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La Bondad De Dios
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Libro electrónico188 páginas2 horas

La Bondad De Dios

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"LA BONDAD DE DIOS" es un libro de estudios bíblicos que explora la naturaleza de Dios como ser bondadoso y amoroso, y cómo esta bondad se manifiesta en la vida de los creyentes. El autor, a través de un análisis profundo de las Escrituras, presenta una visión clara y profunda de la bondad de Dios y cómo podemos experimentarla en nuestra vida diaria.

El libro está dividido en capítulos que abordan diferentes aspectos de la bondad de Dios, como su amor incondicional, su misericordia, su justicia y su fidelidad. Cada capítulo presenta un análisis detallado de los pasajes bíblicos que tratan estos temas, así como ejemplos y aplicaciones prácticas para ayudar al lector a comprender mejor el significado y la relevancia de la bondad divina en su vida diaria.

A lo largo del libro, el autor destaca la importancia de confiar en la bondad de Dios y de vivir en una relación de amor y fidelidad con él. También enfatiza la importancia de vivir de acuerdo con los principios y valores cristianos, y de buscar la justicia y la compasión en todas nuestras relaciones.

En resumen, "LA BONDAD DE DIOS" es un libro esencial para cualquier persona interesada en profundizar su comprensión de la naturaleza de Dios como ser bondadoso y amoroso. Es una obra que ofrece una guía práctica para experimentar la bondad divina en nuestra vida diaria y para vivir en una relación íntima y transformadora con Dios.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 feb 2023
ISBN9798215434611
La Bondad De Dios

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    La Bondad De Dios - Charles Simeon

    La Bondad De Dios

    POR CHARLES SIMEON

    Contents

    LOS BENEFICIOS DERIVADOS DE LA SALVACIÓN

    LA IMPORTANCIA DE SER CONFORMADOS A LA IMAGEN DE DIOS

    LA CONFESIÓN ES NECESARIA PARA EL PERDÓN

    LA ABOGACÍA Y EXPIACIÓN DE CRISTO

    LA VERDADERA PRUEBA DEL AMOR A DIOS

    CRISTO UN EJEMPLO PARA SUS SEGUIDORES

    LA VERDADERA LUZ

    EL DIFERENTE CRECIMIENTO Y PRIVILEGIOS DEL PUEBLO DE DIOS

    PROHIBIDO EL AMOR AL MUNDO

    EL VERDADERO FUNDAMENTO DE LA ESTABILIDAD DEL CRISTIANO

    LA UNCIÓN DEL SANTO

    LOS CREYENTES SON HIJOS DE DIOS

    LOS INESTIMABLES PRIVILEGIOS DE LOS CREYENTES

    LOS FRUTOS Y EFECTOS DE LA ESPERANZA GENUINA

    CRISTO MANIFESTADO PARA QUITAR EL PECADO

    EL FIN DE LA ENCARNACIÓN DE CRISTO

    LA LIBERACION DEL PECADO DEL CRISTIANO

    AMOR A LOS HERMANOS

    EL AMOR DE CRISTO UN MODELO PARA NOSOTROS

    NO HAY AMOR A DIOS SIN AMOR AL HOMBRE

    LA BUENA Y LA MALA CONCIENCIA

    LA FE EN CRISTO ES OBLIGATORIA

    LA MORADA MUTUA DE DIOS Y SU PUEBLO

    #2430

    LA BONDAD DE DIOS es un libro de estudios bíblicos que explora la naturaleza de Dios como ser bondadoso y amoroso, y cómo esta bondad se manifiesta en la vida de los creyentes. El autor, a través de un análisis profundo de las Escrituras, presenta una visión clara y profunda de la bondad de Dios y cómo podemos experimentarla en nuestra vida diaria.

    El libro está dividido en capítulos que abordan diferentes aspectos de la bondad de Dios, como su amor incondicional, su misericordia, su justicia y su fidelidad. Cada capítulo presenta un análisis detallado de los pasajes bíblicos que tratan estos temas, así como ejemplos y aplicaciones prácticas para ayudar al lector a comprender mejor el significado y la relevancia de la bondad divina en su vida diaria.

    A lo largo del libro, el autor destaca la importancia de confiar en la bondad de Dios y de vivir en una relación de amor y fidelidad con él. También enfatiza la importancia de vivir de acuerdo con los principios y valores cristianos, y de buscar la justicia y la compasión en todas nuestras relaciones.

    En resumen, LA BONDAD DE DIOS es un libro esencial para cualquier persona interesada en profundizar su comprensión de la naturaleza de Dios como ser bondadoso y amoroso. Es una obra que ofrece una guía práctica para experimentar la bondad divina en nuestra vida diaria y para vivir en una relación íntima y transformadora con Dios.

