Martita, La Mujer Más Bella Del Mundo
Por Joel Moreno
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Narra la historia de Martita, una mujer inmigrante Latina, a través de los ojos de su hijo menor, quien es su sombra en vida y heredero de sus enseñanzas. Al haber experimentado una dura y larga existencia, casi en el olvido, al llegarle su último hijo a la mediana edad, Martita salta al centro del escenario con todo su carisma tan pronto como el narrador empieza a contar la historia de su madre. Sus experiencias personales la llevaron a crear sus consejos de paternidad singulares, utilizando el amor duro durante los años tumultuosos de los 1960 y más allá, en el Valle de San Joaquín de California. Escrito en lenguaje coloquial, su crónica es presentada por medio de vistazos significativos para las enseñanzas de Martita.
La historia de Martita es compleja y multidimensional. Ella es mujer, madre, amiga, curandera y persona espiritual. En el primer tablado encontramos al Narrador procesando su dolor y angustia por la muerte de su madre quien ha sido su heroína en vida y para él, la mujer más bella del mundo. De allí, se nos encamina hacia atrás por el tiempo, terminando con su nacimiento 89 años antes. Su hijo, llevado por un instinto protector hacia su madre y a veces guiado por sus sueños o la naturaleza, busca siempre iluminar lo positivo en ella. Las muchas anécdotas presentadas incluyen algunas reminiscentes, filosóficas, inspiradoras y de advertencia.
Joel Moreno
Joel Moreno grew up in the small farming community of Wasco, CA. He holds a Bachelor of Arts degree in Spanish, a Master of Science degree in Counseling and a Doctorate degree in Marriage and Family Therapy. This book is meant to inspire the reader about the tenacity of love through family and family lore even when hard times and heartbreak have transpired throughout the generations. It brings to life one charismatic woman’s wonderful presence in the world and not allow her story to be forgotten or left behind. This was a woman who utilized a tough love approach in life yet was able inspire respect and unconditional love in others. My target audience is young people, in high school or in college. This is where people are provided with an opportunity for mastery and competency of a specific subject and allows for a total transformation of the students by broadening their minds. This story could provide students with an inspirational tool from which to learn, act, and go out and shape the world with new ideas about family and a love that transcends generations. The message I am trying to pass on to the reader is that love transcends family, friends, and community and seeks to be acknowledged. Each one of us has a story to tell. I want the reader to be emotionally impacted by this love story. A love story that transcends generational family and community. I want it to be used as an ice breaker for creating discussion about family, tradition, the immigrant experience, grief and healing and love.
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Martita, La Mujer Más Bella Del Mundo - Joel Moreno
© 2019 Joel Moreno. Todos los derechos reservados.
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Publicada por AuthorHouse 11/26/2019
ISBN: 978-1-7283-3710-4 (tapa blanda)
ISBN: 978-1-7283-3708-1 (tapa dura)
ISBN: 978-1-7283-3709-8 (libro electrónico)
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Contents
- Amor Eterno -
Prólogo
Capítulo 1 Los Sueños
Capítulo 2 El Final
Capítulo 3 En Casa
Capítulo 4 Los Paseos
Capítulo 5 La Vigilante
Capítulo 6 Su Carácter Único
Capítulo 7 Al Tanto de su Prole
Capítulo 8 Recién Llegados
Capítulo 9 En Tejas
Capítulo 10 La Niña
Sobre El Autor
- Amor Eterno -
53540.pngCantar de tu belleza
no es abrazarte
Narrar mi amor por ti
no te acercará
Un corazón vacío
en mi existencia insípida
Floto sobre un desierto
¡de un millar de lágrimas!
Siempre anhelando,
eterno mi esperar
Hasta que vehemente pise
dentro mi gloria eterna
y estar contigo otra vez
Joel Moreno y López
Prólogo
53540.pngSería imposible empezar a contarles esta historia de amor sin primero derramar un millar de lágrimas al recordar a aquel ser adorado que ya pasó de este mundo al otro, y al cual dejó de festejar mi vista cuando triunfó la tierra y se la llevó para siempre en el día de su sepulcro. En esa ocasión, temblaba mi corazón de tristeza, angustia, incredulidad, y gritaba con coraje a la vez, siendo que reconocía en ese mismo instante que jamás de los jamases volvería a compartir los sentimientos cotidianos con ella.
