SingerMe. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No2
Por Marcos Sanz
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Este volumen incluye los siguientes relatos eróticos de temática gay del escritor Marcos Sanz:
Veinte días
Versa sobre los veinte días que Adrián, un chico de veinticinco años al que su ex maltrataba, pasa en casa de sus tíos, en una paradisiaca isla... Y de la relación que surge entre él y su "tito".
Fragmento autocensurado (en el ebook sin censura):
Las cosas no tardaron nada en ponerse raras. De hecho, unas horas más tarde empezamos a liarla parda. Me desperté a eso de las once. Eva dormía como un tronco. Me puse unas bermudas, salí de la habitación, cerré la puerta y entré en el baño a mear. Tanto a Eva como a mí nos gusta dormir hasta tarde por lo que instalamos frente a los ventanales, que ocupan toda la pared, unas persianas gigantes que cierran de forma hermética. No dejan pasar un resquicio de luz, por lo que tanto en la habitación como en el salón reina una oscuridad casi nocturna, aunque afuera el sol ya esté alto.
Adrián se había dormido con la tele encendida, por lo que su cuerpo sí estaba levemente iluminado. Me quedé un rato observando cómo dormía y al final me senté a la mesa, abrí mi portátil y me puse a navegar. Él estaba acostado con la cabeza en el lado del sillón que tocaba con la mesa por lo que yo veía su cuerpo pero no su cara. De vez en cuando levantaba la vista de la pantalla del ordenador para deleitarme mirándole ... Decididamente tenía... Con la cercanía de su cuerpo y las miradas furtivas... no tardé en...
León, mi mejor creación
Un escritor de novela erótica crea un personaje, un arqueólogo aventurero y sexy, al que llama León. Años más tarde y tras seis exitosas novelas con León de protagonista, el escritor conoce a un hombre en un centro comercial que se llama como el personaje, se dedica a lo mismo y se parece misteriosamente a los bocetos que sobre el personaje dibujó el ilustrador de la novela.
La comida o... la comida
Aventura inesperada en un restaurante mexicano donde, en el baño de hombres, alguien ha practicado unos curiosos agujeros en las paredes de los retretes.
La herencia
¿Y si descubrieras que tu padre llevó una doble vida de lo más interesante? ¿Y si de pronto heredaras un local de ambiente? ¿Y si le demostraras al amante de tu padre que de tal palo... tal astillón?
Empaque y profundidad
Un famoso escritor de libros de autoayuda conoce a un hijo del que se desentendió. El vástago había visto la foto de su padre en la contraportada de sus libros y sabía que había una conexión entre ellos, aunque no podía imaginar cual.
SingerMe
Daniel, un conocido presentador de televisión, es contratado de jurado en un concurso de cantantes. Pero Daniel en realidad es un cerdo como pocos se han visto y aprovechará su posición en el concurso para, con la promesa de hacerles ganar, tirarse a todos a los concursantes masculinos.
Acerca de la "Serie Marco Azul" de Marcos Sanz
Puedes encontrar los relatos de Marcos Sanz en varias colecciones y recopilaciones, por lo que no siempre es sencillo saber qué ebooks comprar para tener todos los relatos y que ninguno esté repetido. La colección Serie Marco Azul de Marcos Sanz nace con el propósito de recopilar todos los relatos del autor, los ya publicados y los que publique en un futuro. Los relatos serán cada uno una sola vez publicados en esta colección, por lo que adquiriendo todos los números obtendrás la colección completa de relatos de Marcos Sanz sin duplicados. Si eres coleccionista o simplemente quieres tener todo lo que escriba este autor, ésta es tu opción.
Sobre el autor: Marcos Sanz es un escritor (y un tío guapo y bastante bear) de relatos eróticos de temática gay. Si estás buscando leer relatos eróticos gays para hombres escritos por un hombre, has llegado al lugar indicado.
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Veinte días
I
No lo conocía. No lo había visto nunca. Sabía que tenía 25 y que era gay. Era el sobrino de mi mujer, se llamaba Adrián y venía para quedarse veinte días en nuestro minúsculo apartamento.
Fui a buscarlo al aeropuerto bastante nervioso. Hacía poco que había empezado a frecuentar los baños de un centro comercial donde me pajeaba mirando como otros hombres también lo hacían. Siempre me habían atraído un poco los hombres y últimamente me ponía tan caliente la idea de comerme una polla por primera vez que me había ido haciendo cada vez más osado.
Estaba nervioso porque pensaba que el sobrino de Eva lo iba a saber de alguna manera. Descubriría que también me iban los rabos. Esperaba que por lo menos el chico fuera discreto si me lo notaba. Por cierto, me llamo Juan y acabo de cumplir los cuarenta. Y esta es la historia de los veinte días más calientes y extraños de mi vida.
II
—¿Dónde has dejado a la tita? —Me preguntó Adrián cuando por fin nos encontramos, tras quince mensajes de whatsapp.
—Se marea en el coche. ¿No lo sabías?
—Ni idea. Hace como diez años que no la veo. No me acuerdo mucho de ella.
¿Y por qué te quedas en nuestra casa?, pensé.
Acomodamos los dos maletones que traía en mi coche y emprendimos el viaje de sesenta kilómetros a casa. Puse música para no tener que hablar con él.
La verdad es que el chico me había sorprendido para mal, aunque no tenía aún muy claro por qué. Tras meditarlo un rato me di cuenta de que me disgustaba que no pareciera gay. Me había hecho a la idea de que Adrián tendría un montón de pluma. No soporto la pluma. Por lo tanto, me debería haber causado buena impresión que no la tuviera. Sin embargo, por algún motivo, estaba molesto con él.