    LOS BENEFICIOS DERIVADOS DE LA SALVACIÓN

    1Juan 1:1-3

    Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos: esto proclamamos acerca de la Palabra de vida. La vida apareció; la hemos visto y damos testimonio de ella, y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y se nos ha aparecido. Os anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

    Es imposible leer estas palabras, y no quedar impresionado por la extrema seriedad del Apóstol en su modo de dar el testimonio que tenemos ante nosotros. Parece evidente que las verdades que él afirma habían sido muy controvertidas; y que la evidencia sobre la cual descansaban había sido puesta en duda. Y el hecho era que muchas herejías habían surgido incluso mientras él aún vivía.

    Algunos incluso llegaron a negar que Jesús hubiera muerto y resucitado: afirmaban que todas esas transacciones, que los evangelistas registraron de él, habían tenido lugar sólo en apariencia, y no en realidad. Contra tales ideas absurdas e impías, Juan, ya de edad muy avanzada, dio su testimonio con un celo adecuado a la ocasión. Era el único testigo superviviente de los hechos referidos; y por eso repite, hasta la tautología, la evidencia que había tenido una y otra vez, por todos sus sentidos, respecto a la verdad de todo lo que afirmaba: e insta a toda la Iglesia cristiana a la recepción de su testimonio, representando los incalculables beneficios que recibirían todos los que creyeran en él.

    Para que podamos entrar de lleno en las declaraciones que tenemos ante nosotros, consideremos,

    I. El testimonio de Juan

    Puede entenderse que se refiere al Evangelio en general.

    El Evangelio es ciertamente llamado la palabra de vida, Filipenses 2:16; y estaba desde la eternidad escondido con el Padre, Efesios 3:9, y por fin, al principio de la dispensación del Evangelio debe necesariamente entenderse así en otras partes de esta epístola; 2:7, 24 y 3:11, fue manifestado a los Apóstoles, Romanos 16:25-26, quienes tenían todos los medios posibles para examinar y comprobar la verdad del mismo.

    Ver y oír la verdad se aplica a Cristo, así como a los Apóstoles, Juan 3:11 con Juan 8:26; Juan 8:38; y quienes, como consecuencia de la más plena convicción en sus propias mentes, dieron testimonio de ella como el medio por el cual sólo se podía obtener la vida eterna, Marcos 16:16. En la medida en que el Evangelio se denomina en otros lugares la palabra de vida (que Cristo no es), y las palabras desde el principio (1 Juan 2:13-14) generalmente, aunque no siempre en las Epístolas de Juan, significan desde el principio de la dispensación del Evangelio, no es improbable que éste sea el verdadero sentido del pasaje.

    Por otra parte, su modo de expresión es mucho menos apropiado, si se aplica al Evangelio, que si se aplica personalmente al Señor Jesucristo, a quien la generalidad de los comentaristas suponen que el Apóstol se refiere. Por lo tanto, observamos que:

    Puede entenderse también como referida personalmente al Señor Jesucristo.

    Él, aunque no es llamado la palabra de vida, es constantemente conocido como La Palabra, Apocalipsis 19:13; Él también es llamado La Vida, Juan 11:25. y lo que parece determinar más particularmente el punto es, que Él es en esta misma epístola llamado, La Vida Eterna. Este es el Dios verdadero, y la Vida Eterna, 1 Juan 5:20. Él también estaba desde la eternidad con el Padre, Juan 1:18, y a su debido tiempo se manifestó en carne, 1 Timoteo 3:16. Y fue su existencia la que negaron tan decididamente los herejes a quienes el Apóstol quería silenciar.

    Él, también, no sólo había vivido en la más estrecha intimidad con sus discípulos antes de su crucifixión, sino que, después de su muerte y resurrección, se les había aparecido durante cuarenta días; y, cuando dudaron si era él, o si no era un espíritu a quien veían, les dijo: Palpadme, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo, Lucas 24:39.

    Ahora bien, si consideramos que el Apóstol hablaba personalmente de Jesús, podemos explicar la gran variedad de expresiones que tienden a confirmar el testimonio que dio acerca de él. En cambio, si aplicamos las expresiones al Evangelio, los términos se multiplican mucho más de lo que la ocasión requería, y las metáforas son más fuertes de lo que él podía usar con propiedad.

    Además, si entendemos que habla de Cristo personalmente, hay una notable coincidencia entre el comienzo de esta epístola de Juan y el comienzo de su Evangelio: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El mismo estaba en el principio con Dios. En él estaba la vida; y la vida era la luz de los hombres. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, Juan 1,1-4; Juan 1,14.

    Pero, si entendemos las expresiones como relativas al Evangelio de Cristo, o a su persona:

    Debe entenderse necesariamente como una declaración de que en Cristo Jesús hay vida, incluso vida eterna.

    El Apóstol dio testimonio de Cristo, como dice en un capítulo posterior de esta epístola: Hemos visto y testificamos que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo, 1 Juan 4:14. Si preguntamos más particularmente cuál era la sustancia de su testimonio, nos informa: Este es el testimonio de Dios que ha dado de su Hijo. Y este es el testimonio, que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo: el que tiene al Hijo tiene la vida; y el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida, 1 Juan 5:9; 1 Juan 5:11-12.

    Así vemos, de hecho, que, ya sea que entendamos el pasaje como hablando del Evangelio, o de Cristo mismo, llega al mismo punto.

