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Valentina, Mi Abuela: Una historia que contar
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Valentina, Mi Abuela: Una historia que contar
Libro electrónico124 páginas1 hora

Valentina, Mi Abuela: Una historia que contar

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Información de este libro electrónico

Hay muchas historias que deben ser contadas, personas que han influenciado en la vida de otras personas, dejando huella para que la siga su descendencia.

Mi abuela Valentina vivio su vida con mucho valor, amor y, sobre todo, con fe, superando adversidades y perdidas de sus seres amados, cumpliendo asi su mision aqui en la tierra.

Asi como ella, hay muchas abuelas cumpliendo su mision. Mamas grandes en sabiduria y en experiencia que siembran semillas maravillosas en sus generaciones, para que se conviertan en arboles que den buen fruto.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 abr 2022
ISBN9781662491757
Valentina, Mi Abuela: Una historia que contar

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    Valentina, Mi Abuela - Maria Yanez de Moctezuma

    Reconocimientos

    Quiero dar las gracias a todas las personas que me apoyaron para escribir este libro, en especial a mi amado esposo Jorge que siempre cree en mí y me brinda su apoyo y amor incondicional. A mis hijos, Juan Manuel y Jonathan que me convencieron de que lo hiciera sin importar si tenía o no el conocimiento de cómo hacerlo. Recuerdo que, en determinado momento, mi hijo Jonathan me dijo: Mamá quiere escribir el libro porque quiere tener éxito o porque es una historia que debe ser contada. Mi respuesta fue inmediata, es porque es una historia que debe ser contada.

    Introducción

    Tu abuela Loida y tu madre Eunice, confiaron sinceramente en Dios. Y cuando me acuerdo de ti, me siento seguro de que también tú tienes esa misma confianza. (Timoteo 1; 5–7).

    A través de los años formé una costumbre en mi vida, y era que en muchas conversaciones hablaba lo que mi abuelita me enseñaba, con el paso de los años y platicando con una hermana en Cristo, en plena plática. Me interrumpió y me dijo: Que te lo dijo tu abuelita, pero noté enfado en ella, entonces me di cuenta de que esos comentarios o vivencias eran solo míos y de mis hermanas, de mi familia. Y debía de dejar de hacerlo con personas que no compartían mi pensar, tal vez porque ellas no tenían que compartir, porque no las conocieron, o porque las conocieron y tuvieron malas experiencias.

    Cuando empecé mi libro lo hice pensando en mi abuela, y en el mensaje para todas las abuelas, en la hermosa misión que tienen en la sociedad, dentro de la Iglesia, son distribuidoras de las semillas divinas.

    Recordando siempre que si les damos cuidados físicos es bueno, pero no debemos extenuarnos al grado de no tener tiempo para sembrar en ellos las semillas divinas.

    Hay que tener equilibrio, Dios tiene el control de nuestras vidas y nuestros descendientes, hay que seguir sus instrucciones para el apoyo espiritual, moral, social y económico, en todo podemos participar haciéndolo con sabiduría.

    Dios bendiga a todas las abuelitas del mundo, las cubra con su sabiduría y protección divina en todos sus actos de amor.

    A las conservadoras, a las modernas, a las que enseñan a cocinar, a dibujar, a las que llevan a sus nietos a las prácticas de deporte, a musicales, a clases de valet, canto, a las que gastaron el último dólar que tenían para concederles un deseo. A las que los tienen lejos, pero les hablan, les mandan cartas, aunque ellos ya prefieran textos telefónicos.

    A las que cuando los tienen cerca han preparado tiempo de calidad para ellos.

    Dios bendiga a todas las abuelitas, todas son importantes para sus nietos.

    No olvidando nunca que ya tienen la experiencia de sus aciertos y sus errores para dar adecuadamente, el consejo a sus hijos y entender que ellos también tienen el derecho a acertar y equivocarse porque ellos ya son las responsables de su educación.

    "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante de la vida y la muerte, la bendición y la maldición.

    Escoge pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.

    Hay muchas historias que deben ser contadas, de personas que con su vida han influenciado en la vida de otras personas, dejando huella para que la sigan sus hijos, sus nietos, y toda su descendencia.

    Desgraciadamente, son historias que no se cuentan, o si se cuentan poco a poco se pierden en el olvido. Gracias a Dios que hay personas que cumplen con amor su misión aquí en la tierra. Que, entre la vida y la muerte, la bendición o la maldición, escogieron la vida y la bendición, para vivirla ellos y transmitirla a su descendencia. Que reconocieron que servir a Dios es la vida y al escogerlo derramaron bendición sobre su simiente". (Deuteronomio 30, 19).

    El pasado nunca se va, le gusta esconderse en la música, la calle, en los sueños, en los recuerdos, en la vida. Lo que voy a narrar está en mi pasado y en mis recuerdos.

    Las abuelas

    Hay varias formas de llamar a las abuelas, abuelita, tita, mamá, nona, nana, yaya, abue, lala, bueli tati, baba, oma, mamá grande. Y habrá muchas formas más.

    ¿Cómo le llama usted a su abuela? De cualquier forma que lo haga, debe de hacerlo con mucho amor.

