Bajo la luna neón
Por Theda Black
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Zach está solo, perdió su trabajo y la debe la renta. Cree que sabe todo sobre la mala suerte, pero está a punto de saber lo que eso realmente significa.
En preparatoria, Mal era el chico dorado. Luego perdió el camino. Ahora está recuperándose, trabajando para estar en la universidad y mirando a su futuro.
Nunca se han conocido, pero una noche de verano todo cambia. Se encuentran en un problema desesperado, atrapados y atados juntos en la oscuridad.
La luna está en lo alto y brillando en el cielo cuando Zach se da cuenta de que Mal está cambiando, volviéndose volátil y salvaje. De pronto Zach tiene cosas más grandes de qué preocuparse más que estar secuestrado, está atrapado con un hombre que se volverá lobo en la luna llena.
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Bajo la luna neón - Theda Black
Capítulo 1
El desván
Tenía dieciséis años y estaba solo, su papá estaba acostado ebrio en algún lado, en cualquier lado, si es que no estaba muerto.
Habían llegado al pueblo hace casi un mes. Su papá había rentado un viejo apartamento de cochera pintado de un azul grisáceo que se estaba descarapelando, eran tres habitaciones pequeñas sobre un callejón. A Zach le gustaba, más que nada porque no había vecinos ni arriba ni a los lados. Podía respirar tranquilo, sentir cómo se expandía en el silencio.
Las habitaciones eran pequeñas pero ordenadas, la cocina y el refrigerador eran viejos y usados pero limpios. Después de tres días de no saber dónde estaba su papá y sin saber cuándo volvería, también se encontraban vacíos. La bombilla desnuda iluminaba brillantemente sobre las paredes blancas y las repisas de plástico del refrigerador y no importaba cuántas veces lo abría y miraba dentro de él, se mantenía vacío. La alacena igual. Pensó en ir a la casa del dueño y pedir algo de comer pero al final no lo hizo. Tenía mucho miedo de que empezaran a preguntar dónde estaba su papá , cuánto tiempo estaría fuera, qué tan seguido lo dejaba solo y más y más. Ya había pasado por ello y no quería vivirlo de nuevo.
Finalmente, le dolía su estómago tanto que se vio forzado a salir e intentar encontrar o robar algo. Bajo las escaleras y entró al callejón, caminando y mirando los patios de las casas de ambos lados, de espaldas a él.
Las incesantes lluvias de Junio hacían que todo creciera verde y salvaje y codiciosas las viñas gloriosas de la mañana y hiedra y los árboles escaladores de vincapervinca o se estiraban largas sobre el piso. Las peludas cabezas de los dientes de león se alzaban altas, miraban el césped desde ambos lados de la deforme y abrumante asfalto.
Era día de recolección, había basureros por todo el callejón. Los perros de la colonia ya habían hecho sus rondas y habían volcado algunos al piso. Cajas empapadas se aferraban al pavimento, bolsas de plástico se rompieron y sus contenidos cayeron sobre el césped, olía todo a podredumbre. Buscó pero no encontró nada que comer.
Temprano la siguiente mañana, su papá volvió. Su complexión era pálida y sus manos temblaban. Tomó una bolsa grasosa con cuatro panecillos de salchicha y Zach comió tan rápido que casi vomitaba.
Sólo era un día más y un pueblo más, un bar más donde su papá se podría perder. Pasaba todo el tiempo desde que su mamá se fue.
Recordaba cuánto le había dolido su estómago en ese entonces, estaba tan vacío. De niño había sufrido mucha hambre y aquí estaba de nuevo, como si nunca se hubiera dejado aquella vez en el callejón y el apartamento de cochera detrás.
No quería recordar. Pero en ese entonces al menos siempre supo dónde estaba. No podía decir lo mismo ahora.
Zach abrió sus ojos, parpadeaba y vio la débil luz amarilla expandiéndose en la oscuridad. Estaba de lado. Giró y se recostó. Por un momento, se sintió como si la habitación hubiera girado con él. El mareo pasó rápido, pero el hambre aún roía su estómago. Envolvió su estómago con su brazo y presionó, lo que no ayudó nada.
Miró hacia la luz. Venía de una ventana alta en la pared opuesta. Sus dedos pasaron por encima de la tierra fría y compacta debajo de él. Tal vez... una bodega. Sí, pensó que estaba en una bodega.