Mis pupilas nunca volverían a deleitar la vista de aquel tesoro, aquella mujer tan preciosa que solo al ver su imagen se llenaba mi ser de orgullo, sabiendo que yo era parte de su existencia y que los tantos dones que Dios le había heredado, los practicó con mucho ánimo durante su vida y los compartió conmigo durante mi tiempo a su lado: ¡fui su mejor protegido! Nunca volverían mis manos a detener las suyas y guiarla como cuando caminábamos juntos por las playas de California durante los veranos o por el gran Desierto Mojave en los inviernos, o por las bellas ciudades del centro y sur California tales como Fresno, Bakersfield, San Luis Obispo, Ventura, Santa Bárbara, Los Ángeles y San Diego. Ni volvería nunca ya a acariciarle su cara como lo hacía cuando me sobrellevaba la emoción por el respeto y orgullo, o simplemente el gran amor que sentía por ella. Ella, quien mi corazón aseguraba ser la mujer más bella del mundo y con la cual me había enamorado desde niño. Ella, la imagen de la mujer sufrida: fuerte, aguantadora, orgullosa, y más que nada, fiel a las cosas de Dios. Ella… Mi madre.
Marta López García, hija del pueblo de San Vicente, Nuevo León, México. Nacida el 14 de febrero, en 1913. Orgullo mexicano. Nunca olvidó sus raíces ni el sufrir de su gente. Los amaba con toda su alma y lloraba mares al recordar que el sufrimiento, a veces innecesario, seguía siendo parte del trapo humano aún en el siglo presente. A la vez, sus lágrimas, por el sufrimiento del hombre en la tierra, siempre formaban un puente al mundo de la oración. Era allí donde yo presentía que existía su fuerza más potente; cuando se comunicaba con el Creador de toda la existencia, y, según ella, el que nos ha amado desde mucho más antes de los principios de los principios.
En esos precisos momentos ella siempre estaba dispuesta a cambiar lugar con el más sufrido, y cargar la cruz del prójimo para disminuir su dolor.
En ocasiones pienso que Dios la escuchaba muy pensativo y con mucho enfoque, y que sí le pasaba una partecita del dolor de algún sufrido. En parte, fue dura su vida, y en otra, fue de mucha satisfacción. Su inteligencia era algo genial. Pudiera haber sido una gran mujer en el mundo académico o político, o ¡Dios sabe qué! Sus enseñanzas sobre las cosas de la vida eran sabias y luchaba para defender al desamparado. Pero su mayor trabajo, y a resumidas cuentas, su destino mayor, fue el de ser simplemente mi madre. La persona que Dios destinó para guiarme por las tempestades de la vida, enseñarme a navegarlas como si fueran olas del océano que vienen y van; a veces con gran tormenta, y en otras ocasiones, con la gracia de una bailarina.
Doy gracias a Dios, por haberme dado el honor de compartir una gran porción de mi vida con esa criatura tan maravillosa que envió a mi escala de tiempo, y por haber sido yo heredero de su sabiduría. Claro, me imagino que nunca pudiera haber funcionado esto, si el Ser Supremo no me hubiera tocado también con el don de discernimiento, sensibilidad por los sentimientos de otros, y la pasión para amar a todo ser viviente con mi alma y corazón. Qué grandes maravillas creaste en mi existencia, ¡Oh Señor!
En fin, espero que esta historia les agrade, aunque sea un tantito, y que al leerla, puedan integrarla en su alma como una lección verídica y aspirar a entender un poco más acerca del misterio del amor eterno que nos ha heredado el Arquitecto del Universo, aquel quien nos ha amado desde los principios de los principios y promete amarnos hasta el final de los finales. Aquel, quien por su amor tan profundo a nosotros, engendró a un hijo entre la humanidad, perfecto de todo pecado, e inocente de algún crimen cualquiera, y quien aceptó la muerte más cruel de aquellos sus tiempos aquí en la tierra. Todo para que nosotros, colectivamente, tuviéramos una oportunidad de salvación eterna y la esperanza de reunirnos de nuevo en los días finales con nuestros seres queridos, y más importante aún… ¡con el mismo Padre celestial!
