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La revelación de los más pequeños
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La revelación de los más pequeños
Libro electrónico194 páginas2 horas

La revelación de los más pequeños

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¿Cómo reaccionamos ante situaciones que nos descolocan? Las circunstancias que nos hacen salir de nuestra zona de confort suelen revelar nuestra identidad más profunda. Este es uno de los mensajes que regala el testimonio de este libro. La autora, con valiente sinceridad, vuelca su alma en estas páginas, en la que comparte con el lector el fruto de sus experiencias: "He llegado a la conclusión de que estamos hechos con un set de habilidades y deficiencias. Esta composición es importante porque necesitamos las habilidades para avanzar y las flaquezas para mantenernos conectados y pedir ayuda. Es en nuestras debilidades que Dios puede terminar su creación y proveer para nosotros, muchas veces a través de nuestros hermanos.
"Les comparto mi misión que nació cuando mi madre me eligió como madrina de Mariana, mi hermana menor que nació con síndrome de Down. La misma misión que me confirmó el papa Francisco cuando pidió que recemos para que los discapacitados mentales reciban el amor y la ayuda para vivir una vida digna. En obediencia, vengo a contarles como se me ha revelado Dios en mi vida, gracias a mis dos hijas que nacieron con retardo mental. Por qué Jesús dice que nacieron así para que se manifieste la obra del Padre."

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 mar 2015
ISBN9781311351982
La revelación de los más pequeños
Autor

Maria Lia Ruete

Born in Montevideo, Uruguay, as a second daughter of Enrique Ruete and Estela Toucon.Proud of her little country with the slow pace and the respect for the little pleasures of life and the bounty of nature.Raised and nationalized in Argentina. Developed the love for the Holy Spirit in the sign of the wind. Buenos Aires, inspirational, encouraging, sweeping.Fell in love at an early age and grew to build a family and a personal history with Jose Aberg Cobo. In our wedding vows we included a verse of the Bible that reads: Wherever you go, I will go. Wherever you sleep, I will sleep. Your people will be my people. Your God will be my God. Those words have fully come alive in our matrimony keeping us moving from one place to another. We were blessed with seven children: Dama, Aline, Maggie, Mia, Tessie, Juanjo and Palita. Each one teaching us new ways to thank the Lord!Raising them I develop a passion for storytelling. They have develop the content of my stories, I only have to let the world know all what I was learning.

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    La revelación de los más pequeños - Maria Lia Ruete

    Prefacio

    El Papa Francisco nos propuso que anunciemos la Palabra del Señor en nuestras vidas.

    Hay una gran verdad que se desenmascara y tiene que ser proclamada.

    El amor es más fuerte que cualquier adversidad o discapacidad, la diversidad nos hace especiales, nos ayuda a unirnos y nos enriquece.

    Antes de inventar cualquier cuento, tengo que contar el mío y mostrar el misterio que se me ha revelado.

    De eso se trata este libro, iré desplegando los rostros de familiares y amigos, cuyo dolor ha sido camino.

    Con esta misión me gustaría mostrar como mis dos hijas discapacitadas me han enseñado a apreciar la vida de una manera más amplia. El nacimiento de Palita y su diagnóstico de síndrome de Down me llevaron a padecer un duelo que sacudió toda mi existencia. Me tomó por sorpresa porque yo creía que no le temía al síndrome de Down, sabía de qué se trataba gracias a mi hermana menor, a quien tenía totalmente aceptada, sin ningún problema…

    Pero la realidad de ser madre es muy diferente del rol de hermana. El proceso fue más intenso porque puso al descubierto y me llevó a admitir el esfuerzo y el descontento que el atraso de Tessie me estaba provocando.

    A medida que fue transcurriendo el tiempo, mi mirada se fue transformando de una mirada delatora, que denunciaba la diferencia o la discapacidad, a una que sabe apreciar el valor del desafío y el crecimiento que trae de la mano. Que sabe apreciar a la persona más allá de sus diferencias. Empecé a ver la belleza y la dulzura de mi hija y el miedo se fue esfumando. Por esto no me puedo quedar callada.

