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Tomándome de Su mano: Lecciones diarias para la mujer preocupada
Tomándome de Su mano: Lecciones diarias para la mujer preocupada
Tomándome de Su mano: Lecciones diarias para la mujer preocupada
Libro electrónico82 páginas1 hora

Tomándome de Su mano: Lecciones diarias para la mujer preocupada

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Este libro no es una receta mágica para que el dolor desaparezca, las tristezas se esfumen, el desánimo corra a 100 kilómetros de distancia; este libro es con el propósito de ayudarte a seguir adelante, tomada del Señor, es para decirte que no estás sola, que Dios está contigo, y sí en algo puede ser de bendición mi experiencia para ti y decirte que podemos salir de estas pruebas, aflicciones, angustias, tristezas, depresión y diferentes tempestades con la ayuda de Dios.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 nov 2021
ISBN9781629463070
Tomándome de Su mano: Lecciones diarias para la mujer preocupada

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    Tomándome de Su mano - Lourdes Leticia Leines

    Soy una mujer casada, sin hijos por el momento, pero con un esposo que ama al Señor y que es una bendición para mi vida. También he tenido la oportunidad de impartir clases en universidades y participar en coloquios de investigación, además de escribir artículos de investigación científica. Actualmente me dedico a lo que me gusta, que es escribir. Así que podrías llegar a pensar, si no me conoces, que soy una mujer con carácter, demasiado estudiosa y segura de mí misma. Pero la realidad, mi querida amiga, es todo lo contrario. Así como tú, también enfrento pruebas, no siempre sé qué debo hacer, y lo que he podido lograr hasta ahora ha sido simplemente por la misericordia de Dios. Día a día necesito acercarme constantemente a la fuente de vida eterna para poder saciar mi alma, y aunque no lo parezca, yo también he sufrido de depresión, tristezas, desaliento. He experimentado pruebas económicas, desilusiones y tiempos difíciles. He sentido dolor en mi corazón y las lágrimas han estado presentes.

    Si estás leyendo este libro, quizás hayas pasado por situaciones similares. Primero, quiero que sepas que no estás sola; el Señor está con nosotras. Debemos entender que Dios está al tanto de lo que pasa. Podemos confiar plenamente en Él, abrir nuestro corazón y hablarle de lo que sucede en nuestro interior, porque sabemos que Él jamás nos abandona o rechaza.

    Segundo, si tienes a alguien de confianza que pueda apoyarte, será de bendición, pero solo tú sabrás con quién puedes contar. En los momentos en que somos más vulnerables lo que menos queremos es sentirnos juzgadas o que simplemente nos digan que cambiemos de actitud, como si pudiéramos hacernos felices de la noche a la mañana. Sin embargo, a menudo el Señor trae a nuestras vidas personas que pueden acompañarnos y ayudarnos. En mi caso, agradezco profundamente el apoyo incondicional que me ha brindado mi esposo. Humanamente, solo él sabe la gran tristeza y el dolor que he experimentado, junto con la lucha espiritual que todo esto conlleva. Hasta el día de hoy, él sigue siendo esa gran bendición de parte del Señor en mi vida.

    Este libro no es una receta mágica para que el dolor desaparezca, las tristezas se esfumen y el desánimo corra a cien kilómetros de distancia. El propósito de este libro es ayudarte a seguir adelante, tomada de la mano del Señor— es decirte que no estás sola, que Dios está contigo. Escribo a partir de mi experiencia para decirte que podemos salir de estas aflicciones, angustias y diversas tempestades con la ayuda del Señor.

    Pero eso no significa que despu és de haber pasado un proceso difícil nunca más volverás a estar en esa situación. A lo largo de nuestra vida en la tierra estaremos luchando todos los días. Lo que necesitamos es aprender cómo vencer por la gracia de Dios; necesitamos saber levantarnos, recobrar fuerzas y ánimo para proseguir en nuestro peregrinaje por este mundo con la esperanza de llegar finalmente a nuestro verdadero hogar.

    Mientras estaba escribiendo este libro también tuve pruebas, situaciones difíciles que afrontar en mi vida, pero nunca estuve sola. El Señor siempre ha estado a mi lado, comunicándome Su amor. Si en algo mi experiencia puede ayudarte, espero que estas páginas sean de bendición y edificación para tu vida.

    Lourdes Leticia

    Forma, Flecha Descripción generada automáticamente

    Cuando tienes gripe o asma es muy común que la gente se dé cuenta de que estás enferma y necesitas medicamentos para reponerte. Si una amiga ve que tienes un resfriado, no te va a juzgar por estar estornudando (a menos que no estornudes con etiqueta). Si al correr te cansas y te falta la respiración por causa del asma, las personas a tu alrededor verán la dificultad que tienes para tomar aire y tratarán de ayudarte buscando tu inhalador o intentando tranquilizarte para que puedas respirar mejor. Pero, ¿qué pasa cuando el dolor que tienes está en el alma? ¿Qué pasa cuando hay una lucha en tu interior? Quieres estar feliz, quieres recobrar el sentido de la vida, pero tu tristeza es tan grande que simplemente no puedes parar de llorar.

    En primer lugar, debemos reconocer que este tipo de dolor existe. Tú y yo conocemos esa presión en el pecho, algo que está ahí, que te lastima—un dolor que desearías poder calmar con algún medicamento o con una pócima mágica que lo haga desaparecer. Sin embargo, la vida no se detiene, hay compromisos que cumplir, actividades por realizar, citas a las cuales asistir y pláticas que no se pueden posponer.

    Es en esos momentos cuando nos hemos puesto una máscara. Nos hemos presentado a la reunión acordada, hemos procurado que el dolor no se note, que la sonrisa parezca normal, y hemos aparentado que en nuestra vida todo es color de rosa. En ocasiones, incluso escuchamos los problemas de nuestras amistades, pero cuando es nuestro turno de platicar sabemos de antemano lo incomprendidas que seremos y que en caso de ser juzgadas terminaríamos en una posición aún más difícil de soportar. En momentos así, pensamos: Esto también pasará. El problema es que transcurren los días, meses, incluso años, y es posible que sigamos sintiendo ese dolor que nadie, humanamente hablando, puede ver.

    El dolor es real. En ocasiones, cuando tenía que salir, el solo hecho de levantarme de mi cama, bañarme, buscar la ropa para ponerme, maquillarme y cruzar la puerta de mi casa representaba un desafío.

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