LA RUTA COSTERA DEL ÁRTICO
Claramente no recibe visitas a diario. El espacio de exhibición es acogedor y tiene poca luz; cerca de la entrada hay mesas para la lectura del Tarot y hojas de té, adivinación con runas y quiromancia. Hacia el fondo de la habitación, frisos que representan viejas sagas islandesas zigzaguean por las paredes. Sobre una vitrina de exhibición, un cuervo disecado me observa fijamente y un baúl vacío descansa a los pies de un maniquí vestido como si fuera de la realeza. “¿Le gustaría que le contara nuestra historia?”, pregunta Dagný Marín Sigmarsdóttir mientras canta en inglés. Me pregunto si ya predijo mi respuesta.
Islandia está inundada de cuentos. Historias, leyendas y folclor cubren esta tierra al igual que las gruesas nieves invernales. Tienen una resonancia particular a lo largo de su frontera ártica, en las remotas comunidades pesqueras que se esparcen por las angostas penínsulas del norte. En siglos pasados, los lugareños montaban guardias nocturnas para recitar el rímur, reelaboraciones poéticas de las sagas que documentan la historia islandesa temprana, llena de sangre y heroísmo. Aquí, en el museo de la aldea Skagaströnd –un conglomerado de casas y granjas al pie del monte Spákonufell–, esta tradición y los textos ancestrales se han actualizado para el siglo XXI.
“El museo está dedicado a una de las primeras habitantes de la zona, una poderosa adivina del siglo X llamada Þórdís –explica Dagný–. Ella aparece en cuatro sagas como un personaje secundario, por lo general administrando pociones a los guerreros; no es sino hasta ahora que ella posee su propia historia. Después de todo, las sagas fueron escritas por hombres”.
LA PROPIETARIA DEL MUSEO DE LAS PROFECÍAS COLOCA LAS AGUJAS DE TEJER SOBRE SU REGAZO MIENTRAS INGRESO Y ME OBSERVA DE MANERA INQUISITIVA DESDE SU SILLÓN.
El folclor
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