nacer, crecer, reproducirse y morir… El Tiempo carga con todo y todo se lo lleva de encuentro, para él todo es toma y daca, las cosas suceden, se manifiestan, desfilan frente a él, y se las lleva a los rincones oscuros de la nada, a los lugares donde no hay ningún aliento, ni esperanza, ni nada, donde el ser y la esencia ya no tienen ningún significado, los oculta en lo desconocido, para que ya nunca más vuelvan al lugar de donde aparecieron, como si fueran la materia seductora del producto de la imaginación voluntariosa y voluptuosa de algún poeta creador, que estando en su mente arrinconadas y escondidas, esperan a ser vestidas de gala con su palabra, para nacer en este mundo y finalmente morir de nuevo, en el momento en que otras nuevas y distintas las sustituyan recreando escenarios tan semejantes que los anteriores y que motivan a pensar que las que fueron pudieron no haber existido en realidad. Amanece un nuevo día de una manera distinta a la de ayer, pero la luz es la misma de siempre, producto del sol que aparece durante la naciente aurora, que es el mismo de ayer y de antier, y de hace cien años, pero cuya apariencia es diferente, encantadora, como que es el aviso del despertar de un nuevo día, o la esencia de la manifestación de una nueva esperanza. Un nuevo ser ha comenzado a vivir, y otro ha dejado de existir al mismo tiempo. Dos, tres, cuatro, diez, veinte, cientos, miles pasan frente a mí, y los veo marchar de la misma forma como he visto pasar a todos los anteriores. Igualmente, de uno en uno y a todos por igual se los lleva el Tiempo consigo y nadie se ha escapado de ser atrapado por su fuerza, ni un árbol, ni una rosa, ni un pajarillo, ni un solo cuerpo, ni una molécula ni los átomos que la forman, ni Venus ni Marte en los cielos se pueden esconder, todas las cosas y todas las vidas frente al Padre Tiempo doblegan su vanidad, su grandeza y su poderío y se rinden humillados ante la fuerza integral y absoluta que carga con ellos y se los lleva tarde o temprano a ser ciudadanos de la fría e inmensa nada, del lóbrego y callado vacío. Así me paso los segundos, los minutos, las horas y los días de los años, viéndolos pasar… Muchas cosas, personas, y sucesos dejaron su esencia en mi simiente: su recuerdo. Algunas se quedaron conmigo y han vivido unidas a mí a lo largo de mi existencia.

    ¡Cuántas anécdotas sin contar se habrán quedado enterradas para siempre, y que sólo yo conozco! ¡Cuántas angustias, cuántas tristezas, cuántas esperanzas fallidas y esperanzas cumplidas…! ¡Cuántas victorias y proezas realizadas…!

    He tenido cabida para todo, aquí están guardados en mi esencia. Aquí en las paredes de mis bardas, en la tierra de mis callejones, en el aire escondido y atrapado en esos viejos caserones que me dieron forma, en el olor del pasado que se respira en mis camposantos, allí está la historia de cada quién sin poderlo negar, sin poder darle la espalda. ¡Cuántas pertenencias de tanta gente desaparecida se habrán quedado conmigo, sin explicación aparente, en el supuesto anonimato, en el olvido humano, cosas que para el que las usó tuvieron su importante significado, que sólo yo sé…!

    Dentro de mí se encuentra todo el caudal de tesoros y misterios escondidos, que pertenecieron a cada uno de aquellos que pasaron. Todos esos encantos desaparecidos, enseñanzas de padres y abuelos, costumbres familiares, ejemplos de nobleza, de buen comportamiento, así como de vileza y desprecio, yo los guardo con dolor a veces y a veces henchido del gusto y del placer de guardarlos, que moldearon la forma de mis murales donde se han quedado plasmados, y a pesar de que había muchas de ellas que no eran de mi agrado, era imposible resistirse a no tomarlas, a no guardarlas, a no hacerlas parte de mí. No las podré echar de mí porque ellas mismas reclamaban su estancia en mi seno, de alguna manera se acostumbraron a mí y yo me acostumbré a ellas. Esas cosas tan íntimas, las compartí con mi amigo el viento, que limpia los polvos de mis soledades y nunca me ha abandonado, con el frío invierno que despedaza mis gérmenes de vida, y ha hecho sucumbir las plagas que me fastidian, con mis amigas las montañas vecinas que son muchísimo más viejas que yo y que, desde que aparecí, a diario me han observado sufriendo o gozando con cada una de mis semillas, y con la suave brisa de la primavera que hace florecer y renacer mis esperanzas…

