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El Hombre Que No Sabía Amar: Triunfó El Amor
El Hombre Que No Sabía Amar: Triunfó El Amor
El Hombre Que No Sabía Amar: Triunfó El Amor
Libro electrónico159 páginas2 horas

El Hombre Que No Sabía Amar: Triunfó El Amor

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Información de este libro electrónico

Todos mostramos nuestra mejor sonrisa para aparentar una falsa alegra, pero nadie sabe a ciencia cierta lo difcil que esto puede ser cuando llevamos en el alma demasiadas heridas, que nos desangran por dentro a causa de traumas ocasionados por diferentes razones: mal tratos, vejaciones, violaciones o tal vez violencia domestica.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento27 sept 2011
ISBN9781463310547
El Hombre Que No Sabía Amar: Triunfó El Amor

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    El Hombre Que No Sabía Amar - Manuel Tovar

    Copyright © 2011 por Manuel Tovar.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2011916744

    ISBN: Tapa Dura              978-1-4633-1031-8

    ISBN: Tapa Blanda           978-1-4633-1053-0

    ISBN: Libro Electrónico   978-1-4633-1054-7

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    364408

    DEDICATORIA PARA TODOS LOS QUE SUFREN

    La idea de este pequeño proyecto, y que cuenta la historia de una pareja de inmigrantes que la vivió, fue planeada con la esperanza de que algunas sino muchas personas que sufren por situaciones que han sido traumatizantes, encuentren alivio al sufrimiento callado que hace que el dolor sea constante, encontrando el bálsamo que calme ese dolor a través de la comunicación Divina, al aceptarnos como somos y no como quisiéramos ser, al perdonar a los que nos hicieron daño y anteponiendo nuestro amor a todo deseo de venganza, lo que nos hará vivir alejados de resentimiento y por consiguiente vivir en paz, con nuestros semejantes pero en especial con nosotros mismos.

    CONTENTS

    PREFACIO

    CAPITULO PRIMERO

    CAPITULO SEGUNDO

    CAPITULO TERCERO

    CAPITULO CUARTO

    CAPITULO QUINTO

    CAPITULO SEXTO

    CAPITULO SEPTIMO

    CAPITULO OCTAVO

    EPILOGO

    PREFACIO

    El siguiente tema es la historia de dos bellas personas que; en su afán de lograr el Sueño Americano se embarcaron en una aventura que está por demás decirlo, les ocasionó los mas indecibles dolores tanto físicos como morales y espirituales, haciéndoles perder el rumbo de sus vidas por un buen tiempo, hasta que a través del uso del entendimiento lógico, lograron anteponer su amor, a la vez que sus cualidades humanas para aceptarse como eran a la vez que aceptar a los demás con sus defectos y cualidades. Aunque las situaciones son explicitas, se trató de usar un lenguaje adecuado para no caer en lo vulgar.

    CAPITULO PRIMERO

    Ahora que tengo un momento de paz y reflexión, hago análisis de lo que fue mi vida en los años de mi precoz y alocada adolescencia y juventud; era muy joven pero ya quería tener acceso a las cosas que estaban permitidas a las personas mayores y con criterio definido, no es falta de modestia pues una de mis pocas cualidades fue siempre la de decir la verdad, aunque por lo general me ocasionó problemas de diferente índole, pero el motivo de mi aclaración es para contar la razón de mi precocidad: a los catorce años de edad ya tenía una inclinación a la promiscuidad y por motivo de mi estatura y fortaleza física aunado a mi bien parecido rostro era muy apetecido por las sexo servidoras, que aunque esa era su forma de sustento no vacilaban en ofrecerme sus atributos en forma gratuita.

    Esa fue una de las razones de mi adicción al sexo, pues no había un día en que no tuviera la oportunidad de acción, por lo que como reza el refrán la práctica hace al maestro y me convertí en el amante perfecto (modestia aparte). Aunque no perdía la oportunidad de ser muy aplicado también en la escuela, resulta que mis padres molestos por mi actuación me pusieron la condición de cambiar mi conducta o me mudara a otro lado, pues estaba siendo un mal ejemplo para mis hermanas y hermano más pequeños que yo.

