Después De La Tormenta
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Su vida cambia cuando se muda con su padre a la Ciudad. Decide cambiar su personalidad aptica por la de alguien ms sociable y conoce a Alejandro, el chico ms popular de la escuela, quien se convierte en su mejor amigo.
Pero esa amistad se transforma por completo cuando Javier se da cuenta de que lo que siente por Alejandro es ms que amistad.
Cuando ambos inician una relacin a escondidas, todos los problemas surgenl tendr que elegir si seguir viviendo en su pattico mundo o darse a la fuga con Alejandro y evitar que los atrapen.
Rafael Valdovinos Ceja
Rafael Valdovinos Ceja Nacido Jiquilpan Michoacán, México en 1994. Escritor nato que descubrió su vocación con la elaboración de su primer borrador. Ha dedicado tiempo y pasión a sus escritos tanto como a su preparación académica. Su amor y gusto por la lectura fue fomentado por su madre y una variada lista de artículos literarios a los que tuvo acceso desde pequeño. Entre sus géneros preferidos destaca la ficción, aventura y novelas. Siendo este su estilo preferido de escritura.
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Después De La Tormenta - Rafael Valdovinos Ceja
Después de la
tormenta
38234.jpgRafael Valdovinos Ceja
Copyright © 2013 por Rafael Valdovinos Ceja.
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Fecha de Revisión: 19/08/2013.
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Indice
PRÓLOGO
PREFACIO
1 RECUENTO
2 MUDANZA
3 NUEVO COLEGIO, NUEVOS COMPAÑEROS Y UN NUEVO INICIO
4 ¿ESTO ES NORMAL?
5 EL CORAZÓN, LA FORMA PERFECTA DE SEGARSE
6 LA SENSACIÓN DE QUE AMBOS PENSAMOS EN AMBOS
7 UNA NOCHE QUE TERMINÓ EN BLANCO
8 AUXILIO
9 LA PREMIER
10 DE AMIGOS A ENEMIGOS
11 INCENDIO
12 EL VIAJE
13 METIDOS EN PROBLEMAS
14 LA HUIDA
15 LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL
16 MAZAMITLA
17 EL INICIO DE LA TORMENTA
EPILOGO. LA NEBLINA
Para mi madrina Rosy Carrillo
Quien la transcribió de mi libreta
A Cesar Godínez
Mi mejor amigo en la preparatoria.
image1.jpg"Es una Pieza más de evidencia está demostrado!
La orientación sexual no es todo lo aprendido"
-Sandra Witleson-
PRÓLOGO
No podía concentrarme en nada que no fuera el dolor, miré de nuevo mis manos, las cortadas aun sangraban. El fuerte rayo del sol que entraba por la ventanilla de la camioneta, me hizo sentirme relajado, el sentir el calor de un nuevo día, un nuevo comienzo.
Mi corazón latió más despacio cuando, al mirar por el espejo retrovisor, nos dimos cuenta de que no nos estaban siguiendo, éramos al fin libres.
Subí las piernas al sillón, mis dedos estaban helados, marcados con cicatrices sangrientas, al recargar de nuevo mi espalda en el respaldo del sillón, un fuerte dolor me atravesó el pecho, podía jurar que incluso tenía una o varias costillas rotas. Yo y mi mala suerte.
Pasé un mechón de mi sucio pelo tras el oreja, también estaba helado y duro.
Ahora un nuevo reto se presentaba en mi vida, ¿en verdad sería capaz de iniciar de nuevo?, ¿mi familia ya se daría cuenta de que ya no estaba?, ¿ahora que iba a hacer de mi vida?, ¿Qué me esperaba el día de mañana?
-Tranquilo- me dijo colocando su mano libre sobre mí adolorida rodilla, me miró de reojo antes de volver a poner la vista en la carretera- ya estamos a salvo.
