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Programando Nunca Jamás
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Libro electrónico112 páginas1 hora

Programando Nunca Jamás

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Información de este libro electrónico

En un mundo futurista, Nunca Jamás es una realidad virtual, Garfio es un niño metálico y Campanilla es una interfaz automatizada.

Peter está desesperado por salvar a su pareja de un servicio militar para el que, sin él saberlo, Mir se ha presentado voluntarie porque necesita volar. Para salvarle, Peter programa una isla entera, Nunca Jamás, como un lugar seguro donde elle pueda volar sin tener que luchar en una guerra.

No localiza a Mir en seguida y lucha por el control de la isla con la interfaz automatizada llamada Campanilla mientras, en sus intentos por localizar a Mir, otras personas llegan a Nunca Jamás. La obsesión de Peter por encontrar a Mir terminará teniendo repercusiones para todos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 oct 2019
ISBN9781951057497
Programando Nunca Jamás
Autor

Jenn Polish

Jenn Polish is a YA fantasy author and instructor of Theatre and English at CUNY LaGuardia Community College. Their debut novel, LUNAV — a lesbian fairy tale set in a world where dragons hatch from trees — is set for release with NineStar Press in March 2018. When they’re not teaching, writing, or working toward their PhD in English from the CUNY Graduate Center, they’re probably fanbying over a wide array of comic books or hitting the gym.

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    Programando Nunca Jamás - Jenn Polish

    Una publicación de NineStar Press

    Rama editorial SunFire Press

    www.Ninestarpress.com

    Programando Nunca Jamás

    ISBN: 978-1-951057-49-7

    Título original: Lost Boy, Found Boy

    Copyright © 2019 by Jenn Polish

    Diseño de portada Natasha Snow Copyright © 2019

    Traducción: Copyright © 2019 Laura Bailo

    Publicado en octubre, 2019 por NineStar Press, New Mexico, USA.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y sucesos son producto de la imaginación del autor o se usan de forma ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos, eventos o lugares es una coincidencia.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida en ningún medio material, ya sea mediante impresión, fotocopias, escaneado o cualquier otro método sin el permiso por escrito de la editorial. Para solicitar permiso y para cualquier otra consulta, contactar con NineStar Press en cualquiera de las direcci1s en la parte superior de la página o mediante un email a la dirección Contact@Ninestarpress.com.

    Advertencia: este libro contiene escenas de sexo explícito, que pueden no ser adecuadas para menores de edad.

    Programando Nunca Jamás

    Jenn Polish

    Tabla de contenido

    Dedicatoria

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Agradecimientos

    Sobre el Autor

    Para Mamma

    <>

    <

    órdenes

    procesando

    procesando

    procesando>>

    Capítulo 1

    LOS CHICOS SABÍAN que dormían en cápsulas porque era más barato que tener el oxígeno encendido toda la noche en todo el hogar.

    Pero también había rumores.

    Rumores que decían que las cápsulas estaban programadas para elegirles, de uno en uno.

    Los chicos más jóvenes se lo creían con miedo aterrador y una obediencia ciega.

    Los chicos más mayores se lo creían con unos recuerdos serios y, a veces, una desobediencia irreverente.

    Los chicos medianos se sentían, a menudo, en algún lugar entre el pánico puro y la negación rotunda. Eran los chicos medianos de entre los que elegían.

    Peter era uno de esos chicos. Mir era mediane también, y había sido asignade con los chicos.

    La mañana después de que el ordenador central fallara y solamente proyectase un anochecer en el cielo, Mir (que solía sujetar su brazo derecho mientras dormía para protegerlo de la cápsula, de la elección), descubrió que su antigua protección era demasiado débil, aunque sus viejos deseos habían sido olvidados hacía tiempo.

    El emblema de la nave había sido grabado en su antebrazo. Había sido elegide.

    Hizo una mueca y cerró los ojos, dejando que una lágrima solitaria se deslizara por su cara, que crepitase en esa alteración rubí demasiado caliente en una piel de tonos dorados y marrones.

