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Masaje completo, Y otros relatos eróticos de temática gay
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Masaje completo, Y otros relatos eróticos de temática gay
Libro electrónico191 páginas2 horas

Masaje completo, Y otros relatos eróticos de temática gay

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Este volumen incluye los siguientes relatos eróticos de temática gay del escritor Marcos Sanz:

Joe 2.0
Joe es un héroe que aparece en ciertos momento de mi vida... para salvarme de una muerte horrible. La primera vez yo tenía ocho años. La segunda acababa de cumplir los treinta. Pero Joe no había cambiado nada...

Veinte días
Versa sobre los veinte días que Adrián, un chico de veinticinco años al que su ex maltrataba, pasa en casa de sus tíos, en una paradisiaca isla... Y de la relación que surge entre él y su "tito".

Dándole en el hotel... lo que se merece
Paco y Juan son dos seguratas que trabajan en un hotel. Un chico se suele colar para intentar ponerlos calientes a través de las cámaras. Hasta que una noche, Paco conseguirá atraparlo y le dará lo que se merece mientras su compañero mira tras la pantalla.

Calentón en el podcast
Estás a punto de averiguar por qué "Precumeros" es el podcast más caliente de la red. No te vas a creer de qué son capaces sus presentadores para hacer crecer la... audiencia.

Infiel
Marcos es infiel. Tan infiel que le puso los cuernos a su marido el mismo día de su boda. Dos veces. Tan infiel que aprovecha hasta cuando van al supermercado para darse una escapada a los baños a ver lo que pilla. El mejor amigo de su marido los visita unos días... y es posible que esta vez toda la situación le estalle en la cara.

Loser
Luis es un perdedor. Está arruinado, le gusta demasiado el juego y la bebida y pronto él y su familia perderán su hogar si algo no cambia. Su amigo Samuel le ofrece algo de dinero por hacer algunos trabajitos para él. Lo que Luis no se imagina es que pronto cambiará la naturaleza de esos trabajitos.

Masaje completo
A un tipo hetero su cuñado, también hetero, le recomienda un masajista que "lo dejará como nuevo". Lo nuevo realmente serán las cosas que le hará el masajista...

El día que el mundo acabó, todos los relojes se pararon a la 1:33
De éste no te cuento nada. Tienes que leerlo.

Siete horas para amarte
Mateo trabaja en un bar de copas. Una noche Eduardo, un chico a quien aún no conoce, le confiesa que lo ha visto montárselo en el coche con su novia y que le gustó mucho lo que vio, aunque en la novia francamente ni se fijó. Mateo no quiere saber nada de esas historias, es hetero y nunca ha sentido absolutamente ninguna atracción por otros hombres. El problema es que tras conocer a Eduardo su cuerpo parece empeñado en traicionarle.

Todo sobre el autor: Marcos Sanz es un escritor (y un tío guapo y bastante bear) de relatos eróticos de temática gay. Si estás buscando leer relatos eróticos gays para hombres escritos por un hombre, has llegado al lugar indicado.

IdiomaEspañol
EditorialPROMeBOOK
Fecha de lanzamiento11 may 2016
ISBN9781310480423
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    Vista previa del libro

    Masaje completo, Y otros relatos eróticos de temática gay - Marcos Sanz

    Joe 2.0

    PRIMER TIEMPO

    I

    La primera vez que Joe me salvó la vida yo acababa de cumplir ocho años. Volvíamos del cine de ver la segunda película de Ironman. Habíamos ido a la sesión de tarde por lo que de vuelta a casa aún no había anochecido. Mamá conducía y papá se escribía mensajes de texto con un compañero de trabajo.

    Mamá gritó algo sobre un hombre en la carretera. Lo vi sólo durante una fracción de segundo. Era grande, vestía de negro y llevaba un arma futurista en la mano. Estaba en medio de la carretera apuntándonos y disparó.

    El coche saltó por los aires. El cinturón evitó que yo saliera también disparado. Un rayo de luz blanca entró por una de las ventanillas, que habían explotado, y me envolvió. La sensación fue cálida, protectora. Escuché una voz de hombre en mi cabeza. Me decía que todo iba a salir bien. Pero era mentira porque el fuego del que me protegía aquella luz blanca estaba devorando a mis padres.

    La luz que me envolvía sacó mi cuerpo ileso del coche, y Joe me tomó de la mano. Era tan alto como mi padre, aunque más fuerte. Tenía una penetrante mirada azul e iba vestido de blanco. Era atractivo.

    —No me sueltes la mano. Si te sueltas te perderás en un trazo no escrito y me será difícil recuperarte.

    Mis ojos no podían apartarse del coche volcado. Las llamas que consumían la vida de mis progenitores también acababan con la inocencia de un niño que no estaba preparado para las pérdidas que el destino le tenía reservadas.

    Un destello metálico llamó mi abotargada atención. El hombre de negro venía a la carrera con el arma levantada hacia nosotros. Disparó. Joe apretó mi mano y el mundo desapareció a nuestro alrededor.

