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El p... amo, Y otros relatos eróticos de temática gay
El p... amo, Y otros relatos eróticos de temática gay
El p... amo, Y otros relatos eróticos de temática gay
Libro electrónico101 páginas1 hora

El p... amo, Y otros relatos eróticos de temática gay

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Este volumen incluye los siguientes relatos eróticos de temática gay del escritor Marcos Sanz:

Siete horas para amarte
Mateo trabaja en un bar de copas. Una noche Eduardo, un chico a quien aún no conoce, le confiesa que lo ha visto montárselo en el coche con su novia y que le gustó mucho lo que vio, aunque en la novia francamente ni se fijó. Mateo no quiere saber nada de esas historias, es hetero y nunca ha sentido absolutamente ninguna atracción por otros hombres. El problema es que tras conocer a Eduardo su cuerpo parece empeñado en traicionarle.

Tac tac tac
Dos chicos que se acaban de conocer se quedan solos en el sillón esperando al tercero que no deja de hablar por el móvil. Uno de ellos comienza a darse golpecitos en la pierna con el mando a distancia de la tele...

León, mi mejor creación
Un escritor de novela erótica crea un personaje, un arqueólogo aventurero y sexy, al que llama León. Años más tarde y tras seis exitosas novelas con León de protagonista, el escritor conoce a un hombre en un centro comercial que se llama como el personaje, se dedica a lo mismo y se parece misteriosamente a los bocetos que sobre el personaje dibujó el ilustrador de la novela.

El fin del mundo conocido
Armand sale de la criogenización e inmediatamente es raptado por un grupo de mujeres que necesitan su esperma. De regreso a casa descubre que el mundo ya no es como lo recuerda, los parques públicos donde antes jugaban los niños son ahora sitios de cruising donde los hombres tienen sexo a todas horas, a plena luz del día. Tendrá que esperar a llegar a casa para que su hermano Jules le revele lo que ha ocurrido en el mundo en su ausencia...

Ruleta cerdaca
Un grupo de hombres se reúnen en casa de uno de ellos para hacer lo que les salga en una ruleta un tanto especial.

A ciegas
Un hombre lleva más de cinco años acostándose en una caravana con un tío a quien jamás ha visto la cara ni escuchado su voz. Para poder seguir con él es imprescindible que lo sigan haciendo a ciegas, porque su amante no quiere revelarle su identidad. Pero esta noche la verdad saldrá a la luz.

El p... amo
Jaime es un universitario de 21 años al que le mola que le cerdeen y que lo humillen. Tiene planeado ligarse a Jorge, su profe de educación física, para que le meta caña pero a su profe parece que no le van mucho los rollos que Jaime propone. Aunque, si no se andan con ojo, puede que cambien las tornas y Jaime acabe descubriendo... que ha creado un monstruo.

IdiomaEspañol
EditorialPROMeBOOK
Fecha de lanzamiento20 may 2016
ISBN9781311947918
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    El p... amo, Y otros relatos eróticos de temática gay - Marcos Sanz

    Siete horas para amarte

    I

    Con la crisis, los días entre semana no suelen ser grandes días para los bares de copas. Aquel martes no era una excepción. Mi compañera ya se había ido y yo me dedicaba a sacar brillo a las copas, como en las viejas películas del oeste. Sólo quedaba una persona en el bar, un chico guapo de unos veintialgo, o sea, más o menos de mi edad.

    Lo había estado observando porque me miraba de reojo. Además, el chico toda la noche había estado vigilando quién entraba pero, sobre todo, quién salía del local. Llegué a la conclusión de que le interesaba quedarse a solas conmigo, esperaba que no con intención de atracarme. Por eso no me sorprendió cuando por fin se armó de valor y se sentó a la barra, justo delante de mí. Lo que sí me sorprendió fue lo que me dijo.

    —Te vi la otra noche. En el coche. Ya sabes... Con tu novia.

    —No me había pasado nunca.

    —¿Nunca te habían visto? ¿Es que no os ponéis ahí para eso?

    —No. Digo que nunca me había pasado que me entrara un pervertido.

    Me miró con los ojos como platos.

    —No soy un pervertido. Al menos no más que vosotros.

    Le sonreí.

    —Estaba bromeando. ¿Te pongo otra? —Señalé su vaso de cerveza al que le quedaba un dedo.

    —No llevo dinero para otra.

    —Te invito yo.

    Le puse la cerveza y esperé a que siguiera hablando, a ver qué quería realmente.

    —Me gustó mucho lo que vi —dijo, con un poco de vergüenza.