Así me lo explicaba esa Señora divina quien fue mejor conocida como Martita durante su larga vida. Y si algún día nos vamos a encontrar en el cielo como madre e hijo que fuimos en la tierra
, me decía, tienes que portarte bien, retirarte de las tentaciones del chamuco, pedirle fuerza espiritual a Dios para que puedas hacer obras buenas en el mundo y solo así, tú y yo, nos encontraremos juntos otra vez, y tendremos toda la eternidad para que me platiques de las obras buenas que hiciste en el mundo cuando yo ya no estaba a tu lado.
Mi corazón lloraba en silencio al pensar que algún día muy pronto nos tendríamos que desprender. Yo no entendía en esos momentos, que la Sabia me preparaba emocionalmente para esa separación. Hasta ese entonces, yo había pretendido que nuestra relación aquí en la tierra no tendría fin. Ella, a la vez, supo desde muy temprano en mi vida que yo no era como sus otros hijos. Por algún misterio de la vida o quizás simplemente por obra de Dios, yo heredé una sensibilidad emocional. Mi enfoque siempre ha sido el de atender a los sentimientos de otros, antes que los míos. De tal manera, conecté con mi madre de alma y corazón desde muy chiquillo. Ella notó que mi sensibilidad a las cosas del espíritu era muy similar a la de ella y que yo siempre buscaba manera de que haya paz entre el hombre y entender la conexión entre los vivos y los del más allá. Quizás fue por eso por lo cual, desde muy joven, acepté mi papel de protector de esa gran mujer. La acepté como mayor, sabia, maestra, mentora y madre. Pero más importante, llegué a conocer a su espíritu quien la guiaba por el pasaje de la vida. En ocasiones fue dura de carácter, especialmente cuando se enfrentaba con las tempestades de la vida, pero en otras, fue como una cucharada de azúcar para el café.
Mas ahora, al escuchar sus palabras de retiro, me puse a contemplar de manera muy seria. ¿Quién verdaderamente es esta gran mujer? ¿Cuál fue su propósito en este mundo? ¿Cumplió con ese propósito? Y, más que nada, ¿Cómo fue que me apegué tanto a ella? Lo qué sí sabía por haberlo escuchado entre tanta historia que platicaba durante su larga vida, es que ella y mi papá cruzaron la frontera Tejana por separado cuando eran jóvenes, en búsqueda de una mejor vida, y allí se conocieron. Fue entonces que Marta López se casó a los 13 años con el joven Carmen Moreno quien tenía 17, en Chapman Ranch, Texas, en 1926. Sostuvo 15 embarazos de los cuales logró 12 hijos vivos. Su tercera niña murió a los 10 meses y de los 11 que le quedaron, yo fui el onceavo. A los cuatro días de haber nacido yo, ella cumplió 42 años.
Fuimos una familia de inmigrantes y migrantes. Mis padres primero cruzaron la frontera americana y más adelante, como familia, cruzamos fronteras estatales americanas en búsqueda de buen trabajo para sostenernos.
Capítulo 1
Los Sueños
53540.pngDos Sueños
Tuve un sueño. Bueno, más bien, tuve dos. En el primero, me encontraba en una cocina no totalmente desconocida, porque al estar allí, se removía algo en mi memoria que me causaba sentir que yo había estado aquí en otro tiempo. Contenía una estufa de porcelana blanca, no muy moderna pero funcional y de buen tamaño para lo que parecía ser una casa chica. Había dos puertas, una de salida al patio y la otra daba rumbo hacia adentro del hogar. Al asomarme rápidamente hacia fuera, vi un jardín espectacular con muchas flores de todo tipo. Qué amor le tienen a ese jardín, pensé. Adentro, vi la vajilla guardada en su lugar en la despensa sin puertas y noté que consistía en una colección de platos y tasas misceláneas. Al verlos, recordé mi juventud, cuando acompañaba a mi madre a las tiendas de artículos de segunda mano para comprar vajilla como esta. Todo lo que me rodeaba en esa cocina era placentero para mi vista. Aunque se notaba la escasez, no reflejaba pobreza, más seguridad y orgullo por parte de quien vivía aquí. Todo se veía limpio y en orden. Solo falta ver un calendario de esos que regalaban en las tienditas de mi niñez, pensé, para sentirme totalmente en casa. Pero aquí no había calendarios.
