Por la cara
Por Marcos Sanz
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Este volumen incluye siete de los mejores relatos eróticos gay de Marcos Sanz.
Venganza
Juan le cuenta una noche a su novio que sus hermanos lo torturaban de crío por ser homosexual. Los años han pasado y Juan no tiene contacto con su familia pero su novio decide vengarse por su cuenta de los tres hermanos. Aunque las cosas no salen siempre como uno las planea...
Ruleta cerdaca
Un grupo de hombres se reúnen en casa de uno de ellos para hacer lo que les salga en una ruleta un tanto especial.
Desfase en el castillo
Nuestro protagonista sufre una extraña enfermedad. Cuando se excita demasiado su subconsciente crea mundos paralelos con la misma consistencia que el real. Cuando su mejor amigo descubre en su ordenador unas fotos explícitas y está a punto de ocurrir algo entre ambos, un remolino los arrastra a un extraño lugar donde los hombres no necesitan ningún descanso tras el sexo y siempre están preparados para el próximo ataque.
León, mi mejor creación
Un escritor de novela erótica crea un personaje, un arqueólogo aventurero y sexy, al que llama León. Años más tarde y tras seis exitosas novelas con León de protagonista, el escritor conoce a un hombre en un centro comercial que se llama como el personaje, se dedica a lo mismo y se parece misteriosamente a los bocetos que sobre el personaje dibujó el ilustrador de la novela.
¿Se puede tener todo en esta vida?
Los dos protagonistas de este relato piensan que sí, siempre que estés dispuesto a mantener ciertas mentiras.
Algo serio
Anselm intenta desesperadamente encontrar novio a través de varias apps de contactos pero parece que nadie en el mundo está buscando lo mismo que él. Su amigo Joan, un semental dueño de un sex shop, le dará las claves para atraer al hombre adecuado... valiéndose de una vil mentira.
El p... amo
Jaime es un universitario de 21 años al que le mola que le cerdeen y que lo humillen. Tiene planeado ligarse a Jorge, su profe de educación física, para que le meta caña pero a su profe parece que no le van mucho los rollos que Jaime propone. Aunque, si no se andan con ojo, puede que cambien las tornas y Jaime acabe descubriendo... que ha creado un monstruo.
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Por la cara - Marcos Sanz
Nota del autor
Todos los personajes representados en esta obra de ficción son mayores de 18 años.
Venganza
I
—Entonces, ¿tus hermanos se enteraron?
Estábamos tumbados en la cama, ambos mirando al techo.
—Sí.
—¿Los tres?
—Mario me encontró las revistas y se las enseñó a Pedro y a Jaime. Esperaron a que nuestros padres se fueran de casa y...
—¿Qué hicieron? —Apreté la mano de mi novio. Sólo lo conocía desde hacía dos meses pero ya se había convertido en mi persona favorita de todo el planeta.
—Me insultaron. Me llamaron maricón. Me las tiraron a la cara. Despedazaron las revistas y me prometieron que me iban a encontrar novia y que se iban a asegurar de que me la follara delante de ellos. Querían... curarme. De todas formas eso no fue lo peor. Fue sólo el principio. Pasé toda mi adolescencia aterrorizado por los tres, y rezando para que ninguno se fuera de la lengua y se llegara a enterar mi padre. Me habría matado. Tuve un amigo especial. Me arriesgué a llevarlo a casa un día que no estaban mis padres ni mis hermanos. Pero Jaime volvió antes de tiempo y nos encontró jugando a las cartas en mi habitación. Y nos dio una paliza. No volví a ver a mi amigo.
—¿Cual era el peor?
—¿El peor?
—De tus hermanos.
—No lo sé. Los tres eran igual de hijos de puta conmigo.
—Pero Jaime te pegaba.
—Me pegaban los tres. ¿Por qué lo preguntas?
—Para saber a cual tengo que cargarme primero.
—No seas tonto. Hace muchísimos años de eso.
—¿Ahora os lleváis bien?
—¡Qué va! Es como si no tuviera familia. Los prefiero bien lejos.
—Entonces no te importará que me vengue por ti.
II
Pedro vivía en una bonita urbanización a las afueras. Los días que había partido se iba al bar y se emborrachaba. Tenía mucho aguante por lo que siempre era el último de sus amigotes en regresar a casa. Aquella noche le invité a tres cervezas mientras hacía ver que me interesaba el fútbol aunque no puede sudármela más. Cuando ya quedaba poco para que nos cerraran pasé al whisky (el tío se jincó cuatro, me iba a salir cara la broma) y cuando por fin el camarero nos dijo que tenía que cerrar, el pobre Pedro no se tenía en pie. Lo acompañé a mi coche y lo senté en el lado del conductor para que durmiera un poco la mona.
—Gracias, gracias —me decía. —No me puedo presentar así en casa. Mi mujer me mataría.