    Todo pasa… Nada queda… Sin duda… Y el destino de la gente es pasar solamente. Todos están condenados al olvido… Pero aquí, todo conserva su aroma y su color, se mueve como un hálito flotando por mis calles y mis angostos pasajes, y a través de los años siguen dándome cierta calidez, a la parte mía que parece muerta, pero que vive y tiene mucho que contar. Basta con que alguien esté un rato frente a mí, que camine por mis laderas y me recorra cualquier distancia, que mire mis paredes y huela mis aromas para que yo le inyecte en su mente todas esas cosas que un día se fueron para siempre de las mentes humanas, pero que nunca se desligaron de mí, y que quedaron muy inmersas y grabadas en mi memoria. Esas cosas que ahora son mías, no son mías, fueron de todos los que pasaron frente a mí, yo las viví al verlos vivir en mí, y por ahora me pertenecen porque un día les pertenecieron a ésos que me pertenecieron, y mientras yo exista, aquí están, no se las querré entregar, sino hasta que a todos se le llegue la hora en que el Padre Tiempo pasará a recogerlos para borrarlos definitivamente de la faz de la Tierra. En mi seno se guardan sin confusiones todas las cosas de los hombres que vivieron en mí, a pesar de que ellos ya hayan pasado. Es una pena que sin mí o sin alguien que las escriba, las cosas pasan al olvido, y el olvido es la condena de los hombres. Aquí se quedaron la niñez y la juventud de cada uno de mis hijos; sus juguetes; sorprendí a muchas inocencias arrancadas de bruces por la brutalidad de las circunstancias. En mi seno hubo amigos y enemigos y amores y desamores, que florecieron, se formaron y se deformaron, y como hayan quedado, así se quedaron; abuelos que desaparecieron y fueron enterrados, al igual que padres y madres, hijos e hijas; muchos que perdieron la fe de su alma, la que dejaron abandonada en cualquier rincón de mis dominios, de donde seguido recojo una que otra que anda vagando perdida… Por aquí y por allá se encuentran recuerdos, barquitos de papel secos, desbaratados y arrinconados en las ruinas de las bardas de sillar, preciosos libros que posiblemente nunca tuvieron la oportunidad de mostrar su sabiduría y encanto, porque nunca fueron leídos, y sin saber a quién pertenecían, revistas, poemas inocentes de algunas almas blancas, palabras y misterios encantados, cientos de historias de aparecidos y fantasmas. Pasaron por aquí desde el primer profesor hasta la última maestra de las amadas escuelas, miles de sueños dorados de juventudes apresuradas; se quedaron las morbosidades infantiles de aquellos que jugueteaban en mis rincones a escondidas, la inocencia de amores castos y joviales, y un sinnúmero de travesuras eróticas que mis hijos ejercían en silencio para mitigar sus soledades y satisfacer sus más íntimos deseos pasionales, sus angustias y las desesperaciones de los fuegos más profundos de sus almas; con frecuencia me encontraba perdidos tantos Ángeles de la Guarda, que mis propios hijos despojaban