Rápidamente mis ojos se inundaron de lágrimas, no tenía palabras en la boca para contestarle, por lo que trate de sonreírle, aunque mordía mi labio inferior, logré que pareciera una sonrisa.
De nuevo quitó la mira de la carretera para posarla sobre mí, sonriendo. Retiró su mano de mi rodilla para ponerla sobre mi mejilla, un dolor me punzó en el rostro.
-Juntos- dijo tranquilamente- solos tu y yo.
Dicho esto, con mi mano temblorosa entrelacé mis dedos con los de él, cálidos y firmes, mientras que las mías eran pálidas y pequeñas. Con un ligero apretón me dio a entender un millón de cosas.
PREFACIO
Bueno pues mi vida no es del todo la más normal, que claro está, mi familia jamás logró mantenerse unida.
Siempre pensé que lo que estaba viviendo le pasaba a todo el mundo, que era normal pero estaba muy equivocado.
Mi madre Elizabeth, siempre ha sido la mujer más despistada que puede haber sobre la faz de la tierra. Cosa que nunca me explicaría, ¿estuvo en sus cinco sentidos cuando nos concedió?, ¿o éramos productos del "que pasó ayer"? si era la madre que siempre te escuchaba y más aún conmigo, siempre tenía un minuto para escucharme, cuando se trataba de mis problemas, que nunca fueron pocos.
Cristóbal y Christian son mis hermanos mayores, ambos eran la peor tortura que pudiera existir, Cristóbal era el líder, nació para dar órdenes, para él era muy fácil convencer a cualquier persona a acceder a sus caprichos, claro que con varias personas nunca pudo, pero sabía luchar. Actualmente es capital del equipo de futbol americano de su universidad, él sabía cómo llevarlos a la gloria por completo, aunque se ponía de un genio cuando perdían y eso, era rara vez. Christian era todo lo contrario a él, era calmado en toda situación, también estaba dentro del equipo, pero su papel era el de planear estrategia y dar palabras de aliento al equipo. Suena divertido tener hermanos mayores, pero en mi caso no, para mi desgracia ¡son gemelos!
Arturo es el nuevo esposo de mamá, era y seguirá siendo un estúpido, a mi forma de pensar, pues nunca pudo recordar la combinación de su portafolio, pero era hábil en las matemáticas e inversiones, él era el director y fundador de su propia empresa de artículos deportivos aquí en León Guanajuato, donde vivimos. Arturo tenía al equipo de mis hermanos con lo mejor de lo mejor, sin mencionar por su aferrado fanatismo por el deporte, si era bueno practicarlo, pero no en exceso. Nunca comprenderé como con su notoria idiotez su compañía era de las primeras.
Jesús es mi verdadero padre, maestro de bioquímica en la preparatoria de Guadalajara, compartíamos cosas en común, creo que todas en particular, por ejemplo: nuestro atento interés por los libros y el estudio, y lo principal, que el ejercicio no estaba en nuestras agendas, pero de vez en cuando, para ser más claro, rara vez al mes, practicábamos una cuarta parte de lo que mis hermanos y Arturo practicaban en un solo día.
Y yo, mi nombre, Javier y tengo 16 años, soy de las personas que se sientan en la última banca del salón para que nadie se atreva a conversar conmigo, me considero más que un nerd ya que siempre, en receso no salgo del salón, mucho menos a la lonchería, sin mencionar que nunca me daba hambre, solo me la pasaba leyendo libros o adelantándome con las tareas.
Siempre he intentado salir de lo común, mi cabello color castaño oscuro siempre fue un problema, no podía peinarlo de una forma que al menos se mirara decente, no recuerdo cuanto tiempo lo he traído un poco largo, después de que me tapaba los ojos, lo recortaba yo mismo un poco. Mi piel también era un problema, excesivamente delicada, cualquier roce de un bordo de una hoja de papel era suficiente para provocarme una herida, y también muy pálida, siempre sospeché de que estaba muerto, ya que esperaba a que me quemara el sol donde las playeras no me tapaban, pero lo único que provocaba era que me salieran unas diminutas ronchas rojas.