Alguien me puso aquí y me dejó.
Su corazón se aceleraba, pero se forzó a quedarse quieto y callado. Sólo necesitaba pensar, intentar y recordar dónde había estado antes. Cerró sus ojos de nuevo y dejó que su mente divagara, hacía lo que podía por ignorar el dolor de su estómago. Era persistente y no quería ser ignorado, gruñía y hacía sonidos de protesta.
Su cabeza le dolía también y se sentía dolorido y rígido. Esta no era la primera vez que se despertaba sin saber dónde estaba, pero eso no lo enorgullecía mucho. Festejaba duro, eso es lo que hacía, y cada vez más desde que perdió su trabajo. Se estaba convirtiendo en su viejo. Recordó que algunos de sus compañeros de la construcción se lo habían llevado a beber anoche, pero cuando intentaba recordar más, los detalles no estaban ahí. Al menos, no aún.
La última vez que comió, entonces. Concéntrate en eso.
Después de mucho pensar, vino a su mente un restaurante de comida rápida, arcos amarillos, comida blanda. Pero lo sacariaron. Comer cosas que lo saciaran y lo mantuvieran satisfecho un tiempo se convirtió en algo importante después de perder el trabajo de construcción.
No lo habían despedido, nada por el estilo. Era un buen trabajador, siempre a tiempo, motivado, pero este verano los turistas ahorraron dinero y se quedaron en casa.
Los turistas lo eran todo para el pueblo de montaña donde Zach vivía, con chalets y cabañas y resorts construidos en tiempo récord en los últimos años. El momentum no duró. La economía flaqueó y los negocios cayeron rápidamente al punto de que todo el equipo de construcción vio los recortes venir. Zach intentó encontrar otro trabajo, pero había más personas buscando que trabajos que encontrar y pronto se encontró sin un cheque de paga. Todos los días caía inconsciente. Con el paso del tiempo, pasó más de una noche con una botella, esperando enjuagar su miedo creciente.
Y ahora estaba Dios sabrá dónde, sentado en un hoyo oscuro y preguntándose cómo llegó ahí.
Hubo un sonido, algo como una inhalación o tal vez el susurro de ropa y luego movimiento justo al lado de él. El corazón de Zach se aceleró, golpeaba su pecho. Se paró con trabajo, intentaba escapar. Una cadena se movió y sintió un tirón en su tobillo, se desbalanceó. Cayó en sus rodillas. Alguien jadeó o gimió o algo entre eso, algo bajo y doloroso.
—Alto —alguien dijo suavemente, luego hizo ese sonido de nuevo, pero algo lo obstruía, como si quien lo estaba haciendo lo intentara cubrir.
—¿Qué demonios? —gritó Zach, sonaba como tres días de arena sin agua a la vista. Se puso de pie de nuevo.
—¡Deja de jalar la maldita cadena! —esta vez la voz era rasposa, con un pequeño enganche en ella.
—¿Por qué rayos debería hacerlo? —el pánico hizo que Zach se alejara de nuevo, más fuerte.
—Oh Dios, detente —el dolor en la voz le causó escalofríos en la espalda. Se obligó a dejar de sentir pánico y se volteó para ver quién estaba ahí. El tipo tumbado en la tierra detrás de él era joven, probablemente unos años más chico que Zach, su rostro era pálido, sus rasgos estaban tensos por el dolor. Usaba jeans deslavados y una camiseta blanca, rasgada y sucia, lo suficientemente ajustada para mostrar un impresionante pecho musculoso. Una cadena iba desde su tobillo hasta al de Zach en una línea recta.
—¿Qué haces aquí abajo? —Zach preguntó, intentando guardar la calma—. ¿Quién eres y qué demonios es esto? —apuntó a la cadena.
—Mi nombre es Mal. Estamos en un desván, encadenados, no sé por qué demonios, tu tobillo izquierdo y mi derecho. Hay otra cadena en mi otra pierna también. Está sujeta a esa pared, ¿ves? —la voz de Mal se entrecortaba, las palabras corrían de su boca como si eso detuviera a Zach de moverse. Subió una mano como tregua—. No quiero lastimarte. No te alejes más, ¿está bien? Por favor —Mal gateó hacia delante hasta que la cadena entre ellos se relajó y se posicionó incómodamente en sus rodillas al lado de