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Neblina
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Libro electrónico433 páginas6 horas

Neblina

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Información de este libro electrónico

Despus de que Alejandro se marchara sin explicacin alguna,
Javier descubrir nuevos sentimientos por su vecina Estefana,
pero la llegada de un nuevo inquilino de nombre Ivn,
har que Javier no sepa qu camino tomar.
Ivn, quin resulta ser hermano de Alejandro,
lo gua a que presencie un evento que le cambiara la vida.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 ago 2014
ISBN9781463391164
Neblina
Autor

Rafael Valdovinos Ceja

Rafael Valdovinos Ceja Nacido Jiquilpan Michoacán, México en 1994. Escritor nato que descubrió su vocación con la elaboración de su primer borrador. Ha dedicado tiempo y pasión a sus escritos tanto como a su preparación académica. Su amor y gusto por la lectura fue fomentado por su madre y una variada lista de artículos literarios a los que tuvo acceso desde pequeño. Entre sus géneros preferidos destaca la ficción, aventura y novelas. Siendo este su estilo preferido de escritura.

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    Neblina - Rafael Valdovinos Ceja

    PREFACIO

    Trataba de concentrarme solamente en conducir, mis extremidades estaban a punto de desconectarse por completo de mi cuerpo. Los hombros se iban paralizando hasta que la sensación de pesadez se había distribuido como si fuera una potente droga que recorriera mis músculos como agua hasta llegar a la punta de mis dedos y la tarea de mantener las manos fijas en el volante como me fuera imposible.

    Mis piernas temblaban y de vez en cuando mi pie se resbalaban del pedal, el auto brincaba amenazando con apagarse y sacando las fuerzas de reserva de gasolina volvía a apretar el acelerador.

    La imagen de la carretera se desvanecía en una luz blanca infestada de esferas coloridas, ¿eso es normal?

    Me concentro en solo llegar a un solo lugar.

    La casa de Javier.

    Él debía estar ahí, yo lo sabía, mis pensamientos por alguna extraña razón estaban siempre con él: lo podía sentir, incluso el olor de su piel me acompañaba.

    Si estaba en su casa.

    Al dar la vuelta en la esquina veo su casa pero la imagen parece congelarse en mi cerebro como si me hubiera bloqueado, entonces de nuevo siento los ojos cansados y la imagen se torna borrosa, un pinchazo en mi pierna hace que reaccione y frene de golpe.

    La llanta delantera del carro queda sobre la banqueta.

    Abro la puerta de golpe, mis dedos están entumidos y mi frente ahora la siento tan fría como un trozo de hielo, al descender del auto no logro mantenerme de pie y caigo al cálido asfalto.

    Gritó de dolor.

    Arrastrándome por el jardín, como herido de una guerra que estaba por terminar, logro subir los escalones hasta la puerta principal y me desplomo por completo.

    Parezco un perro callejero pensando: la escoria de la vida ahora viene por ayuda de un ser puro.

    Estiro mi mano y golpeo la puerta con brusquedad.

    Javier, por favor… ayúdame.

    No logré saber si mis palabras lograron escucharse o siquiera formularse en mis labios, pero abren la puerta y me caigo para atrás.

    -¡Alejandro, ¿Qué tienes?!

    Trate de abrir mis ojos pero las malditas esferas coloridas me bloquean verle el rostro.

    Escucho más palabras pero no les encuentro lógica.

    -¡Javier por favor esconde el auto!- le grito con todas mis fuerzas pero mis palabras salieron atropelladas entre mis labios.

    Su voz es como una luz fría en mi cabeza que alejaba todo lo malo que acababa de vivir: las balas, la sangre y a mi padre.

    Siento un nudo en la garganta y quiero llorar de la emoción, mi corazón late feliz de saber que ahora él está a mi lado.

    -Ciérralo.- vuelvo a decir esperando que comprenda mis palabras.

    A los pocos segundos siento sus brazos levantarme por completo, mi cabeza rueda sobre su hombro y es ahí donde puedo aspirar su olor: su piel que desprende ese enigmático aroma que hace despertar los deseos en mi cuerpo, esas ganas de poder besar cada centímetro de su piel.

