Prometí no contarlo: Criando a un niño transgénero
Por Cheryl B. Evans
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Acompaña a esta familia en la transición de su hijo de femenino a masculino. Poderoso, crudo e íntimo, Prometí no contarlo es un libro que todo ser humano debe leer: un registro LGBT genuino, intenso e inolvidable que nadie se debe perder.
Prometí no contarlo es para cualquier persona que quiera aprender sobre la transición de una persona transgénero. Es invaluable para un padre, madre, pariente o amigo de una persona transgénero o de alguien que está en conflicto con su identificación de género.
La autora y su marido criaron a sus hijos bajo el lema "pueden hacer lo que quieran y ser lo que quieran en la vida", sólo que nunca se imaginaron que lo que su hija menor quería más que nada en el mundo era ser niño. Esta historia profundamente personal, contada desde la perspectiva de Mamá, es sobre el descubrimiento del hijo que nunca supieron que tenían.
Esta historia real está escrita de una manera tan maravillosa que, a través del recorrido íntimo de esta familia, visita los mayores problemas que enfrentan en la actualidad los miembros de la comunidad transgénero. Este libro lo comparte todo, con la esperanza de hacer la diferencia en este mundo tan duro y cruel con las personas transgénero.
Ganador de la Readers' Favorite medalla de bronce 2017 (versión en inglés)
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Prometí no contarlo - Cheryl B. Evans
Contenidos
Prometí no contarlo: Criando a un niño transgénero
Dedicatoria
Introducción
PRIMERA PARTE: Dichosos los ignorantes
Capítulo 1: Dos hijas hermosas
Capítulo 2: Maestros y desconocidos
Capítulo 3: Un esfuerzo para amoldarse
Capítulo 4: Un grito de auxilio
SEGUNDA PARTE: La búsqueda de la verdad y el conocimiento
Capítulo 5: Salud, doctores y hormonas
Capítulo 6: Una nueva realidad
Capítulo 7: Y Dios, ¿qué piensa?
Capítulo 8: Digno de apoyo
Capítulo 9: Un nuevo amanecer
Capítulo 10: ¿No será lesbiana?
TERCERA PARTE: Un recorrido de autodescubrimiento
Capítulo 11: ¿Por qué soy transgénero?
Capítulo 12: Salud mental
Capítulo 13: Etapas en la transición
Capítulo 14: Una segunda cirugía
Capítulo 15: Nueva identificación: desafiando a la burocracia
Capítulo 16: ¿Qué baño usar?
Capítulo 17: Otro duro golpe
CUARTA PARTE: El camino a recorrer
Capítulo 18: Otra cirugía
Capítulo 19: El juego de las citas
Capítulo 20: Mirando hacia el futuro
Capítulo 21: Algunas reflexiones finales
Capítulo 22: Agradecimientos
Recursos útiles
Glosario
Reconocimientos
Sobre la Autora
Prometí no contarlo
Criando a un niño transgénero
Escrito por Mamá
Cheryl B. Evans
Traducido por Mariana Horrisberger
Prometí no contarlo: Criando a un niño transgénero
Escrito por Cheryl B. Evans
Copyright © 2017 Cheryl B. Evans
Todos los derechos reservados
Publicado por Cheryl B. Evans - Ontario, Canadá
www.writtenbymom.ca
Ningún fragmento de este libro podrá ser utilizado, copiado o reproducido en forma alguna sin permiso escrito, excepto en el caso de citas breves en artículos de revisión o crítica.
Publicado por primera vez en 2016 (Edición en inglés)
Catalogación en publicación de Bibliotecas y Archivos de Canadá
Esta es una obra de no ficción.
Los nombres han sido modificados para preservar la identidad de la familia.
Primera edición en español 2017
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por Mariana Horrisberger
Babelcube Books
y Babelcube
son marcas registradas de Babelcube Inc.
Dedicatoria
Le dedico este libro a mis dos maravillosos hijos. Ustedes me inspiran y me ayudan convertirme en una mejor persona. Ser su madre me ha dado mucha alegría, incluso en los momentos más desafiantes. Ustedes son los mejores seres humanos que he conocido en mi vida y me siento bendecida por ser la persona a quien llaman Mamá. Los amo.