    Fue como dejar de existir. La realidad se dobló sobre sí misma hasta caber en un punto minúsculo de oscuridad y luz a la vez. No éramos nada, no estábamos en ningún sitio. Pero al mismo tiempo sentía su mano agarrando la mía.

    Entonces el mundo volvió a desplegarse a nuestro alrededor. La carretera, el hombre de negro y el coche en llamas habían desaparecido. Joe me había llevado a su guarida.

    II

    Me dio un batido de chocolate de una marca que no conocía y mientras me lo bebía se acuclilló para estar a mi altura y me habló.

    —Siento mucho lo de tus padres. No podía salvarlos.

    —¿Por qué?

    Me miró con tristeza.

    —Puedo esconderme en el tiempo pero no alterarlo. Ellos no estaban destinados a vivir. Tú sí.

    —¿Eres un héroe?

    —Yo no lo definiría así. Pero al menos no soy un villano. Ese papel le va como anillo al dedo al tipo que ha asesinado a tus padres.

    —¿Quién es? ¿Por qué los ha matado?

    —Es un eliminador. Está programado para eliminar a los no nacidos de madre. Paradógicamente él tampoco nació de madre. Podría hacernos un favor y eliminarse a sí mismo.

    —¿Mis padres eran... eso que dices? ¿No nacidos de madre? ¿Por eso los ha eliminado?

    —No.

    —Entonces... ¿por qué los ha matado?

    —No lo entenderías. —Se puso de pie, miró un reloj blanco que llevaba en la muñeca y dijo: —Te llevaré a tu casa. Tendrás que ser fuerte. En adelante vivirás con tus tíos Leland y Martha. Te cuidarán bien.

    Volvió a tomarme de la mano y repitió el truco de la realidad replegada sobre sí misma. Al desplegarnos aparecimos en mi cuarto.

    Joe echó un vistazo a su alrededor. Tocó algunos de mis juguetes. Parecía estar buscando algo en particular.

    —¿Te gusta la biología? —Preguntó, mirando mis dibujos de animales.

    No sabía a lo que se refería con biología así que le contesté que no.

    —Te gustará. He de irme. Cuando me vaya, baja al salón y cierra la puerta de la calle con el cerrojo. Cuando venga la policía tienen que oírte descorrer el cerrojo. Diles que tus padres te dejaron en casa porque te encontrabas mal. Les extrañará que se fueran sin ti al cine pero no tendrán ánimo para hacerte muchas preguntas. Te explicarán con tacto que tus padres han tenido un accidente. Intenta hacerte el sorprendido. Siento mucho dejarte así pero no me queda más remedio.

    Hizo un gesto de despedida.

    —¿Por qué me has salvado? —Le pregunté antes de que se replegara.

    —Para que tú puedas salvarme.

    —¿Volveré a verte?

    —Dentro de muchos años.

    Y desapareció.

    III

    Veintidós años exactamente fue lo que tardó Joe en reaparecer en mi vida. Y no volvió solo.

    Acababa de cumplir los treinta, era biólogo, estaba felizmente casado y tenía una niña de cinco años. Nos habíamos tomado el día libre para dar un paseo en familia. El hombre de negro apareció al final del puente desde el que estábamos echando fotos.

    Al principio no lo relacioné con el aciago día en que murieron mis padres. Solo pensé que había que ser muy tonto para vestirse de negro en un día tan soleado. Entonces vi el arma en su mano y recordé. Le pedí a mi mujer con el corazón en un puño que se llevara a la niña y avancé hacia él a todo correr para intentar protegerlas. Si debía matar a alguien que esta vez fuera a mí.

    El hombre de negro disparó y una ondanada de calor rojo convirtió el puente en un infierno. Antes de que el golpe irradiado pudiera achicharrarme las cejas un haz de luz blanca me golpeó. Esta vez no me protegió, más bien me quitó del camino de la muerte lanzándome al río por el borde del puente. Lo último que vi antes de caer fue a mi mujer y a mi hija siendo alcanzadas por el infierno desatado. Deseé caer sobre las rocas para no tener que vivir sin ellas.

    IV

    De los siguientes días no guardo muchos recuerdos. La caída me destrozó. No sé cuantos huesos me rompí ni cómo logré sobrevivir cuando mi motivación para seguir vivo había sido, por segunda vez, pasto de las llamas.

    Joe me cuidó en su guarida. Conforme los huesos soldaron y el dolor se hizo soportable comencé a tener periodos más largos de lucidez.

    Recuerdo haberle preguntado por qué tuvieron que morir mi esposa y mi hija. Su respuesta fue la misma que la última vez. Ellas no estaban destinadas a vivir. Yo sí.

    Para mí no tenía ningún sentido. La única razón por la que yo seguía vivo es porque Joe me salvaba. Y si había podido salvarme a mí también podría haber salvado a las personas a las que amaba.

    Durante aquellos días Joe me alimentó, me aseó y me hizo compañía. Por las noches, que era cuando el dolor, tanto el físico como por la pérdida, se hacía menos soportable, Joe me leía novelas de aventuras. Parecía poner mucho cuidado en elegir sólo aquellas lecturas que no me recordaran a mi familia perdida. Quizá se saltara aquellas partes donde podía ser mencionado el amor. No recuerdo absolutamente nada de aquellas novelas pero sí recuerdo su voz. Y que me reconfortaba.

