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Como un muestrario de los discursos que hay afuera, Periferia reúne las voces de lo incomparable: aquí los yoguis, los patrones, las curanderas, el transporte público, los académicos y los sicarios tienen algo en común. Evidencian con severidad e ironía las grandes contradicciones de las ciudades modernas; lo que estamos dejando pasar, lo que ya está más allá de nuestras manos y lo que dirán de nosotros—si el mundo sobrevive—quienes en el futuro estudien a la humanidad.
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May 11, 2024
Se trata de un libro de cuentos muy bien forjado, que tiene tintes de crítica, de posmodernidad, de fantasía, de ciencia ficción, de ternura, de ironía, de risa, de mexa. Sin duda, Diana del Ángel hizo un gran trabajo al escribirlo. Es una lectura fresca y lúcida en un entorno donde todavía abunda la narrativa de señoros. Lo aplaudo y recomiendo.
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Periferia - Diana del Ángel
EL NOMBRE OCULTO DE LO COTIDIANO
Siempre han sido cuatro Brígidas, pero la cuarta no siempre fue la misma. Eso pocos lo recuerdan. Desde que yo era chiquita ya se usaba el genérico para referirse a las hijas del oaxaco y su señora. Una era gorda como tinaco, otra escuálida como gato desnutrido; la tercera, aunque medio blanquita, tenía la cara llena de pecas. La cuarta en ese entonces, que era la mayor, iba en el salón de mi hermana Yuli. Una vez mi mamá la obligó a invitarla a partir su pastel de cumpleaños. Si van a venir las niñas del salón, que sean todas, sentenció. Así fue como la conocí. No me pareció para tanto el berrinche de mi hermana, pues se me hizo de lo más normal; muy morena eso sí, con unos labios muy gruesos y el pelo negro y tieso como alambre; pero nada más. Mi mamá le dio una rebanada de pastel para que se lo llevara a su casa y ella se apenó un poco, pero igual lo recibió. Fue la única vez que la vi.
Todo lo demás lo sé de oídas: la sacaron de la escuela porque quedó embarazada, pero al menos se pudo casar con el papá, que era militar. Un día amaneció muerta. Las otras dejaron de ir a la escuela y se pusieron a trabajar vendiendo ajos y canela en los tianguis cercanos. En algún momento, según dicen las señoras, el oaxaco y su esposa se regresaron a su pueblo; otras añaden que sus propias hijas los corrieron, casi al mismo tiempo se dejó de ver al esposo de la mayor: lo transfirieron al norte por consenso general. Ahí fue cuando dejaron de hablarles. Mi mamá nunca se unió a las vecinas en su bloqueo en contra de las Brígidas. Si nunca las volvimos a invitar a la casa, fue porque cuando mi papá nos dejó ya no hubo pasteles para los cumpleaños.
A ellas parecía no importarles que nadie les hablara. Un día me dio pena ver a la más chica jugando solita con unas muñecas y le di un poco de ropa. A mí me habría gustado invitarla a jugar, pero Vale no quiso y ella era mi mejor amiga. Todos los días iba a su casa, que era la más bonita de la cuadra. Bailábamos y grabábamos en un cassette programas de radio en el segundo piso. Había una cantina hecha de ladrillo y un fonógrafo donde poníamos discos de vinilo. Jugábamos a cantar y a sentirnos famosas. La verdad es que a Vale le salía mejor todo, porque además de tener buena voz, tenía gracia para bailar. Yo siempre me quedo tiesa en lugar de moverme con la música.
Nos tocó en una secundaria diferente, entonces dejamos de vernos porque las tareas y los amigos. Es decir, yo las tareas y ella los amigos. Yo para eso de hacer amistades estoy negada, siempre que intento sacar plática con alguien mis cachetes se ponen rojos, siento que me van a estallar, me pongo más nerviosa y ya no sé ni lo que digo. Para colmo no importa lo que coma, mi cuerpo se infla como globo. Ser gorda y tímida es una combinación nefasta, pero si añades ser ñoña, tengo el peor combo. Mi mamá dice que lo que importa es mi interior, pero en cualquier oportunidad me desliza la receta de la dieta de la manzana, del licuado de nopal o de los siete días. Lo más que he logrado es dejar de comer pan por un día, pero como me quedo con mucha hambre al día siguiente como el doble.