    Cuando reacciono estoy sobre una superficie acolchonada. Estada en su cama.

    -¡Alejandro!- escuche su grito, abrí los ojos y lo contemple, su cabello le caía sobre el rostro que mostraba estar alarmado.- ¡Desvístete, hice lo que mi mamá hace cuando mis hermanos están heridos, eso te va a ayudar, vamos!

    Entonces intento enderezarme un poco pero al poner mis codos mis brazos tiemblan y resbalo.

    Me duele todo el cuerpo.

    Entonces comienza a desvestirme, sus manos frías me dejan desnudo. No lo puedo creer, estoy desnudo ante el hombre que amo, siento la excitación en mis entrañas. Desearía no estar en estas condiciones para poder gozarlo, pero no puedo siquiera mantener los ojos abiertos.

    Todo mi cuerpo queda unido al suyo.

    Al fin.

    Mi miembro pega en la cremallera de su pantalón y eso hace que todas las células de mi cuerpo quieran unirse a las suyas.

    Javier, si puedes escucharme: Te amo.

    1

    SOLO Y OBSCURO

    Estaba tirado en el piso de mármol en la ducha de la cabaña, mis ojos me ardieron al momento en que mire directamente a la luz, amarillenta como en mi sueño.

    Supe que había llorado, porque, al salir de la regadera me mire al espejo y al pasar mi mano por el frío cristal para retirar el vapor vi alrededor de mis ojos una gran línea color rojo.

    Me dirigí a la ventana y la abrí, liberando la gran cantidad de humo del agua caliente.

    Tome una toalla y me seque, mi cabello ahora corto se secaba mucho más rápido. Extrañamente mi cuerpo estaba adolorido, como si me hubieran dado una paliza entre mil sujetos. Al momento que repare en la herida de la palma de mi mano mi corazón volvió a latir junto a un muro de cristales, esa era la marca de él, ese era mi recordatorio de mi dolor.

    Salí del baño tallando mis ojos, la oscuridad reinaba por las frías paredes de la que ahora era mi confidente personal, mi hogar. Las paredes habían perdido ese brillo y ese calor con las que la vi por primera vez. Pareciera como si su partida también les hubiera arrancado la vida igual que a mí. Logré llegar hasta mi cuarto y ahogue un grito de dolor en mi garganta, aun podía ver su marca al otro lado dela cama. Todo me recuerda a él. Quito la toalla de encima y mi cuerpo queda al desnudo, mi piel toma ese extraño brillo azulado por la luz de la luna que entra por la ventana. Sé que ya estoy muerto, mi alma se fue secando hasta acartonar mi piel.

    Sacó ropa nueva del closet y me visto lentamente, mi tacto es tan frío que no lo soporto.

    Al bajar las escaleras siento aún más el profundo vacío.

    Al pasar por la cocina me frene frente al desayunador, ahí estaba la misma taza de café que había preparado en la mañana por si él llegaba se diera cuenta que no lo había olvidado.

    No había encendido las luces a lo largo de dos días, a pensar de odiar el silencio, la noche me comprendía, escondía mis llantos y mi dolor para que nadie los viera. Me frene delante de la barra de la cocina, mirando la taza de café fría, inmóvil.

    Cerré mis ojos y dos lágrimas brotaron. ¿Cómo era posible que tuviera aun lágrimas?

    Trata de controlarte Javier dijo una voz en mi cabeza que estuvo ausente todo este tiempo, me sorprendía saber que la parte cuerda de mi ser aún estaba conmigo. Respira profundo y trata de controlarte, esa herida que tienes en la mano se ha abierto muchas veces y no estamos preparados para más dolor. Ve mejor a dormir que mañana será un nuevo día.

    -No- me respondí a mí mismo.

    ¡Descansa!

    -¡NO!- grite cerrando mis ojos.

    ¿Por qué no?

    -Por qué tú me haces soñar con él y no quiero eso.

    El silencio que se hizo en mi cabeza me tranquilizo un poco.

