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Nadie avisa a una puta: La historia de siete prostitutas contada sin tabús
Nadie avisa a una puta: La historia de siete prostitutas contada sin tabús
Nadie avisa a una puta: La historia de siete prostitutas contada sin tabús
Libro electrónico160 páginas2 horas

Nadie avisa a una puta: La historia de siete prostitutas contada sin tabús

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Un libro para dejar los prejuicios a un lado y ver los distintos caminos de mujeres que ejercen la prostitución.
La prostitución es esa persona que te cruzas en un aeropuerto y es el timbre marcado en rojo en un portal de tu vecindario. A veces invisible y a veces a la vista de todos en las mismas aceras en las que te recoges tras una noche de fiesta. La prostitución se analiza desde el tabú, el desprecio, la censura o la compasión, pero pocas veces se cuenta, sin prejuicios, la historia que hay detrás de cada mujer.
La periodista Samanta Villar corre la cortina y nos cuenta la historia de siete prostitutas: la especializada en personas con discapacidad que ve su trabajo como una función social, la joven que rota por pisos de citas en donde nunca entra la luz, la anciana del barrio chino que aún ejerce porque la administración no reconoce su trabajo, la que se enamoró de un cliente tras conocerse en un foro de Internet, la emigrante captada por las mafias internacionales, la brasileña que se prostituye en un hotel de mentira y la escort que habita un mundo repleto de lujos. Unos retratos que nos hablan de miedo, de ilusión, de amor y de injusticias.

Siete historias de un tema que a menudo conlleva rechazo, repletas de verdades y de humanidad

LO QUE DICE LA CRITICA

"En el libro ‘Nadie avisa a una puta’, Samanta Villar se acerca a la vida cotidiana de mujeres que ejercen el trabajo sexual en condiciones dispares. Narra sus historias sin prejuicios, sin transmitir ni desprecio ni compasión, y subraya tanto las situaciones de injusticia que provoca la falta de derechos sociales y laborales como las estrategias de las mujeres para mejorar sus condiciones de vida." - June Fernandez, Pikara Magazine

SOBRE LA AUTORA

Samanta Villar (Barcelona, 1975) no le teme a nada y confiesa que carece de sentido del ridículo, por eso le atraen tanto los tabúes y los estigmas, que fermentan en el miedo y el ridículo. Por eso se ha dedicado al periodismo desde que salió de la facultad (radio y televisión, informativos, reportajes de actualidad y ahora reportaje social). Por eso ha hecho mucho gonzo y se ha convertido en un referente gracias a programas documentales como 21 días y Conexión Samanta, ambos emitidos en Cuatro. Su obra Nadie avisa a una puta ha aparecido en varios medios en la prensa, como S Moda, Ctxt y Cadena Ser.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 oct 2016
ISBN9788416001422
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    Nadie avisa a una puta - Samanta Villar

    NADIE AVISA A UNA PUTA

    Samanta Villar

    primera edición:

    mayo 2015

    © Samanta Villar, 2015

    © Libros del K.O., 2015

    Sánchez Barcaiztegui, 20, escalera A, 5º izquierda

    28007 Madrid

    isbn

    : 978-84-16001-42-2

    depósito legal

    : M-15408-2015

    código ibic: DNJ

    ilustraciones y portada:

    Carla Berrocal

    corrección

    : Zaida Gómez

    A mis padres, que me educaron en la libertad,

    sin miedos ni tabúes. No os puedo estar más agradecida.

    A mis hombres.

    A mi hermano, por su nobleza.

    Al Nini. Hem crescut i creixerem junts.

    Al Raül, cada dia. Perquè amb tu tot és possible.

    ASISTENTA SEXUAL

    Como mucha gente de negocios, Montse camina resuelta por el aeropuerto de Barcelona para coger el puente aéreo. En el control de seguridad van pasando las maletas con ordenadores, papeles, informes. La suya lleva ropa interior, zapatos de tacón, pañuelos de seda. El guardia en el escáner la mira y no dice nada.

    Antes de embarcar, ha hecho dos llamadas telefónicas. Una, a sus hijos, para decirles que estará fuera de la ciudad durante unas horas. La otra, al servicio de información telefónica, para asegurarse de que la dirección del cliente es verdadera. Aunque lo hace por su seguridad, Montse cree que la imagen de inseguridad que rodea a la prostitución es un falso mito.

    —Mira lo que pasa en la sanidad, donde cada día agreden física y psíquicamente a médicos, enfermeros y celadores —argumenta—. Las situaciones de peligro existen en todas partes.

    Si Montse dejó de trabajar por las noches no fue por inseguridad, sino porque no le gustaba el ambiente ruidoso, la música a todo trapo, el humo del tabaco, las drogas y el alcohol.

