Viaje al centro de la Tierra: Clásicos de la literatura
Por Julio Verne
4/5
()
Adventure
Exploration
Survival
Geology
Family
Lost World
Fish Out of Water
Reluctant Hero
Quest
Mad Scientist
Wise Mentor
Man Vs. Nature
Survival Against the Odds
Ancient Civilization
Survival Against the Elements
Iceland
Determination
Discovery
Volcanoes
Scientific Discovery
Información de este libro electrónico
Jules Gabriel Verne (1828 - 1905), conocido en los países de lengua española como Julio Verne, fue un escritor, poeta y dramaturgo francés célebre por sus novelas de aventuras y por su profunda influencia en el género literario de la ciencia ficción.
Julio Verne
Julio Verne (Nantes, 1828 - Amiens, 1905). Nuestro autor manifestó desde niño su pasión por los viajes y la aventura: se dice que ya a los 11 años intentó embarcarse rumbo a las Indias solo porque quería comprar un collar para su prima. Y lo cierto es que se dedicó a la literatura desde muy pronto. Sus obras, muchas de las cuales se publicaban por entregas en los periódicos, alcanzaron éxito enseguida y su popularidad le permitió hacer de su pasión, su profesión. Sus títulos más famosos son Viaje al centro de la Tierra (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1869), La vuelta al mundo en ochenta días (1873) y Viajes extraordinarios (1863-1905). Gracias a personajes como el Capitán Nemo y vehículos futuristas como el submarino Nautilus, también ha sido considerado uno de los padres de la ciencia ficción. Verne viajó por los mares del Norte, el Mediterráneo y las islas del Atlántico, lo que le permitió visitar la mayor parte de los lugares que describían sus libros. Hoy es el segundo autor más traducido del mundo y fue condecorado con la Legión de Honor por sus aportaciones a la educación y a la ciencia.
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Comentarios para Viaje al centro de la Tierra
195 clasificaciones95 comentarios
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Oct 25, 2019
Professor Leidenbrock and his nephew Axel find a mysterious note suggesting an Icelandic geologist traveled to the center of the earth and lived to tell the tale. The two prepare for the long and arduous journey to Iceland, for that is where the geologist began, and enlist the help of an Icelander named Hans to assist with the journey below ground. Not to spoil a 150-year-old book, but the trio makes it to the center of the earth after several setbacks and strange occurrences, and return safely to ground level.There is a scene near the start of the book in which Professer Leidenbrock and Axel are arguing about what they may find in the center of the earth. The nephew believes that the center would be liquid rock and metal. The professor is convinced that it is solid rock. Both trot out a series of scientific facts and figures to prove their points. Readers are of course meant to side with the Professor and, indeed, he is proven correct later in the book (or there would be no book), but as a modern reader, knowing that the nephew is actually correct, the exchange is pretty hilarious.While the science is obviously not accurate, the book itself is fun. It’s an adventure story written by a master. We read the story from Axel’s point of view, who is reluctant about everything involved in this journey. This makes for a pleasant “surprise” when Axel is proven wrong. If you’ve only ever seen the film version starring James Mason, you will be surprised at some of the differences. I hope you have fun with this classic, as I did. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Sep 28, 2018
This was a fun, quick read. I did find it a bit slow to start off with but I was later swept up in the excitement of the journey and the wondrous things that the three travellers encounter on their journey. It's a short book, and didn't take me long to read, but it was definitely worthwhile reading. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Sep 28, 2018
True to form, this is a classic adventure piece at it's best! This was a great read with something new happening on nearly every page. Axel and his eccentric uncle Professor Otto Lindenbrock discover an ancient text that happens to fall out of one of the Professor's coveted historical tombs. The text explains how to get to the center of the earth through a crater located in Iceland. The farther they descend into the earth, the farther back in time they seem to travel as they begin to see plants and even animals that lived on earth once long ago. With peril and even death lurking around every corner and down every passage, will Axel and his uncle (along with their guide) ever make it to the surface world alive again? However wrought with tons of scientific jargen, this book is not difficult to follow and instead proves to be quite easy for the reader to follow along. With exciting plot twists at every turn, Verne leaves you constantly wondering if our pros will EVER see daylight again. Simply a classic. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Sep 28, 2018
