«Más que decir que la Iglesia tiene una misión, afirmamos que la Iglesia es misión. “Como el Padre me ha enviado, también yo os envío” (Jn 20,21); la Iglesia recibe de Cristo, enviado del Padre, su propia misión». Son palabras del Informe de Síntesis de la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del sínodo de obispos. El texto, aprobado por amplia mayoría, consta de tres partes y ofrece una lectura de la realidad presente y da pistas para el futuro.
En la iglesia sinodal «los sacramentos de la iniciación cristiana confieren a todos los discípulos de Jesús la responsabilidad de la misión de la Iglesia. Los laicos y laicas, los consagrados y consagradas y los ministros ordenados tienen la misma dignidad». En este contexto se habla de la misión de los laicos, que «contribuyen vitalmente a realizarla en todos los ambientes y en las situaciones más cotidianas […]. Los jóvenes, en particular, con sus dones y fragilidades, a medida que crecen en la amistad con Jesús, se convierten en apóstoles del Evangelio entre sus coetáneos».
Es importante además no clericalizarlos: «En algunas situaciones, puede suceder que los laicos sean llamados a suplir la escasez de sacerdotes, con el riesgo de que disminuya el carácter propiamente laical de su apostolado. En otros contextos, puede suceder que los sacerdotes lo hagan todo