    El vuelo es puntual y eso la alivia. No le gusta perder el tiempo. Nadie mejor que una prostituta sabe cuánto cuesta una hora. El cliente no irá a buscarla. En su lugar acudirá otra persona a la que le ha dado su descripción: alta, con una melena larga y morena, una chaqueta tres cuartos de cuero negro y una discreta maleta azul de cabina. Podría haber añadido que mantiene un cutis cristalino y que aparenta menos de sus 50 años. Ella dice que es porque nunca ha fumado, come bien y visita el gimnasio con regularidad, aunque tampoco descarta que se deba a su activa vida sexual.

    Al caminar por la T4 me recuerda a Jacqueline Bisset, pero a la Jacqueline Bisset que tengo en la memoria, la que vi en los años 80 en una película con Rob Lowe. Allí el personaje de la Bisset vivía un amor tórrido y secreto con uno de los amigos de su hijo.

    —Hola, ¿eres Montse? —le pregunta una mujer menuda, de unos treinta y pico años.

    —Sí, tú eres Cristina, ¿no?

    —Encantada. El coche está fuera.

    Miro las caras de quienes nos cruzamos de camino al parking. ¿Qué pensarían si supieran que Montse ha venido expresamente desde Barcelona para hacer un servicio sexual?

    A) Que va a atender a un importante hombre de negocios y que Cristina es una abnegada y discreta secretaria a lo Mad Men.

    B) Que el cliente es un político famoso que no puede permitirse un escándalo y ha enviado a su asistenta personal.

    C) Que se está organizando un Eyes Wide Shut de los gordos.

    Pero nada de lo anterior es cierto. El cliente al que va a atender Montse es un hombre discapacitado, porque es una escort especializada en estos servicios.

    —Pon que soy asistenta sexual —dice.

    Eso es lo que más me llamó la atención de ella y por eso la contacté. Pero en realidad Montse atiende a todo tipo de hombres.

    La mayor parte del tiempo lo hace en un piso del barrio barcelonés de Les Corts, donde no hay luces rojas ni juguetes eróticos a la vista. Al contrario, en el comedor hay una pila de vinilos, cedés, películas y libros. En un mueble del rincón se distingue el rosa chicle de los libros de la Sonrisa Vertical, por si alguien quiere jugar con la literatura erótica. Las persianas levantadas dejan entrar un chorro de luz natural y el aire huele a ambientador de fresa. Montse, que no se maquilla en exceso ni gasta muchas horas en la peluquería, es una persona detallista y ha creado un ambiente casero para diferenciarse de la competencia. Hasta ha prohibido fumar a sus clientes.

    —Que fumen fuera —dice tajante.

    En sus servicios, incluye un refresco, pero nunca alcohol.

    Montse sabe dónde están los límites y es consciente de lo que ha ganado con la profesión. Por ejemplo, unos estudios. Al principio pensaba que con 40 años se le acabaría el trabajo, así que quiso formarse. Se presentó a las pruebas de acceso a la universidad para mayores de 25 años y se matriculó en Ciencias Políticas con la idea de gestionar planes sociolaborales sobre prostitución. Y ahora estudia un máster por la UNED.

    Pero se equivocaba en eso de que dejaría de trabajar a los 40:

    —Seguí trabajando porque mis clientes han ido madurando conmigo. Y ahora no pienso retirarme hasta que me canse.

    A veces el negocio va tan bien que el día 15 del mes ya tiene dinero suficiente para no trabajar más. Entonces descansa hasta el mes siguiente. Si una tarde quiere ir de compras, no trabaja. Si tiene una comida con amigos que se puede alargar, no trabaja. Si necesita ir al dentista, no trabaja. Después de dos décadas en la prostitución, tiene una clientela fija que la visita regularmente —por eso les llama novios— y que sabrá esperarla un día o dos. Eso sí, cuando trabaja, tiene que mostrarse amable, cercana, simpática y cariñosa siempre, sin excepciones. Si un día no está de humor para serlo, tampoco trabaja.

    Pero lo que nunca abandona es su blog. El que la mantiene más activa es prostitucion-visionobjetiva.blogspot.com, donde ha escrito centenares de artículos, casi siempre intentando romper los prejuicios alrededor de las trabajadoras sexuales.

    Y también tiene otro blog donde se descubre su lado sexual. Montse clavando los tacones de aguja sobre la colcha. Montse con un corpiño blanco nupcial y medias de encaje. Montse con un tanga de perlas que se clava en su sexo perfectamente rasurado. Montse mostrando sus pechos. Montse ofreciendo sus nalgas desnudas. Montse arqueando la espalda exhibiendo su precioso busto a cámara. Es su escaparate y lo peculiar es que muchas de las fotos se las hacen sus propios clientes.

    —Al cliente le gusta ver las fotos que me ha hecho. Le excitan y las siente como un orgullo. He llegado a tener 2000 euros de gastos en fotografías profesionales, pero me di cuenta de que al no enseñar la cara, tampoco hacía falta esa inversión. Y a veces lo natural llama más la atención.

