Bañado por moteros. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No6
Por Marcos Sanz
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Este volumen incluye los siguientes relatos eróticos de temática gay del escritor Marcos Sanz:
Cuando ya no te esperaba
Luis es un hombre de 36 años que vive secretamente enamorado de Sergio, su mejor amigo hetero. Un día, con la tontería, hacen una apuesta. Sergio afirma que los hombres no le ponen lo más mínimo y Luis le dice que es capaz de ponerlo a tono sin tocarle nada más que el pecho. Lo que empieza siendo un casi inocente juego se acaba convirtiendo en una montaña rusa de sensaciones, placer, infidelidades y mucho morbo. La vida de los dos cambiará de un modo radical y descubrirán cosas que jamás se hubieran imaginado, de sí mismos y del otro. Un relato tan excitante como emocionalmente demoledor.
Planta carnívora
Relato corto y desquiciado. Se recomienda el uso de mantequilla al leerlo.
Mi amante inesperado
Los encuentros pueden darse de improviso en los pasillos de un centro comercial.
Tac tac tac
Dos chicos que se acaban de conocer se quedan solos en el sillón esperando al tercero que no deja de hablar por el móvil. Uno de ellos comienza a darse golpecitos en la pierna con el mando a distancia de la tele...
Bañado por moteros
El protagonista de esta historia tiene un sueño digno de una reina, aunque para hacerlo realidad no será suficiente con bañarse en leche de burra.
La mesa, el manubrio y las natillas
Lo que sucede cuando te levantas a las tantas de la mañana para ir al baño y descubres al padre de tu amigo bastante ocupado.
Acerca de la "Serie Marco Azul" de Marcos Sanz
Puedes encontrar los relatos de Marcos Sanz en varias colecciones y recopilaciones, por lo que no siempre es sencillo saber qué ebooks comprar para tener todos los relatos y que ninguno esté repetido. La colección Serie Marco Azul de Marcos Sanz nace con el propósito de recopilar todos los relatos del autor, los ya publicados y los que publique en un futuro. Los relatos serán cada uno una sola vez publicados en esta colección, por lo que adquiriendo todos los números obtendrás la colección completa de relatos de Marcos Sanz sin duplicados. Si eres coleccionista o simplemente quieres tener todo lo que escriba este autor, ésta es tu opción.
Sobre el autor: Marcos Sanz es un escritor (y un tío simpático y bastante bear) de relatos eróticos de temática gay. Si estás buscando leer relatos eróticos gays muy morbosos, para hombres y escritos por un hombre, has llegado al lugar indicado.
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Bañado por moteros. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No6 - Marcos Sanz
Nota del autor
Todos los personajes representados en esta obra de ficción son mayores de 18 años.
Cuando ya no te esperaba
Capítulo I
No sé muy bien cómo comenzar este relato. Supongo que lo mejor será aclarar que es una historia verídica; que, evidentemente, he cambiado los nombres y maquillado los detalles y que me juego una relación de ocho años con mi pareja y algunas cosas más. Pero creo que merece la pena contarlo, aunque sólo sea para dejar constancia de que, a veces, los sueños se cumplen. Para bien o para mal y cuando menos te lo esperas.
Me llamo Luis, tengo 36 años y llevo casi catorce enamorado de Sergio, mi mejor amigo. Nos conocimos en el Pappy Dog, una discoteca gay, en agosto del noventa y cuatro. Era un amigo de un amigo, pero Sergio era hetero, y había acabado en el Pappy porque sus amigos gays habían hecho el sacrificio de ir con él primero a Tretas, una disco a la antigua usanza, a ver si se ligaba por fin a una tía, que el chaval acababa de cumplir los diecinueve y aún no se había estrenado. Pero se había quedado acojonado en la barra, dando sorbitos al cubata, y no había sido capaz de entrarle a ninguna.
