JULIAN BARNES SE QUEJABA DE LA FALTA de exactitud de muchos recetarios. En su libro El perfeccionista en la cocina cita algunas frases del gran cocinero y crítico Richard Olney: “…añada tantas fresas como le quepan en sus dos manos juntas”, “¡Vamos, anda! –comenta– ¿Tendremos que escribir a los albaceas del difunto Olney para preguntarles cómo de grandes tenía las manos? ¿Y si la mermelada la hicieran niños, o gigantes de circo?”.
Víctor Salagaray es el perfeccionista absoluto cuando trabaja en su gran pasión, la cirugía oral, disciplina en la que es una autoridad. Pero sospecho que se desquita cuando escribe libros de cocina. Entonces su parte exacta, perfecta –apolínea–, deja paso a su lado más divertido e intuitivo, dionisíaco, del perfecto bon vivant.
Y en ello también es una autoridad.
Las páginas de este libro hablan de recetas, sí, pero lo que salta entre sus líneas es una vida dedicada a los amigos, a la investigación en todo tipo de lugares y con todo tipo