de sus posesiones infantiles, los aventaban a cualquier rincón como algo inservible, en pos de encontrar aquello que sus briosas almas de juventud buscaban para apagar el fuego que día a día crecía en sus entrañas cual inocente flama que transforma el más grande y hermoso valle en un infernal incendio incontrolable, volteándole la espalda a la angelical inocencia. Yo los recogía de uno en uno. Tenía un lugar especial para cada uno de los perdidos angelitos, los amparaba en mi pecho para ver si un día los reclamaban sus antiguos dueños, aquellos que con sus abruptos y violentos despertares olvidaron su maravillosa inocencia que les cubría el corazón de oro y plata y lo hacían que resplandeciera ante Dios a través de esos angelitos que despreciaron. Tan pronto pasó su etapa que después fueron abordados por los miedos y las indecisiones de su pubertad, por sus ingratas inquietudes por transformarse en hombres rápidamente y que finalmente y sin remedio obtuvieron, lograron lo que deseaban: hacerse viejos abordando ahora las mil y una culpas que acumularon en su corazón, ahora los ahogaban todas las angustias y los deseos por querer volver a ser como niños, como cuando tenían su inocencia; ahora los deprime la desesperación por vivir lo desconocido, y por capitalizar las experiencias vividas con sus consecuencias tanto placenteras como trágicas; quisieran recuperar su Ángel que despreciaron en sus pubertades, y juro que ha habido algunos que lo han recuperado. En fin, todos los equipajes de cada uno de mis hijos, en mis propias simientes se quedaron para siempre, convirtiéndose en una bruma espesa que vive sobre mí, que no es más que mi aliento que cubre a todo aquel que penetra en mis dominios y que se abalanza sobre ellos cada vez que los siento merodear en mi presencia… Quiero reclamarles, pero se hacen los desentendidos, quiero decirles que todo esto es de ellos, que les pertenece, y que está aquí para ellos, porque yo lo he guardado por años, conservándolo todo tal como lo dejaron, pero me dan la espalda. Y yo me burlo de ellos, inhumano y desdeñoso, tan cruel como el Padre Tiempo, me río de ellos porque sé y conozco su destino, sé que pronto desaparecerán, y les diré a cada cual que les he guardado a cada quien su equipaje. Ya muchos han pasado a recoger lo suyo en su momento, y los que faltan cada uno tendrá que pasar cuando le toque su turno: tarde o temprano. Aquí seguiré estando siempre albergando a los que lleguen y despidiendo a los que se van. Cuando su hora se llegue, abriré mis puertas solemnemente y en silencio les permitiré el paso para que recojan todo lo que les pertenece, y entonces sí, cuando tengan que mudarse a las residencias de la nada y del vacío infinito se despedirán de mí para siempre y les diré adiós, me libraré de toda esa carga que estuve guardándoles sin que ninguno lo supiera, sólo yo, que enterrarán consigo en el lecho donde descansarán eternamente, para que juntos desaparezcan para siempre.