(Reprinted from the Chicago Center for Literature and Photography [cclapcenter.com]. I am the original author of this essay, as well as the owner of CCLaP; it is not being reprinted illegally.)A couple of years ago, when I did a write-up of Jules Verne's 20,000 Leagues Under the Sea for the "CCLaP 100" essay series, I heard from a number of his fans that part of the reason I found it rather lackluster was because of the free but ancient translation I had read, and that Verne is one of those cases where it really pays to seek out and even purchase the most recent translations that you can find. And that's because it's only been in literally the last 20 or 30 years, since genre work has really started gaining academic respect, that we've even wanted to go back and explore the beginnings of things like science-fiction or crime novels, and to apply a scholarly eye to such original material; but for a century before that, the dozens of fantastical titles put out by someone like Verne were considered by most to be the literary version of throwaway kiddie shows, pumped out quickly and cheaply to soon part an adolescent from his allowance money at the corner drugstore on a Saturday afternoon, and usually translated on the fly by overworked copyeditors who could care less if they were successfully capturing the subtleties of the original text.So I was glad to recently come across Amazing Journeys: Five Visionary Classics by Jules Verne, a new collection of some of his most famous novels, edited and translated by the quite obvious slavish fan and full-time scholar Frederick Paul Walter, put out in a plain but professional oversized edition and containing all the books' original illustrations. And indeed, as I learned while reading through these 'Anglicized' new translations (i.e. they feature standard measurements and Fahrenheit temperatures), Verne's work at its best contained a kind of dry humor and political awareness that we in the English-speaking world rarely equate with the French speculative pioneer, with dialogue that's not nearly as histrionic as we've come to think of it in books like these, which to be fair really were pumped out originally on a fairly quick basis mostly for the amusement of children and the working class, a series of 54 novels known as the "Extraordinary Voyages" that publisher Jules Hetzel built an entire little commercial empire around, and just like today with most of the duo's revenue coming not from the books themselves but rather the lucrative traveling stage adaptations that were often made of them. And in fact, a full reading of Verne's entire oeuvre remains a personal challenge that I will only tackle much later in life if at all, so I decided not to read even the full five tales collected here, and especially like I said since I had already read 20,000 Leagues and didn't relish the thought of slogging through the entire thing again.So instead I read just two of the titles in this collection, starting with 1864's Journey to the Center of the Earth, one of Verne's first speculative tales after first being an opera librettist for years, while lying to his father the whole time and claiming that he was establishing a fine career in Paris as a young urban lawyer. And indeed, this early thriller shows off what I consider one of the modern main weaknesses of Verne's work, no matter how good the translation; that many of the fanciful scientific theories he proposed in his books have turned out over the decades to be just flat-out wrong, which means that we no longer have the ability to enjoy his work in the same way his contemporary audience did. (Don't forget, readers in the 1800s thought of Verne not so much as a sci-fi author but more like Michael Crichton, a brilliant futurist writing day-after-tomorrow tales about what life would really be like for their children.) Essentially the tale of an eccentric German professor, his nephew assistant and their silent Icelandic guide, as they literally climb down a volcano and discover a vast continent-sized system of caves below the Earth's surface, complete with their own bodies of water and rainclouds, it's hard not to roll one's eyes when watching our heroes stumble across forgotten dinosaurs and house-sized mushrooms, or ride a lava eruption back out to the surface at the end as if they were Victorian surfers; although the story definitely has its charms as well, especially when thinking of it now as pure fairytale fantasy, and with there being lots to enjoy in the cartoonish stereotypes that come with each of our various characters.Ah, but then after that, I skipped straight to the last story in this collection, and undoubtedly the most famous of Verne's career as well, 1873's Around the World in Eighty Days, which has been made into high-profile films several times now over the years, and which turned out to be a much better reading experience. Basically a gentle satire of British stiff-upper-lip determinism in the height of their Empire years, it starts with a group of upper-class gentlemen at a private London club discussing the latest innovations in world travel, with the reclusive and unflappable Phileas Fogg quietly insisting to his peers that a globe-spanning trip could now be realistically accomplished in a flat 80 days, even wagering what today would be two million dollars on the deal and agreeing to leave on such a journey that very night, armed with nothing but an overnight bag and his loyal French butler. And thus starts a rollicking adventure that indeed takes us around the world, spiced up by a British P.I. in Raj India who mistakes Fogg for a fugitive bank robber and tries to trip up his plans the whole rest of the way, and with the incredible journey involving such details as an elephant ride across central Asia, a sudden alliance with Chinese acrobats, a deliberately planned mutiny on a British sea vessel, a shootout with Native Americans on a train ride across the American Midwest, and a whole lot more. (Although let it be noted that the original book features no hot-air balloons, an