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Oraciones poderosas, resultados sobrenaturales: Cómo orar como Moisés, Elías, Ana,  y otros héroes de la Biblia
Oraciones poderosas, resultados sobrenaturales: Cómo orar como Moisés, Elías, Ana,  y otros héroes de la Biblia
Oraciones poderosas, resultados sobrenaturales: Cómo orar como Moisés, Elías, Ana,  y otros héroes de la Biblia
Libro electrónico182 páginas3 horas

Oraciones poderosas, resultados sobrenaturales: Cómo orar como Moisés, Elías, Ana, y otros héroes de la Biblia

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REVITALICE Y RENUEVE EL PODER DE SU VIDA DE ORACION.
 
¿Desea una vida llena de milagros y de la manifestación del poder de Dios? La Biblia está plagada de historias de presonas cuyas peticiones a Dios resultaron en grandes manifestaciones sobrenaturales.  ¡Permita que sus ejemplos le animen a orar y esperar la misma clase de resultados milagrosos!

A TRAVES DE ORACIONES INSPIRADORAS DE GRANDES FIGURAS BIBLICAS como Moisés, Salomón, Josafat, Elías, Jonás y los miembros de la Iglesia primitiva en Jerusalén, Oraciones poderosas, resultados sobrenaturales lo animará  y le probará que la oración realmente funciona, y puede verdaderamente cambiar sus circunstancias y su vida.  Cada capítulo trata acerca de una oración específica, la analiza en sus componentes primarios, y le muestra por qué esta tocó el corazón de Dios.
 
Dios es el mismo AYER, HOY Y SIEMPRE, y El continuará actuando en nuestras vidas si tan solo nos atrevemos a creer.  Su vida de oración se elevará a un nivel superior y su relación con Dios se verá alterada para siempre.  Los milagros están ahí esperando por usted.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 nov 2014
ISBN9781621369264
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    Una lectura muy edificante basado en la palabra de Dios
    Lo recomiendo

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Oraciones poderosas, resultados sobrenaturales - Mike Shreve

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Capítulo 1

LA ORACIÓN DE MOISÉS

Te ruego que me muestres tu gloria

ÉXODO 33:18

EL NOMBRE MOISÉS significa sacado. Se le dio este nombre debido a la forma en que fue rescatado cuando era bebé. El faraón había ordenado a los hebreos que arrojaran a todos los varones recién nacidos en el río. La madre de Moisés, desobedeciendo la orden, colocó a su hijo en una cesta que milagrosamente se desvió hacia el área en la que la hija del Faraón se bañaba (¡Seguramente ángeles estuvieron involucrados en ese rescate!) Cuando ella vio al niño, se apiadó de él y lo sacó del agua.

María, la hermana de Moisés, estaba cerca mirando a ver qué pasaba. De una manera muy astuta, le aconsejó a la hija del faraón que buscara a una mujer hebrea que pudiera alimentar al niño amamantándolo. A la hija del faraón le pareció una buena idea, así que María llevó a su propia madre, quien terminó recibiendo un salario por cuidar a su propio hijo (¡Que manera tan maravillosa de planificar las cosas tiene Dios!). Así que este bebé que estaba destinado a la muerte, terminó formando parte de la familia real y fue criado como hijo adoptivo del faraón. ¿No es Dios asombroso?

Moisés pasó los primeros cuarenta años de su vida en la corte del Faraón. Sin embargo, con el tiempo se vio obligado a huir de Egipto después de haber sido sorprendido matando a un egipcio que había atacado a un esclavo hebreo. Los siguientes cuarenta años los pasó en el exilio, cuidando ovejas en el desierto, hasta un día en que Dios lo llamó a regresar a Egipto para que liberara a los hijos de Israel de la esclavitud. Cualquiera que haya visto la película Los Diez Mandamientos, u otras películas que representan el éxodo de los israelitas de Egipto, podrá visualizar fácilmente la intensidad con la que Dios actuó. Después de diez plagas que habían sido profetizadas, los israelitas salieron hacia el desierto, donde Dios abrió el mar Rojo y los protegió con una columna de nube durante el día y una columna de fuego durante la noche.

