Pensamiento Infantil: Solución Adulta
Por Cristian Noriega
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De qu lado vas a jugar?
Cristian Noriega
Cristian Noriega era un adulto como cualquier otro hasta que un día de verano se quejó de calor y recordó que de niño no sabía lo que era sentir calor. En ese momento comenzó a cuestionarse por qué el adulto vive su día tan afanado mientras que el niño hace de él toda una aventura. Fue así como el pensamiento infantil encontró la solución adulta. Marién E. Caraballo Maestra de Yoga/ Artista
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Pensamiento Infantil - Cristian Noriega
Copyright © 2015 por Cristian Noriega.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2014909328
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-8516-3
Tapa Blanda 978-1-4633-8518-7
Libro Electrónico 978-1-4633-8517-0
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.
El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.
Fecha de revisión: 16/01/2015
Palibrio
1663 Liberty Drive, Suite 200
Bloomington, IN 47403
Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847
Gratis desde México al 01.800.288.2243
Gratis desde España al 900.866.949
Desde otro país al +1.812.671.9757
Fax: 01.812.355.1576
519831
ÍNDICE
Agradecimientos
Del prólogo a mi historia
Capítulo 1: Solución alterna: nuevo conflicto
Capítulo 2: Optimismo infantil vs. Pesimismo adulto
Capítulo 3: El error de la experiencia
Capítulo 4: Obstaculizando nuestra mente
Capítulo 5: El carácter del niño
Capítulo 6: La llegada del Sol
Capítulo 7: Buenos días; una nueva aventura
Capítulo 8: Planes a corto y largo plazo
Capítulo 9: El rol del seré
Capítulo 10: Malicia inocente
Capítulo 11: La facilidad de creer
Capítulo 12: Personalidad intermitente
Capítulo 13: La temida expectativa
Capítulo 14: Desarmando el eslabón
Capítulo 15: Rompiendo esquemas
Capítulo 16: El eterno Peter Pan
Capítulo 17: Escribiendo nuestra propia historia
Biografía
Dedico este libro a Dios por inspirarme un pensamiento infantil que halla la solución adulta. A mi madre Ivette, quien me enseñó a no creer en la rutina y por último al Cristian de nueve años, quien es protagonista de este libro y a quien siempre trataré de imitar.
Agradecimientos
No solo bastó convertirme en niño para crear este libro. No fue tan sencillo como escribirlo. Fueron años de trabajo, revisión y corrección. Intensos y agotadores, pero necesarios para poder encontrar a todas las personas que hicieron que Pensamiento
fuese posible. Quiero agradecer a todas las personas que no dudaron ni un segundo en que este día llegaría.
Gracias Rosa Mabel por ser la guerrera que eres. Gracias por ver lo mejor de mí y siempre pensar que este mundo es el mejor lugar para vivir. Gracias Edgar por escuchar mis histerias de niño adulto mientras tomabas tu café de las tres. Gracias por el apoyo fiel y por reservar el espacio de este libro en tu torre de papel. Gracias Denise por no querer leer el libro hasta que fuese oficial. ¡Ya puedes leerlo oficialmente!
Gracias Christian Ortiz, por tu paciencia y peculiar sentido del humor. Gracias por ser parte de las mil y una noches que atravesamos para poder decir que valió la pena. Gracias Ruth Thorne por aquella conversación en donde comenzó todo. Gracias por haber compartido la misma llamada telefónica, donde la musa tocó a mi ventana cuando me quejé de calor. Gracias Marién Enid por haber sido la primera persona en leer este libro y por tu colaboración. Gracias Maribelis por las consultas nocturnas. Gracias a todos los que han contribuido directa o indirectamente en la publicación de Pensamiento
. ¡Gracias Zulma! Gracias por tu disposición y corrección de este libro. Te agradeceré siempre por ser parte de este proyecto y haber tomado la ruta alterna como te recomendé. Gracias a Jaime por haberse unido al equipo corrector. A Vicente y a Palibrio por la oportunidad de convertirme en autor.
También tengo que agradecer a varias personas que habían llegado a mi vida desde mucho antes de Pensamiento
. Personas que han estado en momentos cruciales y que son parte de mi proyecto como persona. Gracias Lila por tu apoyo incondicional, estés en el país que estés. Gracias por preguntar si hay algo nuevo cada día que hablamos y por hacerme creer que debe haber algo nuevo en cada uno. Gracias Papi, por no pensar que perdí el tiempo intentándolo una y otra vez, y por haber enviado mi correo electrónico a Palibrio.
A todos los que de alguna forma u otra conocen al Cristian protagonista de este libro y al Cristian que lo escribió. A los que menciono en este libro y por lo que aprendí de ustedes. A los que ya no están conmigo: mis abuelos, Cundo, Luis y Mamá Lena. A mi mamá. Gracias Dios porque Pensamiento infantil
es una realidad.