invention of Hollywood that has become a famous trope of its own by now.)And in fact, I'm sure that a big reason why this succeeds so much more than Journey to the Center of the Earth is that, unlike the outdated speculative nature of the former, Eighty Days is a faithful and now historical look at just what it was like to really pull off world travel in the late 1800s, the first time in history it became commercially viable for anyone besides pirates and explorers to even do so. (And indeed, just a year before Verne wrote his novel, Thomas Cook led history's very first trip around the world designed specifically for tourists, only in their case taking seven months to complete instead of Verne's three.) And that makes the book charming and fascinating instead of eye-rolling, and especially when adding Verne's astutely funny comments regarding imperial aspirations, and of the self-satisfyingly civilized way the British liked to think of themselves during the height of the Victorian Age. (Unlike his reputation in later movies, much of the humor in the original book comes from the conservative, adventure-hating Fogg maintaining such complete composure in the face of such globetrotting chaos, spending the majority of his 80-day trip not enjoying the scenery but playing an endless series of card games with his fellow steamship and railroad passengers.) And that's a delight to read about even today, no matter how dated the actual mechanics of the story itself. (And in fact, gonzo journalists have been recreating the trip in a period-faithful way almost since the publication of the book itself, from an 1889 newspaper reporter to most recently comedian Michael Palin, just a few years ago for a BBC television mini-series.)So it was nice, I admit, to see what all these Verne fans were talking about, as far as the surprising loveliness of his original texts, that for so long have been hidden from us English speakers by shoddy translations; but also like I said, I'm not sure just how much of a general interest I have in Verne even with the new translations, making a sampler like this nearly perfect for the casual fan. It comes highly recommended, but be prepared for it to be one of those volumes you read in little doses here and there for years to come.Out of 10: 9.1 - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Sep 28, 2018
A quick read but entertaining enough. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Sep 28, 2018
I enjoyed this book and understand why it's a classic. Very exciting! - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Sep 28, 2018
Unabridged version, so original manuscript and totally exciting to read... I enjoyed reading this novel. I think young reader must read this great book. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Sep 28, 2018
Jules Verne is often called the first science fiction author, and though this book is more fantasy than reality, its main character definitely establishes what now seems to be the stereotypical boisterous, overzealous, obsessive-but-lovable scientist character in Otto Lidenbrock; I couldn't help but imagine Christopher Lloyd's Doc Brown whenever he was described. The plot manages to take off right away, but just when you think Lidenbrock is figuring everything out too easily, he struggles, a nice dose of reality. Verne mixes serious science with adventure, and though he definitely errs on the side of the latter (the end was just a touch too unbelievable for my taste), the novel is a classic response to the times in which it was written. The characters repeatedly have to question whether the theories and science they believe in are right based on the evidence they encounter, a metaphor that fittingly describes the challenge Darwin posed to society with the publication of his "On the Origin of Species" five years before this book was released. My biggest disappointment was that the females are relegated to stay-at-home-and-wait roles in the story; the main female character actually seemed like a strong and capable person, but didn't get to join the adventure. Otherwise, this was a fun read that would be perfect for capturing the interest of readers from the middle grades and up. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Jan 30, 2016
es muy bueno - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Sep 21, 2022
¿Hasta qué punto Verne estará dando pistas sobre la realidad de nuestro planeta? Es un gran clásico que no pierde vigencia. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Jun 23, 2022
Que dentro de esta superficie terrestre que habita el ser humano, hay una vida llena de muchas bondades, donde el ser humano aun no ha perjudicado la naturaleza con sus absurdas ambiciones. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Sep 13, 2021
Buen libro. Leer a Julio Verne siempre es un priveligio - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Mar 16, 2021
Me gustó mucho el libro , me encanto mucho la historia y como fue y que paso más , está interesante - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Jan 12, 2021
excelente libro que todos deberíamos de leer y ojala se pudiera hacer una película idéntica al libro - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Dec 15, 2020
CHIDO
MUY BUENO
XD
YA ME LO LEO OTRA VEZ - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
May 21, 2020