Podría decirse que durante los primeros cuarenta años en la corte de Faraón, Moisés aprendió a ser algo. Durante los segundos cuarenta años en el exilio en el desierto, Moisés aprendió a ser nada. Luego, en los últimos cuarenta años, después del encuentro con la zarza ardiente, Moisés aprendió que Dios puede hacer algo de la nada (ver Heb. 11:23-29).

¿Qué motivó a Moisés a orar?

Éxodo 32 comienza con Moisés en el monte Sinaí recibiendo los Diez Mandamientos y otras revelaciones adicionales. Los israelitas, aprovechando su ausencia, caen en idolatría. Convencen a Aarón para que les haga un becerro de oro para que sea su dios, y cuando Moisés regresa después de cuarenta días de ayuno, los encuentra desnudos danzando alrededor del ídolo, en un frenesí diabólico.

(Por cierto, ¿se ha preguntado alguna vez por qué los israelitas hicieron un becerro como ídolo? ¿Por qué no otro animal que haya sido más impresionante en su aspecto? La respuesta revela una falla en su manera de pensar: La vaca es el principal animal doméstico que sirve la humanidad, así que el mensaje implícito era que querían una deidad que les sirviera, y no un Dios al que tuvieran que servir).

La reacción de Moisés incluyó tirar las tablas de piedra al piso y romperlas; quemar el ídolo, molerlo hasta reducirlo a polvo, mezclarlo con agua, y hacer que los hijos de Israel lo bebieran. Pero a pesar de todo esto Moisés mostró una gran generosidad hacia su pueblo. Cuando Dios decidió destruir a toda la nación y levantar un nuevo pueblo a partir de la semilla de Moisés, Moisés le suplicó a Dios que recordara su compromiso con Abraham, Isaac, y Jacob. Dios misericordiosamente cedió. Entonces Moisés imploró de corazón:

Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.

—ÉXODO 32:31-32

Dios le respondió: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro (v. 33). Luego, en Éxodo 33 encontramos que el Altísimo sigue deliberando sobre lo que va a hacer con los israelitas. Al mismo tiempo, Moisés, completamente frustrado con el pueblo, vuelve su corazón a Dios en adoración:

Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo. Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra? Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre. El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.

—ÉXODO 33:12-18

La respuesta sobrenatural de Dios

Aunque esta última petición de Moisés tiene solo siete palabras (Te ruego que me muestres tu gloria), provocó una extraordinaria serie de promesas de parte de Dios. De manera audible prometió:

Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.

—ÉXODO 33:19-23

Dios le respondió a Moisés dándole exactamente lo que pidió. Dios le mostró su gloria. ¡Increíble! ¡Y lo que ha hecho por uno, puede hacerlo por otros!

Cuatro puntos de poder de la oración de Moisés

Ahora dividiré la conversación de Moisés con Dios en cuatro puntos de poder para ver cómo y por qué él recibió la visitación del Altísimo.

Primer punto de poder

Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.

—ÉXODO 33:13

Moisés quería saber primero cuál era el camino que Dios deseaba que él siguiera. Quería hacer la voluntad absoluta de Dios, porque esa era la única manera en que recibiría la revelación de la naturaleza divina. Él pidió conocer el camino de Dios, pero su verdadera pasión era conocer la naturaleza de Dios.

Saber estas dos cosas sería la confirmación de que había hallado la gracia que anhelaba, sin embargo, su propósito era poder experimentar aún más la gracia de Dios. La palabra traducida como gracia es chen (pronunciado ken), que viene de la raíz chanan que significa agacharse para ayudar a alguien en un nivel inferior. Cada vez que Dios derrama su gracia se agacha en el sentido metafórico, y baja de su nivel de santidad y perfección para ayudar a la humanidad impía e imperfecta, simplemente porque nos ama.

Acción a tomar: Pídale a Dios que derrame su gracia en su vida mostrándole el camino correcto, pero dígale que su mayor pasión es conocerlo.

Segundo punto de poder

Y mira que esta gente es pueblo tuyo.

—ÉXODO 33:13

Nosotros no somos un pueblo cualquiera; somos el pueblo de Dios, y le pertenecemos. Somos la porción de Jehová (Dt. 32:9); un grupo de personas de este mundo que Él ha heredado y con quien tiene una relación especial eterna. Así que, nosotros más que nadie debemos esperar su intervención.

