Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La Voz Del Creador
La Voz Del Creador
La Voz Del Creador
Libro electrónico121 páginas1 hora

La Voz Del Creador

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El libro "La Voz del Creador" es un devocional basado en la Palabra de Dios y su significado para nuestras vidas. A través de reflexiones diarias y estudios bíblicos, el libro guía al lector a descubrir la voz de Dios en su vida y a desarrollar una relación más profunda y significativa con Él. Cada capítulo ofrece una perspectiva única y alentadora sobre cómo la Biblia puede ayudarnos a entender la voluntad de Dios y a vivir de acuerdo a ella. Este libro es un recurso valioso para aquellos que buscan una guía espiritual en su camino hacia una vida más plena y significativa en Cristo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 feb 2023
ISBN9798215328996
La Voz Del Creador

Lee más de Charles Simeon

Relacionado con La Voz Del Creador

Libros electrónicos relacionados

Cristianismo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La Voz Del Creador

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La Voz Del Creador - Charles Simeon

    EL OFICIO MINISTERIAL

    Isaías 58:1. Grita, no te detengas, alza tu voz como trompeta, y muestra a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob sus pecados.

    CERTAMENTE, una de las más ricas misericordias de Dios para con el hombre ha sido el nombramiento de un orden de hombres para ser sus embajadores ante un mundo culpable, y para suplicar a sus semejantes pecadores que se reconcilien con él. Los impíos, ciertamente, nunca han apreciado correctamente esta misericordia, pues, desde el principio del mundo, los Profetas del Altísimo han sido considerados como los problemas de Israel, objetos idóneos para el odio y el desprecio. ¿A cuál de los profetas, dice nuestro bendito Señor, no han perseguido vuestros padres?. Pero cuando se confía una dispensación a cualquier hombre para que declare la mente y la voluntad de Dios, ay de él si no ejecuta el oficio que se le ha asignado.

    Las palabras que he leído me llevarán naturalmente a exponerlas ante ustedes,

    I. El oficio de un ministro.

    Esto es, mostrar a los hombres sus transgresiones y sus pecados. Pero podría preguntarse: ¿Qué necesidad hay de sus servicios para un fin como éste? ¿Acaso no nos conocemos todos a nosotros mismos mejor de lo que nadie puede conocernos? ¿Puede alguien conocer tan bien el funcionamiento de mi corazón o las acciones de mi vida como yo mismo? A esto, sin embargo, respondo que,

    1. El mundo en general tiene necesidad de tales monitores.

    Hay, en la generalidad de los hombres, una irreflexión acerca de sus caminos; de modo que son totalmente inconscientes de haber contraído alguna gran culpa. Nunca consideran los requisitos de la Ley de Dios; nunca refieren su conducta a ninguna otra norma que la opinión pública; y están satisfechos de que todo está bien, siempre y cuando no violen las leyes que el consentimiento común de los que les rodean ha establecido para la regulación de sus vidas. En cuanto a la espiritualidad de la Ley de Dios, la desconocen por completo; y, en consecuencia, nunca sueñan con su responsabilidad ante Dios por nada más allá de sus actos manifiestos: o, si se consideran responsables de sus motivos, se dan crédito por tener buenas intenciones, incluso cuando son conscientes de haber actuado mal: y, aunque sus acciones no hayan sido del todo correctas, se persuaden a sí mismos de que sus corazones son buenos, y que sus desviaciones del camino del deber han sido el resultado de la casualidad más que del designio, y de la tentación más que de una propensión inveterada al mal.

    2. 2. Aquellos que son llamados el pueblo de Dios y que se consideran a sí mismos como la simiente de Jacob, no están menos necesitados de instructores que el mundo descuidado.

    Véase el relato de aquellos a quienes fue enviado el profeta: Buscaban a Dios cada día, y se deleitaban en conocer sus caminos, como una nación que hacía justicia, y no abandonaban las ordenanzas de su Dios; incluso pedían a Dios las ordenanzas de la justicia; se deleitaban en acercarse a Dios versículo 2. ¿Podían éstos tener alguna transgresión de la cual necesitaran ser informados, y algún pecado que pusiera en peligro sus almas? Sí: sus corazones no eran rectos para con Dios; eran parciales en la ley; ponían su obediencia exterior en lugar de la piedad vital; confiaban también en que sus obras los recomendaban a Dios y formaban una justicia justificadora ante él; y hasta se quejaban de que Dios no los recompensaba conforme a sus merecimientos. ¡Y cuántos caracteres semejantes se encuentran entre nosotros! ¡Cuántos, mientras encuentran placer en asistir a la Casa de Dios, imaginan que, por sus observancias religiosas, se harán acreedores a su favor!

    Ahora, en referencia a todos esos personajes, debo decir que el deber de los ministros es mostrarles sus pecados. Es su deber escudriñar, para información de otros, la mente y la voluntad de Dios; y llevar a las conciencias de todos un sentido de sus múltiples transgresiones. Deben esforzarse por sostener ante los hombres el cristal de la Ley de Dios, para que puedan ver la deformidad de su propia imagen caída, y ser estimulados a buscar la reconciliación con su Dios ofendido. A cada uno deben señalarle los pecados que más fácilmente le asedian, y declararle los juicios que Dios, en su palabra, ha denunciado contra él.