A a classic that I should have read some time ago, but never had. I'm not a sci-fi fan. so I kept putting off this read. All in all, this was a good read. The characters, while no backstory, are well developed within the story line. The journey was alternately exciting and boring. Exciting when we see human-guarding mastodons, but incredibly boring when it takes 120 pages or so to describe the various genus of prehistoric mammals. The ending was a bit abrupt. Verne definitely has a way with words and vocabulary, even in the sci-fi genre. The words are beautiful, varied, and well-placed/used. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Oct 6, 2024
The narrator travels with his uncle. First to Iceland, than through the center of the earth. Aided by their unflappable Icelandic guide. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Sep 28, 2018
I loved this book as it was full of excitement and adventure, with slight hints of humor and slivers of suspense. Verne is so creative and imaginative, yet so descriptive, that you feel as if you are there with the trio as they make their journey. I would recommend this book to anyone who loves adventure. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Jun 21, 2017
I probably wouldn't have gotten through this very quickly had I been reading it on my own rather than listening to Tim Curry's masterful performance. He was able to infuse so much character into it, and it truly helped me to appreciate how well done this story really is. There really is a lot of character there. There is also A LOT of detailed geological and instrumental description that probably would have bogged me down, even though I understand it, it's not always the most exciting reading, but definitely added realism to the story. Axel and his uncle Otto, and their guide Hans, really have very distinct personalities that add humor to the story which I believe I would have missed without having the assistance of Tim's reading.
I highly recommend listening to this version, as we like to say Tim Curry could read the phone book and it would be a 5 star performance. He brings this classic adventure story to life and I'm happy to have experienced it!A 1 persona le pareció útil
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
May 10, 2016
An absolute classic. Love it!A 1 persona le pareció útil
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
May 31, 2013
A great classic!A 1 persona le pareció útil
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Oct 6, 2012
Interesting, and a classic of sci-fi, this is my favorite of Verne's books. That being said, it is fairly disjointed and anticlimactic. The title is accurate in that the story focuses on the journey itself, rather than the experience in the center of the Earth.A 1 persona le pareció útil
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Jul 17, 2019
Jules Verne’s Journey to the Centre of the Earth follows the German professor Otto Lindenbrock and his nephew Axel as they, along with their guide Hans, descend into the Icelandic volcano Snæfellsjökull, see various prehistoric animals, and return via the Stromboli volcano in Italy. Verne found inspiration in the geologist Charles Lyell’s 1863 book, Geological Evidences of the Antiquity of Man as well as some of the works of Edgar Allan Poe. This edition, published by Oxford University Press, features a new translation from the original French by William Butcher. The book also features an introduction situating Verne and his work in its historical milieu as well as an explanation of the translation. As part of the Oxford World’s Classics series, the novel features explanatory notes for many of the scientific and foreign-language terms Verne used to add verisimilitude to the book. Though typically classified as science-fiction, the term was not popularized until Hugo Gernsback used it in the 1920s, and Verne himself would have considered this an adventure novel as it focuses more on the journey than the science or technology involved in getting there. This edition works well for those studying science-fiction and its history, though, and is a must-read for even the casual fan! - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Feb 19, 2019
I have to admit that Jules Verne is harder to read as an adult than as a bright-eyed, impressionable kid. There is so much wonder on these pages, and yet I felt like I needed to work far too hard to get at it - the adventure is hidden behind steampunk techno-babble in a way that modern writers would never be able to get away with. Still, I'm glad to have revisited this book, and I will continue to work through the Verne canon, disillusioned though I am. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Nov 4, 2018
There is a lot to get past in this book, the hysterical narator/nephew, all knowing uncle, mute, resourceful guide, the lack of character progression, the lists of flora, fuana & minerals, and diversions to show of at the time cutting edge science. But for all that it moves fast and always wanting to know what happens next. Ruined only by the lack of a compelling conclusion. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Oct 12, 2018
I know a lot of people who don't bother to read a book that has a movie version. You don't need to worry about this book. The movie is so different from the book that you won't know what will happen. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Aug 6, 2018
I was a young adolescent when I first started reading this book. However, I placed the book on top of the family's station wagon when we stopped at a convenience store only to lose it when we I forget it as I hopped back in the car. Fifty years later, I finally finished it.