    Abrí los ojos y tome la taza de café entre mis manos, respire profundo hasta que mis pulmones se abrieron y, con toda la fuerza que podía extraer de nu, la arroje al suelo de piedra embarnizada.

    Volví a subir hasta mi habitación.

    Sobre mi cama estaba mi celular, la pantalla iluminaba ahora mostraba tres llamadas perdidas, supongo que eran de mi mamá o de mi hermano Christian.

    Me tiré al otro lado de la cama, agarre un cojín de los más grandes y lo abrase con todas mi fuerzas, quería el consuelo de algo, quería sentirme protegido solo una vez más.

    Como si me pusieran una película, recordé las escenas de lo que en ese entonces eran lo mejor de mi vida: el primer viaje fuera de la escuela, el incidente en el carro, cuando su papá se enteró y estuvo a punto de matarnos, cuando estuve a punto de ahogarme en esa enorme piscina, el primer día aquí. Todo fue como oro para mí, sin saber que al poco tiempo seria solo polvo que el viento se encarga de llevar a regiones del olvido.

    No me sentía cansado, solo sin ganas de nada, estaba muy agotado de no hacer nada, mañana seria mi primer día en la nueva escuela, ya que había perdido un semestre esperándolo.

    A mis amigos solo los veía cuando pasaban por la casa, solo cuatro veces han entrado: una porque creían que estaba enfermo, otra porque creyeron que me había pasado algo, otra porque pensaron que me había marchado y la última porque pensaron me había suicidado.

    David era buena persona con migo, el primer amigo que no le molestaba hablarme sabiendo cómo había sido mi desgracia pasada, y su hermosa hermana Estefanía, a la que siempre miraba todos los días cuando ella pasaba haciendo sus ejercicios matutinos, con su hermoso pelo agarrado en una coleta y los audífonos naranjas de su reproductor de música que iban de sus orejas al bolsillo derecho de sus shorts.

    Era muy linda, siempre me provocaba un cierto cosquilleo en el estómago cuando hablaba o pensaba en ella.

    Lo más extraño que pasaba aquí era el dinero, mi cuenta bancaria que solo tenía mis ahorros pasados se había incrementado al menos nueve veces su valor, las cuentas de la cabaña siempre estaban pagadas. ¿De qué me servía todo ese dinero si él no estaba aquí, a mi lado?, pero no podía negar que eso me hacía sentir emociones nuevas, falsas esperanzas de que como mínimo estaba cerca de mí.

    Esta fue la noche en la que solo daba vueltas en la cama, sentía mucho calor y los nervios me mataban lenta y dolorosamente, no podía creer que me animara a entrar solo a una nueva escuela, aunque la inscripción ya estaba pagada, no me animaba a dar un solo paso dentro de esa escuela.

    Cada cinco minutos miraba mi reloj, con la esperanza de que mágicamente marcara diez minutos antes de la entrada. Pero desgraciadamente me fijaba muy seguido y parecía que las manecillas se habían pegado y no se movían.

    Cada segundo que pasaba me daba tiempo para pensar en el error más grande de mi vida, el venir aquí, ¿cómo fue?, o ¿en qué momento me deje embobar por él para seguirlo hasta aquí? Me daba chance de pensar en lo que probablemente mi familia dijo cuándo desaparecí, cuando se dieron cuenta de que no había ingresado en algún hospital, y que no aparecía.

    Los simples pensamientos de eso, hacían que las lágrimas se amontonaran en el contorno de mis ojos. Nunca antes había pensado en que pasaría al día siguiente, que era lo que me esperaba: si volvería el mismo rechazo a mi persona de los nuevos compañeros de grupo, o si simplemente el padre de Alejandro venia por mí en la noche y me ahogaba con una almohada.

    ¡Oh no, dije su nombre!, mi corazón latió con fuerza y se lastimo en la pared de cristales. Un dolor cálido y electrizante hizo que mis terminaciones nerviosas ardieran.

