Sin remedio
El avión aterrizó en el aeropuerto de Cancún mientras Denisse observaba por la ventanilla. Sus amigas seguían en lo suyo, hablando sobre lo bien que la pasarían: playa, tequila y noches sin dormir, una diversión a la que ella con gusto se uniría. Cuatros días que siempre recordaría antes de pronunciar el “sí” frente al altar.
Tomaron el equipaje del compartimento superior y entusiasmadas bajaron del avión. No dejaron de hablar mientras el taxista las llevaba al hotel, habían decidido gastarse sus buenos pesos eligiendo uno de cinco estrellas y todo lo mejor para esos días de sol.
—Qué linda vista —exclamó Denisse desde el balcón, observando la extensa bahía de arena blanca y el color turquesa del mar. Había visitado Cancún en unas vacaciones con sus padres, pero ahora era diferente. No iría a las piscinas con toboganes, estaría en bikini todo el día, bronceándose con una margarita en la mano.
—¿Qué esperas para cambiarte? —le dijo Angie desde el interior.
—Estaba viendo la playa, no puedo creer que ya estemos aquí —comentó entrando a la habitación.
—Y yo no puedo creer que te vayas a casar, apenas tienes veinticinco años —agregó Fer.
—¿Estás segura de que te quieres amarrar para toda la vida? –le preguntó Rosy en tono burlón.
—Estoy con Armando desde la prepa —respondió, como si el casarse fuera el siguiente paso después de tanto tiempo de noviazgo.
—Por eso mismo, él ha sido tu único novio, siempre has teniendo sexo con él —señaló Angie poniendo énfasis en las últimas palabras—. En realidad no sabes lo que es estar con otro hombre.
—Ni me interesa. ¿Qué les pasa, chicas? Las
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