Siempre he sido una persona delgada, promedio para mi edad. Mi tortura, mis hermanos siempre me ponían a hacer ejercicio en sus entrenamientos y eso era lo que al menos marcara un poco los músculos de mi brazos, pecho y vientre.
1
RECUENTO
Mi historia inicia cuando las vacaciones de pascua habían terminado, después de un viaje de cuatro horas en carro, desde La Paz hasta nuestro hogar, me había agotado demasiado.
Extrañamente no había soñado nada esa noche, simplemente había dejado mi maleta a un lado de mi cama y me había recostado sobre todas las cobijas con la ropa aun puesta, estaba demasiado agotado como para tomarme la molestia de ponerme mi pijama.
Desgraciadamente sonó mi despertador demonios
me dije a mi mismo cuando estiré mi mano y tomé mi celular, que estaba sobre la mesita de noche, y sin mirarlo apreté varias teclas, sabía que volvería a sonar en pocos minutos, pero al menos quería seguir haciéndome el dormido.
-¡Despierta!- dijo mamá al otro lado de la puerta, tocando fuertemente con los nudillos.
Simplemente hice un gesto de desagrado.
-las vacaciones ya acabaron- repitió ella con un tono de voz completamente relajado, aunque prefería que se quedara dormida por un rato más, o que dijera que hoy nos dejaría sin ir al colegio- no me hagas entrar, sabes que no te dejaré que siquiera pienses en que existe el sueño, ahora, párate que tampoco quiero llegar tarde a mi trabajo.
Apreté un poco los labios, ¿pero en qué estaba pensando?, ¿mi madre diciendo que hoy no iríamos a clases?, era como esperar el regalo de cumpleaños que estuviste pidiendo por meses y que si me lo dieran, o como sacarse la lotería dos veces seguidas. Simplemente imposible.
Me enderecé de mi cama, era incómodo de nuevo despertar, el frio de mi habitación mezclado con el calor que había producido mi cuerpo en las miserables dos horas de sueño. Viajar en el asiento de atrás del carro de Arturo, con cada uno de mis hermanos a cada lado, manoteándose en forma de un juego brusco era realmente desquiciante, por lo que las cuatro horas de camino, para mí, fueron, envejecer y ver pasar mi vida.
Era lunes, y por lo que podía mirar por la rectangular ventana de mi alcoba, iba a hacer un día gris, lluvioso a toda hora, probablemente un poco de agua nieve con un viento que cortaba la piel.
Era mi clima favorito, despertar y ver la acumulación de nubes, impidiendo que el sol pase, todo era tranquilo, desgraciadamente, yo quisiera estar todo este día en casa, con una tasa de chocolate humeante en mano, con la pijama puesta y salir al balcón, mirar como la luz que salía del foco del poste de luz era consumido en una esfera por la densa neblina. Pero claro, hoy tenía que pasarlo en la escuela.
Mi cuarto seguía siendo un desastre, no lo tenía como el de mis hermanos, infestado de posters de carros último modelo, y aunque mamá se los prohibió, hubo un tiempo que tuvieran imágenes de chicas play boy, cosa que realmente me desquiciaba en ciertos aspectos, siempre he pensado que eso es un insulto para la figura femenina, pero mi otro lado (el lado morboso) me provocaban un cosquilló bajo el ombligo que no sabría cómo explicarlo. Esa era la diferencia, mi habitación eran solo cuatro paredes pintadas de un azul cielo con los bordos pintados de blanco, un reloj sobre la puerta que todas las noches escuchaba, el mueble donde tenía mi computador y todos los libros que ya había leído, varias películas y cajas vacías de CD, mi closet café al lado izquierdo de la cama, con las puertas del centro abiertas que a simple vista se podía apreciar la ropa hecha bola que había desacomodado antes del viaje de vacaciones.