    Mientras afirmamos que éste es su deber, será apropiado que lo notemos,

    II. La manera en que debe cumplirse.

    La dirección aquí dada es clara y fuerte. Aquellos que han recibido la comisión de hablar por Dios deben entregar su mensaje,

    1. 1. Con seriedad.

    El mero consejo o el consejo amistoso no es lo que les conviene en ocasiones como éstas: Deben clamar en alta voz, y levantar su voz como trompeta, si por algún medio pueden despertar las conciencias adormecidas de aquellos a quienes hablan. Viéndose a sí mismos como embajadores de Dios, deben hablar con toda autoridad, sin temer el rostro de nadie, sino declarando la verdad, ya sea que los hombres escuchen, o ya sea que se abstengan; y deben mostrar, por la misma manera en que entregan su mensaje divino, que es un asunto de vida o muerte; y que la palabra que pronuncian no es palabra de hombre, sino de hecho y en verdad la palabra de Dios.

    2. 2. Con fidelidad

    No deben perdonar, aunque el ofensor sea tan grande y poderoso, o tan querido y apreciado. Así como Juan el Bautista reprendió a Herodes, en cuyas manos estaba su vida, así también deben mostrarse fieles aun con el más poderoso de la tierra. No deben mostrar acepción de personas, ni ocultar nada de lo que están autorizados a declarar; sino que deben ser imparciales en sus reprensiones, y dar a conocer todo el consejo de Dios. Habiendo recibido la palabra de Dios, deben hablarla fielmente. Deben ser fieles por amor a Dios, de quien son embajadores; y por amor al pueblo, cuyo bienestar eterno está en juego; y por su propio bien, viendo que si alguno perece por su falta de fidelidad, la sangre de todos ellos será requerida de sus manos.

    Permítanme ahora, hermanos, desempeñar mi oficio con respecto a ustedes.

    1. 1. A aquellos que son totalmente descuidados e indiferentes.

    Podéis imaginar que Dios no se da cuenta de vuestros pecados; pero, en verdad, todos son vistos por él con aborrecimiento, y registrados por él en el libro de su memoria, a fin de que puedan ser presentados contra vosotros en el juicio futuro. Es cierto que si te arrepientes de ellas, todas serán borradas como la nube de la mañana; pero si permaneces impenitente, todas serán visitadas sobre ti y te hundirán en la perdición eterna. No deseo alarmaros innecesariamente; pero debo, a riesgo de mi propia alma, declarar la verdad; y debo decir que, a menos que os arrepintáis, todos pereceréis. Pero si os arrepentís y os volvéis de todas vuestras transgresiones, estoy autorizado a declarar que vuestras iniquidades no serán vuestra ruina.

    2. A los que se consideran pueblo de Dios

    No pregunto ahora si sois santurrones formalistas o profesantes hipócritas; pero, de cualquier clase que seáis, debo declarar que Dios no es burlado, sino que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará: el que siembra para la carne, de la carne segará corrupción; y el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No os imaginéis que Dios juzgará según la estima que os forméis de vosotros mismos. No: quitará la máscara al hipócrita, y juzgará a cada uno según sus obras. Suplicadle, pues, que ponga verdad en vuestro interior, y os haga del todo nuevas criaturas en Cristo Jesús; para que seáis aceptos en su amado Hijo, y podáis estar firmes delante de él en el gran día de su aparición.

    LOS SERVICIOS QUE DIOS REQUIERE

    Isaías 58:5-11. ¿Es tal el ayuno que he escogido? ¿Es día para que el hombre aflija su alma? ¿Es para que incline su cabeza como enea, y extienda debajo de sí cilicio y ceniza? ¿Llamarás a esto ayuno y día agradable al Señor? ¿No es éste el ayuno que yo he escogido, para desatar las ligaduras de la maldad, para deshacer las cargas pesadas, y para dejar libres a los oprimidos, y para que rompáis todo yugo? ¿No es repartir tu pan al hambriento, y traer a tu casa al pobre desterrado; cuando veas al desnudo, cúbrelo, y no te escondas de tu propia carne? Entonces nacerá tu luz como la mañana, y tu salud brotará pronto; y tu justicia irá delante de ti; la gloria del Señor será tu recompensa. Entonces llamarás, y el Señor te responderá; clamarás, y él dirá: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el extender el dedo y el hablar vanidad; y si sacares tu alma al hambriento, y saciares al alma afligida, entonces nacerá tu luz en la oscuridad, y tus tinieblas serán como el mediodía; y el Señor te guiará continuamente, y saciará tu alma en la sequía, y engordará tus huesos; y serás como huerto regado, y como manantial de aguas que nunca faltan.

    No es infrecuente que personas hipócritas de corazón hagan una gran profesión de religión, e incluso se quejen de Dios mismo por no recompensar suficientemente su celo en su causa. El fariseo que se jactaba de sus ayunos y de sus limosnas, es una justa representación de este carácter. Pero el deber de un ministro es dar el testimonio más decidido contra las personas de poca pulcritud. La orden dada al profeta fue: "Grita, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y muestra a

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1