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Dándole en el hotel... lo que se merece, Y otros relatos eróticos de temática gay
Dándole en el hotel... lo que se merece, Y otros relatos eróticos de temática gay
Dándole en el hotel... lo que se merece, Y otros relatos eróticos de temática gay
Libro electrónico73 páginas42 minutos

Dándole en el hotel... lo que se merece, Y otros relatos eróticos de temática gay

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Información de este libro electrónico

Este volumen incluye los siguientes relatos eróticos de temática gay del escritor Marcos Sanz:

Siete horas para amarte
Mateo trabaja en un bar de copas. Una noche Eduardo, un chico a quien aún no conoce, le confiesa que lo ha visto montárselo en el coche con su novia y que le gustó mucho lo que vio, aunque en la novia francamente ni se fijó. Mateo no quiere saber nada de esas historias, es hetero y nunca ha sentido absolutamente ninguna atracción por otros hombres. El problema es que tras conocer a Eduardo su cuerpo parece empeñado en traicionarle.

Experiencia en el tren
Un chico hetero viaja con su novia en el compartimento de un tren. Ella se queda dormida apoyada en su hombro y un chico barbudo y grandote entra en ese momento y se sienta frente a nuestro, hasta el momento, chico hetero. Lo que pasa a continuación... bueno, tienes que leerlo.

Enfermero malagueño
El relato telefónico que le hago a un amigo cachondo de cuando estuve en marzo en el hospital y conseguí poner to cerdo al enfermero.

Joe 2.0
Joe es un héroe que aparece en ciertos momento de mi vida... para salvarme de una muerte horrible. La primera vez yo tenía ocho años. La segunda acababa de cumplir los treinta. Pero Joe no había cambiado nada...

Dándole en el hotel... lo que se merece
Paco y Juan son dos seguratas que trabajan en un hotel. Un chico se suele colar para intentar ponerlos calientes a través de las cámaras. Hasta que una noche, Paco conseguirá atraparlo y le dará lo que se merece mientras su compañero mira.

Marcos Sanz es un escritor (y un tío guapo y bastante bear) de relatos eróticos de temática gay. Si estás buscando leer relatos eróticos gays para hombres escritos por un hombre, has llegado al lugar indicado.

IdiomaEspañol
EditorialPROMeBOOK
Fecha de lanzamiento5 may 2016
ISBN9781311391742
Dándole en el hotel... lo que se merece, Y otros relatos eróticos de temática gay

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    Dándole en el hotel... lo que se merece, Y otros relatos eróticos de temática gay - Marcos Sanz

    Nota del autor

    Todos los personajes representados en esta obra de ficción son mayores de 18 años.

    Siete horas para amarte

    I

    Con la crisis, los días entre semana no suelen ser grandes días para los bares de copas. Aquel martes no era una excepción. Mi compañera ya se había ido y yo me dedicaba a sacar brillo a las copas, como en las viejas películas del oeste. Sólo quedaba una persona en el bar, un chico guapo de unos veintialgo, o sea, más o menos de mi edad.

    Lo había estado observando porque me miraba de reojo. Además, el chico toda la noche había estado vigilando quién entraba pero, sobre todo, quién salía del local. Llegué a la conclusión de que le interesaba quedarse a solas conmigo, esperaba que no con intención de atracarme. Por eso no me sorprendió cuando por fin se armó de valor y se sentó a la barra, justo delante de mí. Lo que sí me sorprendió fue lo que me dijo.

    —Te vi la otra noche. En el coche. Ya sabes... Con tu novia.

    —No me había pasado nunca.

    —¿Nunca te habían visto? ¿Es que no os ponéis ahí para eso?

    —No. Digo que nunca me había pasado que me entrara un pervertido.

    Me miró con los ojos como platos.

    —No soy un pervertido. Al menos no más que vosotros.

    Le sonreí.

    —Estaba bromeando. ¿Te pongo otra? —Señalé su vaso de cerveza al que le quedaba un dedo.

    —No llevo dinero para otra.

    —Te invito yo.

    Le puse la cerveza y esperé a que siguiera hablando, a ver qué quería realmente.

    —Me gustó mucho lo que vi —dijo, con un poco de vergüenza.

    —Pues deberías decírselo a mi novia, no a mí.

    —¿Y eso?

    —Porque es a ella a la que le gusta que nos miren. Y si le dijeras que te gustó la pondrías contenta. Y cachonda. Y pegaríamos algún polvo más esta semana. Aunque sería otra vez en el puto coche porque no hay manera de que lo hagamos en una cama, como las personas. —Me di cuenta demasiado tarde de que le había dado demasiada información.

    —Lo siento —dijo.

    —Más lo siento yo.

    —Pero no podría decirle nada a tu novia porque a ella ni la vi. Tengo ceguera con las tías. Mi cerebro las elimina del cuadro.

    —Ah —me quedé bastante sorprendido porque había pensado que era hetero. Estaba seguro de que iba a pedirme que le dejara montárselo con mi novia, a lo que a lo mejor hubiera contestado que sí porque es difícil pillarla con ganas si no es con algún extra. Pero al final le gustaba yo.

    —Y, repito, me gustó mucho lo que vi —añadió.

    —Me alegro.

    Después de eso se quedó sin saber qué más decir. Yo tampoco dije una palabra. A lo mejor se esperaba que cerrara el bar y le invitara a mamármela pero no me van los tíos y no pensaba decir nada que pudiera hacerle pensar lo contrario.

    —¿Jugamos unos dardos? —Me preguntó, súper cortado.

    —No llevas dinero.

    —Es verdad. ¿Me invitas a jugar unos dardos?

    Aquello me hizo reír.

    —Está bien. Te invito a jugar unos dardos.


    II

    Se llamaba Eduardo y parecía buen chaval. Me estuvo contando que le gustaban los tíos desde que podía recordar y que había tenido que dejar el pueblo cuando su padrastro se enteró. Le dije que me sorprendía que aún hubiera gente tan cerrada de mollera.

    Iba a la universidad pero no se estaba sacando ninguna carrera. Aprovechaba las horas haciendo crecer su canal sobre tecnología en Youtube. Hasta que le diera para vivir también sacaba algún dinero haciéndose pajas en páginas de cams guarras.

    —¿Hay gente dispuesta a pagar por sexo? ¿Con todo lo que hay gratis? —Le pregunté.

    —Te sorprenderías.

    Jugamos como cinco o seis partidas, hablamos largo y tendido, nos divertimos y afortunadamente no volvió a insinuarse. Cuando llegué a casa Andrea ya estaba dormida. No le gusta que la despierte, se pone de muy mala hostia, así que me acosté a su lado y me hice una paja en silencio. Por algún motivo no conseguía quitarme a Eduardo de la cabeza. Me venían retales de nuestra conversación a la mente mientras me masturbaba. Me pregunté si yo sería capaz de hacerme un pajote delante de la cam para sacar un sobresueldo. Me di cuenta de que no debía comentárselo a Andrea porque era el paso más evidente para seguir alimentando su faceta

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