When Professor Lidenbrock deciphers a runic note authored by Icelandic alchemist Arne Saknussemm, he discovers that the alchemist discovered and traveled a passage in Iceland to the center of the Earth. With the assistance of a Icelandic guide, the taciturn Hans, Professor Lidenbrock and his nephew Axel, and the novel's narrator, follow their predecessor in his descent into an extinct volcano to the center of the Earth.
If you have seen either the 1959 movie with James Mason and Pat Boone or the 2008 film with Brendan Fraser, you will not significant differences, especially with the latter which is more a sequel to the book. In the book there are no competitors seeking to first reach the center of the Earth, no dinosaur fights on the beach, or abandoned temples at the center of the Earth. However, the book is a good read nevertheless. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Jun 5, 2018
This is a great fantasy story, if you take it with some serious grains of salt. The imagery is marvelous, the pace is very fast. Keeps your attention throughout.
The physical demands that he expected from the human body though and the slight continuity problems in the end are the only problems I have with it.
I have to say the film with James Mason tightened some things up quite well. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
May 21, 2018
True to form, this is a classic adventure piece at it's best! This was a great read with something new happening on nearly every page.
Axel and his eccentric uncle Professor Otto Lindenbrock discover an ancient text that happens to fall out of one of the Professor's coveted historical tombs. The text explains how to get to the center of the earth through a crater located in Iceland. The farther they descend into the earth, the farther back in time they seem to travel as they begin to see plants and even animals that lived on earth once long ago. With peril and even death lurking around every corner and down every passage, will Axel and his uncle (along with their guide) ever make it to the surface world alive again?
However wrought with tons of scientific jargen, this book is not difficult to follow and instead proves to be quite easy for the reader to follow along. With exciting plot twists at every turn, Verne leaves you constantly wondering if our pros will EVER see daylight again. Simply a classic. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 23, 2017
Journey to the Center of the Earth is the grand adventure story of Professor Lidenbrock's quest to follow a the instructions in a cryptic text that describe how one can descend to the very center of the planet via volcanic tubes originating in an Icelandic volcano. He sets out with his nephew Axel and their hired guide Hans on an extraordinary journey through the bowels of the earth that has them encountering strange phenomena and many dangers. The story is told entirely from Axel's point of view as he writes journal of the trip.
This is my first time reading Jules Verne. It was a lot of fun and reminded me very much of the 1959 movie. The story starts off slow and spends a bit more time in the preparation than on the journey than I'd like. I wish there had been more time spent deep within the earth and the discoveries there. Axel is quite over dramatic and probably should never have gone along with his uncle. The science in the story is incredibly out dated so you have to unplug that part of the brain to enjoy the adventure.
I listened to the audio book narrated by Tim Curry. His performance is top notch and fits the work beautifully. I love the emotion he's able to give the characters.
Vista previa del libro
Viaje al centro de la Tierra - Julio Verne
Julio Verne
Viaje al centro de la Tierra
(Clásicos de la literatura)
Título original: Voyage au centre de la Terre (1864)
e-artnow, 2015
Contacto: info@e-artnow.org
ISBN 978-80-268-3508-0
Cubierta: Édouard Riou , Ilustración empleada en el interior y en la portada de la edicion original, 1864.
Contenido
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 1
El domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, el profesor Lidenbrock, entró rápidamente a su hogar, situado en el número 19 de la König-strasse, una de las calles más tradicionales del barrio antiguo de Hamburgo.
Marta, su excelente criada, se preocupó sobremanera, creyendo que se había retrasado, pues apenas empezaba a cocinar la comida en el hornillo.
Bueno
- pensé para mí- , si mi tío viene con hambre, se va a armar la de San Quintín; porque no conozco a otro hombre de menos paciencia.
-¡Tan temprano y ya está aquí el señor Lidenbrock! -exclamó la pobre Marta, con arrebol, entreabriendo la puerta del comedor.