    A las mías las llamé abuelitas, mi abuela paterna se llamó María, y mi abuela materna se llamó Valentina. En lo particular me gustaría haberlas llamado mamá grande, ¿por qué? Porque eso en realidad es lo que son, mamás grandes en sabiduría y en experiencia, que al desarrollar el rol de abuela cumplen con una misión: Sembrar semillas maravillosas en sus generaciones, que terminan convirtiéndose en árboles con buen fruto.

    ¿A qué edad empecé a hablar de lo que aprendí de mi abuelita Valentina? Empecé a hacerlo a los doce años de edad, exactamente cuando ella se separó de mí en forma definitiva.

    Mi abuelita murió un 29 de febrero de 1972, era un martes aproximadamente a las 3:00 pm., a la edad de 90 años. Fui testigo de su muerte, de la preparación de su cuerpo, y de su sepultura.

    La tarde que regresamos del cementerio entendí que ella jamás volvería, entre al cuarto donde ella tenía su cama (que compartíamos), y un baúl con sus pertenencias. Al entrar, me encontré en una escena incomprensible para mí.

    Era la misma cama de barrotes de hierro, el mismo colchón de lana, el baúl de piel en color café claro, sábanas blancas, un cobertor en colores azul y gris, las paredes pintadas en color verde pastel, y su inseparable cruz de madera en el respaldo de su cama.

    Todo estaba en su lugar, hasta el gato gris llamado Micifuz, estaba sobre el tapete debajo de su cama, aguardando por ella.

    Sobre su almohada, perfectamente doblado estaba un pequeño lienzo blanco que ella usaba sobre su cabeza; entonces me golpeó el dolor de la realidad; A ella jamás volvería a verla. Entonces tomé el lienzo blanco y lo guardé en su baúl: el baúl de los recuerdos.

    Ese baúl y sus pertenencias se dañaron años después a causa de una inundación, pero el lienzo se conservó y yo lo he guardado en mi baúl de los recuerdos.

    Después de ese día, solía ver a mi abuelita en un pequeño jardín que había en el patio trasero de la casa y la veía acariciando sus flores, a veces la veía sentada, leyendo sus libros de oración.

    Después dejé de verla y solo solía escucharla que me llamaba por mi nombre.

    Después dejé de escucharla y empecé a soñarla, en los sueños me contaba las mismas historias y solía darme los mismos consejos y regaños.

    Con el paso del tiempo deje de soñarla, pero nunca la olvide, muchos recuerdos quedaron en mi mente y sobre todo en mi corazón. Algunos recuerdos se han ido perdiendo que ya no sé si en verdad son un recuerdo o el recuerdo de un recuerdo.

    Recuerdos que adquieren forma a través de los recuerdos de mi madre y de mis hermanas mayores: nena y Tely bendecidas también con la vida de mi hermosa abuela que nos dejó un maravilloso legado.

    El legado

    ¿Qué legado dejaremos a nuestra descendencia? Tenemos libre albedrío, nosotras decidimos que queremos que se escribe en cuanto a nuestro libre albedrío. Dios nos dio la libertad de elegir, nos muestra los dos caminos, el del bien y el del mal. Y en su infinito amor nos deja elegir. Tomamos parte en el desarrollo de nuestra historia, como aprovecharemos nuestras bendiciones y como enfrentaremos las adversidades, la historia que será contada a nuestras generaciones.

    También podemos elegir que nuestra historia no sea transmitida porque se ha olvidado en los archivos de los personajes sin trascendencia. O que se oculte porque solo produce dolor y vergüenza. Con mi abuela Valentina fue con la que pase más tiempo, los primeros doce años de mi vida.

    Su historia, sus vivencias contadas durante el día, o por la noche antes de dormir, quedaron grabadas en mi mente, gracias a que a esa edad yo gozaba de excelente memoria y a que una anciana de más de 80 años puede repetir constantemente las mismas historias. Muchos de mis recuerdos han adquirido forma con la ayuda de mi madre, ella heredó de mi abuela el talento de la narración, y al igual que ella ha sido una excelente transmisora.

    Mi madre nunca se separó de mi abuelita, fue hija única (sus tres hermanas mayores murieron pequeñas), y mi abuelita siempre fue un miembro más en nuestra casa.

    Mis padres tuvieron 8 hijos, 4 varones y 4 mujeres, yo soy la séptima, cuando mi hermana, Paty, la más pequeña nació, yo tenía 5 años de edad, entonces pasé a dormir con mi abuelita, desde entonces y por 7 años, compartiría con ella su cama, su tiempo, sus oraciones, sus consejos, sus prejuicios y nos convertiríamos a pesar de la edad, en compañeras y a veces cómplices.

    Las abuelas tienen un rol muy importante dentro de la familia, no importa la edad siempre pueden ser buenas distribuidoras de los bienes que nuestro padre celestial nos da. Ayudando en el cuidado de los nietos e inclusive en algunos casos de los bisnietos. Aun con limitaciones se puede contribuir para que el propósito de Dios en la vida de nuestros descendientes

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