Plenitud luego del divorcio

Por Michelle Borquez, Sharon Kay Ball y Paige Henderson

Cuando el divorcio hace que te sientas como un paciente de cirugía a corazón abierto sin anestesia... ¿adónde puedes ir para recibir cuidado intensivo por divorcio?

Plenitud luego del divorcio presenta historias de mujeres iguales a ti, mujeres que han pasado por una tragedia que no querían... y pudieron recuperarse. La escritora Sharon Kay Ball te promete: vivirás, reirás y volverás a amar. Ella conoce lo mal que te sientes. Acompáñala en su travesía de recuperación cristiana tras el divorcio. Sobrevivirás como lo hizo ella y obtendrás un increíble aconsejamiento sobre el divorcio para que algún día puedas brindar esperanza a otras.


When divorce has left you feeling like an open-heart surgery patient without the anesthetic, where can you go for divorce care?

Divorce to Wholeness (Freedom Series) has stories from women just like you-those who have been through a tragedy they did not want, and found recovery.  Sharon Kay Ball promises you this: you will live, you will laugh, and you will love again. Walk through Christian divorce recovery with these women who know how terrible you feel. You will survive just like they did, and gain incredible divorce advice to one day give hope to others.

• Idioma: Español
• Editorial: BH Publishing Group
• Fecha de lanzamiento: 1 oct 2014
• ISBN: 9781433684258

Vista previa del libro

[www.fellowshipofthesword.com].

Capítulo 1

La historia de Sharon

Sharon Kay Ball, psicoterapeuta

Siempre creí que la vida era una especie de océano y que yo era una surfista. Lo único que tenía que hacer era escoger la ola correcta, mantener el equilibrio y dejarme llevar por la ola de mi vida, que siempre me conduciría a buen puerto. Lo que decidí ignorar fue que las tormentas pueden venir sin aviso en el océano, y que debajo de la hermosa superficie azul verdosa acechan tiburones, rayas, medusas venenosas y otros peligros que quieren llevarte al fondo.

Crecí decidida a ser una buena niña. Si hacía todo bien, era como subirme a la ola correcta. Mientras no moviera la tabla de surf, permanecería en lo alto de las olas de la vida. La existencia sería tranquila y todo el peligro estaría en las profundidades. Los cielos serían siempre azules, solo llenos de esponjosas nubes blancas y yo me deslizaría directamente hacia mi «… y vivieron felices para siempre». ¿Suena un poco inocente? Pudiera ser, pero para mí esto era la realidad. Ese era mi sueño, alcanzar la felicidad. Es lo que todos perseguimos.

Seguía las reglas y me fijaba metas.

Lo que no sabía era que el pintoresco océano, en el cual había pasado tanto tiempo aprendiendo a mantenerme en la cresta de la ola, trataría de arrastrarme y, finalmente, me dejaría en la playa de la desesperación cuando, a los treinta y tantos años me encontré en medio de la mayor ­tormenta que jamás haya enfrentado. A esa altura de mi vida, ya aconsejaba profesionalmente a otros cuyas vidas se habían puesto patas para arriba. Ahora, necesitaba desesperadamente de esa mano de esperanza y sanidad que yo acostumbraba a ofrecer.

El sueño de mi vida, como el de muchas otras, era casarme, tener hijos y mantenerme activa en mi profesión. Bastante normal, ¿no? Era una mujer occidental, nacida en Estados Unidos: me enseñaron que podía tenerlo todo.

Desde una temprana edad, comencé a creer que con tan solo seguir las reglas, ser buena y hacer las cosas de manera correcta, obtendría lo que deseaba. Seguía las reglas y me fijaba metas.

Meta N.º 1: Casarme con «el hombre de mi vida».

Meta N.º 2: Tener tres hermosos hijos.

Meta N.º 3: Establecer una floreciente práctica psicoterapéutica.

Al comienzo, mi concentración en ser buena y seguir las reglas dio resultado. Me elogiaban por ser buena, me gustaba el éxito que acompañaba mi esfuerzo y me adaptaba fácilmente a las expectativas ajenas. Comencé a definirme a mí misma según mis sueños y según la manera en que la gente me veía, en lugar de buscar la voluntad de mi Padre celestial y desear Su aprobación.

En la superficie, todo parecía andar bien. Meta N.º 1: Alcanzada. Metas 2 y 3: Alcanzadas. Más que alcanzadas.

Mi vida no podía desmoronarse. Sería destruir todo lo que siempre había creído.

Pero luego de 16 años de hacer todo lo que estaba a mi alcance para sostenerlo, mi matrimonio se derrumbó. Cuando en el pasado se habían producido traiciones, hacía las paces, me resignaba y seguíamos adelante con nuestras vidas. No solo por mí, sino por nuestros hijos. Mi vida no podía desmoronarse. Sería destruir todo lo que siempre había