En ese lugar...
André escuchaba atento lo que decía su padre, su lógica le parecía tan calculada que no iba de acuerdo con su manera de ser. Él sentía o no sentía. Amaba o no amaba, no pensaba en lo conveniente que podía ser estar con una mujer, y su padre llevaba más de una hora enumerando los beneficios que tendría en su vida si seguía con Fernanda.
—¿Desde cuándo la conoces? Sabes que es una buena chica. Inteligente, con expectativas, apenas tiene 27 y ya es gerente de procesos en una corporación. Además, es guapa, ¿te imaginas cómo les saldrían los hijos? Tendría nietos preciosos. Estás loco al pensar en alejarla de tu vida —agregó, cerrando un monólogo que empezó cuando le dijo que necesitaba darse un tiempo para pensar en su relación con Fernanda.
—No tienes que pensarlo —le dijo y, como cuando era un niño, lo sentó frente a él para convencerlo de que cometería un grave error si cortaba con su novia.
—Es normal que tengas dudas, yo también las sentí cuando me enamoré de tu madre. Pero supe elegir a la mejor. Una mujer de buena familia, culta y descendiente de alemanes. Ya ves lo guapo que eres —señaló orgulloso.
André se despidió de su padre prometiendo que no hablaría con Fernanda, y se quedó en su auto observando su foto.
Le gustaba cómo empequeñecía los ojos cuando sonreía. Lo alegre y buena que era. Siempre gentil y dispuesta a complacerlo. ¿Por qué sentía que eso no le bastaba? Su padre tenía razón, debía estar loco para pensar en dejarla, pero sentía que la magia
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