Prometí no contarlo
Criando a un niño transgénero
Escrito por Mamá
Introducción
Imagina que acabas de tener una beba hermosa y saludable. Cuando te la entregan por primera vez, la miras, tu bebita perfecta. Envuelves su manito diminuta con la tuya, te maravilla cuán pequeña y perfecta ella es. La tomas en tus brazos, le das un delicado beso en la frente y sientes cómo se te llenan los ojos de lágrimas de felicidad. Has esperado nueve largos meses para conocer a tu pequeña niña, y estás encantada porque finalmente está aquí. Has elegido cuidadosamente un nombre para tu hija. Llamándola suavemente por su nombre por primera vez, sientes un vínculo inmediato. Simplemente la adoras.
Durante las semanas y meses siguientes, la vistes, la alimentas, la bañas, le hablas y la abrazas de todas las maneras posibles. Tu corazón está lleno de amor por tu hija y comienzas a visualizar la vida extraordinaria que tiene por delante. Mientras la acunas en tus brazos, observas esos deditos perfectos, su espléndido rostro, sus ojitos llenos de asombro, y te preguntas: ¿qué hará cuando crezca?
, ¿cómo se verá?
, ¿se casará y tendrá sus propios hijos?
. Hay tantas posibilidades. Se comienzan a formar imágenes en tu mente a medida que visualizas la vida que tu bebita podría tener algún día, pero ninguno de esos escenarios, ni uno, te prepara para lo que está por venir. Imagina el golpe inesperado que significa descubrir que tu hija no es tu hija después de todo. Lo que estás a punto de leer es la historia real de nuestra familia sobre cómo descubrimos el hijo que nunca supimos que teníamos.
Cuando comencé a escribir esto inicialmente, lo hice sin ninguna intención de publicarlo. Lo consideraba mis más íntimas y privadas sesiones de terapia. Esto me permitió poner mis pensamientos en papel sin temer ser ridiculizada o juzgada. Me permití estar sensible y expresarme con honestidad desde mi corazón; a veces derramando algunas lágrimas a medida que iba escribiendo.
El recorrido de nuestra familia no siempre ha sido fácil. Los altibajos emocionales que pasé fueron agotadores. Era como estar atrapada en una montaña rusa: estaba asustada y emocionada al mismo tiempo. Deseando que se detuviera, al menos por un minuto, para poder recobrar el aliento. Trasladar mis miles de pensamientos y sentimientos al papel me ayudó a aceptar lo que estaba sucediendo. Había tanto por aprender, por reconocer y por comprender. Toda esta historia, que registré a lo largo de casi tres años, me llevó de la ignorancia a la aceptación.
Mi familia, en especial mi marido y mis dos hijos, son todo para mí. No hay nada que no haría por ellos. He aprendido mucho sobre mí misma y sobre cada uno de ellos durante el transcurso de esta historia. Lo más importante que aprendí fue que el amor, la paciencia y el tiempo realmente sanan.
A lo largo de este recorrido, me familiaricé con las dificultades que muchas personas transgénero enfrentan, a veces en manos de completos desconocidos y otras veces en manos de sus propias familias. En ocasiones, nuestra sociedad parece ser ingenua y cruel en cuanto a la aceptación y el trato hacia personas transgénero. Saber que estos problemas existían fue lo que me llevó a considerar compartir nuestra historia con el mundo. Después de pensar que esta historia podría llegar a ser publicada, comencé a escribir sobre las problemáticas más generales. Me rehúso a creer que la intolerancia, el odio y la discriminación triunfarán, pero reconozco que si historias como la nuestra no son contadas, no podemos esperar que los demás comprendan.
El problema principal, en mi opinión, es la falta de comprensión de lo que significa realmente ser una persona transgénero. Espero que, cuantas más historias se compartan, podamos como sociedad ser más comprensivos, más compasivos, y más tolerantes. Si compartir esta historia tan íntima puede hacer la diferencia, al menos para una sola persona o una sola familia, entonces habrá valido la pena contarla. Si esta historia puede ayudar a cambiar algunas de las miradas negativas que la sociedad tiene hacia la comunidad transgénero, entonces estaré agradecida por haber tenido el coraje de escribirla. Si esta historia puede llegar a tu corazón y dejar al menos una pequeña marca en tu alma, entonces habrá valido la pena. Si luego de leer este libro sientes que tienes un conocimiento más amplio de lo que significa ser una persona transgénero, entonces este libro ha cumplido su propósito.