    Por buena o mala suerte, una de las mujeres con quien mantenía relaciones (secretas) me ofreció su apoyo para que pudiera habitar en su casa; era una viuda con dos hijos pequeños (cuatro y seis años) además de muy hermosa también muy bella y trabajadora. Era Maestra de primaria, por lo que me ayudó a mejorar en mis estudios, ya que con sus conocimientos y su dedicación a enseñarme me hizo un alumno muy destacado. Aunque me doblaba la edad no era vieja, pues con sus treinta años y lo lozano de su piel, más los atributos de su escultural cuerpo, aparentaba por lo menos unos veinte o veintidós años. Vivíamos en un bello lugar llamado Ceiba, en la rivera del mar Caribe (Honduras) y en donde éramos muy felices, aunque yo no trabajaba me esforzaba por ir a pescar todos los días para que al menos hubiera una buena ración de pescado para cada uno, resulta que : cuando cumplí mis dieciocho años y después de haberme graduado de Bachiller, me di cuenta de que las posibilidades de encontrar un buen trabajo o tener la oportunidad de asistir a la Universidad eran muy escasas y fue entonces que empecé a madurar la idea de emigrar a los E.U.A.

    Para ese entonces mi benefactora ya tenia treinta y cuatro años y sus hijos ya habían crecido y constantemente teníamos escenas de celos al ver que su madre me dedicaba atenciones, por lo que estaba yo un poco decepcionado de la relación, así que empecé a salir, ya fuera al parque o a la plaza a relacionarme con personas de mi misma edad, y accidentalmente me conocí con una preciosa muchacha de aproximadamente diecisiete años de edad y con la cual congeniamos de maravilla, empezando una relación amistosa pero que se fue volviendo algo más que eso con el tiempo. Ella una mujercita de unos cinco diez de estatura, de amplias caderas y abultados glúteos, piernas bien torneadas y angosta cintura, largo y ondulado pelo negro, el perfecto óvalo de su cara lo decoraban unos hermosos ojos verdes, de largas y curvas pestañas, su naricita respingada y una llamativa boquita de labios gruesos y sensuales que era decorada con dos filas de hermosas perlas (por dientes) de sus pequeñas orejitas pendían unos aretitos que la daban el toque final, para luego al bajar la vista se encontrara uno con unos hermosos y macizos pechos que hacían despertar el morbo al pensar en su cuerpo de piel bronceada por el sol tropical. Dalila se llamaba, siempre radiante de alegría y con su mirada sugestiva y coqueta que hacía que cualquier hombre volteara a verla, aunque después los ignorara con el látigo de la indiferencia.

    Bien, al cumplir los dieciocho años mi cuerpo había sufrido algunos cambios, era más alto (unos seis pies) y mas atlético, mi piel era blanca pero bronceada, mi pelo ondulado y castaño, mis ojos azules y mis facciones muy varoniles, barbado y de pelo en pecho y un perfil más bien Europeo (ya que mi madre había sido producto de un marinero Francés y mi abuela nativa). Había conseguido trabajo en una de las gasolineras del pueblo pero no me acostumbraba a la idea de perder mi tiempo allí, por lo que platicando con Dalila le conté de mis inquietudes que no diferían mucho de las de ella, por azar del destino una tarde no pudimos contener nuestros impulsos animales y caímos en una de las más grandes experiencias, fue que al hacerla mía descubrí que yo era el primer hombre en su despertar sexual, fue algo maravilloso pues siempre había estado con mujeres de amplia trayectoria, por lo que esa situación me sublimizó de tal forma que me sentí obligado moralmente a reparar su dignidad de mujer, le sugerí que al día siguiente iría a pedir su mano pero ella no aceptó, al contrario, me pidió que nos tomáramos nuestro tiempo y que ya habría oportunidad de hacer algo al respecto.

    Y empezó una relación en la que nuestro hambre por el placer de tenernos el uno a la otra no nos dejaba quietos, pues al nada mas oscurecer nos dirigíamos al sitio en que nos olvidábamos de que existiera alguien más que nosotros, nos enfrascábamos en un intenso y frenético cuerpo a cuerpo, en donde la energía de nuestra juventud aunada a nuestro creciente amor, llenaba de energía todo nuestro derredor formando un campo que mistificaba nuestra unión. Se había vuelto un vicio o algo parecido, pues yo no estaba contento si no tenía la oportunidad de estar a su lado, aunque fuera solo para beber el néctar de su deliciosa boca, para acariciar su delicada piel o estrujar sus hermosos y macizos pechos, para deslizar mis manos por su oloroso cabello, las que iban bajando cadenciosamente hasta depositarse suavemente en sus abultados glúteos.