    —Peter. —Frunció el ceño. Su más viejo amigo no dormía profundamente. Presionó el botón de comunicaciones en su cápsula de nuevo, asegurándose de que brillase del color azul que le correspondía, dejándole saber que su voz estaba siendo transmitida desde su cápsula a la de Peter.

    —Peter. —Más alto esta vez, con más insistencia. Su atención no se desvió del rostro de Peter. Quería ver, una última vez, cómo era el chico cuando se despertaba, libre de las líneas de preocupación que ya llenaban su cara cuando estaba despierto. Mir quería, necesitaba, memorizar el modo en que los ojos verdes de Peter se abrían todavía adormilados, el modo en que parpadeaban para salir de una tierra hecha de sueños y aterrizar en la vida real. El modo en que sus ojos se llenaban de magia de las viejas estrellas en el momento en que aterrizaban en la cara de Mir, el modo en el que solo brillaban de esa forma por elle. El modo en el que Mir siempre hacía que la boca de Peter se elevase en una sonrisa adormilada, feliz y dichosa.

    Mir quería, necesitaba, grabar a fuego en su memoria todo aquello, asegurarse de que nunca jamás olvidara la alegría sin inhibiciones que elle, y solo elle, podía provocar en los ojos del chico.

    Porque sabía que, en cuanto Peter viera el emblema ensangrentado en su antebrazo (y peor, cuándo descubriera por qué estaba ahí), sus ojos nunca se encenderían así de nuevo. Al menos no por Mir.

    Al final, el susurro de Mir despertó al chico. Dio un salto, la arteria de su cuello prácticamente saltando con él, como si las pulsaciones estuvieran intentando que su cuerpo echase a volar.

    Peter volvió la cabeza sobre su almohada para mirar a Mir, observándole a través del cristal transparente de su cápsula. Cuando encontró los ojos de Mir esperando, mirándole atentamente, Peter sonrió. Primero se vio en sus ojos, con esa chispa que hizo que los ojos de Mir se humedecieran, que hizo que el alma de Mir cayese a sus pies y su corazón se precipitase al vacío. Después se vio en sus labios, primero el lado izquierdo y, a continuación, el derecho. Buscó el botón de comunicaciones con dedos adormilados.

    —¿Qué haces despierte, guape? ¿No sabes que hay una guerra? «Dormir hasta tarde conserva las reservas de oxígeno» —citó en tono de burla, todavía medio dormido, pero de forma cariñosa. Estaba susurrando, aunque Mir sabía que ninguno de los otros chicos podían oírles (sus señales únicamente comunicaban sus dos cápsulas. Peter las había programado él mismo con ese propósito). Aun así, Mir miró las otras seis cápsulas de la habitación sin ventanas furtivamente. Todos los cristales estaban tintados hasta casi llegar a la oscuridad completa, pero se imaginó los cuerpos dormidos de los otros chicos en su interior de todas formas. Ignorantes de su presencia y de la de Peter.

    Mir no contestó, se le había puesto un nudo enorme y doloroso en la garganta. Simplemente miró a Peter, miró al chico que le había cogido de la mano cuando dio sus primeros pasos en el exterior, al chico cuya infinita determinación para hacer incluso de las tareas más aburridas un juego hacía que fuera deseado entre todos sus amigos. Mir intentó abrir la boca, pero estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva. Su antebrazo hacía tiempo que había dejado de doler (ni siquiera había sentido cómo la cápsula le marcaba, le elegía mientras dormía, pero ahora le picaba) y mientras estudiaba los ojos de Peter tomó conciencia de cada nueva estriación en su piel, de la inflamación rodeando el emblema de la nave que le separaría de Peter para siempre.

    Peter entornó los ojos por el silencio de Mir.

    —¿Qué pasa?

    Los ojos de Mir se abrieron más, y Peter le miró con los ojos entrecerrados a través de la habitación, observando cómo tragaba. Deseando que no hubiera cápsulas (ni aire, ya que estaba) entre ellos.

    —Mir. Dímelo.

    Sin palabras y temblando, Mir levantó el brazo, girándolo para que Peter pudiera ver la parte tierna dónde la elección había dejado su

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