    Pero no podía negarlo, lo extrañaba, soñaba que me llamaba en medio de una neblina y que un faro nacía del suelo para alumbrarme con una luz amarillenta. Había soñado que él estaba recostado a mi lado y que al darme la vuelta ahí estaba, sonriente y firme como cuando le conocí, sus ojos negros sobre los míos mirándome de una forma tan especial que me hacía amarlo más. Pero al estirar mi mano para acariciar sus labios, desaparecía y era cuando despertaba, excitado y sudando.

    El viento que golpeaba las grandes copas de los pinos comenzó a arrullarme y, poco a poco, me fui quedando al fin dormido.

    Temía en que volviera a soñar esa… pesadilla, pero afortunadamente no pasó nada. De allí fue un sueño muy tranquilo.

    A la mañana siguiente mi despertador sonó, me levante a duras penas y me fui directamente a vestirme.

    Mi cuerpo entumecido me respondía cada vez menos, dure en ponerme ropa al menos una media hora y cuando al fin lo logre un nuevo dolor apareció cuando intente ponerme mis botas.

    Cuando al fin estuve listo baje las escaleras, ahora el tono opaco del día estaba iluminando levemente las paredes incoloras de la cabaña. Si, este era un nuevo día.

    Recogí los pedazos de la taza y los tire a la basura.

    Me prepare un café negro y sin azúcar para despertar y sin darme cuenta había dejado una nueva sobre el desayunador.

    Al salir de la cabaña con mi mochila en hombros sonreí a la típica mañana nublada, se hacía sentir un ambiente frío… solo, en ese preciso momento, la camioneta de los hermanos Peñalosa paso frente a mí, Estefanía, que iba al lado de su hermano David, me dedico una sonrisa.

    Hace unas pocas semanas, cuando mi cerebro se cansó de mi estado emocional, nació la idea de volver a estudiar, muchas personas me dirían ¿estás loco, ya tienes dinero, una casa y una camioneta, para que estudiar? y yo no podría responderles. Claro que quería estar en una escuela, rodeado de personas de mi edad que me distrajeran para no pensar en él. Los miedos de un nuevo colegio ya los había vivido meses atrás y ahora a lo único que le tenía miedo era a enamorarme de nuevo. Entonces salí en busca de una escuela, la que estuviera más apartada de la cabaña, afortunadamente Mazamitla tenía una que estaba hasta el otro extremo, en medio de calles poco transitadas. Recuerdo cuando me baje de la camioneta, tenía ojeras y la ropa que llevaba me hacía ver como alguien muy enfermo, y lo estaba claro. Los pocos alumnos que me había encontrado me observaron como si yo fuera un zombi, incluso se apartaban de mi camino. Entonces me topé con los hermanos Peñalosa quienes, sorprendidos, me acompañaron hasta la dirección.

    Desde entonces el lunes había sido mi mayor anhelo.

    Al encender la camioneta que él me había dejado, sonaba en el estéreo una canción de lo más tranquila, y comencé a avanzar, no escuchaba el sonido de nada al exterior, solo el ritmo de mi respiración y mis propios pensamientos.

    Mientras avanzaba por las calles no podía creer que yo estuviera aquí, debería estar en mi casa, en compañía de mi familia, probablemente mi papá a esta hora me estaría dejando en la entrada del colegio, me despediría de él y entraría felizmente a mi salón, solo que esta vez no.

    Avance unos diez minutos antes de adentrarme a una calle que parecía sin salida, empedrada y cubierta por el follaje de grandes pinos.

    La camioneta color roja de mis vecinos se estaciono junto a la entrada, Estefanía bajo rápidamente, y se colgó su bolso que llevaba como mochila, me saludo mientras yo me estacionaba tras ellos, al bajarme, David ya estaba a un lado de ella, me colgué la mochila y me dirigí a donde estaban ellos.

    -Hola- los salude un poco nervioso.

    -Qué bueno que si te animaste a entrar con nosotros, finalmente vamos a charlar más- dijo Estefanía mientras que su hermano solo me saludaba con la mano.

    -Bueno, es solo que me aburrí de estar solo en casa- le conteste rápidamente.

    - ¿Y tú primo no da razón de cuando vuelve?- pregunto David.