    Fue feliz, el que así lo quiso, y desdichado, el que así lo decidió; cada quién forjó su propia vida y al mismo tiempo la destruyó para intentar armarla muchas veces de nuevo, y juro que es cierto; algunos eligieron dulzura o amargura en cada uno de sus momentos de vida, y con ello le dieron significado a la mía, a mi cuerpo, a mi fortaleza, y todo eso tuvo un gran valor para mí, eso fue lo que forjó mi madurez, mi crecimiento y representó mi desarrollo y fortuna, y eso, es precisamente el valor que yo poseo. Pero sólo tengo valor para aquéllos que vivieron y se esforzaron en pos de mí y para aquellos que quieren verme ese valor que yo poseo.

    ¿Y entonces, qué es el tiempo?

    ¿Sólo una dimensión distinta...?

    Él no existe en la proporción

    Infinita del amante que sueña,

    En la inmensa mansión

    De los placeres de las almas,

    Donde el amor nace y retoña

    Cual diminuto capullo de alhelí

    Que proporciona secretamente

    Su aroma a la amante mía...

    ¿Y qué eres tú del alma mía?,

    ¿No eres un alma

    De dimensiones inmensas,

    Que sueña y que ama

    Al unísono de mi armonía...?

    Entonces deja que el tiempo vuele,

    Deja que el tiempo pase

    Sin afectar la sinfonía,

    Que proporciona el amor

    A estas dos almas,

    Que son la tuya y la mía...

    Capítulo 2

    Unos pasaron y se esfumaron,

    Otros se los llevó la tristeza,

    Otros más, sus velas extinguieron,

    Otros que simplemente no llegaron…

    Por mí pasaron todos,

    Y así pasarán los demás,

    Y de todos los que pasaron y los que pasarán

    Nadie podrá durar un segundo más...

    Sólo yo los vi y los veré pasar…

    Hasta que el polvo me habrá de sepultar,

    Y allí se acabará todo,

    Sin nada más que hablar…

    El despertar

    Pues bien, aquí sigo, asentado y hundido en estas tierras que me formaron, donde he visto pasar a miles y seguiré estando aquí para ver pasar a los que faltan hasta el fin de los tiempos, hasta que el polvo de los años me cubra por completo, me ahogue y ya no me deje respirar. A veces me siento triste, a veces solitario, y quejumbroso, y cuando estoy así es muy notorio, se da cuenta mi amigo el de enfrente, aquél cerro inmenso que yace acostado de bruces al final de mis laderas en el lado poniente.

    -Ven, móntate sobre mí, y observa lo que pasa desde otra perspectiva. Me dice irascible…

    -Pues te he visto pasar momentos de debilidad y sufrimiento, ven a ver las cosas desde acá…

    Y me voy, no lo niego, subo a su lomo y me pongo a observar hacia abajo, a verme a mí mismo desde esas alturas, donde el aire corre fresco y fluye entre mis sienes limpiando todo cuanto se ha quedado escondido por allí y oscurece mi pensamiento, y en estos momentos es cuando puedo ver la realidad y hablar de mí mismo así como me veo por allá, en el llano. Miro hacia abajo y descubro el pequeño valle donde me desarrollo.

    ¿Qué soy?, ¿quién soy?, ¿de dónde provengo? Me pregunto en ocasiones sin poder contestarme, y me analizo sin llegar a ninguna conclusión, pero puedo creer que soy un juguete del destino, una marioneta que los que están a mi lado mueven a su antojo, vivo sin vivir en mí, veo a quienes me pisan y me ultrajan sin poder hacer nada, pero hay quienes me procuran y me embellecen, me dan calor y sentimiento, en definitiva, me hacen sentir que dependo de ellos para existir… Y yo sólo observo… Escribo en mi mente todo lo que sucede en mi seno.

    En mis interiores

    Veo simples 15 calles bien divididas de norte a sur, y otras tantas de oriente a poniente, rodeadas por tantos terrenos solos y tristes, otros con labores verdes[2], otros con magueyes, unas más fértiles que otras a saber, según se ve en los cambios de colores que se reflejan desde aquí, unos deben tener alfalfa, por el color tan verde que tienen, otras maíz, dado su color amarillo como si fuera la aureola de los santos, otros deben tener tomates por su color de rojo carmesí, y otros sorgo o cebada o trigo, u otras variedades de sembrados tan necesarios como todos los demás para el subsidio de mis comunidades. Veo desde acá, los jacales y las casas techadas con láminas viejas o con troncos y hojas de palma, coyotes y aguilillas[3] disputándose el robo de alguna gallina del patio de alguna de las casas, los zopilotes bajando del cielo, saliendo desde las nubes y volando en armónico movimiento circular, para devorar la carroña de aquel animal muerto en las orillas de mis terrenos que han divisado desde las alturas, veo los manantiales de agua cristalina en los 4 puntos cardinales de mis fronteras que han dado vida a mis tierras y que han servido de regocijo a los hombres y mujeres a quienes también veo trajinando diariamente para lograr tener el pan que habrán de comer.

    Me acerco un poco más hasta llegar a mis calles de las cuatro orillas, se les ocurrió llamarlas Zona norte, Zona sur, oriente y poniente,

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