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T01XE08 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (Latanace) para MTVRX Producciones -De hogueras y ponientás - Episodio exclusivo para mec…
T01XE08 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (Latanace) para MTVRX Producciones -De hogueras y ponientás - Episodio exclusivo para mec…
valoraciones:
Longitud:
11 minutos
Publicado:
12 feb 2023
Formato:
Episodio de podcast
Descripción
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE08 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (Latanace) para MTVRX Producciones -De hogueras y ponientás
Vivo en un lugar en el que, lo más normal, es que el viento del Poniente golpee fuerte. Esto se traduce en ráfagas de hasta 150 km por hora. Y en periodos que van de tres en tres días. 3, 6, 8, 12, 15, 18… A mí me gustan las ventoleras. Tienen que ver con mi forma de ser. Yo también reacciono bruscamente y golpeando duro en cuanto me agreden, intimidan o coaccionan. Cada una se defiende como puede.
Viví con un señor que, con cada ponientá se ponía de peor humor. Maldecía, se quejaba y trataba de aislar una casa en primera línea de playa con el mar enfrente. Afortunadamente, cambió de domicilio y, ahora, pasa las ponientás en una casa del interior, angosta, con poca luz y poca ventisca.
Y yo me pongo cachonda.
Cómo no me voy a poner si tengo una cama desde la que se ve el mar encabritado, furioso, aupándose en los vendavales de poniente para salpicarme la cara desde lejos cuando tengo la puerta del balcón abierta. Puerta que abro cada vez que hay ponientá y tengo tema.
Su primera ponientá fue en la Noche de San Juan. Las hogueras se mantuvieron a duras penas por la fuerza con la que pegaba. Pero ellos se comieron la boca en todas las fogatas. Paseándolas de una en una, tirando los malos momentos, primero, viendo cómo se consumían, rubricando con los tres deseos que ardieron con ganas.
Ojalá nos hubiéramos pedido el uno al otro, ya que, al menos un deseo siempre se cumple. Pero lo que si dejamos claro es que nos buscaríamos esa misma noche.
Nos buscamos en las hogueras para encontrarnos en mi cama, frente al mar enfurecido que rugía como nunca. El ruido, casi ensordecedor, nos obligó a hablar alto para escucharnos y el empuje del mar sobre la orilla nos animó a enzarzarnos. “Quítate toda la ropa. Toda. Quiero verte desnuda”.
Lo de desnudarme no me costó y eso que soy de las que gustan follar con algo de ropa. Pero era un hombre que clamaba ser abrazado, con su espalda que parecían dos, sus brazos inmensos y las piernas pétreas de muslo ancho fruto de su pasión por el fútbol. Me desnudé sin rechistar y dejé que hiciera. Lo que hizo fue clamar a los siete vientos que yo, en aquel momento, era suya. Cogió mi cara con las manos para besarme más. Aquellos besos me encantaban. Abría la boca lo justo para comerme la mía buscando con su lengua jugar bien dentro. De pie los dos frente a frente con el mar rugiendo como banda sonora, fue bajando las manos para reconocer cada centímetro de mi piel, sin dejar de repasar cada pliegue. Desde la oreja hasta la clavícula, desde la barbilla hasta mis tetas. Pellizcó mis pezones haciéndome daño para que cuando gimiera empezar a lamerlos y morderlos con los labios. Yo notaba cómo me humedecía conforme él trajinaba.
Di un respingo cuando llegó a mi sexo, ya completamente empapado. Sus movimientos contrastaban con la fiereza de la ponientá. Parecía querer demostrarme que, contra todo pronóstico, la vida puede ser preciosa cuando la pintas tú. Primero abrió la palma de la mano para abarcarlo completamente.
“Estás mojada. Me gusta” dijo al tiempo que con dos dedos repasaba en el interior de la concha húmeda y aferraba entre ellos mi clítoris a punto de reventar. Él seguía completamente vestido, con los pantalones abiertos y la polla fuera para que yo la tocara. La abrazaba con las dos manos, como si fuera un tubo, un cilindro que yo acariciaba de arriba abajo. Me humedecí las manos con saliva para que resbalara mejor. Él dio un respingo cuando lo notó. Mi respiración se aceleraba e intensificaba, como la suya, acompañando las olas estrellando contra las piedras.