-Sí, Marta; pero tú no tienes la culpa de que la comida no esté lista todavía, porque es temprano, aún no son las dos. Acaba de dar la media hora en San Miguel.
-¿Y por qué ha venido tan pronto el señor Lidenbrock?
-Él lo explicará, seguramente.
-¡Ahí viene! Yo me escapo. Señor Axel, cálmelo usted, por favor.
Y la excelente Marta se retiró presurosa a su recinto culinario, dejándome solo.
Pero, como mi timidez no es lo más indicado para hacer entrar en razón al más irascible de todos los catedráticos, había decidido retirarme prudentemente a la pequeña habitación del piso alto que utilizaba como dormitorio, cuando se escuchó el giro sobre sus goznes de la puerta de la calle, crujió la escalera de madera bajo el peso de sus pies fenomenales, y el dueño de la casa atravesó el comedor, entrando con apresuramiento en su despacho, y dejando al pasar, el pesado bastón en un rincón, arrojando el mal cepillado sombrero encima de la mesa, y dirigiéndose a mí con tono imperioso, dijo:
-¡Ven, Axel!
No había tenido aún tiempo material de moverme, cuando me gritó el profesor con acento descompuesto:
-Pero,apúrate, ¿qué haces que no estás aquí ya?
Y me precipité en el despacho de tan irascible maestro. Otto Lidenbrock no es mala persona, lo confieso ingenuamente; pero, como no cambie mucho, lo cual creo improbable, morirá siendo el más original e impaciente de los hombres.
Era profesor del Johannaeum, donde dictaba la cátedra de mineralogía, enfureciéndose, por regla general, una o dos veces en cada clase. Y no porque le preocupase el deseo de tener discípulos aplicados, ni el grado de atención que éstos prestasen a sus explicaciones, ni el éxito que como consecuencia de ella, pudiesen obtener en sus estudios; no, semejantes detalles lo tenían sin cuidado. Enseñaba subjuntivamente, según una expresión de la filosofía alemana; enseñaba para él, y no para los otros. Era un sabio egoísta; un pozo de ciencia cuya polea rechinaba cuando de él se quería sacar algo. Era, en una palabra, un avaro del conocimiento.
En Alemania hay algunos profesores de esta especie.
Mi tío no gozaba, por desgracia, de una gran facilidad de palabra, por lo menos cuando se expresaba en público, lo cual, para un orador, constituye un defecto lamentable. En sus lecciones en el Johannaeum, se detenía a lo mejor luchando con un recalcitrante vocablo que no quería salir de sus labios; con una de esas palabras que se resisten, se traban y acaban por ser expelidas bajo la forma de un taco, siendo éste el origen de su cólera.
Hay en mineralogía muchas denominaciones, semigriegas, semilatinas, difíciles de pronunciar; nombres rudos que lastimarían los labios de un poeta. No quiero criticar a esta ciencia; lejos de mí profanación semejante. Pero cuando se trata de las cristalizaciones romboédricas, de las resinas retinasfálticas, de las selenitas, de las tungstitas, de los molibdatos de plomo, de los tunsatatos de magnesio y de los titanatos de circonio, bien se puede perdonar a la lengua más expedita que tropiece y se haga un enredo.
En la ciudad era conocido por todos este excusable defecto de mi tío, por el que muchos desahogados aprovechaban para burlarse de él, cosa que le exasperaba en extremo; y su furor era causa de que arreciasen las risas, lo cual es de muy mal gusto hasta en la misma Alemania. Y si bien es muy cierto que contaba siempre con gran número de oyentes en su aula, no lo es menos que la mayoría de ellos iban sólo a divertirse a costa del catedrático.
Como quiera que sea, no me cansaré de repetir que mi tío era un verdadero sabio. Aun cuando rompía muchas veces las muestras de minerales por tratarlos sin el debido cuidado, unía al genio del geólogo la perspicacia del mineralogista. Con el martillo, el punzón, la brújula, el soplete y el frasco de ácido nítrico en las manos, no tenía rival. Por su modo de romperse, su aspecto y su dureza, por su fusibilidad y sonido, por su olor y su sabor, clasificaba sin titubear un mineral cualquiera entre las seiscientas especies con que en la actualidad cuenta la ciencia.