    Si se habla del Evangelio, es como revelación de Cristo.

    Si se habla de Cristo, es como revelado en el Evangelio.

    O, en otras palabras, como siendo el camino, la verdad y la vida, Juan 14:6.

    Tened presente, pues, que todo lo que se dice de Cristo en los santos Evangelios es verdad: los Apóstoles fueron testigos oídos y oculares de ello, incluso de todo lo que relatan: No siguieron fábulas artificiosas al dar a conocer el poder y la venida del Señor Jesús, sino que fueron testigos oculares de su majestad, pues estaban con él en el monte santo, cuando recibió de Dios Padre honor y gloria, y cuando le llegó una voz desde la excelsa gloria, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, 2 Pedro 1:16-18. Por tanto, tanto si hablan de sus sufrimientos como de su gloria, podemos fiarnos de su testimonio. Podemos estar seguros de que en Él está la salvación, y sólo en Él.

    La extrema urgencia del Apóstol al encomendarnos su testimonio, nos lleva a contemplar,

    II. El beneficio de recibir el testimonio de Juan

    Los apóstoles mismos fueron llevados a un estado sumamente exaltado por medio de la fe en este divino Salvador.

    Escuchen lo que el Apóstol dice al respecto: En verdad, dice, nuestra comunión es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Por el Señor Jesucristo fueron llevados a un estado de reconciliación con Dios; y fueron capacitados para considerarlo en el carácter entrañable de un Padre. "También por medio de él, y por el Espíritu Santo, tenían acceso a Dios, Efesios 2:18, en todo tiempo, derramando sus corazones ante él, dándole a conocer todas sus necesidades y encomendándole todos sus cuidados.

    Por el mismo canal divino, Dios descendía a sus pechos:

    revelándoles su voluntad,

    comunicándoles su gracia

    derramando en sus corazones el sentimiento de su amor.

    Más aún, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo habían descendido y fijado su residencia en ellos, morando en ellos como en un templo, y manifestándoles, en la medida en que eran capaces de contemplarla, toda la gloria de la Divinidad, Juan 14:16-18; Juan 14:21; Juan 14:23. De ahí surgió en ellos un sentimiento inconcebible de la Divinidad. De ahí surgieron en ellos una paz y un gozo inconcebibles, que eran para ellos prenda y anticipo de su herencia celestial; porque sabían que Cristo estaba en el Padre, y también en ellos; y que ellos también estaban en él, Juan 14:20.

    Tal había sido su feliz estado desde el primer momento en que habían creído en Cristo; más escasamente, ciertamente, al principio, pero avanzando progresivamente a medida que su conocimiento de Cristo se hacía más íntimo, y su confianza en él más completa.

    Y también nosotros, por la misma fe, participamos de los mismos privilegios.

    Estas cosas -dice el Apóstol- os anunciamos, para que tengáis comunión con nosotros. ¿Y en qué consiste esa comunión, sino en la participación de todos los mismos privilegios y bendiciones que ellos disfrutaron? Y esta es en verdad la porción de todos los que reciben su testimonio correctamente. Todos los creyentes son incorporados a una sola familia, de la cual Cristo es la Cabeza, Efesios 1:10; Efesios 3:15. En el momento en que creemos, venimos al monte de Sión, la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, y a una compañía innumerable de ángeles, a la asamblea general y a la Iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos, y a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada, que habla mejor que la de Abel, Hebreos 12:22-24.

    Ahora aquí vemos a toda la familia: aquí está Dios el Padre, y el Señor Jesucristo el mediador; aquí también están los ángeles que nunca pecaron, y todas las huestes de los redimidos en el cielo, y todos los santos que todavía están en la tierra. Todos están reunidos en una sola familia, y todos tienen comunión entre sí como la cabeza y los miembros del mismo cuerpo: de modo que cada creyente individual tiene ahora la misma comunión con los Apóstoles, como la tenían entre sí y con los profetas que les habían precedido; y la misma comunión también con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

    ¿Parece esto demasiado fuerte? No es tan fuerte como lo que nuestro bendito Salvador mismo ha dicho sobre el tema. Pues no sólo nos declara que tanto Él como su Padre vendrán a nosotros y harán morada con nosotros, Juan 14:23, sino que también declaró a su Padre: Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en uno, Juan 17:21-23. Aquí, digo, la unión de los diferentes miembros de su cuerpo se compara con la unión que existe entre las diferentes personas de la Divinidad, que nada puede concebirse tan entero, tan misterioso, tan inmutable.

    Sabed, pues, que a este estado seréis llevados, si recibís el testimonio de Dios acerca de su amado Hijo. Creed verdaderamente que en él está la vida, y que por la fe en él vivirán vuestras almas; y entonces toda la plenitud de estas bendiciones será vuestra. Ni siquiera el mismo amado Apóstol poseerá una bendición de la que vosotros, según vuestra capacidad, no participéis con él.

    Y aquí permíteme decir que, si toda la repetición de que el Apóstol

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