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Diez Reflexiones Para Cristianos En Duelo: Diez Reflexiones
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Libro electrónico106 páginas1 hora

Diez Reflexiones Para Cristianos En Duelo: Diez Reflexiones

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Información de este libro electrónico

  • ¿Eres un cristiano que ha caído en un profundo pozo de aflicción a causa de la muerte de un ser querido?
  • ¿Esa pérdida te ha llevado a cuestionar tu propia fe?
  • ¿Te has estado haciendo preguntas de este tipo? ¿Cómo puedo seguir adelante? ¿Por qué Dios me ha hecho esto? ¿Cómo pudo haberse llevado a mi ser querido?

Si este eres tú, has dado con el libro indicado.

 

En esta obra, la Dra. Pamela Q. Fernandes trata de cómo es posible permanecer en el amor de Dios y superar este invierno de dolor. En esta nueva entrega de su serie Ten Reminders, habla de los conflictos que experimentó con la fe durante su proceso de duelo por la pérdida de su padre, Richard Fernandes, y explica lo que le costó salir de la postración provocada por el dolor. Movida por la gracia de Dios, escribió un libro para ayudar a otros en su duelo, sabiendo muy bien que nunca se puede pasar página por completo y que sólo logramos la sanación depositando nuestra confianza en Jesús.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 feb 2023
ISBN9798215271681
Diez Reflexiones Para Cristianos En Duelo: Diez Reflexiones
Autor

Pamela Q. Fernandes

Pamela Q. Fernandes is a doctor, author, and medical writer. She hosts The Christian Circle Podcast and plays the piano. When she's not writing or practicing medicine, she's baking or traveling the world. She started as an author with Seoul-Mates and since then has written many romances, UNDER A SCOTTISH SKY, CINDERS OF CASTLEREA & other short stories. Pamela writes romance, speculative fiction, women's fiction, and Christian non-fiction.

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    Vista previa del libro

    Diez Reflexiones Para Cristianos En Duelo - Pamela Q. Fernandes

    Published by J & M Publishing, 2023

    Si bien se han tomado todas las precauciones en la preparación de este libro, el editor no asume ninguna responsabilidad por errores u omisiones, o por daños resultantes del uso de la información contenida aquí dentro.

    DIEZ REFLEXIONES PARA CRISTIANOS EN DUELO

    Primera edición. 24 de febrero de 2023.

    Derechos de autor © 2023 Pamela Q. Fernandes.

    Escrito por Pamela Q. Fernandes.

    Traducido por Dolors Gallart.

    Imagen de portada por Les.

    Dedicación

    ¡Jesús venció la muerte!

    Jesús resucitó.

    ¡Y también resucitaré yo!

    Agradecimientos

    Son muchas las personas a quienes debo dar las gracias por haber trabajado en este libro conmigo.

    Aunque haya sido doloroso escribirlo, doy las gracias a Dios por proporcionarme la ocasión y la voluntad de hacerlo.

    Quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que me acompañaron en distintos momentos durante los días posteriores a la muerte de mi padre.

    Mi madre, que a pesar de todo, se ha erigido ahora en la roca de nuestro hogar, convirtiéndose en las alas bajo las que buscamos refugio en ausencia de papá. Tu transformación ha sido maravillosa.

    No encuentro palabras para expresar mi inmenso agradecimiento hacia mis tíos, Victor y Neves, que nos brindaron su apoyo en los momentos difíciles.

    Las útiles manos de Jason and Lancia, Craig, Malachus, and Olanda fueron de gran ayuda en diversas circunstancias.

    Nunca podré agradecer lo bastante a mi buena amiga, Siana, por haber estado simplemente a mi lado día tras día, sin juzgar. Tú me has enseñado en qué consiste la amistad espiritual.

    Estoy muy agradecida, por su generosidad, a los sacerdotes que oficiaron el funeral de mi padre: el obispo Barthol Baretto y el padre Oscar.

    Mark, gracias por intentar ayudarme a tu manera.

    Son muchas las personas, ángeles, que me ayudaron, cuyos nombres ignoro, porque fueron sólo caras, sonrisas o voces por teléfono. No sé cómo haceros partícipe de mi agradecimiento por las diversas formas en que me sostuvisteis.

    Muchísimas gracias por esta espléndida portada y por comprender mi Visión. Gracias a Dolors Gallart por traducir este libro al español.

    A mi editor le debo un enorme abrazo por todos mis errores. Gracias.

    ¡Y a papá... te echo de menos!

    Introducción

    EN EL 2016 CONCEBÍ ya el proyecto de escribir este libro. En medio del dolor por la muerte de mi padre, el libro quería surgir desde lo más hondo de mi ser. Aunque me había planteado escribirlo casi cuatro meses después del repentino fallecimiento de mi padre, descubrí que estaba llena de odio, de rabia, de resentimiento y de confusión. Reconociendo que me encontraba demasiado aturdida por las emociones, decidí dejar a un lado la idea.