Ahh. Ahhh. Ahhhhhhh
El clítoris se hinchaba al compás de sus dedos, lo rodeaba, lo tocaba, lo repasaba hasta que metió, primero un dedo, después dos, después tres y llamaba con ellos hacia sí mi
Vivo en un lugar en el que, lo más normal, es que el viento del Poniente golpee fuerte. Esto se traduce en ráfagas de hasta 150 km por hora. Y en periodos que van de tres en tres días. 3, 6, 8, 12, 15, 18… A mí me gustan las ventoleras. Tienen que ver con mi forma de ser. Yo también reacciono bruscamente y golpeando duro en cuanto me agreden, intimidan o coaccionan. Cada una se defiende como puede.
Viví con un señor que, con cada ponientá se ponía de peor humor. Maldecía, se quejaba y trataba de aislar una casa en primera línea de playa con el mar enfrente. Afortunadamente, cambió de domicilio y, ahora, pasa las ponientás en una casa del interior, angosta, con poca luz y poca ventisca.
Y yo me pongo cachonda.
Cómo no me voy a poner si tengo una cama desde la que se ve el mar encabritado, furioso, aupándose en los vendavales de poniente para salpicarme la cara desde lejos cuando tengo la puerta del balcón abierta. Puerta que abro cada vez que hay ponientá y tengo tema.
Su primera ponientá fue en la Noche de San Juan. Las hogueras se mantuvieron a duras penas por la fuerza con la que pegaba. Pero ellos se comieron la boca en todas las fogatas. Paseándolas de una en una, tirando los malos momentos, primero, viendo cómo se consumían, rubricando con los tres deseos que ardieron con ganas.
Ojalá nos hubiéramos pedido el uno al otro, ya que, al menos un deseo siempre se cumple. Pero lo que si dejamos claro es que nos buscaríamos esa misma noche.
Nos buscamos en las hogueras para encontrarnos en mi cama, frente al mar enfurecido que rugía como nunca. El ruido, casi ensordecedor, nos obligó a hablar alto para escucharnos y el empuje del mar sobre la orilla nos animó a enzarzarnos. “Quítate toda la ropa. Toda. Quiero verte desnuda”.
Lo de desnudarme no me costó y eso que soy de las que gustan follar con algo de ropa. Pero era un hombre que clamaba ser abrazado, con su espalda que parecían dos, sus brazos inmensos y las piernas pétreas de muslo ancho fruto de su pasión por el fútbol. Me desnudé sin rechistar y dejé que hiciera. Lo que hizo fue clamar a los siete vientos que yo, en aquel momento, era suya. Cogió mi cara con las manos para besarme más. Aquellos besos me encantaban. Abría la boca lo justo para comerme la mía buscando con su lengua jugar bien dentro. De pie los dos frente a frente con el mar rugiendo como banda sonora, fue bajando las manos para reconocer cada centímetro de mi piel, sin dejar de repasar cada pliegue. Desde la oreja hasta la clavícula, desde la barbilla hasta mis tetas. Pellizcó mis pezones haciéndome daño para que cuando gimiera empezar a lamerlos y morderlos con los labios. Yo notaba cómo me humedecía conforme él trajinaba.
Di un respingo cuando llegó a mi sexo, ya completamente empapado. Sus movimientos contrastaban con la fiereza de la ponientá. Parecía querer demostrarme que, contra todo pronóstico, la vida puede ser preciosa cuando la pintas tú. Primero abrió la palma de la mano para abarcarlo completamente.
“Estás mojada. Me gusta” dijo al tiempo que con dos dedos repasaba en el interior de la concha húmeda y aferraba entre ellos mi clítoris a punto de reventar. Él seguía completamente vestido, con los pantalones abiertos y la polla fuera para que yo la tocara. La abrazaba con las dos manos, como si fuera un tubo, un cilindro que yo acariciaba de arriba abajo. Me humedecí las manos con saliva para que resbalara mejor. Él dio un respingo cuando lo notó. Mi respiración se aceleraba e intensificaba, como la suya, acompañando las olas estrellando contra las piedras.
Ahh. Ahhh. Ahhhhhhh
El clítoris se hinchaba al compás de sus dedos, lo rodeaba, lo tocaba, lo repasaba hasta que metió, primero un dedo, después dos, después tres y llamaba con ellos hacia sí mi
Publicado:
12 feb 2023
Formato:
Episodio de podcast
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T01XE07 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (Latanace) para MTVRX Producciones -Me lo hizo en volandas - Episodio exclusivo para mecenas de Diario de una Amazona (con Celia Blanco @latanace)