    Pido perdón a todos mis buenos amigos y familiares que he involucrado y quedan vulnerables a lo que escribo aquí. Tal vez, en el proceso de descubrir mis miserias y mostrarlas a la luz, los he expuesto a ustedes también; tratando de desinhibirme los he dejado desnudos al público. Espero que el sacrificio valga la pena, porque este público son todos nuestros hermanos, cazadores de tesoros divinos, que tratan de aprender a amarse mutuamente como nosotros.

    Que la Misericordia Divina nos redima del dolor de mirar directamente a nuestras limitaciones y la Divina Providencia nos aloje en el Reino de Amor en ese lugar cercano a sus hijos predilectos, los más pequeños, los discapacitados.

    Me doy cuenta también que ser muy optimista puede ser una ceguera ante la propia parte oscura. El problema es la ceguera ante las propias sombras y, al mismo tiempo, tender a ver y mostrar las sombras de los demás.

    He llegado a la conclusión que estamos hechos con un set de habilidades y deficiencias. Esta composición es importante porque necesitamos las habilidades para avanzar y las flaquezas para mantenernos conectados y pedir ayuda. Es en nuestras debilidades que Dios puede terminar su creación y proveer para nosotros, mucha veces a través de nuestros hermanos.

    Son las situaciones más extremas las que nos llevan al abandono. Cuando ya no podemos seguir adelante porque las condiciones superan nuestras fuerzas, es cuando logramos abandonarnos realmente a las manos de Dios y depositar en él todas nuestras preocupaciones.

    Por esta razón les ofrecí a mis amigos y a mi familia que colaboraron en estas páginas, contando cómo Dios se ha revelado a ellos. Para que todos podamos experimentar el eco del amor, dirigido a los más pequeños y que impacta a todos los demás a su alrededor.

    Reconozco que en el proceso de revelar mi historia personal y mirar cómo Dios me ha tocado y me ha llevado con tanto cuidado, se ha incrementado mi fe en Él. He participado de la misa con un corazón ansioso, hambriento de su Palabra y su alimento.

    El señor me ha sorprendido… hablándome a través de mis vecinos.

    En cada capítulo he elegido la frase que se me ofreció mientras escribía. Este texto no es fruto de una investigación, intenta ser testimonio de los regalos del cielo que alumbraron mis días.

    Mientras me preguntaba si debería estar en oración me di cuenta que he pasado todo este tiempo de descubrimientos en frecuente conversación con mi Maestro. ¡Gracias Señor por ser tan bueno conmigo! ¡Con todos nosotros! ¡Gracias por ayudarme a compartir las manifestaciones de tu misericordia inmensa!

    ***

    Capítulo 1

    De la sorpresa a la bienvenida

    Has fijado los poderes de las cuatro esquinas de la tierra para que se crucen. Me has hecho cruzar el buen camino y el camino de las dificultades, y en el lugar que se cruzan, este lugar es santo. Black Elk

    Cuando yo tenía catorce años mamá me eligió como madrina antes del parto, en su quinto embarazo.

    ¡Estaba emocionada! Creo que, cuando se está orgánicamente preparada para procrear aún siendo adolescente, es muy bueno verse a cargo de una menor; la tendencia actual de postergar la maternidad hasta pasados los treinta años nos deja demasiado tiempo para focalizarnos en nosotros mismos, entonces desarrollamos miedo y aversión a dedicarle la vida a otros.

    Me sentí elegida, señalada para una responsabilidad que asumía con orgullo. Quise estar al lado de mi madre y pedí permiso para asistir al parto. No sabía lo que iba a suceder y cómo ese día marcaría nuestras vidas. El bebé llegaría en febrero.

    Mientras tanto, durante enero, pasaríamos las vacaciones familiares en Punta del Este. En los largos días, de sol abrasador, elegíamos las playas donde encontrarnos con amigas y amigos; las chicas tomábamos sol con un ojo cerrado, espiando con el otro a los chicos mientras jugaban una tocata, rugby de playa.

    Fue ese año que, mi amiga Luli, nos invitó a una gran fiesta en un salón del edificio donde vacacionaba con su familia; había tres varones por cada chica, ¡eso era una gran fiesta para nosotras! Esa noche conocí a José, me salió al cruce en el camino al salón con su ¿Querés bailar?... Él ya estaba por irse porque el lugar estaba abarrotado y no había tenido suerte hasta el momento. Esta era su última oportunidad… Más tarde, hubo un apagón total, en medio de la oscuridad José se quedó parado a mi lado y su presencia me confortó, sintiéndome protegida y segura. Salimos del salón y conversamos un rato hasta que nos fuimos.