Y ya en el Pappy lo tenía un poco más chungo. Para acabar de fastidiarle la noche, sus colegas se perdieron en el cuarto oscuro y Sergio se quedó más solo que la una en un rincón de la barra menos frecuentada, viendo a un montón de tíos cachas bailando empastillados y cruzando una esperanzada mirada de vez en cuando con alguna lesbiana que pasaba por ahí en dirección a la pista de baile.
Su noche fue un desastre hasta que me crucé en los baños con nuestro amigo común, que se alegró mucho de verme, me llevó a rastras escaleras arriba y me sentó junto a Sergio, nos presentó, me pidió que se lo cuidara, y se largó corriendo a comer pollas. A mí no me importó cuidárselo porque el chico era un encanto y era enorme, un tiarrón del norte que aparentaba 25 aunque tuviera 19, y guapo de cojones. Bueno, es un decir, ya sabes. Yo no se los vi. Más quisiera.
La cosa es que nos caímos bien, nos pusimos a charlar y a beber y descubrí que vivía a dos pasos de mi apartamento.
En un momento de la noche me preguntó que dónde se habían metido sus amigos.
–En el cuarto oscuro –contesté.
Me miró, sin comprender.
–¿Y eso que es? ¿El baño? ¿Tan sucio está?
De aquella, casi nadie tenía internet (vamos, si es que existía), ni había series de televisión tan explícitas, así que los heteros no estaban tan enterados de lo que se mueve en el ambiente como hoy día. Así que le expliqué lo que era el cuarto oscuro y se le quedaron los ojos del tamaño de dos sandías.
–¿Y los tíos bajan allí y se ponen a follar?
–O a mamar polla.
–¿Y no hay luz?
–De vez en cuando algún mechero.
–Joder. En las discotecas normales
no hay de eso.
Pasé de decirle que no las llamara discotecas normales
, como si el Pappy no pudiera ser considerado normal por estar lleno de maricones. Ya había decidido que iba a ser uno de mis mejores amigos y como pensaba verlo a menudo ya tendría tiempo de educarle. Lo que sí hice fue cogerle de la mano y decirle, mientras bajábamos las escaleras:
–Ven, que te lo enseño.
–Chachi. Pero si alguien me toca, gritaré.
–Vale. Y yo te sacaré corriendo.
Entramos despacito en el cuarto oscuro. Encontramos el primer pasillo forrado de hombres, que nos miraron atentamente a la luz azulada que llegaba desde los baños mientras pasábamos por delante de ellos haciendo el trenecito, porque Sergio se había pegado a mi culo como con cola. La verdad es que era complicado avanzar así, pero el nene estaba asustado. Avanzamos un poco más y pronto quedamos totalmente a oscuras.
–¿Te molesta que vaya tan pegado? Casi te estoy dando por culo –me dijo al oído.
Me recorrió un escalofrío placentero.
–No, por Dios. Si me estás poniendo como una moto. No se me ocurriría quejarme.
–Es broma ¿no?
–En absoluto. Pero no te preocupes. No me duele.
–Si no te duele es que no estarás tan caliente.
–Toca y compruébalo.
–Y una mierda.
–Vale, vale.
Lo dicho, un hetero redomado. Seguimos avanzando en la oscuridad hasta que le solté las manos, que de todas formas había entrelazado sobre mi ombligo, con lo que no iba a dejar que me fuera a ninguna parte.
–¿Qué haces? –preguntó, muerto de pánico.
–Tantear en busca de la pared. No querrás que me salte los piños.
–No, claro.
Entonces lo oímos. A la derecha. Un chupeteo con mucha saliva. Alguien que se relamía.
–A alguien le están haciendo una buena mamada –me susurró Sergio, con un deje histérico.
–Yo creo que le están comiendo el culo –opiné.
Para mi sorpresa, el propio Sergio se sacó un mechero del bolsillo y puso luz en aquel asunto.
Por un momento vislumbré a cerca de treinta hombres dándose placer de diversas formas y con herramientas de distintos tamaños.