Nuestros nombres verdaderos han sido modificados en el libro. Hacer eso me permitió compartir la historia de mi familia contigo sin romper la promesa que le hice a mi hijo cuando prometí no contarlo
. Ahora sí, te confieso nuestra historia…
Con cariño,
Cheryl B. Evans
PRIMERA PARTE
Dichosos los ignorantes
C A P Í T U L O 1
Dos hijas hermosas
Desde que era pequeña supe que quería ser mamá. Tenía veintiséis años cuando nació mi primera bebé, una hermosa y saludable bebita. La llamamos Mariah. Cuando Mariah ya estaba en camino me prometí a mí misma que iba a hacer lo que fuera necesario para poder quedarme en casa con ella. Para hacerlo posible, renuncié a mi trabajo luego de que terminara mi licencia por maternidad. Dejar atrás el mundo corporativo para convertirme en una mamá ama de casa es una decisión que jamás me arrepentí de haber tomado.
Mi marido, Jim, me dio todo su apoyo y trabajó duro para mantener a nuestra familia y hacer realidad mi sueño. En retrospectiva, me doy cuenta de que fue una bendición haber podido quedarme en casa para cuidar de Mariah. Siempre atesoraré los recuerdos de aquellos años en los que estábamos solas, ella y yo, la mayor parte del tiempo. Mariah era una niña increíblemente brillante, cariñosa y alegre, y ser su mamá era lo que más amaba en el mundo.
Salíamos a pasear todos los días, a veces al parque, para explorar el mundo exterior y disfrutar el aire fresco. Leíamos todo el tiempo, algo que hacíamos juntas incluso desde antes de que ella naciera. Además de los cuentos de la hora de la siesta y de la hora de dormir, siempre encontrábamos algún momento durante el día para leer otra historia más. Creo que habremos leído Buenas noches, Luna
y Siempre te querré
unas mil veces cada uno. Bueno, tal vez no unas mil veces, pero sí muy a menudo.
Siempre reíamos y jugábamos mucho, y cuando creció un poco, comenzamos a hornear galletas y pasteles juntas. También le organizaba citas de juego con otros niños de su edad que se repetían regularmente, incluso luego de que comenzara el preescolar. Tal vez Mariah no recuerde aquellos primeros años de su vida tan nítidamente como yo, pero creo con todo mi corazón que ese tiempo ayudó a convertirla en la persona maravillosa que es hoy.
Pasaron casi cuatro años para que mi marido y yo estuviéramos preparados para recibir a nuestra segunda hija. Una fría mañana de invierno llegó al mundo la hermanita de Mariah, Jordan, y era perfecta de la cabeza a los pies. Habíamos sido bendecidos con otra bebé saludable. Nuestra primogénita estaba encantada de ser hermana mayor y era muy buena en ese rol. Me ayudaba a cada paso, como toda una pequeña mamá. ¡Estaba tan orgullosa de Mariah! Era una excelente hermana mayor.
Jordan era una bebé muy feliz. Todas las mañanas se despertaba con una sonrisa gigante en su rostro, siempre entusiasmada para recibir el nuevo día. Rara vez hacía berrinches y se entretenía jugando sola o con su hermana. Las dos se llevaron muy bien desde el inicio. Me mantuve expectante por si surgía la típica rivalidad entre hermanas, pero nunca llegó. Eran simplemente dos niñas felices.
Claro que había momentos en los que Mariah intentaba acaparar mi atención y la de Jim como un juego, buscando siempre estar al frente de la cámara. ¿Quién podría culparla? Había sido hija única por los primeros cuatro años de su vida. Mariah puede haberse sentido celosa algunas veces por tener que compartir el protagonismo con una hermana menor pero aun así era una mejor hermana mayor de lo que yo jamás podría haber soñado. Lo cierto es que Mariah daba trabajo de vez en cuando, pero tenía muy buenos modales. De hecho, cada vez que íbamos a algún lugar recibíamos comentarios sobre lo bien que se comportaba. Pero Mariah tenía mucha energía y a veces se me hacía difícil seguirle el ritmo. Eso sí, nada me impedía disfrutar cada minuto que pasábamos juntas.
Cuando era pequeña, Mariah era tímida y le costaba comunicarse con desconocidos. Jordan se mostraba segura de sí misma y desenvuelta y se relacionaba fácilmente con las personas, incluso con aquellas que nunca había visto antes. En casa, eran prácticamente lo opuesto. Mariah era la más animada de las dos y revoloteaba por la casa como una abejita atareada. Rebosaba de energía, saltando y cantando por todos lados. Con sus muñecas favoritas siempre cerca. A Jordan, en cambio, la veíamos a menudo entreteniéndose sola, jugando en silencio o dibujando. Y también estaban los momentos que yo más amaba presenciar: Mariah y Jordan alegres, divirtiéndose juntas, ya sea jugando a las escondidas o corriendo por el jardín. Verlas jugar y escucharlas reír: esos eran los momentos más adorables para mí.