    —Pues deberías decírselo a mi novia, no a mí.

    —¿Y eso?

    —Porque es a ella a la que le gusta que nos miren. Y si le dijeras que te gustó la pondrías contenta. Y cachonda. Y pegaríamos algún polvo más esta semana. Aunque sería otra vez en el puto coche porque no hay manera de que lo hagamos en una cama, como las personas. —Me di cuenta demasiado tarde de que le había dado demasiada información.

    —Lo siento —dijo.

    —Más lo siento yo.

    —Pero no podría decirle nada a tu novia porque a ella ni la vi. Tengo ceguera con las tías. Mi cerebro las elimina del cuadro.

    —Ah —me quedé bastante sorprendido porque había pensado que era hetero. Estaba seguro de que iba a pedirme que le dejara montárselo con mi novia, a lo que a lo mejor hubiera contestado que sí porque es difícil pillarla con ganas si no es con algún extra. Pero al final le gustaba yo.

    —Y, repito, me gustó mucho lo que vi —añadió.

    —Me alegro.

    Después de eso se quedó sin saber qué más decir. Yo tampoco dije una palabra. A lo mejor se esperaba que cerrara el bar y le invitara a mamármela pero no me van los tíos y no pensaba decir nada que pudiera hacerle pensar lo contrario.

    —¿Jugamos unos dardos? —Me preguntó, súper cortado.

    —No llevas dinero.

    —Es verdad. ¿Me invitas a jugar unos dardos?

    Aquello me hizo reír.

    —Está bien. Te invito a jugar unos dardos.

    II

    Se llamaba Eduardo y parecía buen chaval. Me estuvo contando que le gustaban los tíos desde que podía recordar y que había tenido que dejar el pueblo cuando su padrastro se enteró. Le dije que me sorprendía que aún hubiera gente tan cerrada de mollera.

    Iba a la universidad pero no se estaba sacando ninguna carrera. Aprovechaba las horas haciendo crecer su canal sobre tecnología en Youtube. Hasta que le diera para vivir también sacaba algún dinero haciéndose pajas en páginas de cams guarras.

    —¿Hay gente dispuesta a pagar por sexo? ¿Con todo lo que hay gratis? —Le pregunté.

    —Te sorprenderías.

    Jugamos como cinco o seis partidas, hablamos largo y tendido, nos divertimos y afortunadamente no volvió a insinuarse. Cuando llegué a casa Andrea ya estaba dormida. No le gusta que la despierte, se pone de muy mala hostia, así que me acosté a su lado y me hice una paja en silencio. Por algún motivo no conseguía quitarme a Eduardo de la cabeza. Me venían retales de nuestra conversación a la mente mientras me masturbaba. Me pregunté si yo sería capaz de hacerme un pajote delante de la cam para sacar un sobresueldo. Me di cuenta de que no debía comentárselo a Andrea porque era el paso más evidente para seguir alimentando su faceta exhibicionista. No me apetecía nada tener que hacer más shows para poder tirarme a mi novia tranquilamente. Supongo que estoy un poco chapado a la antigua.

    III

    El siguiente polvo con Andrea fue dos semanas más tarde. La invité a cenar en una pizzería para poder sacarla de casa y que hubiera al menos una oportunidad de sexo. Después de cenar, ya en el coche me dijo que tenía sueño y que la llevara a casa. Aun a riesgo de empezar una pelea conduje hasta la urbanización en las afueras que solíamos utilizar como picadero y aparqué como siempre a unos pasos de una farola.

    —¿Qué haces? —Me preguntó, enfadada.

    —Tengo un dolor de huevos que ya no puedo ni trabajar. Vas a comerme la polla ahora mismo y no vas a parar hasta que me corra si no quieres que se lo pida a Sandra —Sandra es mi compañera en el bar de copas y ni siquiera me gusta, pero Andrea no se fía un pelo de mí.

    —Vale —dijo Andrea, suspirando con desgana. —Pero espera a que se acerque alguien.

    Me saqué el miembro, le cogí la mano y se la puse encima de mi rabo, aún dormido.

    —Si no quieres mamar hasta que aparezca alguien no lo hagas, pero empieza a hacerme una paja. Estoy hasta los cojones de hacérmelo todo solo.

    —¿Pero qué te pasa hoy? ¿Por qué estás de tan mal humor?

    —Te lo estoy diciendo. Pero no quieres escuchar.

    —¿De verdad es por el sexo?

    —¡Pues claro que es por el sexo!

    —Así que estás conmigo sólo por el sexo.

    No sabía si se estaba jodiendo de mí o sólo estaba de un humor imbécil.

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