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Primitivo
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Libro electrónico189 páginas3 horas

Primitivo

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Información de este libro electrónico

Mi nombre es Dante y este es el año 2092, el mundo cambió después de que un virus transformara a las personas en bestias primitivas conocidos como Saeva, pero años después desaparecieron. Mi vida era bastante simple hasta que descubrí que soy un híbrido mitad humano, mitad Saeva, puedo hacer cosas que nunca imaginé, pero el precio a pagar sería muy caro. Ahora soy parte de las filas de híbridos que protegen al mundo, un mundo que no estaba amenazado hasta que ellos volvieron.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 dic 2021
ISBN9788418676826
Primitivo
Autor

Arnaldo Rocco

Arnaldo Rocco Bruno Barrios nació y creció en Caracas, Venezuela, pero reside actualmente en Santiago de Chile. Como estudiante de Comunicación Audiovisual se ha dedicado a la escritura de guiones y dirección de cortometrajes, con los cuales ha sido galardonado en Chile y Colombia. Primitivo es su primera publicación, con la cual espera formar una trilogía mientras culmina sus estudios.

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    Entretenida historia!!
    Fácil de leer, con diversos personajes y una historia que puede interesarte si te gusta el genero acción-aventura.
    Me gustaría verlo en una historieta.

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Primitivo - Arnaldo Rocco

Primitivocubiertav1.pdf_1400.jpg

Primitivo

Arnaldo Rocco Bruno Barrios

Primitivo

Arnaldo Rocco Bruno Barrios

Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

© Arnaldo Rocco Bruno Barrios, 2021

Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

www.universodeletras.com

Primera edición: 2021

ISBN: 9788418675133

ISBN eBook: 9788418676826

A mi querido arquitecto de sueños. Fuiste un maestro en lo que de arte se trataba, diseñaste una familia a tu imagen y la construiste con tu amor, viviste a tu gusto, plasmando tus deseos en cada un de tus lienzo, fuiste el primero en dejarnos o eso es lo que yo recuerdo,

pero si algo se de creer lo se gracias a ti.

A ti mi arquitecto de sueño.

Francisco Barrios

El siguiente texto está patentado en el CRIN [Centro De Registros Integrados Nacionales] relacionado con el registro de propiedad intelectual en el Departamento de Derechos Intelectuales (DDI), Servicio Nacional del

Patrimonio Cultural.

Capítulo

1

Todo estaba frío, pero no me molesta, creo que son gotas. Caen desde mi frente y se deslizan hasta mis oídos. Trato de abrir los ojos, pero no puedo, mi cuerpo y hasta mi alma duelen, como si hubiera terminado un combate contra un gran imperio. Mi cabeza deambula, tratando de entender lo que me rodea, el olor del pasto me lleva a distintos lugares, incluso a una hora exacta. Abro los ojos como si hubiera vuelto a la vida; está a punto de anochecer, trato de levantarme, pero el dolor es indescriptible, finalmente logré sentarme, rodeado por un enorme campo verde, hasta donde se logra ver.

Escucho un ruido, más bien gritos, como si se tratara de un hervidero de personas. Logro ponerme de pie, pero la altura parece engañarme, siento que todo es más grande de lo que recordaba o yo soy más pequeño de lo que creía. Tomó un respiro profundo, mi pecho se infla, pero no siento nada, solo el calor que proviene de mis manos. Las volteo solo para ver algo que ya sabía, como fuego líquido, desde mis codos hasta el suelo, el recorrido de la sangre más densa que había visto. Toco mi cuerpo, para estar seguro. Sí, esta sangre no es mía, ¿qué hice?, porque no recuerdo lo que pasó….

Un grito desgarrador hizo que me volteara. Todo estaba en llamas, cierro con fuerza mi mano, como si eso me ayudara a recordar, mis latidos aumentan, retumban en mi cabeza, pero en el suelo un rastro de sangre llama mi atención. Como si fueran migajas de pan, sigo el río de sangre que me adentra al mismísimo infierno. La calle estaba abandonada, solo cuerpos sin vida la decoraban, casas pintadas de rojo, y el olor hace que me retuerza.

A lo lejos logro ver una sombra que cruza rápidamente, no tengo fuerza siquiera para intentar seguirla. Después de unos minutos, siento que he caminado por horas, pero logro cruzar con éxito el pueblo. El rastro continua, sin perder su ritmo marca una línea perfecta, que parece terminar en una cabaña a unos metros…

La entrada te recibe con pequeñas flores moradas, sin puerta, pero las marcas de su arco muestran que alguien entró a la fuerza, una pequeña luz se logra ver dentro de la penumbra que invade la cabaña. Una luz que crece con cada segundo, el sonido de pasos, graves pero ligeros, más y más fuerte; algo viene por mí. Unas manos esqueléticas, con restos de carne y piel, me toman de la cara, el rostro de una mujer en llamas me grita y todo vuelve a quedar oscuro.

