Una pesadilla de la que estamos tratando de despertar
E N U NA
ENTREVISTA EN 2013, el autor
Jonathan Franzen, cuyas novelas han sido aclamadas como “escaparate” de la vida contemporánea de la clase media estadounidense, expresó los sentimientos de muchos lectores cuando admitió su resistencia a la ficción histórica, explicando que se sentía atraído por escritores que estaban “comprometidos en tratar de dar sentido a sus vidas y al mundo en el que se encuentran, escritores que estaban metidos en el juego”. Es un sentimiento con el que es difícil no estar de acuerdo –¿no es engañoso usar el pasado como una alegoría preparada, haciendo de él un espejo en el que vernos a nosotros mismos y a nuestro futuro?
Pero a medida que nos acercamos a la tercera década del siglo XXI, el impulso de mirar hacia atrás se vuelve diferente: dar sentido a nuestras vidas y al mundo insondable en el que nos encontramos ha hecho necesaria la comprensión de lo que ha ocurrido antes –una aclaración del juego y de lo que está en juego, pero también de sus reglas y posiciones. Un nuevo tipo de ficción histórica ha evolucionado para mostrarnos que el pasado ya no es sólo un prólogo, sino la historia misma,
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