    Miré al mayor de los Peñalosa y le di a entender que no lo volviera a decir, su nombre era mi tropiezo, era la cuchilla que me abría la misma herida y también era la pared de cristal en la que mi corazón se lastimaba. David era el único que conocía la verdad acerca de… él. Pero su hermana no, por lo tanto el dolor era doble por el simple hecho de mentirles.

    David bajo la mirada y apretó las manos a sus costados en señal de que había comprendido mi gesto.

    -No… él no tiene fecha de regreso- respondí tartamudeando.

    -Pobre de ti, tan solo en esa cabaña, si quieres vente con nosotros un tiempo, mientras todo se aclara- me propuso ella.

    -Claro que no, no quiero causarles problemas.

    -¿Qué problemas Javier?- se apresuró a contestar Estefanía- nosotros vivimos solos también.

    -Sin alguien que nos diga que hacer.- contesto David volviendo a sonreír.

    -Claro que sí- respondió su hermana- tú me tienes que obedecer a mí, pero ese no es el caso- volvió a dirigirse a mí- considéralo, hay varias habitaciones que están desocupadas.

    -Se los agradezco pero prefiero quedarme en la cabaña.

    Estúpido, diles la verdad apareció la voz en mi cabeza, hablándome con el tono que dirían mis hermanos diles que no quieres salirte por si Alejandro vuelve, no lo niegues, si por eso duermes en el sofá de la sala para tener una vista clara de la entrada principal.

    Guarda silencio le reproche apretando el entrecejo decir su nombre nos afecta a ambos.

    -Bueno, entonces mientras esperas el regreso de Alejandro yo me doy unas vueltas para tu casa para asegurarme de que todo esté en orden.

    Al ver que me encogí de hombros, ambos hermanos guardaron silencio, cosa que se hizo incomodo después de unos segundos, solo el ruido de los carros que pasaban junto a nosotros me tranquilizaba.

    Sentía demasiada nostalgia, aun recordaba las ansias que tenía cuando entre a la otra escuela, como deseaba que las horas pasaran para dar mi primer pasó dentro… pero esta vez no, solo lo hacía para no estar todo el día en esa maldita cabaña.

    -Javier, no me había fijado… ¡Te cortaste el cabello!, si eras la persona que mejor lo tenía… no lo puedo creer, pero te vez más lindo con ese corte- interrumpió mis pensamientos Estefanía… ¿lindo?, bueno eso estaba mejor.

    -Sí, es que ya tenía demasiados problemas con él, ya sabes, me era muy difícil poder peinarlo- le conteste un poco apenado.

    -Bueno, será mejor que entremos, porque si no la señora G no nos va a dejar pasar- concluyo David.

    -¿La señora G?- pregunte mientras me ponía al lado de David.

    -Sí, es la que cuida la escuela todo el tiempo, es regordeta y tiene una verruga en la cara, como las típicas brujas de los cuentos, solo que esta si es real… pero no mires fijamente su verruga- dijo Estefanía haciendo gestos con las manos- porque te empezaría a gritar y más cosas.

    Caminamos hasta la entrada de la escuela, tenía una sola cancha pavimentada y un enorme espacio verde al lado, y de la parte derecha solo un edificio rectangular de dos pisos y con varios salones.

    Mientras caminábamos los tres entre varios grupos de amigos que iban a nuestro alrededor respire profundo y parpadee varias veces con la firme intención de dejar a un lado lo sentimental y el vértigo de socializar de nuevo, entonces mire a mi alrededor, el pasto estaba cubierto por frías gotas del roció, en algunas partes se podía apreciar la escarcha de hielo.

    Estefanía se apartó de nosotros dando unos pequeños saltos al momento que se acercó a un grupo de chicas, sonrió y pronto se quedó tras nosotros. David fue quien, sin decir una sola palabra me acompaño hasta las oficinas.

    Ya conocía los trámites; entregaría mis documentos tanto los de la preparatoria de León Guanajuato como los de Guadalajara que mi hermano Christian amablemente me mando. Después me entregarían mis libros, escogería mi horario y ya.