Abro los ojos, mi corazón sigue acelerado, pero ahora sé que era solo un sueño. Encima de mi cabeza el viejo árbol de flores amarillas, el mejor lugar para tomar una siesta y en algunas ocasiones vivir una película de terror. Podría dormir un poco más, aún no inician las clases, o podría leer un poco. Cómo matar un ruiseñor es el libro más reciente que logré obtener de la biblioteca principal, solo tienen unos cincuenta libros, que ya me sé, al derecho y al revés, pero es uno de los pocos lugares donde nadie te molesta en Terepaima, el mejor lugar para vivir si eres un rechazado social o la futura clase obrera. De cualquier forma es preferible estar fuera y ser un don nadie, que ser prisionero aquí dentro…

—Hey, bella durmiente, despierta, andas en otro mundo, como siempre —dijo John con su cara burlona.

Es el típico chico hablador, pero buena persona, cada vez que lo veo parece ser más alto, siempre con su gorra de los Perros del Norte, el equipo de fútbol donde su padre jugó por varios años.

—Algo así, ahora tengo un Troll frente a mí —le respondí en broma.

—Busca tu muerte natural —declaró sarcásticamente, mientras hacía una mueca.

—Prefiero eso a seguir en este maldito lugar —acto seguido, como magia, sonó la campana, golpeó dos veces, marcando que ya era hora de ir a clases.

—¿Qué crees que esté en el almuerzo de hoy?, Ahhh, Muero por unos vegetales fritos —dijo con entusiasmo John.

—Tú solo piensas en comida —repuse.

—Y tú en escapar de este agujero —John me miró con seriedad al decir eso, yo tomé su palabra con el mismo criterio.

—Mañana será otro día y alguno de mi planes funcionarán —dije mientras caminábamos fuera del patio principal.

La conversación continuó, pasando por los típicos temas que solemos hablar: cuánto hablaría la señorita Edna sobre la guerra de las potencias el día de hoy, mencionando cosas del antiguo mundo de las que no recordamos su nombre, así que a todo nos referimos como chanchullo y después de aburrirnos hacíamos juegos tontos como: ¿Qué prefieres, besar a María Pasculo o que te pisen un testículo?, las típicas conversaciones de adolescentes.

Los pasillos del Refugio Terepaima eran largos pero angostos, llenos de cuadros que supuestamente eran más valiosos que todos nosotros juntos. Si se te ocurre tocar uno y los vigilantes te descubren, pasarías una semana comiendo nada más que sopa con un pitillo. El edificio es de cinco pisos, nuestra clase con la profesora Edna era en el tercer piso, las habitaciones se encontraban en el piso superior, por lo que escapar era la hazaña más difícil, debías cruzar a los vigilantes y los sensores de rastreo, estos activaban a los drones, que te ubicaban y finalmente te derribaban. Antes de que te des cuenta estarás en el sótano, que los rumores dicen que sirve como morgue.

Los niños cruzan en todas las direcciones buscando su salón, mirando de frente para no tropezar con otro. Yo soy el único que parece mirar por la ventana, con mis ojos, me dirijo al final del portón principal, recorro el camino, pasando por la villa y sigo hasta lograr ver la Gran Catedral del Sur justo en el medio de la ciudad.

—Oye —dije torpemente, sin ver qué tenía ante mis ojos.

—Quítate, enano —me gritó lo que parecía ser un gigante con la cabeza de un balón.

—Lo lamento. Dilon —dije con la cabeza hacia abajo.

Dilon me tomó por el cuello con un solo brazo, me estranguló hasta poder golpearme contra la pared. Solté mi libro, mis venas rogaban por sangre y mi cerebro comenzaba a sentir la falta de bombeo.

—Creo que pelear en los pasillos no le gustará al entrenador —Dilon miró a John, dejando salir un bufido, me soltó. Logré recuperar la sensación en mi cuerpo.

—Ya nos volveremos a ver, sin tu guardaespaldas, gnomo —gritó mientras se alejaba por el pasillo riendo.

—Tienes suerte de no haber perdido la cabeza —me decía John al mismo tiempo que me ayudaba a levantarme.

—Mañana será otro día —Repetí en voz baja.

Llegamos a nuestro salón, el aula cuatro. Todos los chicos miraban fijamente la pantalla digital, como un pizarrón antiguo, solo que en este puedes escribir con tus dedos, buscar imágenes con solo decirlo y tiene bloqueadas todas las paginas porno, lo sé, ya más de uno intentó ingresar antes de que llegara Edna. La profesora con cabello corto, lentes como culo de botella y la ropa menos a la moda que podía existir en nuestros tiempos, nos alegraba el día con su entusiasmo, su pasión por la historia era sorprendente y en algunas ocasiones abrumadora. No me molestaba, pero sus dotes de oratoria eran el ejemplo de la mediocridad en la educación.

