Melodrama Queen

Ya es otoño y cuando llega la estación siempre me da una sensación extraña de saber que el año está a punto de acabarse y nuevamente debo recapitular qué hice en los 365 días que dura. También me llega mucho trabajo y eso me da felicidad, pero cuando estoy en casa y escucho al viento soplar sobre las ramas del árbol que está arriba, oigo a las hojas caer y es inevitable no darme un abrazo con una frazada sobrepuesta en mi espalda..., no sé qué hacer, si leer, meditar, escribir, llorar, cantar, comer o solo dormirme. Últimamente he llorado mucho y esa es la opción, suena con una voz desgarradora, de la nada una lágrima recorre mi mejilla y entiendo la letra de , y no puedo dejar de llorar, es cuando entiendo lo que se dice de Cha-vela Vargas, que era capaz de hacer llorar a las piedras. Termino de recorrer el museo, y el frío de la Ciudad de México se apodera de mis manos; y entre eso y el llanto subo a un camión para dirigirme a mi siguiente plan; sobre el autobús veo pasar un Café Jarocho que existe desde hace muchos años, me levanto del asiento y solicito la parada al chofer, me bajo y camino hacia la cafetería, pido un chocolate caliente y una dona de , me detengo un poco en el recorrido a disfrutarla, una lluvia suave comienza en la ciudad, así de caótica años. A veces es bueno recordar lo bueno y lo malo de los que ya no están, las tradicionales ofrendas no se hacen esperar y recuerdo cuando de niño mi papá nos llevaba a pedir la calaverita con la cara pintada a las casas y locales cercanos, tener muchos dulces era el objetivo de mis hermanos y mío, fue hace tantos años que cada vez que lo recuerdo no puedo evitar sentir un poco de nostalgia. La nostalgia es recordar que te han pasado cosas buenas, y las extrañas, a veces extrañamos ser niños otra vez y no tener preocupaciones, pero la vida sigue y la vida adulta un día se topa con nosotros en forma de impuestos y responsabilidades, como mantenerte vivo, eso ya es ganancia. Qué mejor época que esta para sabernos plenos, quiero disfrutar estos días y en mi tren de pensamiento lo primero que deseo hacer es ir a un museo como el de Dolores Olmedo, donde hay una exposición de Frida y Diego, dos de mis artistas es esta urbe, que aunque sea invierno llueve..., es culpa del calentamiento global, pienso. Después de esta parada técnica de mis antojos, me dirijo al Paseo de la Reforma para ver la exposición de calaveras que está sobre la banqueta de la famosa avenida; solía caminar por allí cuando conocí a alguien, y es ahí justo en donde no he dejado de llorar y de escuchar a Chavela Vargas, cuando me doy cuenta de que no había llorado a Pepe, el hombre del que casualmente me enamoré, y digo casualmente porque Pepe llegó primero como canción de las Jeans a inquietarme con su blanca sonrisa y unas manos tan grandes que al agarrar la mía combinaban perfecto con la búsqueda de alguien a mi lado. Es alto, amoroso, cariñoso, respetuoso y casi perfecto, dice que le encantan mis ojos y mi sonrisa, que lo ponen de buenas ¿a poco no es un amor? Y sin pensarlo voy cayendo en esa espiral de enamoramiento, a él le confiaría el sueño, no tendría miedo de dormir a su lado, invitar a alguien a dormir es más valioso y arriesgado que intimar sexualmente, porque esa persona estará velando tu reposo. suena en mi , dice Chavela: “ ...uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, y sí, pero es ahí cuando me doy cuenta de que Pepe no es para siempre, él tiene otro compromiso, ya vela otro sueño, Pepe no va a estar. Me despierta la realidad y sigue siendo noviembre, sigue el frío, el otoño va de salida, pero el invierno está a la vuelta de la esquina, un año más al que voy a llegar a cualquier reunión de fin de año con nadie -y créanme, estoy acostumbrado, es solo que Pepe se había sentido tan real-. Un duelo más que viviré, qué complicado vivir el amor de pareja, qué difícil creer todo lo que te dicen cuando sabes que un día todo eso no será verdad, qué difícil ser Pepe y no poder estar a mi lado. Y si de relaciones complicadas hablamos, no me quiero perder , que, bajo la dirección de un aclamado Sebastián Sánchez Amunátegui y la dramaturgia de Alberto Conejero, nos adentra en un pequeño espacio que encierra secretos, redención, libertad y amor, con la interpretación de actores juveniles como Jonathan Persan y Jhovanni Raga, es esta una pieza que no nos podemos perder. El teatro es quien me salva de esta ciudad en la que he llorado durante todo el día, y hoy he añorado a alguien en medio de esta lluvia que nos sorprende. Justo en ese momento encuentro un refugio para saber si todo lo que me está sucediendo es real o solo es una ficción, una ficción que en algún momento terminará con la palabra “Fin” o con la caída de un telón, me quitaré el vestuario y me dirigiré a mi casa, y es ahí donde me toparé con la realidad de saber que Pepe existió más de lo que yo mismo imaginé, y es ahí donde sabré que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo.