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T01XE21 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La Voz - Episodio exclusivo para mecenas
T01XE21 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La Voz - Episodio exclusivo para mecenas
valoraciones:
Longitud:
28 minutos
Publicado:
15 may 2023
Formato:
Episodio de podcast
Descripción
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE21 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La Voz
Del episodio debo deciros que para mí es el mejor de todos los que ha hecho. Es el más limpio y, a la vez, más morboso y sexual.
Me gustaba su voz. Sí, su voz. Era una de esas voces perfectas, sin maquillaje, sin dudas. De las que entran por el oído para quedársete en la cabeza y, en mi casa, envolvía todo mi cuerpo. Lo conocía de coincidir con él en el autobús para ir a trabajar. Los dos estábamos en la misma televisión y el viaje significaba poder conocerse. Reconozco que su físico ayudaba pero que no era lo importante. Era guapete, sin más. De estos que te hacen gracia pero no sabes por qué. Yo sí lo sabía. A mí lo que me había conquistado había sido su tono de voz.
Tuvieron que pasar muchas mañanas hasta que hiciéramos aquel viaje que nos unió. AL principio, solo nos decíamos “buen día” y cada uno se ensimismaba en sus cosas, casi siempre un libro o una revista, lo que hace todo el mundo. Aún no existían las redes sociales y los móviles no daban más que para sms. Pero a nosotros nos mandaron a los dos, a cada uno en nuestro programa, al mismo sitio, por eso cuando coincidimos en el avión camino de Los Ángeles, no nos quedó otra que alegrarnos de la buena suerte.
Él iba para hacer un reportaje en el programa en el que estaba. Yo, para lo mismo, pero para informativos. Su Alteza Real el Príncipe de Asturias viajaba a Los Ángeles en uno de sus viajes preparativos para cuando ascendiera a Rey y su simple imagen ya estaba lo suficientemente revalorizada como para que en todos los programas quisieran la noticia.
El viaje a Los Ángeles es un suplicio. No hay vuelos directos desde Madrid y se alarga ocupando un día entero. En el avión, nos saludamos y ocupamos nuestros asientos; yo en turista, él en Primera, cosas de la caridad de los productores. Ni nos vimos más que en la sala de espera, donde charlamos un rato y, después, en el autobús que nos llevó a la terminal del aeropuerto. Pero estábamos en el mismo hotel. Un hotelazo de esos de Beverly Hills en el que las habitaciones eran casi más grandes que el estudio en el que yo vivía.
El periplo profesional fue de los grandes. Muchos medios de comunicación, al tratarse de un encuentro internacional, yo conexiones en directo con los informativos y él búsqueda fructuosa de novedades y detalles que se nos escaparan al resto. Terminamos agotados todos. Nos cruzamos de vez en cuando en alguno de los puntos de la cobertura, pero de una sonrisa o guiño no pasamos. Cuando terminamos de enviar nuestra respectivas crónicas nos encontramos en el hall del hotel.
— Destrozada. Estoy destrozada.
— Y yo. Y mañana, otra vez. Van a ser cinco días de espanto.
Subíamos ambos en el ascensor cuando se le ocurrió la genial idea:
— ¿Por qué no cenamos en la habitación y así no salimos siquiera?
A mí me pareció una idea excelente. UN sandwich de esos de súper hotel me vendría de miedo.
— Ay, sí. Entonces, nos vemos mañana en el desayuno, ¿no?
No. La idea no era esa. La idea era compartir espacio y las habitaciones en las que estábamos tenían esa especie de recibidor de las suites que permite hacer una cena en común.
— Te espero en media hora y pedimos.— Dijo cuando llegamos a mi planta y yo salí del ascensor.
Me pegué una buena ducha de las largas, eliminando cualquier resquicio de la cobertura, desmaquillándome por completo y terminando con una ducha fría como acostumbro. Me sentí completamente recuperada. Iba a cenar con un compañero de profesión al que conocía, no vi ninguna necesidad de engalanarme para una cena con él y elegí un vestido de algodón de manga corta, muy ajustado en el pecho, con escote de pico y falda por encima de la rodilla. El típico que te pones para ir a casa de tu madre y que le parezca que vas bonita. Por supuesto, no volví a maquillarme. Así, subí hasta su cuarto y
Del episodio debo deciros que para mí es el mejor de todos los que ha hecho. Es el más limpio y, a la vez, más morboso y sexual.
Me gustaba su voz. Sí, su voz. Era una de esas voces perfectas, sin maquillaje, sin dudas. De las que entran por el oído para quedársete en la cabeza y, en mi casa, envolvía todo mi cuerpo. Lo conocía de coincidir con él en el autobús para ir a trabajar. Los dos estábamos en la misma televisión y el viaje significaba poder conocerse. Reconozco que su físico ayudaba pero que no era lo importante. Era guapete, sin más. De estos que te hacen gracia pero no sabes por qué. Yo sí lo sabía. A mí lo que me había conquistado había sido su tono de voz.
Tuvieron que pasar muchas mañanas hasta que hiciéramos aquel viaje que nos unió. AL principio, solo nos decíamos “buen día” y cada uno se ensimismaba en sus cosas, casi siempre un libro o una revista, lo que hace todo el mundo. Aún no existían las redes sociales y los móviles no daban más que para sms. Pero a nosotros nos mandaron a los dos, a cada uno en nuestro programa, al mismo sitio, por eso cuando coincidimos en el avión camino de Los Ángeles, no nos quedó otra que alegrarnos de la buena suerte.
Él iba para hacer un reportaje en el programa en el que estaba. Yo, para lo mismo, pero para informativos. Su Alteza Real el Príncipe de Asturias viajaba a Los Ángeles en uno de sus viajes preparativos para cuando ascendiera a Rey y su simple imagen ya estaba lo suficientemente revalorizada como para que en todos los programas quisieran la noticia.
El viaje a Los Ángeles es un suplicio. No hay vuelos directos desde Madrid y se alarga ocupando un día entero. En el avión, nos saludamos y ocupamos nuestros asientos; yo en turista, él en Primera, cosas de la caridad de los productores. Ni nos vimos más que en la sala de espera, donde charlamos un rato y, después, en el autobús que nos llevó a la terminal del aeropuerto. Pero estábamos en el mismo hotel. Un hotelazo de esos de Beverly Hills en el que las habitaciones eran casi más grandes que el estudio en el que yo vivía.
El periplo profesional fue de los grandes. Muchos medios de comunicación, al tratarse de un encuentro internacional, yo conexiones en directo con los informativos y él búsqueda fructuosa de novedades y detalles que se nos escaparan al resto. Terminamos agotados todos. Nos cruzamos de vez en cuando en alguno de los puntos de la cobertura, pero de una sonrisa o guiño no pasamos. Cuando terminamos de enviar nuestra respectivas crónicas nos encontramos en el hall del hotel.
— Destrozada. Estoy destrozada.
— Y yo. Y mañana, otra vez. Van a ser cinco días de espanto.
Subíamos ambos en el ascensor cuando se le ocurrió la genial idea:
— ¿Por qué no cenamos en la habitación y así no salimos siquiera?
A mí me pareció una idea excelente. UN sandwich de esos de súper hotel me vendría de miedo.
— Ay, sí. Entonces, nos vemos mañana en el desayuno, ¿no?
No. La idea no era esa. La idea era compartir espacio y las habitaciones en las que estábamos tenían esa especie de recibidor de las suites que permite hacer una cena en común.
— Te espero en media hora y pedimos.— Dijo cuando llegamos a mi planta y yo salí del ascensor.
Me pegué una buena ducha de las largas, eliminando cualquier resquicio de la cobertura, desmaquillándome por completo y terminando con una ducha fría como acostumbro. Me sentí completamente recuperada. Iba a cenar con un compañero de profesión al que conocía, no vi ninguna necesidad de engalanarme para una cena con él y elegí un vestido de algodón de manga corta, muy ajustado en el pecho, con escote de pico y falda por encima de la rodilla. El típico que te pones para ir a casa de tu madre y que le parezca que vas bonita. Por supuesto, no volví a maquillarme. Así, subí hasta su cuarto y
Publicado:
15 may 2023
Formato:
Episodio de podcast
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Episodio 0. Bienvenidos a Diario de una Amazona. - Episodio exclusivo para mecenas de Diario de una Amazona (con Celia Blanco @latanace)