Casi llegando a casa, después de un incómodo viaje sin cruzar palabra, me di cuenta de lo que me molestaba. Adrián estaba bueno. Era el tipo de hombre que llamaba mi atención. Masculino, fuerte pero no de gimnasio. Moreno, guapete de cara, con barba cerrada y más joven que yo. Y gay, lo cual era un recordatorio constante de que no era imposible que pasara algo. Y no podía permitir que pasara nada porque era el sobrino de mi mujer. Aquello era lo que realmente me molestaba. Ojalá hubiera tenido un montón de pluma y hubiera sido flacucho, feo y esmirriado. No me apetecía nada tener la tentación en mi propia casa.
Decidí que sería distante con él. Muy, muy, muy distante.
—Es súper bonito —dijo de pronto Adrián, admirando el paisaje.
—Lo es.
—Me encantaría vivir en un lugar como éste. Debe ser como estar de vacaciones todo el año.
—Pues espera a ver donde vivimos.
Noté que me miraba inquisitivo y tuve que añadir:
—Antes era un hotel. Lo vendieron y el comprador lo convirtió en viviendas. Da la impresión de que vivamos en una habitación de hotel, con la piscina abajo y el mar enfrente. Y las vistas.
—¿Qué piso es?
—Un séptimo, el último. Pero es el edificio más alto de la bahía. Ya lo verás. Las vistas son espectaculares. Y aquí hace calor todo el año. Supongo que eso también influye. A veces yo también lo he pensado, es como estar siempre de vacaciones.
—¿A qué te dedicas?
—Tengo un par de restaurantes.
—¿Y qué tal van?
—Estupendamente, la verdad. Van tan bien que ni siquiera me paso por allí. Los heredé, era el negocio familiar. Yo me limito a cobrar.
—Joder. Tenéis la vida solucionada.
—Supongo que sí. Este año terminamos de pagar la hipoteca y para el próximo queremos meternos en una casa de verdad. El apartamento se nos queda chico y tu tía quiere niños, antes de que se le pase el arroz.
El resto del viaje, los tres kilómetros que nos quedaban, volvimos al más absoluto mutismo. Yo no quería apartar la mirada de la carretera pero era superior a mis fuerzas y cuando él miraba por la ventanilla yo me dedicaba a mirarle disimuladamente el paquete. Se notaba que estaba bien armado.
Dios mío, dame fuerzas
, pensé.
No hacía ni cincuenta minutos que lo había conocido y ya me moría por desvirgar mi boca con él.
III
Comimos en un chiringuito y por fin me enteré de por qué había venido y por qué se quedaba tantos días. Me lo contó Eva cuando Adrián fue al baño.
—Tiene problemas con su ex.
—¿Qué tipo de problemas?
—Le pegaba. El cabrón ya ha pasado unas noches en la cárcel y tiene una orden de alejamiento y todo, pero aun así no lo deja en paz. Adrián necesitaba alejarse un tiempo y le dije que se podía venir aquí. Hasta que decida si se atreve a volver o se busca trabajo lejos. De momento está esperando respuesta de una empresa en Alemania.
—¿Por qué no me lo contaste?
—No preguntaste. Parecía que te la traía al pairo quién viniera. Y me ha sorprendido que hayas preguntado ahora. ¿Te ha dicho algo de su ex en el coche?
—No, qué va.
—¿Entonces?
—Me ha dicho que apenas se acordaba de ti y me ha extrañado que siendo así se quedara con nosotros veinte días.
—Pues ahora ya lo sabes. Pórtate bien con él. Lo ha pasado muy mal.
IV
Después de aquella primera comida quedó claro que durante los próximos veinte días (o los que fueran al final) Adrián iba a llamarme Tito Juan. No se le reprocho. En España solemos hacerlo con los nombres. Alargamos los cortos y acortamos los largos. Juan es un buen nombre para añadirle un Tito. Si me llamara Gumersindo seguramente Adrián habría optado por llamarme Gumi, el ejercicio contrario. Yo le llamaba Adrián, sin más.
Al principio lo de Tito Juan me sonaba infantil pero dos horas más tarde, mientras comprábamos en el mercadona, ya me había acostumbrado.
Habíamos dejado a Eva durmiendo la siesta y con ella habíamos perdido también la mesura. Ya llevábamos dos carritos llenos de porquerías.
—Tito Juan, si te parece, el alcohol lo pago yo.
—Vale.
—¿Tú que bebes?
—Jotabé cola —contesté.
—Yo Cutty Sark con cola light. Y a veces Jägermeister.
—¿Eso no es muy fuerte?
—Lo es. Por cierto. Hay que coger gelatina de fresa.
—Los yogures están por allí. Ya llegaremos.
—No, no. Gelatina en polvos. Para hacer chupitos.
—¿Chupitos?
—De Jägermeister. Verás qué bien entran los cabrones.
—¿Chupitos para comer con cucharilla?
—O para masticar. Y supongo que saldrás conmigo alguna noche, ¿no?
—¿Salir? —Parecía tonto, repitiendo todo lo que me decía.
—De marcha.
—¿Al... ambiente?
—No, hombre. No suelo ir de ambiente. Hay dos discotecas a un tiro de piedra de tu casa, mundialmente conocidas, que no me puedo perder. Así que por lo menos dos noches tenéis que veniros conmigo.