Finalmente, mi vista se fue hacia una mesa chica rectangular de madera con dos sillas hechas de lo mismo. Sobre ella, estaban dos tazas con dibujo de flores amarillas, como en espera de un buen café. En ese momento y por medio del aroma que llenaba el aire, mi atención se fue rumbo a la estufa donde vi tortillas de harina recién hechas, una olla de frijoles, también recién hechos, un sartén de nopalitos con chile colorado y una cafetera tipo antigua que hervía con su contenido. Cerca, estaba un frasquito de café instantáneo. Me empezó a entrar un poco de temor porque de repente, todo se empezaba a sentir mucho muy familiar. De pronto, oí una voz que me estremeció el alma al instante. ¡Joel, ya llegaste! ¿Por qué te habías tardado?
Al voltear, vi que entraba una persona por la puerta interior. Por un momento, me congelé por el impacto de oír esa voz tan conocida y ver la cara de aquella mujer que resplandecía como la de un ángel bajando del cielo quien se presentaba ante mí. Todo parecía ser surreal. ¿Qué te pasa? ¡Hasta parece que has visto un fantasma!
me dijo. ¡Mamá!,
le respondí casi a grito abierto. ¿Eres tú?
¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!, ¿pues a quién otra esperabas?,
me contestó. ¡Ay Joel, cómo te has hecho gracioso!
¡Mamáááá!,
seguí diciendo, y, con mi alma llena de emoción, la abrazaba como para nunca soltarla jamás. Ya suéltame,
me dijo, no me vayas a matar. ¿Pues qué traes tú ahora? ¿Por qué tan amoroso? ¿Qué has de querer?
Madre mía
, le contesté. ¡Cómo te he extrañado! ¡Ni te imaginas lo que sufro al no verte en mi vida!
¡Válgame, Joel!
me respondió. ¿Por qué dices eso? Si no me ves es porque no has venido a visitarme. Aquí estoy, como siempre. Esperando a que vengas a darme la vuelta. Mira, ya está el agua pa’l café. Siéntate, pa’ tomarnos una taza y platicar. Para que me expliques porqué vienes con esas lágrimas tan profundas. Más tarde comemos.
Ay mamá
, le dije, desde que te fuiste, siento una tristeza tremenda. Hay veces camino y ni sé qué rumbo llevo. María, mi pobre esposa, ha de creer que ya me volví loco por completo.
Pero, Joel, ¿por qué dices que me fui? ¿A dónde? Si aquí estoy en el mismo lugar de siempre.
Mamá
le dije, te estoy hablando en serio, ya no juegues conmigo. Tú ya estás muerta y yo sé que este es solo un sueño.
¡Ja, ¡ja, ¡ja!,
respondió. ¡Dizque ahora me tienes por muerta! Ay, Joel. ¿De dónde sacarás tanta cosa? Y más importante, ¿por qué? ¿Ya te cansaste de mí, o qué?
¡No!,
le contesté. Al contrario, ¡quisiera tenerte ante mi vista para siempre! Pero tú te moriste en el mundo y me dejaste. Una vez, cuando yo era niño, me prometiste que íbamos a estar juntos para siempre, y no fue cierto. Cuando moriste, yo me quedé para tristear por tu ausencia el resto de mi vida. Y cómo lo ves, por el momento estoy encantado al encontrarte de nuevo, pero sé que tengo que despertar de este sueño, regresar al mundo de los vivos, y dejarte aquí.
Todo esto se lo decía yo con el llanto por encima. No pude contener mis emociones al haberme encontrado de nuevo con ella. Mas pronto entendí que soñaba. No había otra manera de explicarlo. Ella, muy preocupada, me abrazaba con la misma ternura de siempre y me consolada como cuando era niño. Ay, Joelito. Todo está bien. Mira, aquí estamos los dos como siempre y yo te veo muy despierto, no dormido.
Pues sí
le contesté, pero yo sé que este es el mundo de los sueños, un mundo de ilusión, y al despertar en mi cama, regresaré a la realidad.