    Al doblar por un pequeño pasillo que daba a unas escaleras habíamos llegado a las oficinas principales. La puerta de metal estaba cerrada y David llamo a ella dándole varios golpes con sus gruesos nudillos, intente sacarle platica pero mis palabras quedaban ahogadas en mis labios. Entonces abrieron la puerta y entramos. Era un lugar pequeño y con fuerte olor a café, el ambiente era cálido en comparación de afuera ya que de inmediato mis mejillas ardieron ahí donde el gélido aire me había golpeado más. No volvere a conducir con la ventana abierta.

    Recuerdo que le entregue los papeles al prefecto, mas no recuerdo lo que me dijo, yo solo decía que sí y asedia con la cabeza, después me pasó el horario y me mando a clases, afortunadamente aquí no era como en Guadalajara, que tenía que escoger las clases que quería, aquí todos llevaban lo mismo, a excepción los de Informática y los de Turismo que eran las únicas dos ramas de especialidades, y sinceramente no recuerdo a cual entré.

    David me condujo hasta el salón, que era el mismo que le tocaba a él, al entrar, Estefanía estaba sentada encima de la paleta de una butaca, platicando con una chica de pelo negro que al verme pasar junto a ellas solo me dedico un gesto agrio.

    El salón, que tenía grandes cortinas color gris, encerraba el calor lo suficiente como para empezar a sudar. Me senté a un lado de David y arroje mi mochila en el piso, haciendo un ruido espantoso.

    -¿Enserio no sabes nada de tu… bueno, de Alejandro?- pregunto David en un susurro que casi no escuche.

    -No… ni de mi familia ni de nadie, parece me he quedado huérfano- le conteste sin ningún tipo de ánimo.

    Aunque mi familia si estaba un poco al tanto de la verdad.

    -No digas eso, nos tienes a nosotros, aparte retomando lo que dijo mi hermanita si te quieres venir un tiempo no hay problema, para nosotros sería genial que estuvieras en la cabaña- me dijo amablemente.

    -Te lo agradezco, pero es que no quiero estar lejos por si él regresa- ¿no podía dejarme en paz con ese tema?… pero tenía que calmarme- y yo digo que sería demasiado incomoda mi presencia en tu cabaña… además tengo que hacer las tareas de la mía.

    -¿Y qué planeas hacer con mi hermana?- pregunto mirándola de reojo por encima de sus hombros.

    -¿Por qué?, ¿ocurre algo malo?

    -No seas tonto, ¿que no notas?… ella siente algo por ti- lo que había dicho me alegro el día, bueno hasta este momento- me lo ha dicho muy seguido, pero no le he dicho nada de lo de…

    -Y no le vallas a decir, por favor, lo que paso con Alejandro ya quedo en el pasado… ya no siento nada por él, ni pienso en ello- mentí pero sonó muy convincente.

    No me contesto, solo mire a Estefanía que platicaba con su amiga que me miraba feo.

    Poco a poco el salón se fue llenando, por así decirlo, muchos me miraban como un bicho raro, aunque no me importaba lo que dijeran o pensaran de mí. Algo contradictorio a lo que había predicho tiempo atrás.

    Pasados unos minutos llego una profesora, de estatura baja y regordeta, de su nariz puntiaguda se detenían unos lente completamente redondos que le aumentaban el tamaño de los ojos.

    -Veo que hay un nuevo compañerito en el grupo- dijo la profesora mientras se ponía delante del escritorio.

    -Que milagro- dijo un joven que estaba a mi lado y que me miraba en forma de burla.

    -Guarda silencio Lucas, no te he dicho a ti- le contesto un poco fuerte la maestra.

    -Disculpe señora Godínez no fue mi intención- contesto el tal Luca con un tono más burlón.

    -¿Cuál es tú nombre jovencito?- me pregunto la maestra, mientras se colocaba mejor sus gafas.

    -Eh… mi nombre es Javier Carrasco- le conteste un poco tímido.

    -Bienvenido Javier- me dio las típicas palabras de aliento.

    El resto de la hora que ella nos daba me la pase mirando lo poco que se podía por la ventana, aunque no había mucho que mirar, solo la neblina y las luces aun encendidas de los postes.