    No estaba en condiciones de escribir un libro. De cara afuera aparentaba entereza, pero por dentro, estaba destrozada, oprimida por la pena y el rencor. Era incapaz de ver más allá de mis emociones y ni siquiera podía rezar y enfrentarme a Dios, que había tenido, según mi punto de vista, la crueldad de llevarse a mi padre de esa forma, antes de tiempo.

    Estaba agresiva con todo el mundo; me encerré en mí misma. Apenas salía y no me apetecía para nada estar con gente. Todo me molestaba.

    A causa de la conmoción recibida, me desmoroné por completo, como nunca habría imaginado que pudiera ocurrirme. Me quedaba encogida en la cama, llorando hasta que no me quedaban ya lágrimas. Después, volvía a iniciar el mismo proceso. Me costaba hasta funcionar, respirar y vivir. Tenía sueños muy intensos en los que él aparecía vivo y entonces pensaba que lo que sufría era una pesadilla de la que podía despertar. Luego me despertaba y me ponía a sollozar, porque la realidad era distinta. Revivía una y otra vez aquellos últimos momentos, los minutos en que me habló en el hospital y yo salí para efectuar el pago del ingreso. (En India, a uno no le atienden en urgencias si no ha pagado.)

    Nunca olvidaré el instante en que mi madre bajó corriendo y me dijo: Dicen que es un caso de urgencia. No supe si ir a pagar o volver corriendo arriba. Mientras subíamos las escaleras, pensé que iba a salir de aquella. Tenía una fe absoluta en Dios y creía que él cuidaría de mi padre. Apenas oía las palabras que me dijo el médico... reanimación cardiopulmonar, lo peor, prepararse... y casi no podía respirar. Los miré, petrificada, mientras realizaban la reanimación, pues me habían autorizado a observar. Recuerdo que me esforzaba por aspirar el aire, con los ojos anegados de lágrimas. Yo soy médico y debería haberlos ayudado, pero era incapaz de moverme y salir del papel de espectador.

    Durante los años posteriores, he repasado un sinfín de veces lo que aconteció esa mañana. Debí hacer algo, pude haber hecho algo y no hice nada. Quizá el desenlace habría sido distinto, me decía.

    ¿Por qué no hice nada? me preguntaba, corroída por la culpa. Mi vida cambió en una fracción de segundo. No podía entender cómo era posible que se hubiera ido de un instante a otro. Los primeros días, lo veía, lo imaginaba moviéndose por la casa, oía su voz, lo veía en sueños y me imaginaba oír su característica tos proveniente de algún lugar. Era casi como si padeciera un estado de psicosis postraumática.

    Las palabras de los colegas de mi padre resonaban como un eco en mis oídos: Nos ha dejado... tu padre, Richard nos ha dejado. Lo lamento mucho. Nuestro Richard se ha ido.

    Yo lo único que quería era chillar como una loca, pero me lo guardaba todo adentro. Tenía responsabilidades y sabía que mi familia dependía de mí en aquellos momentos tan duros. Durante los dos años siguientes, me mantuve en un carril de avance lento, mientras el mundo seguía girando despacio. Estaba sola, sin nadie a quien recurrir. Mis familiares vivían el duelo envueltos cada cual en su propia burbuja, en un proceso de recuperación doloroso.

    La muerte ataca con sigilo. De repente, se presenta, lo priva a uno de su hálito de vida, y todo lo que conocía deja de existir.

    En un abrir y cerrar de ojos, a alguien se le acaba el tiempo. La persona que teníamos delante desaparece de golpe. Sea cual sea el marco, la muerte desgarra con violencia el entramado de nuestra vida, reduciéndola a jirones. 

    Durante un tiempo, no logré sustraerme al dolor aturdidor por las noches, al incesante llanto que acababa en vómitos, a la cólera y a los gritos. No quería ver a la gente ni oír sus explicaciones, ni responder por enésima vez a la pregunta: ¿Cómo te sientes?

    No me preguntéis cómo me siento, tenía ganas de contestar, porque no sentía nada. No lograba salir de ese estado de aturdimiento que se había apoderado de mí. Tenía el corazón embotado y me quería morir.

    Llamaba a las puertas del cielo pidiendo un alivio, pero Dios me cerraba esa puerta en la cara. Lo único que veía y oía era silencio, como un dolor interminable que no parecía tener fin. El Señor no me daba ninguna respuesta.

    Sinceramente, no le deseo lo mismo a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo. No querría que nadie tuviera que sufrir la aflicción del duelo. Tanto si la muerte del ser querido ha sido repentina como si se ha producido tras un proceso de enfermedad, es normal lamentarse, estar apenado y llorar, caer en el dolor como si no hubiera un

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