    Pasar una hora con Montse en su casa cuesta 200 euros —250 en hotel—, aunque ella no es de las que miran continuamente el reloj. Si el cliente es habitual, podrá quedarse un rato más. Contratar a Montse doce horas seguidas —incluyendo cena, copas, todas las relaciones que se deseen y desayuno— cuesta 900 euros. La tarifa por 24 horas son 1500 euros, viaje y gastos de alojamiento aparte. Un fin de semana entero, 2000 euros.

    Sobre sus clientes, Montse considera que se sienten solos, que la mayoría solo quiere algo de atención.

    —Yo digo que las prostitutas somos mejores que un psicólogo, porque un psicólogo no hace lo que hacemos nosotras. Nosotras les damos mucho cariño, al menos yo, porque soy de las que piensan que hagas lo que hagas, lo tienes que hacer con cariño.

    Pero donde verdaderamente Montse ejerce como algo más que un psicólogo es con sus clientes discapacitados.

    El cliente que le espera en Madrid se llama Carlos y sufre una discapacidad psíquica tan severa que ni siquiera puede moverse o hablar con claridad. Es prácticamente como un bebé. Le dan de comer, le cambian los pañales, tiene dificultades para hablar y, sin embargo, mantiene el impulso sexual.

    Al principio, Cristina no entendía cómo su hermano deseaba acostarse con una mujer si nunca antes lo había hecho. Pero los propios terapeutas se lo aconsejaron, porque a su hermano la movilidad reducida y su incapacidad para hablar no le impiden ver la televisión ni sentirse atraído por las mujeres.

    Entonces Cristina buscó en Internet, sin apoyo, sin información ni asesoramiento alguno.

    —Al principio, tenía mucho miedo —me dice Cristina—. Además es una cosa que no puedes hablar con cualquiera, porque la gente te mira mal. Puedes hablar del monitor de la piscina, del fisioterapeuta, pero no de una prostituta a la que tienes que llamar porque tu hermano necesita una relación sexual. Es muy duro. Y yo misma tenía miedo. Pensaba: «¿Cómo será esta chica? ¿Será agradable o será una tía fría? ¿Será peligrosa?». No sé, tienes muchas ideas en la cabeza que te angustian. Pero luego, cuando llamé, me pareció que Montse era una mujer muy normal. Me transmitió confianza.

    «En todo el país —explica Montse— se pueden contar con los dedos de una mano (y es poco menos que imposible contrastar el dato) las prostitutas que aceptan acostarse con hombres que tengan alguna discapacidad».

    Ya cuando empezó en el oficio, trabajando por cuenta ajena en pisos de relax, era la única entre sus colegas que atendía a un hombre con esclerosis múltiple o con síndrome de Down. Sus compañeras solían poner excusas personales, subían las tarifas a precios prohibitivos o simplemente argumentaban que no sabían atender a un discapacitado. Sin embargo, Montse había cuidado en su juventud de algunos familiares y allá donde sus compañeras veían un enfermo, ella solo veía una persona.

    —Una caricia cura más que una medicina —dice Montse—. A una persona que no recibe caricias, que no sabe lo que es el contacto sexual, le falta algo. La gente ve el morbo en la prostitución, pero no las emociones.

    Pere Font, psicólogo y director del Instituto de Estudios de la Sexualidad y la Pareja, cree que aunque las personas discapacitadas se nos presenten como seres asexuados, infantilizándolos o ignorando su necesidad sexual, sienten esa pulsión como cualquier otro. Y son numerosas las asociaciones de discapacitados que reclaman que se reconozca esa realidad y se atienda.

    En Suiza, Dinamarca, Alemania o los Países Bajos hace varias décadas que se autorizó la cobertura sexual a pacientes con discapacidad o ancianos. En su momento, la iniciativa fue contestada por los sectores más conservadores, que la consideraban inmoral. Pero el tiempo ha pasado y las costumbres también han evolucionado: ahora son las organizaciones de ayuda y protección a las prostitutas las que han asumido el papel de formadores de especialistas sexuales.

    En Copenhague, desestimando los prejuicios, un grupo de ancianos se presentó ante la dirección del geriátrico Thorup-garden para proponer la emisión de películas porno en el circuito cerrado de televisión, en lugar de las habituales que se emitían. En ese momento nació la pornoterapia y su resultado fue una reducción de la violencia y del consumo de fármacos entre los ancianos. Ahora otros asilos se han sumado a la experiencia.

    La prensa del Reino Unido sacó a la luz que se estaba financiando con dinero público el servicio de prostitutas a discapacitados. Gracias a las partidas presupuestarias del programa Putting People First, un joven de 21 años viajó a Ámsterdam con su trabajadora social para disfrutar de algo de sexo con una prostituta. Algunos políticos conservadores británicos denunciaron que aquello era un mal uso del dinero público, mientras las asociaciones de discapacitados clamaron que la atención sexual formaba parte de los derechos humanos y que estaba plenamente justificada.

    En España es la entidad Sex Asistent Catalunya la que ha abierto el debate sobre el doble tabú de la sexualidad y la discapacidad. Para ello han confeccionado el material didáctico necesario para formar asistentes sexuales. Y, según cuentan, han abierto el contacto con diversas universidades españolas

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