Al bajarme de mi cama, mis pies pisaron la ropa sucia y el libro que había sacado de mi mochila hace unas horas. Me acerqué a la ventana, tensando la mandíbula, no podía creer que las vacaciones ya habían terminado, y ahora las extrañaba, despertarme tarde y poder relajarme el resto del día, cosa que en días normales era imposible. Ahora seria estresarme por los comentarios absurdos que siempre mis compañeros de clase hacían en contra de mi persona, o criticando mí forma de ser.
Suspiré, mirando las pequeñas gotas del rocío que se habían pegado en el cristal, abrí la ventana, dejando que el aire helado me despertara.
Tiene que ser un buen día
.
¿Qué más ánimos podía decirme a mí mismo,? no quería que la sonrisa que ponía, fingida claro, pero al menos creíble por mi persona se borrara, quien quitaba la posibilidad de que esta vez las cosas fueran diferentes entre todos los de mi grupo.
Estás listo
me dije a mi mismo, hoy tienes que ser un buen día
.
Me giré sin cerrar la ventana, rápidamente me deshice de la ropa que había utilizado en el viaje, odiaba admitirlo pero olía a sudor. Me acerqué a las puertas del closet que estaban abiertas e hice bola la ropa que me acababa de quitar y la aventé dentro, quedando completamente desnudo, saqué una playera negra que no tenía ningún dibujo, esculque entre los cajones, con la esperanza de que estuviera un pantalón limpio y no machucado, afortunadamente lo primero que saque fue un par de calcetines (de diferente color) limpios, y me los puse rápidamente, después saque mi ropa interior y me la puse.
Cuando al fin encontré los pantalones, me los coloque y después mi playera, pero al mirarme al espejo me di cuenta de dos cosas.
Una: parecía un palillo de dientes con ésta ropa, mire rápidamente de nuevo como estaba vestido, tal vez si me ponía unas botas me miraría un poco mejor.
Dos: mi pelo era un desastre, me encantaba traerlo largo, que apenas rozaran mis hombros, lejos a hacer un modismo, era para que los hombres de mi grupo se despedazaran de coraje, diciéndome que eso no era normal, ¿Quién decía que era normal y que no lo era?, para mi punto de vista, todo era norma, si un día miraba a alguien con el pelo rosa mexicano o de un verde fosforescente, infestado de tatuajes y perforaciones, para mí era tan aceptable y normal como una banca bajo la sombra de un árbol en un parque, pero para los demás eso era raro y peligroso.
Al menos por parte de mis padre, (incluido Arturo) no había recibido comentario alguno sobre como quería utilizar mi cabello, de mis hermano si, solo que ellos se rindieron rápidamente.
Pasé mis manos por las puntas de mi pelo, esperando que éste no estuviera tan alborotado, pero era inútil, siempre parecía que me acababa de levantar, a toda hora, una bendición ya que nunca utilizaba productos que lo único que hacían era acelerar el proceso para quedarse calvo, y eso yo no lo quería, no quería parecer una rodilla antes de mis 20 años de vida.
-¡Javier!- volvió a llamar mamá, solo que esta vez, por el eco que se escuchaba, sabía que estaba en el piso de abajo y pegada a las escaleras- ¡se está haciendo tarde!
-¡Ya voy mamá!
Le grite, dándome por vencido de que mi pelo no se podía aplacar.
Me giré y tomé mi mochila (color café con un sinfín de estampas extrañas) y salí de mi cuarto.