Al principio yo iba a casa de Vale para que hiciéramos la tarea juntas. Ella me contaba de sus nuevas amigas y de los chicos que le mandaban cartas o que la esperaban a la salida de la escuela para ver quién la acompañaba de regreso. Poco después me confesó que había uno que sí le gustaba y que se quedaba de ver con él a la salida. Como su mamá no la dejaba tener novios, muchas veces le decía que pasaba a mi casa para hacer la tarea, pero se iba a pasear con él por los campos de fut. Eso funcionó muy bien hasta que un día su mamá fue a buscarla y, aunque al principio intenté justificar su ausencia diciendo que había ido a la papelería, la señora acabó dándose cuenta del embuste.
Mi mamá me regañó por andar echando mentiras y Vale se enojó conmigo porque no pude inventar nada mejor. Después de eso iba a su casa para hacer la tarea y platicar un poco. Comenzó a aburrirme que siempre me hablara de este chico, con el que se seguía viendo a escondidas, pero lo que sí de plano no aguanté fue que me empezara a hablar como las señoras. Ya pronto te llegará el momento
, cuando encuentres al indicado, hasta te vas a arreglar
, sentirse amada es lo más
. A lo mejor porque me había tardado en bajar, me había hecho a la idea de que iba a llegar tarde a todo. Y aunque sí me gustaban los chicos, no tenía ganas de ver a alguno de ellos a la salida ni de contarles mis cosas. Yo quería seguir teniendo una amiga y jugar a ser locutora de una radio para niñas.
Lo cierto es que no solo Vale, sino muchas de mis compañeras se aventuraban con emoción a ese nuevo mundo de los pares. Yo sabía quién quería con quién porque como me salían muy bien los corazones de origami, me pedían que les hiciera uno para mandar o responder mensajitos. Las miraba alejarse y caminar por el patio de la escuela que a la hora del recreo parecía un hervidero; las veía confundirse en esa pequeña multitud que era la Secu 98, para luego salir de ahí con su par, convertidos en una pequeña burbuja que tardaba más o menos en romperse. En uno de esos encargos, la pelirroja del segundo B me dijo que ella sabía a quién le gustaba yo. Honestamente, me intrigó y una parte de mí hasta se emocionó. Quise saber más, pero ella, muy misteriosa, me dijo que él pronto se acercaría. Esperé el resto de las clases con mucha expectativa, pero cuando se acercaba alguno de los chicos solo me preguntaba por la tarea.
Por esa misma época, mi hermana la mayor terminó con su novio. No me lo contó a mí, pero me di cuenta porque estuvo llorando por las noches antes de decírselo a mamá, luego ella maldijo al cabroncete. Después Yuli se enfermó y mamá nos dijo a mí y a Licha, la más chica de nosotras, que teníamos que cuidarla mucho y me mandó por las cosas para hacer un caldo de gallina. A lo mejor por eso y porque mi papá nos había dejado, yo me hice a la idea de que siempre que lo necesites va a estar una mujer para ayudarte. Y eso me parecía más real que cualquier otra cosa.
Un día Vale y yo nos volvimos a encontrar en el mercado, las dos íbamos con nuestras mamás. Entonces ella le pidió permiso a la suya para ir por la tarde a mi casa a estudiar inglés. Sabía que era cierto que los idiomas no eran su fuerte, pero también sabía que a Vale no le importaba pasar con más de seis una materia. Por eso me apresuré a decir que sí. Supuse que estaría en problemas y aunque habían pasado casi dos años en los que no nos hablábamos seguía siendo mi amiga. Tenía casi dos meses sin bajarle. No puedo tenerlo, me dijo, y no puedo decirle a mi mamá,