Me sentía la persona más feliz del mundo. Estaba casada con mi mejor amigo, un hombre a quien admiraba y respetaba, a quien todavía respeto y admiro. Teníamos dos hijas hermosas que literalmente iluminaban mi vida y, juntos, éramos la familia tradicional que siempre había soñado. Todo parecía ser como debía ser.
No pasó mucho tiempo hasta que Jim y yo comenzamos a notar que nuestras dos hijas eran mucho más diferentes de lo que pensábamos. Nuestra hija mayor, Mariah, amaba el rosa y el púrpura, las muñecas Barbie, hornear galletas, jugar a disfrazarse y hacer todas las cosas típicas de niñas. La hermana menor de Mariah, Jordan, en cambio, amaba el azul, las gorras de béisbol, los carritos de juguete, y sólo jugaba con las muñecas Barbie con su hermana si podía ser Ken. Cuando creció un poco, Jordan tendió a relacionarse más con los niños que con las niñas. De hecho, sus mejores amigos siempre eran varones. Solían andar en skate, jugar a la pelota o al ejército y construir fuertes. Ella quiso incluso coleccionar e intercambiar cartas (¿recuerdas Yu-Gi-Oh?) y así lo hizo. Ningunas de estas actividades le interesaban a su hermana mayor.
Nuestra hija mayor Mariah amaba la danza y tomaba clases de diferentes tipos de baile, pero su hermana menor Jordan no compartía ese amor. Cuando Jordan tuvo la edad suficiente la inscribimos en las clases de baile con Mariah, pero las detestó. Luego de la primera clase, lloraba y decía que quería dejarlo. Jordan no quería participar en la danza y nos suplicaba insistentemente que la inscribiéramos en karate y básquetbol. Jim y yo apoyamos la originalidad de cada una y con mucho gusto las inscribimos en estas actividades extracurriculares diferentes. Ambas se destacaban en las clases que habían elegido por sí mismas. Éramos padres orgullosos y asistíamos cada clase que podíamos.
Cuando Jordan tenía más o menos tres años, inventó una canción que decía algo así: Sólo llámenme Jake, sí, Jake, ese es mi nombre, ese es mi nombre. Mi nombre es Jake y tengo ropa interior de niño grande en mi cajón, ¡sí!
. Nos reíamos tanto. Era una especie de celebración para contarle a quien quisiera escuchar que el entrenamiento para dejar los pañales había finalizado y, como dice el comercial, ahora soy un niño grande
. No nos llamó la atención en aquel momento. Era una tonta e inocente canción que nuestra pequeña hija "tomboy" solía cantar parada en una pequeña banqueta roja en el medio de nuestra sala de estar pretendiendo sostener un micrófono.
Jordan también compartía su nombre falso Jake
con otras personas, como mi prima Leanne. Si bien tengo varios primos, ninguno es tan importante para mí como Leanne. Leanne y yo hemos sido muy unidas desde pequeñas y la considero una hermana. Pasaba mucho tiempo en nuestra casa en la época en que mis hijas eran pequeñas y en muchos sentidos fue como una segunda madre para ellas. Leanne me decía que le parecía extraño que Jordan, cuando jugaba, se refiriera a sí misma como Jake. Leanne decía que había llegado a pedirle que la llamara Jake en lugar de Jordan algunas veces. No teníamos idea de dónde había salido ese nombre. Ni siquiera conocíamos a nadie llamado Jake. Tal vez era el nombre de algún personaje de esas caricaturas que Jordan y Mariah solían mirar. Honestamente no tengo idea.
Leanne era una parte importante de nuestras vidas y tanto Mariah como Jordan desarrollaron vínculos fuertes con ella. No había nadie, además de mis padres, que nos transmitiera a Jim y a mí tanta confianza en el cuidado de nuestras niñas como Leanne. Cuando Mariah tenía siete años y Jordan tenía tres, Leanne tuvo la idea de que las niñas me sorprendieran con un regalo especial. Era normal que se llevara a las niñas por algunas horas o un día completo, por lo que