Del prólogo a mi historia
Quizás un niño no tiene la capacidad para escribir un libro, pero sin duda alguna, tiene todo el potencial para protagonizar el mismo. Cuando niño cada día era una nueva aventura por vivir. Cada día, por más parecido al anterior, me invitaba a hacerlo diferente. Mi manual de instrucciones de cómo vivir me llevaba del paso A de Aventura hasta el paso Z de Zambúllete. Mi escala de diversión no escatimaba si el termómetro marcaba 96 o 69 grados en la escala Fahrenheit. Incluso, mi enciclopedia de entrenamiento siempre estaba abierta a ingresar un nuevo dato interactivo. A mis nueve años crucé del prólogo al contenido de mi historia. Comencé un recorrido por ese lugar que los adultos llaman vida y el que cualquier niño naturalmente comienza a explorar. A lo largo de mi crecimiento el manual de diversión se encogió y pronto los problemas comenzaron a tener más adaptaciones que soluciones. Fue ahí cuando entré en la etapa final de mi niñez y el joven se resignó en creer que pronto sería un adulto.
Hace muchos años corrí libremente con mi hermana y unos vecinos por un callejón bañado en arena. Estábamos descalzos y no podíamos contener la emoción al ver que nos aproximábamos al mar. Habíamos llegado a la playa luego de un semestre drenado por la escuela. Mi mamá iba detrás de nosotros con la madre de mis vecinos. Éramos libres y felices. El mar nos invitaba a meternos en él, mientras que el viento aumentaba la emoción de aquella tarde. Hoy día, si volviera a aquel viejo callejón y corriera por él, estoy seguro que no encontraría la misma magia que el niño de nueve años encontró sin buscar. Como adultos estamos pendientes de cómo amanece o cómo estarán las condiciones meteorológicas para hacer nuestros planes. Dependemos del cambio externo para realizar la agenda del día. Hoy me doy cuenta que el niño que fui no miraba el día ni dependía del estado del tiempo. Solo convertía la aventura en protagonista de su historia. Hoy puedo afirmar ¡Qué aburrido nos volvemos los adultos!
.
Capítulo 1
Solución alterna: nuevo conflicto
La cama está lista
Acabo de preparar la cama donde dormiré las siguientes horas. Cuando niño éste era el requisito principal para poder conseguir el sueño. Una cama deshecha y con las sábanas regadas no me daría el conforte para conciliar el sueño perfecto. No debía ser perfecto, pero si placentero para poder levantarme al día siguiente sin dolor de cuello o con ganas de hacerme el enfermo y no ir a la escuela. Era consciente de que no todos los niños de mi edad hacían la cama para poder ir a acostarse, pero al menos así me habían enseñado a mí. Como todo niño, crecí. Como todo niño cambié de pensar y de comportarme. Como todo niño dejé cosas atrás, arrastré nuevas costumbres y hábitos; y aunque no fue hasta hace poco que dejé de hacer la cama antes de acostarme, hoy la volví a hacer. La hice antes de sentarme a escribir el primer capítulo de este libro.
Cuando era niño, me gustaba hacer rápido lo que no me gustaba hacer, para luego poder disfrutar de lo que sí me placía hacer: jugar. Si me veía acorralado ante la hora de bañarme, ya no habría más remedio, entonces me metía debajo del chorro de la ducha para salir del paso. También cuando tenía tarea de la escuela, la hacía el mismo viernes para no tenerla pendiente el fin de semana. Claro, así me aconsejaba mi mamá y siempre tendía a escucharla y hacerle caso, aunque ella pudiera pensar que ignoraba el consejo. Quise volver a ser niño para poder escribir este libro. Necesité volver a ser niño para poder escribir estos capítulos. Tuve que volver a ser niño para entender cómo interpretaba las cosas siendo un niño. Pude ser niño dejando a un lado ese egocéntrico adulto que cree gobernar por tener una barba a media y estatura adulta. Esta noche preparé la cama rápidamente. Me deshice de esa carga aburrida para entrar en esa zona de aventura y diversión. No quería tardarme haciendo la cama. Era mucho mejor sentarme a escribir estas letras con la cama ya lista. Pero, ¿sabes qué? ¡Ya salí de eso! Gracias al consejo que recibí.
Si me preguntasen una cualidad que admiro de mi niñez, sería la memoria. A veces no termina de asombrarme. Recuerdo prácticamente toda mi vida desde los nueve años. Recuerdo el nombre de la persona que voló al lado mío en el primer avión que tomé para regresar de mi primer viaje a Orlando. Se llamaba Matilde y era una señora muy amable que estuvo conversando con mi mamá todo el vuelo. Recuerdo haber visto una niña con un paño en la cabeza en un restaurante en Ponce, un dos de septiembre de 2001, era la niña más bonita que había visto. También recuerdo haber asombrado a muchos compañeros de clase cuando una noche de logros apagaron las luces de la cafetería y la