Mariana le dijo a Eduardo que estaba retrasado mientras lo guiaba hacia una de las oficinas de la editorial, donde pasaría tiempo con sus admiradoras en un live en Instagram. Tenía la agenda demasiado recargada, pero todo era parte de la promoción de su nuevo libro, Entre las sábanas, una historia apasionante que relataba la vida oculta de una hermosa condesa que aprovechaba los viajes de su esposo, para vivir la aventura de ser la amante de Justin, el hijo del mayordomo que había llegado de visita a la mansión.
A pocas semanas de su lanzamiento, ya se apuntaba como otro best-seller que Eduardo tenía para sus lectores. Era audaz, incisivo, apasionado; con una prosa envolvente que animaba a seguir leyendo hasta el final. Y él era un escritor de moda y con poca paciencia para lidiar con el caos que siempre se originaba cuando andaba de promoción.
–Entre el programa de televisión y la firma de autógrafos no he tenido tiempo para ir a almorzar–se quejó, quitándose el saco que lo hacía ver tan varonil.
–Puedo traerte un sándwich, tal vez un poco de fruta –se ofreció Mariana.
–Tú tampoco has comido…
–No tengo hambre. ¿Qué dices, Eduardo, tienes antojo de algo?
–Una hamburguesa con soda.
–Sabes que no puedo darte eso.
–Por eso te lo pido, tal vez ocurre un milagro y te olvidas de las indicaciones del médico –dijo esperanzado.
Mariana sonrió mientras acordaban que compraría un poco de ensalada, algo que Eduardo debía aceptar si quería que sus niveles de colesterol volvieran a la normalidad.
Después de tanto tiempo alimentándose de tocino en el desayuno, camarones a la parrilla, comida rápida y sus infaltables donas mientras escribía, su cuerpo reaccionó a