Cuando se quedó roque le cogí el móvil del bolsillo. Le dejé que durmiera los veinte minutos que me dediqué a meter en un grupo a todos sus contactos, de trabajo, familia y amigos. Una vez preparado el grupo le quité el sonido al móvil para que no se escuchara el ruido cuando hiciera las fotos. Me saqué la polla y me la sacudí hasta tenerla bien dura. No es por presumir pero mis padres me dieron muy buenos genes. Vamos, que la tengo bien hermosa. Después tumbé a Pedro sobre mi verga, metiéndosela en la boca que le babeaba constantemente. Ahora venía la parte delicada. Despertar al hetero. Esperaba no tener que arrearle si le daba por morderme. Le di golpecitos en la mejilla hasta que se despertó, más o menos. Al principio no sabía dónde estaba.
—¡Eh! —Le dije. —No puedes quedarte dormido. El trato es que me la comerías hasta que te lefara toda la puta boca.
—Perdona —dijo, aunque casi no se le entendía con la borrachera y mi polla en la boca.
El cabrón se puso a mamar. Joder. Y encima la comía bien. Así que al imbécil del hermano de mi novio, aquel que lo torturaba junto con los otros dos por ser maricón, le había acabado gustando comer pollas. La verdad es que no me sorprendió. Los jodidos homófobos son los peores y acaban mariconeando más que nadie desde sus putos armarios.
Cada vez que se quedaba sobao tragando rabo lo despertaba con suaves cachetes. Le fui echando fotos con su propio móvil. El tío ni se coscó. Yo había encendido la luz interior de mi coche para que se viera sin necesidad de poner el flash, eso sí que lo habría alertado, borracho o no. Las fotos saldrían oscuras pero Pedro tenía un móvil buenísimo. Se vería perfectamente que era él y que se estaba comiendo una polla bien grande.
Cuando tuve suficiente material le pedí que colocara la cabeza sobre mi ombligo y me mirara la polla mientras me masturbaba. Con la mano izquierda sujeté su móvil y me puse a grabar un vídeo. Con la derecha me hice un pajote pegao a sus morros.
—Te voy a llenar la cara de leche —le dije.
—Sí...
—¿Te gusta?
—Me gusta...
—¿La quieres?
—Sí. La quiero... Dámela toda.
—Vas a ver cuanta lefa te doy. Vengo cargadito.
—Mmm. Quiero tu leche.
—¿Hace mucho que no tragas lefa?
—Ayer mismo.
—No jodas. ¿A quien se la chupaste?
—A Esteban.
—¿Quién es?
—Mi cuñao.
—¿Tu cuñao?
—Sí. El marido de mi mujer.
—El marido de tu mujer eres tú.
—Perdón. El hermano de mi mujer. Jaja.
Ufff. La venganza iba a ser mucho mejor de lo esperado. No aguanté más y le solté el corridote por toda la cara, asegurándome de que quedara grabado hasta el último lefazo. Las últimas gotas se las solté en los labios y Pedro me limpió el pollón muy agradecido.
—Vale. Ahora descansa un poco, bonito. Te lo has ganado.
Lo recosté de vuelta al asiento del conductor y a los pocos segundos ya estaba sobando otra vez.
Elegí las mejores fotos y borré el resto. Recorté algunas partes del vídeo para que mi voz sólo se escuchara lo imprescindible para dar sentido a sus respuestas y cuando lo tuve editado lo envié todo al grupo que había creado y luego a su mujer (no me había costado localizarla porque la tenía en sus contactos como Mi churri). Después le devolví el móvil al bolsillo y lo desperté.
—Tienes que irte, Pedro.
—Vale... Tío... Muchas gracias por las copas. Otro día te invito yo. Ha sido estupendo.
—¿Te ha gustado también mamármela?
—Claro. Tienes un pollón.
—Bien. Pues ya repetiremos otro día. Sospecho que a partir de ahora irás mucho más a menudo a ese bar.
—Claro. Ahí te he conocido. Muchas gracias por todo, de verdad.
Salió del coche dando tumbos y con toda la cara llena de leche.
III
A Mario le preparé algo más elaborado. En un principio pensé en hacer que una amiga bollera se acostara con él en su coche. Entonces yo aparecería a mitad del polvo acusándolo de abusar de mi hermanita.
—Pero tengo treinta añazos. —Me dijo mi amiga. —Nadie se creerá que ha abusado de mí.
—Le diré que eres retrasada.
—Y una mierda. Además, no pienso tocar una polla. Me saldrán sarpullidos.
Como esa idea no fraguó al final opté por el numerito de la cartera robada. Como al otro hermano, también a éste le pirraba beber en los bares. Falsifiqué unos cuantos billetes de doscientos euros, llené mi cartera y me senté a beber en la barra junto a Mario. En cierto momento abrí la cartera y me aseguré de que viera su contenido.
—No tendrás cambio de doscientos —le dije al camarero.
—Joder. ¿No llevas nada más pequeño?
—Espera... —Rebusqué entre los billetes falsos y saqué uno de veinte de verdad. Pagué mis copas y bebí lo que me quedaba de la última. Finalmente esperé a que el camarero se fuera a limpiar mesas y me fui al baño dejando la cartera en la barra, a medio metro de la mano de Mario.
Más allá del baño estaba la cocina