    Al parecer estaba un poco tranquilo, ya podía por lo menos dejar de pensar en eso y pasar un buen rato con mis compañeros.

    Aun sentía esa extraña punzada en mi pecho, como si tuviera algo enterrado que al tratarlo de quitar se enterrara más. ¿Por qué se había ido?, esa era la maldita pregunta que diario me hacía.

    Tenía pensado ir a casa de papá un fin de semana como mínimo, para saber si estaban bien, aunque después de lo que me había dicho Cristóbal eran para que nunca me regresaraallí.

    Hubiera preferido ahogarme cuando el papá de Alejandro me aventó a la piscina con esa cosa enganchada a mis pies. Si sigo vivo tal vez es para ser infeliz, ahora me doy cuenta de que los finales felices no existen, son una farsa enorme, un vil engaño para que solo se ilusionen las personas, lo odio.

    No escuche cuando la profesora salió del salón, y mucho menos cuando entro el otro profesor, éste por lo menos no me hizo presentar ante los demás, solo dio su clase y se marchó. Después entro otra profesora que hizo lo mismo. El tiempo se me hacía que corría tan rápido, ¿sería por qué no estaba en la casa?, bueno, ni yo mismo no conocía la respuesta.

    -Javier… ¿no vienes con nosotros a desayunar?- me interrumpió David, quien se había sentado en la butaca de enfrente.

    -Eh, si… claro que sí, me muero de hambre- le conteste mientras me ponía de pie.

    -¿Qué tienes?- pregunto Estefanía al momento en que pasaba frente a ella- te ves muy… pálido, más de lo normal.

    -Es solo que aun ando un poco desvelado, pero después se me va a quitar.

    -Eso espero, bueno, en marcha que mi estómago me duele- dijo ella cambiando de tema.

    El camino hasta la lonchería fue en silencio, David caminaba con las manos en las bolsas de su pantalón, mientras que su hermana solo las llevaba en el costado.

    La lonchería estaba infestada de gente hambrienta como nosotros, todos gritando desesperados lo que querían comer. Estefanía le paso el dinero a David y le dijo casi a gritos.

    -¡Pídeme lo de siempre!

    -Está bien… ¿¡tú no quieres algo!?- me pregunto.

    -Solo unas galletas o algo que sea muy dulce por favor- y le pase un billete de cincuenta.

    Mi estómago no podía con algo que no fuera tan dulce, aunque tenía ya bastante tiempo que no comía algo normal, siempre eran cereales o galletas.

    Al momento en que David nos entregó lo que le habíamos pedido, comenzamos a caminar, vi pasar a mi lado a Lucas, junto con un grupo de algo parecido a sus sirvientes. No le tome importancia, pero algo me decía que no lograríamos llevarnos la fiesta bien.

    Y tal como dije, jamás nos llevaríamos bien, al momento en que ambos dejamos de vernos, algo me golpeo en la espalda, dejándome una punzada horrible, voltee poniendo mi mejor cara, no quería que este día empezara mal.

    -Hay lo siento… no me fije, de verdad discúlpame- dijo en el mismo tono burlón que había usado en clases, mientras levantaba el plato de plástico que me había golpeado.

    No le respondí, solo me di la vuelta y lo deje esperando una respuesta.

    -¿Que no escuchaste?… ¡te dije que me disculparas!- me repitió a gritos.

    -Vámonos, no le hagas caso- me dijo en voz baja Estefanía mientras me sujetaba del brazo y me obligaba a caminar.

    -Debe estar sordo- dijo Lucas a mi espalda- este pendejo.

    Era lo que me faltaba, no tenía el humor de estar escuchando sus insultos, recuerdo como un escalofrío me recorría toda la espalda.

    Me solté le las manos de Estefanía y me di la vuelta, tire la galletas al piso y empuñe mis manos, sentía como las uñas se enterraban en mi piel.

    Me puse frente a él, aunque solo era más alto por unos centímetros no sentía temor: no, no le temía a él, el solo era una sombra de lo que en verdad me aterraba.

    -¿Qué fue lo que me dijiste?- le pregunte enojado.

