Hombres duros y sexo duro - Romance gay: Historias-gay sin censura español
Por Thomas Mercier
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Por supuesto, yo también soy gay. Mi venida Yo ya había en la pubertad y también confesé a mi ambiente muy rápidamente que soy homo y en el sexo con hombres.
No todos han respondido positivamente a mi homosexualidad. Pero ahora las personas más importantes de mi entorno lo aceptan.
Mis historias de homosexuales son mi contribución a más tolerantes en este mundo. Historias gay para los individuos reales que están en sexo duro, sin censura del hombre y como para ser algo vulgar.
Historia gay | Novela gay | Romance gay | Historias gay | Historias de amor gay
Thomas Mercier
Thomas Mercier I've been living in the gay scene for years and have had a lot of experience with the same sex. Of course, I'm gay myself. My Coming Out I had already at puberty and I also confessed to my environment quite quickly that I am homo and on sex with men. Not all have responded positively to my homosexuality. But now the most important people in my environment accept it. My gay stories are my contribution to more tolerant in this world. Gay stories for real guys who are on hard, uncensored man sex and like to be somewhat vulgar. Gay novelle | Gay novel | Gay romance | Gay stories
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Mi nombre es Santiago y tengo 20 años. Mido 1.68, de complexión delgada, aunque siempre he intentado mantenerme en forma, y tengo un trasero duro y redondito.
A un par de meses de iniciar un nuevo semestre en la Universidad, me encontré en la necesidad de buscar otro lugar para vivir. La casa donde estaba compartiendo con seis chicos más, simplemente dejó de agradarme.
El compartir el día a día con tanta gente llega a ser demasiado cansado. Al inicio era agradable, nos llevábamos bien y, aunque no lo admitiría nunca frente a ellos, me deleitaba con ese desfile de cuerpos semidesnudos, y en ocasiones completamente desnudos, que formaba parte de mi rutina.
Ellos sabían que era gay, pero como nunca hice ningún intento con ellos y, cuando me ponía muy caliente al verlos en pelotas por la casa o masturbándose en el sillón durante el día, calmaba mis pasiones con algún compañero de clase o desconocidos en bares, nunca hubo problema. Claro que había un par de mis compañeros con los que fantaseaba. Tenían un cuerpo bien esculpido y sus pollas eran muy grandes. Cuando me tocaba verlos desnudos, de inmediato llamaba a alguien para que me follara, porque la tentación era muy grande. Si algo siempre me quedó en claro era que no debía intentar nada con un compañero de casa, tan solo para evitarme problemas a la larga.
No fue por esto que decidí mudarme. Era demasiado el deleite de verlos desnudos como para irme solo por esa razón. No. Fue algo más sencillo: en una casa, no tan grande, con seis personas viviendo en ella, nunca te sentías solo.
Quizás por eso eran tan desinhibidos y hasta se masturbaban con uno cerca. Pero a mí no me sentaba bien eso. Era hijo único y nunca había sentido que no tenía espacio personal en mi propia casa.
Así que, alegando que quería algo más cerca de la Universidad, decidí mudarme.
No fue tan fácil como imaginé.
Tras semanas de ver anuncios, contactar caseros y visitar departamentos y habitaciones, estaba casi tirando la toalla.
Fue entonces que me enteré que el conocido de un amigo estaba buscando compañero de departamento. Vivía en un edificio cercano al campus, y aunque el departamento no era nuevo ni muy espacioso, solo viviría con una persona más y cada quién tendría su habitación. De inmediato, me contacté con él.
Así conocí a Rodrigo, un estudiante de Ingeniería de mi misma Universidad, un par de años mayor que yo.
Mediría casi 1.80, lo que lo hacía más alto que yo, no era exactamente atlético, pero tenía buen cuerpo. Su tez era morena y tenía un par de ojos verdes que contrastaban muy bien. Era atractivo, a mi parecer, aunque no actuaba como si lo supiera o le importara.
Me explicó que el departamento había sido de su abuela y que se lo había dejado para cuando inició la universidad. Tenía dos habitaciones, un cuarto de baño, una cocina con lo necesario aunque no era muy espaciosa, una mesa con dos sillas que la hacía de comedor, una sala con un solo sillón algo viejo y un televisor que parecía ser lo más nuevo de todo el departamento. También había un pequeño cuarto de lavado, pero la lavadora se veía algo destartalada.
-Pensaba comprar una nueva, y una secadora. No me gusta tener que subir a la azotea a tender la ropa.-me explicó, mientras me iba a mostrar el que sería mi cuarto. No era muy grande, pero tenía lo necesario y una gran ventana. De alguna forma, me agradó el lugar, así que acepté irme a vivir allí.
Llevé mis cosas antes al departamento y me regresé a mi casa por las vacaciones, aunque me mantuve en contacto con Rodrigo.
Era agradable, no muy conversador, y le gustaba de verdad lo que estudiaba, porque, aunque fueran vacaciones, siempre estaba metido en algo.
Regresé para el inicio de curso, dispuesto a disfrutar de mayor privacidad.
Las semanas pasaron sin problema alguno. Nos entendíamos bien y, como estaba tan metido en sus proyectos, no se acercaba a hacerme plática todo el tiempo. Era agradable tener tiempo a solas.
Lo que sí noté era que también gustaba de andar semidesnudo por el departamento. Aquello me impresionó las primeras semanas. No era que tuviera unas abdominales de muerte, porque la verdad no se le marcaba. Tenía buenas piernas, pero nada fuera de lo común. Lo que me llamó la atención, y me hizo fantasear con él esas semanas, era el bulto que se podía adivinar en su entrepierna. Morbosamente, tenía ganas que se la sacara y se masturbara en el sillón, como si no le importara tener público, de la misma forma que mis compañeros anteriores lo hacían. Quería conocer su polla, ver cuán grande era.
Pero nunca lo hizo.
Se sentaba en el sillón a trabajar en sus cosas, sin tocar su miembro en ningún momento. A decir verdad, ni siquiera parecía muy interesado en el tema del sexo. Nunca lo atrapé viendo una porno ni llevando chicas al departamento.
Pasadas unas semanas, en las que me puse tan cachondo de imaginar cómo tendría su polla por lo que terminaba llamando a alguien