La carta extraviada. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No9
Por Marcos Sanz
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Este volumen incluye los siguientes relatos eróticos de temática gay del escritor Marcos Sanz:
Siete horas para amarte
Mateo trabaja en un bar de copas. Una noche Eduardo, un chico a quien aún no conoce, le confiesa que lo ha visto montárselo en el coche con su novia y que le gustó mucho lo que vio, aunque en la novia francamente ni se fijó. Mateo no quiere saber nada de esas historias, es hetero y nunca ha sentido absolutamente ninguna atracción por otros hombres. El problema es que tras conocer a Eduardo su cuerpo parece empeñado en traicionarle.
La carta extraviada
Juan Pablo recibe veinticuatro años después una carta de amor que le escribió Xuso, un compañero de clase, y que se extravió en correos. Asediado por la sensación de que las cosas podrían haber sido muy diferentes Juan Pablo decidirá ir en busca de Xuso para hacerle saber que nunca recibió el mensaje.
Que no te vea pasar hambre
Esta es la corta y explosiva historia del romance que tuve a los diecinueve con Ramiro, mi profesor de la autoescuela.
Ahora soy concertista
Mi profesor de piano siempre al terminar la clase se iba a mi cuarto de baño, donde pasaba más de media hora. Un buen día se me ocurrió mirar por la cerradura para descubrir qué hacía ahí dentro tanto rato...
El osote cincuentón
Desde que escribo relatos eróticos en ciertas zonas de mi ciudad parece que atraigo a hombres que pretenden ponerme cosas en diferentes partes de mi cuerpo.
Este relato te la bajará
Un relato de lo que te puede pasar si confías en la gente inadecuada.
Acerca de la "Serie Marco Azul" de Marcos Sanz
Puedes encontrar los relatos de Marcos Sanz en varias colecciones y recopilaciones, por lo que no siempre es sencillo saber qué ebooks comprar para tener todos los relatos y que ninguno esté repetido. La colección Serie Marco Azul de Marcos Sanz nace con el propósito de recopilar todos los relatos del autor, los ya publicados y los que publique en un futuro. Los relatos serán cada uno una sola vez publicados en esta colección, por lo que adquiriendo todos los números obtendrás la colección completa de relatos de Marcos Sanz sin duplicados. Si eres coleccionista o simplemente quieres tener todo lo que escriba este autor, ésta es tu opción.
Acerca del autor: Marcos Sanz es un escritor (y un tío simpático y bastante bear) de relatos eróticos de temática gay. Si estás buscando leer relatos eróticos gays muy morbosos, para hombres y escritos por un hombre, has llegado al lugar indicado.
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La carta extraviada. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No9 - Marcos Sanz
Siete horas para amarte
I
Con la crisis, los días entre semana no suelen ser grandes días para los bares de copas. Aquel martes no era una excepción. Mi compañera ya se había ido y yo me dedicaba a sacar brillo a las copas, como en las viejas películas del oeste. Sólo quedaba una persona en el bar, un chico guapo de unos veintialgo, o sea, más o menos de mi edad.
Lo había estado observando porque me miraba de reojo. Además, el chico toda la noche había estado vigilando quién entraba pero, sobre todo, quién salía del local. Llegué a la conclusión de que le interesaba quedarse a solas conmigo, esperaba que no con intención de atracarme. Por eso no me sorprendió cuando por fin se armó de valor y se sentó a la barra, justo delante de mí. Lo que sí me sorprendió fue lo que me dijo.
—Te vi la otra noche. En el coche. Ya sabes... Con tu novia.
—No me había pasado nunca.
—¿Nunca te habían visto? ¿Es que no os ponéis ahí para eso?
—No. Digo que nunca me había pasado que me entrara un pervertido.
Me miró con los ojos como platos.
—No soy un pervertido. Al menos no más que vosotros.
Le sonreí.