    Dos días después hubo otra fiesta, cuando me acerqué al lugar, ya en el portón encontré a José otra vez, parecía que me estaba esperando… En lugar de entrar a bailar nos quedamos fuera, sentados en una piedra laja que balconea sobre el jardín con sus palmeras, el resplandor plateado de la luna dejaba todo bañado de encanto. Hablamos de todo un poco y llegamos a abordar nuestros dolores y esperanzas. Descubrimos coincidencias en nuestras vidas, los dos teníamos un grupo de formación en Schoenstatt y pertenecíamos al mismo club de tenis. Después pasamos a las historias familiares, y José me contó que había perdido a su padre en un accidente el verano pasado y yo le conté que iba a ser madrina pronto.

    Casi sin darnos cuenta pasamos todo ese tiempo conociéndonos y descubriendo que éramos muy compatibles. Casi cuando la fiesta finalizaba, José me invitó a bailar… fue entonces que me sentí tan atraída por él que esa misma noche me dije: ¡Este es el indicado! No lo voy a dejar ir. Es amable y buenmozo y realmente quiero escribir mi historia con él.

    Me sentía capaz de curarlo de sus penas y descubrí que yo tenía mucha ternura y que él se la merecía. Me gustaba que fuese tan buen estudiante y deportista, un jugador de rugby fuerte, con muchas habilidades. Es todo un galán. Bien parecido y agradable al mismo tiempo. Tiene una sonrisa permanente y manos grandes y pesadas. Diestro de físico y de corazón sensible.

    ¡Ay, Dios mío! has sido tan bueno conmigo. Me hiciste encontrar una fuente de amor que le da sentido a todo mí ser desde tan temprano y lo has mantenido abundante por treinta y tres años ya. Esta corriente magnética sigue fluyendo y nos hace sentir por siempre jóvenes, como la primera vez. Bendito seas Dios de amor por hacer el amor humano tan fuerte y perseverante y por revelarte tan plenamente en nuestro matrimonio.

    Cuando volvimos a Buenos Aires, inventamos excusas para juntarnos y seguir saliendo.

    Febrero se terminaba y estábamos preparándonos para el principio del año escolar, disfrutando los últimos días de vacaciones, repartiendo la residencia entre la ciudad y nuestra casa en Pilar. El 28 mi madre tenía una visita al ginecólogo que terminó en la sala de parto y nació Mariana, no presencié el parto… todo fue tan rápido!

    Yo estaba en Pilar, y mi padre vino a buscarnos para llevarnos al hospital a conocer a nuestra hermana. ¡Estábamos muy excitadas! Pero algo no encajaba del todo. Mi padre se metió en el dormitorio de mis abuelos y cerró la puerta detrás de él. Una nube de duda y desconcierto oscureció el momento. Papá estuvo callado durante todo el viaje, y se le notaba cierto reflejo rojo por debajo de los ojos.

    El viaje se demora cuarenta y cinco minutos. No es extraño el silencio, la monotonía del camino y el ronroneo del motor, estábamos acostumbrados, casi como una característica de mi familia. Mi padre por lo general estaba concentrado en su mundo de negocios y en todos sus emprendimientos. Es un empresario exitoso, con mis hermanas lo admiramos y disfrutábamos de los frutos de su gran esfuerzo; obviamente su concentración por el trabajo era frecuente y, por otro lado, cuando compartíamos el viaje con él sentíamos que estaba lejos resolviendo los problemas de miles de familias que dependían de su toma de decisiones. Nuestras relaciones amorosas, nuestros dilemas en el colegio o con amigos no eran cosas que atrajeran su atención, su alegato de defensa es: Yo era el director de la familia y mamá la gerente general, ella tomaba la operación diaria de la familia y me consultaba en las decisiones más importantes.

    Cuando llegamos al hospital mamá estaba rodeada por sus padres y tenía a Mariana en sus brazos. Mariana era una regordeta rubioca. Nos cautivó el aroma de piel reluciente, a estrenar y la calidez de bebé.