    Un día le pregunté por qué no había envejecido. Estaba exactamente igual que cuando me salvó de morir calcinado cuando contaba ocho años.

    —Me oculto en el tiempo para que el eliminador no me encuentre. Lo que te ocurrió cuando tenías ocho años, desde mi perspectiva, pasó hace dos meses.

    —¿El eliminador te busca a ti? Pensaba que iba detrás de mí.

    —El eliminador elimina a los no nacidos de madre. Yo soy uno de ellos. A ti te persigue por otros motivos.

    —¿Y a qué te refieres con no nacido de madre? ¿Fuiste un niño probeta?

    —Me refiero a que fui construido. No tuve un nacimiento natural. Soy artificial.

    —¿Eres un robot?

    —Un robot de carne y hueso, si prefieres pensarlo así. Aunque nada me diferencia físicamente de ti. A excepción de no haber nacido de un útero y de ciertos dones que estoy construido para adquirir.

    —Como la luz blanca, el esconderte en el tiempo y el replegar la realidad.

    —Y alguna cosa más que todavía no has visto.

    V

    Tardé varios meses en recuperarme del todo. Cuando ya casi no me dolía caminar comenzamos a dar largos paseos. Al principio pensaba que Joe me llevaba a diferentes localizaciones cerca de donde tenía su guarida, elegidas por no ser muy concurridas. Hasta el día que tuvimos que plegarnos en el último segundo porque nos atacó un dinosaurio. Ahí es cuando me percaté de que me llevaba a pasear por diferentes épocas.

    —¿No es peligroso?

    —Por lo general elijo bien el destino. No sé cómo se me ha pasado ese bicho.

    —Me refiero a si no es peligroso que viajemos por el tiempo. ¿No podemos cargarnos el futuro? ¿No alteraremos toda la cadena de sucesos por estar en el tiempo que no toca?

    —No funciona así. No cambiamos nada porque no podemos cambiar nada. Vayamos al tiempo al que vayamos ya estuvimos allí. No hubo un pasado en el que el dinosaurio no se cruzó con nosotros y otro en el que sí. Ese dinosaurio siempre se cruzó con nosotros. El pasado no ocurrió antes. Pasado, presente y futuro suceden a la vez.

    —Entonces... ¿no podemos ir al pasado y matar a Julio César?

    —Podemos ir y matarlo, claro.

    —¿Ah, sí? ¿Y eso como encaja con lo que me has contado?

    —Cuando volvieramos descubriríamos que lo que llegó a nosotros de Julio César sigue siendo lo mismo que ya conocíamos. Nosotros lo matamos y nosotros lo sabemos. Pero por una serie de circunstancias ese asesinato no trascendió. Quizá por razones políticas se ocultó su muerte.

    —¿Y si lo matamos de niño?

    —Nos habremos equivocado de niño. Como te digo, no se puede cambiar. Si ahora mismo intentáramos asesinar a cualquier dictador de la historia podríamos acabar descubriendo que nuestros actos fueron el desencadenante de que las cosas pasaran exactamente como pasaron.

    —Porque nosotros ya estuvimos allí.

    —Exacto. Y lo que sucedió por nuestra culpa no tiene por qué ser exactamente lo que la historia recuerda y nos cuenta. Cuanto más lejano en el tiempo es un hecho más manipulado llega a lo que consideramos nuestro presente.

    —Por eso no intentaste salvar a mi familia. Porque sabías que en ese pasado, presente y futuro que ocurre a la vez, ellos morían y yo sobrevivía.

    Asintió.

    —Pero en ese caso ¿tú ya conoces mi vida? ¿Sabes exactamente cuando aparecer para que sobreviva? ¿Vas vigilando mi línea de tiempo?

    —No puedo contarte mucho más de cómo funciona esto.

    —¿Por qué?

    —Porque esas explicaciones no ocurren ahora.

    —¿Ocurren en el futuro?

    —Puede ser.

    VI

    Una noche tuve una pesadilla de la que desperté gritando, o intentando gritar. Me sentí como si me hubiese dado una embolia que no me permitiera hablar con normalidad. El efecto duró unos minutos tras despertar. Intentaba explicarle a Joe lo que había soñado pero sentía la boca torpe.

    —Tranquilízate. No hables. Te traeré un poco de agua.

    Me quedé mirando el techo hasta que regresó de la cocina. Me miró preocupado.

    —Creo que ya estoy mejor —le dije mientras tomaba el vaso de agua de sus manos. Mi voz sonó normal.

    —Has tenido un sueño intenso, nada más.

    Estuvimos hablando media hora hasta que me dijo que procurara descansar y que se iba a la cama. En ese momento sentí pánico.

    —¿No puedes quedarte?

    —¿No quieres dormir?

    —Digo si no puedes dormir hoy conmigo.

    —¿Quieres?

    —¿Te parecería raro?

    —En absoluto. Para mí es lo

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