—Estaba bromeando. ¿Te pongo otra? —Señalé su vaso de cerveza al que le quedaba un dedo.
—No llevo dinero para otra.
—Te invito yo.
Le puse la cerveza y esperé a que siguiera hablando, a ver qué quería realmente.
—Me gustó mucho lo que vi —dijo, con un poco de vergüenza.
—Pues deberías decírselo a mi novia, no a mí.
—¿Y eso?
—Porque es a ella a la que le gusta que nos miren. Y si le dijeras que te gustó la pondrías contenta. Y cachonda. Y pegaríamos algún polvo más esta semana. Aunque sería otra vez en el puto coche porque no hay manera de que lo hagamos en una cama, como las personas. —Me di cuenta demasiado tarde de que le había dado demasiada información.
—Lo siento —dijo.
—Más lo siento yo.
—Pero no podría decirle nada a tu novia porque a ella ni la vi. Tengo ceguera con las tías. Mi cerebro las elimina del cuadro.
—Ah —me quedé bastante sorprendido porque había pensado que era hetero. Estaba seguro de que iba a pedirme que le dejara montárselo con mi novia, a lo que a lo mejor hubiera contestado que sí porque es difícil pillarla con ganas si no es con algún extra. Pero al final le gustaba yo.
—Y, repito, me gustó mucho lo que vi —añadió.
—Me alegro.
Después de eso se quedó sin saber qué más decir. Yo tampoco dije una palabra. A lo mejor se esperaba que cerrara el bar y le invitara a mamármela pero no me van los tíos y no pensaba decir nada que pudiera hacerle pensar lo contrario.
—¿Jugamos unos dardos? —Me preguntó, súper cortado.
—No llevas dinero.
—Es verdad. ¿Me invitas a jugar unos dardos?
Aquello me hizo reír.
—Está bien. Te invito a jugar unos dardos.
II
Se llamaba Eduardo y parecía buen chaval. Me estuvo contando que le gustaban los tíos desde que podía recordar y que había tenido que dejar el pueblo cuando su padrastro se enteró. Le dije que me sorprendía que aún hubiera gente tan cerrada de mollera.
Iba a la universidad pero no se estaba sacando ninguna carrera. Aprovechaba las horas haciendo crecer su canal sobre tecnología en Youtube. Hasta que le diera para vivir también sacaba algún dinero haciéndose pajas en páginas de cams guarras.
—¿Hay gente dispuesta a pagar por sexo? ¿Con todo lo que hay gratis? —Le pregunté.
—Te sorprenderías.
Jugamos como cinco o seis partidas, hablamos largo y tendido, nos divertimos y afortunadamente no volvió a insinuarse. Cuando llegué a casa Andrea ya estaba dormida. No le gusta que la despierte, se pone de muy mala hostia, así que me acosté a su lado y me hice una paja en silencio. Por algún motivo no conseguía quitarme a Eduardo de la cabeza. Me venían retales de nuestra conversación a la mente mientras me masturbaba. Me pregunté si yo sería capaz de hacerme un pajote delante de la cam para sacar un sobresueldo. Me di cuenta de que no debía comentárselo a Andrea porque era el paso más evidente para seguir alimentando su faceta exhibicionista. No me apetecía nada tener que hacer más shows para poder tirarme a mi novia tranquilamente. Supongo que estoy un poco chapado a la antigua.
III
El siguiente polvo con Andrea fue dos semanas más tarde. La invité a cenar en una pizzería para poder sacarla de casa y que hubiera al menos una oportunidad de sexo. Después de cenar, ya en el coche me dijo que tenía sueño y que la llevara a casa. Aun a riesgo de empezar una pelea conduje hasta la urbanización en las afueras que solíamos utilizar como picadero y aparqué como siempre a unos pasos de una farola.
—¿Qué haces? —Me preguntó, enfadada.
—Tengo un dolor de huevos que ya no puedo ni trabajar. Vas a comerme la polla ahora mismo y