El aire aún estaba dormido en el pasillo que me llevaba a las escaleras, la puerta del cuarto de mis hermanos estaba cerrada, Arturo siempre era el que los llevaba a la universidad. Por lo que cuidé de no pisar el primer escalón, que era el que hacia un rechinido audible en cada habitación de esta casa. Varias luces del primer piso aún estaban encendidas, dándole aún más el toque de una casa dormida, el olor a café y a pan tostado hicieron que mi estómago se estremeciera, por primera vez tenía hambre. Como rutina de siempre, al entrar a la cocina, Arturo estaba sentado a la mesa con un periódico que solo me dejaba ver sus manos que detenían las delicadas hojas, las primeras letras, grandes y de color negro me llamaron la atención:
AUMENTA EL NUMERO DE INSEGURIDAD
Sin mirar los dos recuadros que posiblemente contenían imágenes muy amarillistas, me quité mi mochila de los hombros y la deje a un lado de la silla, mamá rápidamente se despegó del desayunador, con un plato que tenían dos panecillos tostados.
-¿emocionado?- me preguntó al momento que ponía el plato sobre la mesa, no me había dado cuenta de que ya había un vaso grande con jugo de naranja frente a mí.
La mire con incredulidad, ¿Qué no sabía ya la respuesta?
-un poco- la mentira no era mi fuerte, pero esta ya estaba creyéndomela- aunque ansioso no estoy.
-creo- dijo Arturo desde el otro lado del periódico- que este año nos va a ir mejor, no se ha devaluado el dólar- dicho esto dobló el periódico, tomó inmediatamente la gran taza de café humeante y le dio un sorbo, posando la mirada sobre mí dijo sorprendido- ¡Javier!, no te escuché llegar.
Solo le dediqué una sonrisa torcida al momento que me sentaba y toma un panecillo.
-Desayuna rápido, en cinco minutos salimos, solo subo por mi bolso para entonces ya debes estar listo.
-Claro- le contesté con la boca llena de pan.
Mamá rápidamente subió por las escaleras, pisando el último escalón, el terrible rechino retumbo en toda la casa.
-¿Cómo se te hicieron las vacaciones?- pregunto cuando ya había terminado los dos panecillos y tomaba el vaso con jugo.
-Bien- contesté pegando el frio vidrio en mis labios.
-Pero noté como que preferías estar todo el día en la habitación del hotel.
Dejé el vaso vacío junto al plato, ahora mi estómago me dolía por haber comido tan rápido.
-Uno vive las vacaciones como considera, unos prefieran levantarse temprano para correr, otros prefieren dormir todo el santo día.
Creo que había exagerado con mi comentario.
-yo solo lo dije por que no querías salir en las fotos.
Tome los trastos y los dejé sobre la tarja. Y sin decirle nada, tome mi mochila y me dirigí al baño, sentía que la boca me olía mal.
Cuando estuve dentro del cuarto de baño, azoté la puerta, y avente la mochila bajo el lavamanos, tome el cepillo de dientes y rápidamente le unte pasta. Sentir como la menta me refrescaba abajo y a los lados de la lengua, creo que sí era cierto, en estos momentos si preferiría estar dentro de la escuela.
Cuando terminé, pasé de largo a Arturo sin siquiera mirarlo, tenía como meta llegar hasta la cochera, donde probablemente ya estaría mamá, dentro de su carro.
En cuanto salí de la casa, sentí como mi piel se erizar con el frio de afuera, rápidamente metí las manos dentro de las bolsas de mi pantalón. Y como había dicho; mamá ya estaba dentro de su carro, que estaba estacionado frente a la banqueta de la casa, las luces de los faros eran cegados un poco por la neblina, solo pude apreciar un poco la figura negra de mamá tras el volante.
Cuando al fin estuve dentro del carro, estaba la calefacción, algo que mi cuerpo rápidamente aceptó, en cuestión de milésimas de segundo los nervios que se habían tensado por el frio habían vuelto a relajarse.
Mamá solo me dedicó una sonrisa y acelero.
Las calles que pasábamos ya estaban en movimiento, personas que subían a sus autos, otras que caminaban por las aceras, niños pequeños con grandes mochilas cuadradas en sus espaldas que fácilmente eran más grandes que ellos. Que feliz vida para un infante, sin preocupación alguna por lo que podía pasar el día de mañana y sin saber lo que en verdad tenían que enfrentar en unos cuantos años.
