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¿Perdonar cuando hemos sido abandonadas?
¿Perdonar cuando hemos sido abandonadas?
¿Perdonar cuando hemos sido abandonadas?
Libro electrónico51 páginas55 minutos

¿Perdonar cuando hemos sido abandonadas?

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En algún momento de la vida de toda mujer, algún sentimiento de abandono causa una profunda experiencia de dolor e inseguridad. Puede que tu padre haya abandonado a tu familia o que te haya dejado tu esposo. Independientemente de la gravedad del caso, Dios te ama y, como hija preciosa que eres ante sus ojos, desea que vivas una vida plena. Es razonable sentirte lastimada por las personas que en este mundo abusaron de tu confianza. Vivimos en un mundo caído donde es natural que el corazón sufra algún que otro moretón. Pero el consuelo de Dios es inigualable en la Tierra y este librito te guiará por los pasos necesarios para volver a tener una completa paz.

Michelle Moore relata su historia de cuando fue abandonada por su madre a temprana edad. Su madre se cambió la identidad y desapareció por casi 18 años. Sin embargo, Dios tenía un plan mayor, no solo para ella, sino también para todos aquellos que sufren rechazo y aflicción.

¿Perdonar cuando hemos sido abandonadas? incluye un estudio bíblico creado por Paige Henderson que destaca las promesas del amor de Dios para toda persona que sufre por el temor y la inseguridad. En la última sección, Sharon Kay Ball, consejera licenciada, te acompaña en los pasos del duelo y te ayuda a rehacer tu vida por medio de sugerencias prácticas y aconsejamiento bíblico.


At some point in every woman’s life, a feeling of abandonment causes deep-rooted pain and insecurity. Maybe you’ve experienced a father leaving your family, or a husband who walked out on you. No matter the extremity, God cares for you and wants you to feel completely satisfied as his precious child. It’s okay to have heartache over the people in this world who have misused your trust; this fallen world has its fair share of bruises to the heart. But God has a comfort like nothing else on earth, and this booklet will guide you through the steps to feel complete peace once again.

Michelle Moore tells her story of having been abandoned by her mother when she was young. Her mother changed her identity and disappeared for nearly 18 years. But God had a bigger plan for her - and for all those who suffer rejection and hurt.

Abandonment to Forgiveness (Freedom Series) includes a Bible study by Paige Henderson that highlights God’s loving promises to all who suffer from fear and insecurity. In the last section, licensed counselor Sharon Kay Ball, walks you the steps of grief and rebuilding your life through practical advice and biblical counsel.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2014
ISBN9781433684234
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    ¿Perdonar cuando hemos sido abandonadas? - Michelle Borquez

    la vida.

    Capítulo 1

    La historia de Michelle

    Michelle Moore

    Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.

    Lucas 11:4

    Cuando tenía catorce años, mi madre se cambió la identidad y luego me abandonó. Durante casi 18 años, no supe si estaba viva o muerta. Este abandono fue lo más doloroso que jamás me haya sucedido, y dejó secuelas durante muchos años. Inmediatamente después de su partida, me convertí en la carcasa de la niña que había sido. Devastada por el dolor, el temor y el vacío, mi vida me resultaba completamente ajena. Mi madre y yo habíamos tenido una relación muy estrecha. Estaba divorciada de mi padre y era mi mejor amiga. Y, entonces, me dejó. No podía hablarle. No podía escribirle. No tenía idea de dónde había ido ni por qué.

    Acostada en la cama me decía a mí misma: ¿Tan terrible soy? Hasta las madres de los asesinos y los violadores visitan a sus hijos en la prisión. Mi madre me abandonó. Se levantó y se fue. ¿Tan horrenda seré?

    Reflexionaba una y otra vez en qué podría haber hecho que fuera tan malo y me culpaba por su decisión. Mi autoestima se desplomó y toda clase de inseguridades aparecieron con más fuerza. Mi padre tampoco fue de mucha ayuda. Cuando mi madre se fue, mi abuelo me pidió que esperara un mes antes de contactar a mi padre, pero antes del mes, ya me habían mandado a vivir con unos tíos en otra ciudad.

    Muy pronto, entendí con claridad que aquel hogar no era un lugar en donde quisiera quedarme. Sin embargo, cuando le pregunté a mi padre si podía vivir con él, me respondió con excusas, diciendo que ahora tenía «una nueva familia» (mi madrastra y su bebé de tres meses). Me preguntó si no podría quedarme donde estaba. Mis propios padres no me querían. Mis tíos pensaban que era una carga. ¿Quién más iba a quererme?

    Mi autoestima se desplomó.

    El abandono es horrible. No podía rele­gar esta realidad al fondo de mi mente y actuar como si no importara. No podía fingir que nunca había sucedido. Después de todo, siempre había algo para recordarme lo que me faltaba: el Día de la Madre, las fiestas familiares. Mis amigas tenían madres. Había madres por todas partes, menos la mía.

    La gente que me rodeaba no podía entender el profundo dolor que tenía. Por fuera, parecía estar perfectamente bien. Por dentro, pedía ayuda a gritos. Al sentir que nadie comprendía mi dolor, quedé aislada y sola. Podía estar en una habitación llena de gente, pero me sentía la persona más sola del mundo.

    Deseaba que mi madre estuviera allí conmigo.

    Durante los 18 años en que mi madre estuvo ausente, hice lo imposible por encontrarle sentido a su ausencia. Final­mente, comencé a construir mi vida sin ella. Crecí, pero cada logro, cada hito en mi vida iban acompañados de una nube negra, porque mi madre no estaba allí para verlos. La graduación de la escuela secunda­ria, la boda e incluso los nacimientos de mis hijos estuvieron ensombrecidos por la ausencia que se había convertido más bien en una herida abierta en mi corazón. Cuando nació mi hijo menor, Carson, lloré; no con lágrimas de gozo por su llegada, sino de desesperación porque deseaba que mi madre estuviera allí conmigo. Como simplemente había desaparecido de mi vida, no había podido hacer un corte con el pasado. El «no saber» me llenaba de temor, preocupación y dolor

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