Acción a tomar: Dígale a Dios que entre toda la gente del mundo, usted forma parte de aquellos que realmente le pertenecen.

Tercer punto de poder

Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?

—ÉXODO 33:15-16

Moisés dejó claro que si perdían la presencia de Dios (la nube que los acompañaba de día, la columna de fuego nocturna, el fuego sobrenatural en el altar que cayó del cielo y la nube de la gloria shekiná en el arca) perderían su esencia. Eso era precisamente lo que los diferenciaba de todas las demás naciones. Básicamente estaba diciendo: Si perdemos eso también podríamos perecer en el desierto.

Acción a tomar: Déjele claro a Dios que su presencia personal en su vida es infinitamente más importante para usted que lo que Él puede hacer por usted.

Cuarto punto de poder

Te ruego que me muestres tu gloria.

—ÉXODO 33:18

La gloria de Dios es su presencia manifiesta: su grandeza, dominio, belleza, y su imponente majestad y poder. El término gloria es la traducción de la palabra hebrea kabod, que significa pesadez o peso. Ver la gloria es trascender este reino material y ser elevados hacia la esfera celestial para contemplar el esplendor sobrenatural de Dios. Esto a veces se experimenta de forma invisible e interna, y en otras ocasiones se puede observar extendiéndose hacia el mundo material. Esta gloria de Dios está mucho más disponible ahora para los creyentes en el nuevo pacto, debido a la muerte y la resurrección de Jesús:

"Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo".

—2 CORINTIOS 4:6; itálicas añadidas

Acción a tomar: Pídale a Dios que le muestre la gloria de su persona y que esta gloria se manifieste en su vida.

Mi primer encuentro con el Señor de la gloria

Yo me identifico mucho con este pasaje de las Escrituras porque me recuerda la manera en que encontré por primera vez al Dios vivo y verdadero. Así es, yo no fui siempre un creyente en la singularidad y exclusividad del Señor Jesucristo. De hecho, en algún momento me enseñaron que todas las religiones representaban diferentes caminos hacia Dios.

A principios de 1970 estaba cansado de la vida superficial que llevaba, y me sentía desesperado por encontrar la verdad. Así que decidí dejar la Universidad Estatal de Florida para estudiar Kundalinī yoga con un gurú de la India. En el otoño de ese año comencé a enseñarles la misma práctica a unos trescientos estudiantes de cuatro universidades en el área de Tampa, Florida. En cierto sentido, yo era su gurú (una palabra que significa maestro). También dirigía un ashram (lugar de meditación) de yoga, una comuna donde los devotos del yoga siguen una disciplina más intensa. Cada día enseñaba varias técnicas orientadas a lograr ese estado ilusorio al que las religiones orientales denominan conciencia de Dios.

Cada día comenzaba a las tres y media de la madrugada con dos o tres horas de meditación y el mantra (el canto de mantras), y luego diversas disciplinas de yoga durante unas doce horas. Hasta un día único y maravilloso en que rompí la rutina. Un viejo amigo me había escrito una carta contándome que había nacido de nuevo (un concepto desconocido para mí en ese momento) y que había descubierto que Jesús era el único camino para alcanzar el cielo. Inicialmente le respondí negativamente, alegando que no podía limitarme al cristianismo. Pero la carta de mi amigo no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.

Así que una mañana decidí que en vez de realizar mi rutina habitual de yoga, pasaría el día orándole únicamente a Jesús y leyendo solo la Biblia. Aunque yo no era consciente de ello en ese momento, estaba usando un método como el de Moisés. Todo el día le pedí al Señor que se revelara, usando palabras como:

"Señor Jesús, te dedico este día. Muéstrame el camino. Si existe algo así como ser ‘salvos por la gracia’, ayudarme a entenderlo. Si en verdad tú eres el único camino a la vida eterna, si realmente moriste en la cruz por mis pecados y resucitaste, te ruego que te reveles de manera sobrenatural. Manifiéstate. Dame algún tipo de señal. Te abro mi corazón".

No usé ningún método de yoga ese día. En su lugar solo invoqué el nombre del Señor, sin conocer la promesa de Romanos 10:13: "Porque todo aquel que

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