Suspiré, nublando un poco el vidrio, recargué la cabeza en mi hombro, ahora sintiendo un dolor en mi estómago, eran los nervios que me traicionaban.
Rápidamente doblamos a la izquierda, al fondo de la calle, en medio de dos pequeños árboles que apenas estaban queriendo retoñar, la puerta de metal negra, que ahora estaba abierta de par en par.
Atascada de alumnos, todos con una sonrisa en la cara, todos menos yo.
-no te preocupes- interrumpió mamá mis pensamientos al momento que detenía el carro- te va a ir muy bien, ya lo veras.
Di un trago de saliva amarga mientras, con mis manos temblorosas abría la puerta del carro, ahora el frio me rodeó por completo.
-Eso espero- me volví a decir a mismo en voz baja.
-¡Mucha suerte!- gritó desde dentro de su carro, cerrando la puerta ahogué su voz.
Sentí como mis rodillas comenzaban a temblar, al mismo tiempo que mi ritmo cardiaco se aceleraba, incluso, podía asegurar que se me saldría del pecho. Di un largo y profundo suspiro, lentamente, colocando un pie delante del otro, subía los tres escasos escalones antes de cruzar la gran puerta de metal.
Tensé de nuevo la mandíbula, ahora estaba realmente aterrado, nervioso y sin ganas de estar aquí. Rápidamente las charlas, risas, abrazos se hicieron presentes en el lugar, provocando que un chillido me aturdiera por un momento.
Sonreí, estúpidamente a la nada, aunque los nervios me consumían provocando que mis labios temblaran un poco, sabía que nadie me estaba observando ni se daba cuenta de que pasaba a su lado, ¿Quién notaria a un antisocial?
No sabía a donde dirigirme, me encontraba en medio de todos, salones, maestros y alumnos, me sentía tan nervioso como si no conociera este lugar, aunque prácticamente solo estaba en los salones y muy rara vez salía de ellos para desentumir mis piernas, conocía cada uno de los rincones que llenaban el colegio.
Sabía dónde era el escondite para cada una de las cajetillas de cigarros que compraban los que ya se sentían expertos en ello, también donde algunos dejaban pequeños trozos de papel con las respuestas de los exámenes e incluso, el espacio que había entre la sala de juntas y la biblioteca, era un lugar pequeño pero era el indicado para esconderse, varias veces me llegué a meter a esa pobre guarida cuando me perseguían los bravucones del grupo, aunque me arrepentía de entrarme allí, ese era el lugar para los que querían tener un tiempo intimo
con su pareja. Afortunadamente yo fui él que descubrió esa pequeña falla de la estructura pero como era obvio mi nombre no sería recordado más que por los profesores que me nombraban de vez en cuando ante la clase, humillándome más ante ellos y diciendo que todos deberían ser como yo. Algo que claramente a nadie se lo deseaba, vivir tan marginado de todos era enfermizo.
En ese momento el timbre de la campana resonó en todas las esquinas de los edificios blancos que componían el colegio. Ya era hora de entrar al salón de clases.
Suspiré profundamente.
¿Qué podía salirme más mal de lo que ya me iba?
La primera hora al menos fue Química, una de las materias que detestaba con solo escuchar el nombre, la maestra era una señora de baja estatura y regordeta que usaba unos anteojos que le hacían ver los ojos tan grandes como a las caricaturas japonesas, su voz era tan chillante que concentrarse en lo que decía era como tratar de escuchar lo que te dijera una persona al otro lado de una carretera y en eso pasara un camión frenando directo. Pero afortunadamente me basaba en los garabatos que escribía en el pintarrón para después investigarlo en mi computador.
La segunda hora fue, Apreciación al Arte Escrito y Musical, una de las materias que me hacía reír ya que el profesor trataba de