¡Vaya!,
dijo. ¿Y por qué tiene que ser ese mundo la realidad y este la ilusión? ¿No vaya a ser que traigas las cosas al revés y este sea la realidad y el mundo en donde esperas despertar, la ilusión?
Mamá,
le respondí, tú siempre la sabia. Hay algo muy lógico en lo que me sugieres, voy a considerarlo.
Convivimos por un buen rato, yo platicando de tanta cosa que experimentaba durante el tiempo desde que ella se alejó, y, ella como siempre, explicándome que Dios trabaja de manera misteriosa, y que me enfocara en el presente. Nunca nos hemos separado
me dijo, aquí estoy como siempre. Ya viste, lloramos, nos reímos, nos amamos como madre e hijo, y la vida sigue igual. Ven a verme cuantas veces quieras. Esta es tu casa como siempre la ha sido.
Y al decir ella eso, desperté. Pero ya no con la misma tristeza de antes, sino con una alegría renovada en mi corazón. No está muerta, pensé, ¡sigue viva en mis sueños!, y para ella, ¡esa es la realidad!
Algunas semanas después, en mi segundo sueño, me encontré en la misma cocina de antes y con la misma cafetera en la estufa, con el agua hirviendo. Mas ahora en la mesa había mucho pan dulce mexicano y un montón de tazas. Parecía ser día de fiesta. También estaban varias mujeres agrupadas allí, platicando. Cuando me vieron, exclamaron todas, casi al unísono, ¡Joel! ¡Ya llegaste! Eran mi madre y sus hermanas Goyita, Nieves, Jesusita, y Chavela. Todas habían estado sentadas alrededor de la mesa platicando, bebiendo café acompañado del pan dulce. Cuánto gusto sintió mi alma al ver a todas aquellas bellas mujeres que amé en vida y seguiré amando en espíritu para siempre. ¡Pásate, Joel!,
exclamaba mi madre. Mira, aquí están tus tías. Todas vinieron a verme y estábamos con la esperanza de que tú también llegaras.
¡Mis adoradas!,
exclamé. ¡Qué gusto verlas de nuevo!
Y nosotras también, hijito, ¡qué alegría en verte!
respondió la tía Nieves. ¿Cómo has estado?
Bien tía, ¿y usted?
le contesté. Pues aquí como ves, hijito, estamos de fiesta.
Así es,
confirmaron las otras. Todas empezaron a hacerme preguntas; A ver, ¿qué noticias nos traes de tu familia? ¿Cómo están todos tus hermanos? Hace mucho que no sabemos de ellos. De ti, pues tu mamá nos platica que vienes muy seguido a visitarla.
Pues sí, mujeres,
interrumpió mi madre, ¡solo que ahora Joel anda con la novedad de que todas estamos muertas!
¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!, respondieron las hermanas en unión.
¿Cómo que muertas, Joelito? Preguntó la tía Jesusita.
Aquí estamos contigo. ¿Ya no nos quieres o qué?
Ay hijito, continuó,
quizás ya estás aburrido de tus tías tan necias.
No le respondí.
Las voy a querer hasta el final de los finales. Ustedes fueron la alegría de mi alma, pero ya me dejaron solo en el mundo de los vivos y solamente puedo verlas en el mundo de los sueños.
¡Vaya!, interrumpió la tía Goya.
¡Este cabrón! ¡Ya se convirtió en mago! ¡Dizque anda viajando de mundo en mundo! ¡Ja!, ja!, ¡ja!
Así es, le dije.
Pero por ahora, soy el hombre más feliz porque estamos juntos otra vez. ¡Las amo, mis queridas! Y nosotras a ti, respondió la tía Chavela. Tú siempre has sido muy bueno no solo con tu mamá, sino con nosotros también.
Fue entonces que vi entrar a tres hombres a la misma cocina. ¡Miren!,
exclamaron las tías casi al unísono otra vez. Ya llegaron nuestros hermanos.
Y al decirse eso, vi entrar a los tíos Valente, Goyo, y Tano. ¡Tíos!,
grité con la misma alegría en mi corazón. ¿Cómo están?
Bien hijo,
respondió el tío Goyo. ¿Y tú?
me preguntó. Bien,
le contesté. Pues platícame,
dijo, acerca tu familia y lo que has hecho últimamente.
Así nos la pasamos lo que para mí