–Joder, cómo está esto hoy –murmuré.
Alguien golpeó con mala leche a Sergio y el mechero se le fue de las manos.
–No lo recojas –me pidió, de nuevo rodeados de oscuridad.
–No pensaba hacerlo –contesté.
–¡Como se las gastan!
–¿Te duele?
–No, qué va.
–Es que por algo se llama cuarto oscuro, idiota –le recriminé, con cariño. –Por cierto...
–Una mamada –respondió. –Tenía yo razón.
Seguimos adentrándonos en la oscuridad por otros diez minutos. En determinado momento un flop, flop, flop frenético nos indicó que a uno se lo estaban follando a base de bien a unos centímetros de donde estábamos. Esperé impaciente a sentir algún movimiento en la entrepierna de Sergio, que seguía pegada a mi trasero, pero nada se movió allá abajo.
Cuando al fin salimos, le apliqué el tercer grado.
–¿Qué tal?
–Muy curioso.
–No te has puesto cachondo.
–¿Debería haberlo hecho?
–A tu edad la simple mención del sexo me ponía cardiaco.
–Solo me llevas tres años. Y no me van los tíos. No me ponen.
–Pero había gente ahí dentro comiendo vergas.
–Pero eran tíos.
–Pero podría ser tu polla.
–Pero no es lo mismo.
–Pero...
Y me dejó que siguiera poniendo peros el resto de la noche aunque ya no me discutió más. Supongo que Sergio ya había decidido que yo sería uno de sus mejores amigos y que ya tendría tiempo de educarme hasta que comprendiera que a los heteros no se las pone dura el sexo entre hombres.
Pasaron los días y me enamoré perdidamente de Sergio. Pasaron las semanas y se lo dije. Pasaron los meses y nuestra relación se afianzó mucho más. Él me daba todo el amor que yo necesitaba, los abrazos, el cariño y el contacto. Todo, excepto sexo. A veces hasta dormíamos juntos cuando llegábamos de borrachera, aunque nunca pasó nada, porque aunque me moría por besarlo no iba a hacer nada que pudiera estropear lo que no teníamos. Y así fui feliz durante dos años, hasta que Sergio conoció a Marta. Y se casaron. Y yo me busqué la felicidad con un hombre menos hetero.
Mantuvimos la amistad hasta el punto de que Marcos, (mi novio, hoy mi marido), Sergio, su mujer y un servidor quedábamos para cenar dos o tres veces al mes, pasábamos juntos el fin de año, organizábamos acampadas, fiestas, partidas de cartas y algún viaje y, más recientemente, nos reuníamos en fin de semana para ver las primeras temporadas de Perdidos de unas sentadas.
No me avergüenza decir que durante este tiempo he seguido secretamente enamorado de él, ni que, con el paso del tiempo, el contacto con Sergio (abrazos, besos de cortesía y apretones de manos) ha adquirido para mí un sentido mucho más sexual. Sergio me la pone dura, hoy más que nunca, y confieso que me he hecho más de un pajote en su cuarto de baño cogiendo sus calzoncillos de la cesta de la ropa sucia y aspirando el olor de su polla.
Pues bien. Hace cosa de dos meses, Sergio me llamó al móvil. Parecía intranquilo.
–¿Os habéis peleado? –pregunté. Sergio y Marta no suelen hacerlo, lo de pelearse, digo, pero cuando se ponen hacen bastante ruido y acaba pagándolo el dvd, que suele salir disparado por el balcón. Siempre son aparatos de dvd del Alpaisaje. Por algún motivo el enfado no les lleva nunca a estampar el decodificador del Visión Plus.
–No. No es eso. ¿Puedes venir?
–Por supuesto.
Era un jueves por la tarde, yo acabo pronto en el curro y Marcos llega a la nueve. Tenía algo así como dos horas y media para dedicar a Sergio.
Llegué a su casa, llamé al timbre y me abrió la puerta descamisado, descalzo y con unos pantalones piratas blancos y