Por eso el nombre de Lidenbrock gozaba de gran predicamento en los gimnasios y asociaciones nacionales. Humphry Davy, de Humboldt y los capitanes Franklin y Sabine no dejaban de visitarle a su paso por Hamburgo. Becquerel, Ebejmen, Brewster, Dumas y Milne-Edwards solían consultarle las cuestiones más palpitantes de la química. Esta ciencia le debía magníficos descubrimientos, y, en 1853, había aparecido en Leipzig un Tratado de Cristalogiafía trascendental, por el profesor Otto Lidenbrock, obra en folio, ilustrada con numerosos grabados, que no llegó, sin embargo, a cubrir los gastos de impresión.
Además de lo dicho mi tío era conservador del museo mineralógico del señor Struve, embajador de Rusia, preciosa colección que gozaba de merecida y justa fama en Europa.
Tal era el personaje que con tanta impaciencia me llamaba. Imaginaos un hombre alto, delgado, con una salud de hierro y un aspecto juvenil que le hacía aparentar diez años menos de los cincuenta que contaba. Sus grandes ojos observaban a todas partes detrás de sus amplias gafas; su larga y afilada nariz parecía una lámina de acero; los que le perseguían con sus burlas decían que estaba imanada y que atraía las limaduras de hierro. Calumnia vil, sin embargo, pues sólo atraía al tabaco, aunque en gran abundancia, dicho sea en honor de la verdad.
Cuando haya dicho que mi tío caminaba a pasos matemáticamente iguales, que medía cada uno media toesa de longitud, y añadido que siempre lo hacía con los puños sólidamente apretados, señal de su carácter irascible, lo conocerá lo bastante el lector para no desear su compañía.
Vivía en su modesta casita de König-strasse, en cuya construcción entraban por partes iguales la madera y el ladrillo, y que daba a uno de esos canales tortuosos que cruzan el barrio más antiguo de Hamburgo, felizmente salvado del incendio de 1842.
Cierto que la tal casa estaba un poco inclinada y amenazaba con su vientre a los transeúntes; que tenía el techo caído sobre la oreja, como las gorras de los estudiantes de Tugendbund; que la verticalidad de sus líneas no era lo más perfecta; pero se mantenía firme gracias a un olmo secular y vigoroso en que se apoyaba la fachada, y que al cubrirse de hojas, llegada la primavera, remozábala con un alegre verdor.
Mi tío, para profesor alemán, no dejaba de ser rico. La casa y cuanto encerraba, eran de su propiedad. En ella compartíamos con él la vida su ahijada Graüben, una joven curlandesa de diez y siete años de edad, la criada Marta y yo, que, en mi doble calidad de huérfano y sobrino, le ayudaba a preparar sus experimentos.
Confieso que me dediqué con gran entusiasmo a las ciencias mineralógicas; por mis venas circulaba sangre de mineralogista y no me aburría, jamás en compañía de mis valiosos pedruscos.
En resumen, que vivía feliz en la casita de la König-strasse, a pesar del carácter impaciente de su propietario porque éste, independientemente de sus maneras brutales, me profesaba gran afecto. Pero su gran impaciencia no le permitía aguardar, y trataba de ir más aprisa que la misma naturaleza.
En abril, cuando plantaba en los potes de loza de su salón pies de reseda o de convólvulos, iba todas las mañanas a tirarles de las hojas para tratar así de acelerar su crecimiento.
Con tan original personaje, no tenía más remedio que obedecer ciegamente; y por eso acudía presuroso a su despacho.
Capítulo 2
Éste era un verdadero museo de mineralogía. Todos los ejemplares del reino mineral se hallaban rotulados en él y ordenados del modo más perfecto, con arreglo a las tres grandes divisiones: clasificados en inflamables, metálicos y litoideos.
¡Cuán familiares me eran aquellas chulerías de la ciencia mineralógica! ¡Cuántas veces, en vez de irme a jugar con los muchachos de mi edad, me había entretenido en quitar el polvo a aquellos grafitos, y antracitas, y hullas, y lignitos y turbas! ¡Y los betunes, y resinas, y sales orgánicas que era preciso preservar del menor átomo de polvo! ¡Y aquellos metales, desde el hierro hasta el oro, cuyo valor relativo desaparecía ante la igualdad absoluta de los ejemplares científicos! ¡Y todos aquellos pedruscos que hubiesen bastado para reconstruir la casa de la Königstrasse, hasta con una buena habitación suplementaria en la que me habría yo instalado con toda comodidad!