    Era un desasosiego cuando no estaba a su lado, por lo que las relaciones sexuales con mi benefactora de nombre Rosaura, habían caído en un impase tenso y monótono, por lo que haciendo un gran esfuerzo entablé una plática aclaratoria con tan buena persona. Esa noche y después de que los niños se habían acostado empezó mi aclaratoria: quiero que me dejes hablar y que analices bien todas las cosas que voy a explicar: primero; quiero que comprendas que aunque yo te quiera, tal vez sea una afección de agradecimiento y eso no es amor, segundo; que te agradezco infinitamente la oportunidad que me has dado de compartir conmigo todos tus conocimientos académicos para que saliera adelante en mis estudios, al mismo tiempo que me diste albergue y alimento cuando más lo necesité y no vacilaste en brindarme tu amor y tu cuerpo para saciar mis instintos sin pensar en las consecuencias, además de inculcarme buenas costumbres y principios religiosos. Sé que aquí no tengo muchas posibilidades de salir adelante, así que he decidido marcharme hacia los Estados Unidos en donde por lo menos hay mucho trabajo . . . no me dejó continuar, empezó a sollozar amargamente, me cogió de las manos y suplicante me dijo: no te vayas André, por favor te lo suplicó sabes que eso me provocaría la muerte, sabes cuánto te quiero . . . por favor no seas cruel . . . dime qué quieres que haga, pues por ti soy capaz de todo, hasta de dar la vida si me lo pides.

    No podía soportar el sufrimiento de Rosaura, pero tuve que ser enérgico y después de secar sus lagrimas le prometí que no me olvidaría de ella y que en cuanto estuviera en una buena situación económica la mandaría traer, la bese y al sentir su tibio cuerpo entre mis brazos no pude olvidar tantas noches de lujuria y devaneo y caímos en una apasionada noche de placer, de besos enloquecedores, de caricias intensas y orgasmos electrizante que tenían un triste sabor a despedida, de un adiós que estaba provocando que mi alma se estremeciera por el desasosiego de mi desagradecimiento. La verdad no sabía si el destino me daría la oportunidad de verla nuevamente, pero me había hecho la promesa de ayudarla económicamente para que así sus hijos pudieran también salir adelante, en la misma forma en que yo me gradué gracias a su ayuda.

    Me levanté muy temprano y después de darme un revitalizante baño empecé a arreglar mis cosas, un par de mudadas completas y una bolsa para la espalda (Back pack), ella no podía disimular su tristeza y por momentos no podía contener su llanto por lo que se metía al dormitorio a sollozar, sus hijos que ya se iban para la escuela le preguntaron, ¿Qué tienes mamá? Y ella aún con las lágrimas en los ojos alcanzó a decir . . . nada, váyanse que van a llegar tarde. Me partía el alma verla en tremenda situación, pero ya tenía hecho mi plan y no había modo de cambiarlo, me acerqué para decirle adiós pero ella componiendo su actitud me invitó a tomar el desayuno antes de partir, estando yo a la mesa me preguntó: ¿con quién te vas?, como si presintiera mi infidelidad y supiera de mis planes en su totalidad, pero yo con mucha argucia le dije que me iría solo. No sé si creyó o no mi respuesta, pero al final de todo . . . me dijo adiós con un suave y maternal beso deseándome suerte y dándome su bendición.

    Oh destino, caprichoso destino que te empeñas en jugar con la vida de los hombres, tú que eres un tramposo y embelesas a cualquiera, te pido por lo que más quieras que te alejes de mí y me dejes jugar mi suerte. Quería que no fuera el destino el que marcara mi ruta, sino que la suerte estuviera a mi favor en el largo camino que me había propuesto, así que pasé por el lugar donde supuestamente me estaría esperando Dalila y la que después de avistarme se encaminó a mi encuentro para dirigirnos a la parada del autobús. Le pedí a Dalila que se sentara unas filas atrás, pues tenía el presentimiento de que Rosaura se podría aparecer para cerciorarse si de verdad viajaba solo, aunque ya no tenía mucha importancia por lo menos quería que se quedara menos herida en sus sentimientos, pues consideraba que no se lo merecía.

    Y mis presentimientos tenían algo de cierto, pues unos minutos antes de que el autobús saliera con destino a la frontera con Guatemala apareció Rosaura oteando por las ventanillas del autobús y al divisarme se introdujo en el mismo (autobús) y dirigiéndose a mi me entregó un escapulario y una bolsita de plástico conteniendo algún dinero, me conmovió pero no pude hacer nada más que agradecerlo, me cogió nuevamente de las manos y me pidió que me cuidara y que le escribiera en cuanto llegara, lo que le prometí ceremoniosamente. Se bajó y esperó a que el autobús partiera, todavía recuerdo sus ojos llenos

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