—Tomen asiento, hoy comenzaremos desde la llegada de los saevas —un ligero suspiro, mezclado con aburrimiento, salió de la mayoría de los chicos. Yo regresaba a mi rutina diaria, observar por la ventana todo lo que no podía tocar, sentir ni oler.

—Bien, ¿quién sabe dónde aparecieron los primeros infectados? —preguntó Edna con una sonrisa de punta a punta. Para su decepción y como la mayoría del tiempo, nadie respondía.

—En… Venezuela —decía con su sonrisa casi de desespero.

Así Edna daba inicio a dos horas eternas sobre el antiguo mundo, todo lo que fuimos y dejamos atrás para poder sobrevivir.

En el año 2021, en una tarde de diciembre, ciertas zonas del Amazonas comenzaron a tener reportes sobre terribles ataques de animales, criaturas con garras y dientes descomunales que solo dejaban restos de sus víctimas. La policía trató de encontrar al culpable, pero después de unos meses todo dejó de apuntar a los animales. Cada una de las especies en la faz de la tierra comenzaron a caer. Sin importar que fuera en el mar, el cielo o la tierra, todos los animales se extinguieron, pero los ataques continuaron y llegaron a todos los rincones del mundo...

El inicio del horror fue el día de la cadena presidencial, en lo que alguna vez fue conocido como Italia. Su presidente, en plena transmisión, fue atacado por una persona: un ser con los ojos rojos, sus dientes como cuchillos y su cuerpo casi en los huesos. El ataque acabó con todos los que asistieron. Desde ese día se les conoció como los saevas, primera etapa de un virus que se extendió por todo el mundo. Para finales del 2023, ya los pocos humanos que quedaban vivos están infectados pero sin síntomas. Los llaman los envases portadores del virus, que por algún motivo eran diferentes.

—Después de que los saevas se extinguieron, los supervivientes luchan por el control y la comida.

Los humanos no somos los mejores en cuanto a crisis se trata. Ahora nuestra alimentación se centra en el vegetarianismo, porque los animales se extinguieron, obviamente. Los suplementos de origen orgánico parecían prosperar, pero la sed por el control de este nuevo sistema trajo más desgracia. Nadie se opuso, era parte de nuestro ADN.

—Pss, psssssss, Dante —susurraba John—. Esto ya me lo sé, voy a ver qué hacen en la cocina, ¿vienes?

Sacudí la cabeza en negación, John se levantó y caminó hasta la puerta, la abrió y justo al salir gritó.

—Voy al baño, Edna, no me esperes —leves risas de las chicas se escucharon.

Típico de John. Es mi mejor amigo, lo conozco desde el primer día que llegué, seguramente él podría tener a cualquiera como su mejor amigo. Por alguna razón, prefiere acompañarme y eso me agrada. Si no fuera por él, mis siete años en este lugar serían peores de lo que podría imaginar. No suelo hablar con los demás, casi siempre me estoy quemando las pestañas, leyendo libro tras libro. La mayoría prefiere ignorarme, entonces prefiero estar solo, no lo hago a mal, creo, pero John hace todo lo contrario, él es todo lo que yo nunca podría ser.

Después de unos minutos la clase se sentía eterna, unos cuatro bostezos y resulta mejor dejar reposar mi cabeza en el escritorio y esperar que algo pase. Sin embargo, comencé a sentir un pequeño temblor, pasos fuertes, seguido de un grito de dolor que solo había escuchado en mis pesadillas. Edna se aleja de la puerta y los demás chicos se levantan de sus asientos. Después de unos minutos todo vuelve a quedar en silencio. Alex, uno de los chicos más grandes del salón, se acerca y se asoma por el pequeño vidrio que se encuentra en el medio de la puerta. Sin aviso, esta se derrumba de un golpe, mandando a Alex al suelo; yo seguía sentado en mi puesto, frenado por el miedo. Era difícil ver lo que estaba pasando, solo logré ver una sombra que cruzó y atrapó a Edna con un ataque directo al cuello. No dio tiempo ni de pensar, la cabeza se desprendió del cuello y rodó hasta quedar cerca de la mejor alumna de la clase. Los gritos regresaron y el demonio dejó ver su rostro, con dientes llenos de sangre y un rostro que se deformaba con cada ruido que hacía. Me tomó unos segundos, pero entre el pánico mi mente reconoció los harapos que colgaban: el jardinero de la institución usaba unos pantalones iguales. Es un hombre tosco y cascarrabias, más de una vez me dio un golpe en la cabeza con su escoba cuando me encontraba durmiendo sobre sus plantas, pero él no sería

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