    Después de ir pasándonos a la bebita de brazo en brazo por la ronda de las hermanas, Estelita, Lía (yo), Inés y Caro, mamá pidió a los demás que nos dejaran solas. Quería hablarnos en privado. Mis abuelos se retiraron llevando a mi padre. Nos quedamos con nuestra gerente general en el momento decisivo de su vida. Ella percibía el desafío y estaba creciendo para afrontarlo con valentía.

    El obstetra, que era un amigo de la familia, ya en la sala de parto se dio cuenta de que algo no estaba bien con la beba. Fue a la sala de neonatología y realizó una consulta con los otros doctores. Se lo encuentra a papá en el ascensor del hospital y le dice: ¡No me puede estar pasando esto a mí! (como si hubiese que consolarlo a él…) la beba no es normal, no es como un monstruo pero parece que es mongólica.

    Mi tía Gloria, como buena enfermera, había sido la primera en llegar a la visita. A mamá le estaban dando calmantes porque durante el parto se había esforzado y le había quedado un pinzamiento en la nuca. Mi padre le pidió que la excusase, y la invitó a conversar en la sala de espera; en cuanto empezó a explicarle que había sospechas de cierta anormalidad en la beba se quebró y empezó a llorar desahogándose con ella, y Gloria lloró con él. Era la primera vez que se encontraban con una discapacidad en la familia. Lo que primero sintió papá fue desconcierto, se preguntaba que habría hecho mal para recibir tremendo castigo… Todo eso había sucedido antes de irnos a buscar a la quinta.

    Mamá nos pidió que nos acerquemos y que sostengamos a ella y a la beba. Dijo que tenía que decirnos algo importante. Nos contó que los doctores estaban testeando a la beba porque estaban preocupados, creían que Mariana estaba enferma. Decían que tenía signos que no son normales en una beba y que el test iba a demorar unos días. Mientras tanto nos pidió que mantuviésemos la esperanza y nos reafirmó que aún si Mariana estaba enferma, si la amábamos y nos concentramos en hacerla feliz ella iba a estar bien y todos íbamos a estar bien. Mamá nos dijo que papá no estaba en condiciones de hablarnos porque se sentía sobrepasado por todo esto, nos propuso que tratemos de entenderlo y, otra vez, nos decía que si nos manteníamos unidas íbamos a fortalecernos y lo íbamos a ayudar a recuperarse del shock.

    Había tensión en el aire, podríamos haber cargado una dínamo llena de energía de la adrenalina que corría por nuestros cuerpos, invadiendo nuestros cerebros. La determinación de mamá era firme y tozuda. Estaba tomando el toro por las astas y nunca lo iba dejar escapar. Sentí que se hacía cargo y que crecía su fortaleza cada segundo. Se puso en la posición de un entrenador y congregó al equipo y nos motivó con sus palabras para el desafío de nuestras vidas.

    Esa habitación blanca del 28 de febrero de 1980 nos fijó la mente y el espíritu para aceptar la voluntad de Dios y trabajar con él, con lo que él nos diese, para construir su Reino. Un Reino donde todos tenemos un papel protagónico, todos pertenecemos y todos tenemos derecho a ser amados y ser felices.

    Todos deberíamos ser bienvenidos al mundo y se nos debería dar la oportunidad de demostrar que nuestra vida tiene sentido y agrega valor a las vidas de los demás. ¡Cómo nos enseñan y nos dan valor los niños con síndrome de Down! Son maestros de ternura y satisfacción. Una vez que ajustamos nuestras expectativas a lo que ellos pueden alcanzar, nos sorprendemos constantemente por lo fácil que es sentirse pleno.

    Como hace un buen entrenador, así Dios nos marca el camino, nos pone en el humor adecuado, nos da el primer impulso para avanzar y nos pone la meta para alcanzar nuestros objetivos. Para mí fue natural sostener a Mariana con firmeza y llevarla a donde yo fuese. Ella es mi hermana, pertenece a mi familia y tiene los mismos derechos que yo. Se la presenté a mis amigas y tomé esta responsabilidad con entusiasmo y mucha esperanza. Sentí que era un gran desafío y me emocioné de estar involucrada. Mi primer confidente fue José. Lo llamé y me senté con él para compartir mis novedades. Fue un gran apoyo para mí y sentí que podía contar con él, me respaldó desde el principio. José con sus manos generosas y su sonrisa amplia, su naturaleza amable y sus hombros fuertes podría ayudar, yo podía

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