CENICIENTA
n la gran sala del juzgado, repleta de público, comparecen testigos, familiares, autores, lectores, miembros del jurado, abogados y fiscales, y ante reputados jueces comienza el solemne acto. Los demandantes son Cenicienta, Blancanieves y Bella. Los demandantes exigen una rectificación a sus obsoletas historias. Sube al estrado Cenicienta, muy enfadada, y dice: —Señores, soy víctima del cuento del cual soy protagonista y demando al autor por engaño, manipulación de la realidad y por encasillar mi vida con un absurdo estereotipo. Mi cuento es muy poco creíble, conmovedor eso sí, pero sin sentido común. Porque supongamos que consigo llegar al baile, aunque dudo que una calabaza pueda convertirse en carroza y unos cuantos ratones en caballos de raza, ¿habéis intentado caminar con unos zapatos de cristal, fríos y rígidos? ¿Qué broma es esta? Y ¿cómo es que no se rompen? Cualquier mujer que haya lavado un vaso sabe