    -Dije debe estar sordo este pendejo- dijo con un tono que desquiciaría a quien fuera- ¿Por qué, te molesta?

    Trate de controlarme lo más que pude, no podía hacer un show aquí, no en el primer día, por lo que solo me retire de él.

    -Que les dije…- dijo a su cuarteto de amigos- no que muy gallito, si solo es un cobarde, que se puede esperar de él.

    No fueron sus palabras, si el tono de su voz, pero esta vez perdí el control, apuñe aún más la mano izquierda y me di la vuelta, escuche como su quijada tronaba entre mis dedos. Lucas solo retrocedió un poco, puso su mano en la boca y después me miro con más ira, apuño las manos y se dejó venir hasta donde estaba yo.

    No recuerdo cuantas veces lo golpee, ni cuantas veces él a mí, solo recuerdo los gritos de los espectadores y los de Estefanía que nos decía que paráramos.

    Era tan fuerte la descarga de adrenalina que sentía que era muy difícil de parar. Quede encima de él y vi como si ante mi todos mis recuerdos aparecieran; vi llegar al escolta del padre de Alejandro, la forma en la que lo golpeaba al igual que a mi. El dolor que sentí en los pulmones al tratar de respirar bajo el agua, la herida aun en mi hombro. Todo eso salía de mí, gritaba de coraje incluso aunque sentía como Lucas traba de detenerme y que no lo golpeara más.

    -¿Qué está pasando aquí?- escuche que preguntaba una voz masculina haciendo callar a los demás- ¡YA SEPARENSE!

    Sentí cuando alguien me jalo por la camisa, elevándome y poniéndome a unos centímetros de Lucas. Mire desconcertado a David, quien me sujetaba del pecho y me susurraba en el oído- tranquilo, no vale la pena-, poco a poco la adrenalina disminuía.

    -¿Cómo es posible que el primer día nos esté causando problemas señor Carrasco?, su historial académico era impecable, ninguna observación, pero ahora…

    -Es solo que este empezó, yo ni siquiera me había dado cuenta de que él estaba junto a mí, hasta que me arrojo el plato- me justifique de inmediato.

    -Sea cual sea la excusa, lo que paso amerita una buena sanción.

    Mire de reojo a Lucas, que estaba siendo detenido por el prefecto.

    -Ambos se deben retirar por hoy, y espero que mañana ya vengan más tranquilos- concluyo el intento de maestro.

    Me dirigí al salón por mi mochila, no sin antes chocar apropósito mi hombro con él de Lucas, dándole a entender que esto no se quedaba así.

    ¿Qué me estaba pasando?, este no era mi comportamiento, por lo general solo me alejaba de los problemas, ¿de donde estaba sacando esas fuerzas?, este comportamiento era de un estúpido, yo mismo me desconocía.

    Era la más mala impresión que había dado en toda mi vida, pero no había nada que hacer, ya lo había hecho.

    Entre al salón y tome de mala gana mi mochila, quería seguir golpeándolo, quería sentir de nuevo la fatiga de mis músculos cuando apretara mis nudillos e hiciera tronar su mandíbula. Cuando volvía colocar mi mochila en mis hombros, patee el bote de basura del salón con bastante fuerza, haciendo que bolas de papel terminaran regados por todas partes.

    Al bajar las pequeña escaleras me topé con Estefanía, quien me miraba como si estuviera frente a un extraño, lo que me hizo bajar mis niveles de adrenalina.

    -¿Cómo estás?- pregunto inocentemente- mira… sé que su comportamiento no fue el correcto, pero no debiste reaccionar de esa manera, no siempre se solucionan los problemas con golpes.

    Talle mis labios con el dedo índice y descubrí que desafortunadamente estaba sangrando.

    -Es que…- trate de justificarme- sinceramente no sé qué me pasa, últimamente no me he estado sintiendo bien, tu sabes…

    -Te hemos dicho con mi hermano que te vayas con nosotros, te puedes quedar en el cuarto de huéspedes, o si lo prefieres nosotros nos quedamos contigo, pero… no vuelvas a reaccionar así, me asustaste.

    -Esa no fue mi intención… te

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