Pero cuando entré en el despacho, no podía llegar a pensar en nada de esto; mi tío solo absorbía mi mente por completo. Hallábase arrellanado en su gran butacón, forrado de terciopelo de Utrecht, y tenía entre sus manos un libro que contemplaba con profunda admiración.
-¡Qué libro! ¡Qué libro! -repetía sin cesar.
Estas exclamaciones me recordaron que el profesor Lidenbrock era también bibliómano en sus momentos de ocio; si bien no había ningún libro que tuviese valor para él como no fuese inhallable o, al menos, ilegible.
-¿No ves? -me dijo-, ¿no ves? Es un inestimable tesoro que he hallado esta mañana registrando la tienda del judío Hevelius.
-¡Magnífico! -exclamé yo, con simulado entusiasmo.
En efecto, ¿a qué tanto entusiasmo por un viejo libro en cuarto, cuyas tapas y lomo parecían forrados de grosero cordobán, y de cuyas amarillentas hojas pendía un descolorido registro?
Sin embargo, no cesaban las admirativas exclamaciones del enjuto profesor.
-Vamos a ver -decía, preguntándose y respondiéndose a sí mismo-, ¿es un buen ejemplar? ¡Sí, magnífico! ¡Y qué encuadernación! ¿Se abre con facilidad? ¡Sí; permanece abierto por cualquier página que se le deje! Pero, ¿se cierra bien? ¡Sí, porque las cubiertas y las hojas forman un todo bien unido, sin separarse ni abrirse por ninguna parte! ¡Y este lomo que se mantiene ileso después de setecientos años de existencia! ¡Ah! ¡he aquí una encuadernación capaz de envanecer a Bozerian, a Closs y hasta al mismo Purgold.
Al expresarse de esta suerte, abría y cerraba mi tío el feo y repugnante libraco; y yo, por pura fórmula, pues no me interesaba lo más mínimo, pregunté:
-.¿Cuál es el título de ese maravilloso volumen? -interrogué con un entusiasmo demasiado exagerado para que no fuese fingido.
-¡Esta obra -respondió mi tío animándose-es el Heimskringla, de Snorri Sturluson, el famoso autor islandés del siglo XII! ¡Es la crónica de los príncipes noruegos que reinaron en Islandia!
-¡De veras! -exclamé yo, afectando un gran asombro-; ¿será, sin duda, alguna traducción alemana?
-¡Una traducción! -respondió el profesor indignado-. ¿Y qué habría de hacer yo con una traducción? ¡Para traducciones estamos! Es la obra original, en islandés, ese magnífico idioma, sencillo y rico a la vez, que autoriza las más variadas combinaciones gramaticales y numerosas modificaciones de palabras.
-Como el alemán -insinué yo con acierto.
-Sí -respondió mi tío, encogiéndose de hombros-; pero con la diferencia de que la lengua islandesa admite, como el griego, los tres géneros y declina los nombres propios como el latín.
-¡Ah! -exclamé yo con la curiosidad un tanto estimulada-, ¿y es bella la impresión?
-¡Impresión! ¿Pero cómo se te ocurre hablar de impresión, desdichado Axel? ¡Bueno fuera! ¿Pero es que crees por ventura que se trata de un libro impreso? Se trata de un manuscrito, ignorante, ¡y de un manuscrito rúnico nada menos!
-¿Rúnico?
-¡Sí! ¿Vas a decirme ahora que te explique lo que significa esto?
-Me guardaría bien de ello -repliqué, con el acento de un hombre ofendido en su amor propio.
Pero, quieras que no, soporté que me enseñara mi tío cosas que no me interesaban lo más mínimo.
-Las runas -prosiguió- eran unos caracteres de escritura usada en otro tiempo en Islandia, y, según la tradición, fueron inventados por el mismo Odín. Pero, ¿qué haces, impío, que no admiras estos caracteres salidos de la mente excelsa de un dios?
Sin saber qué responder, iba ya a prosternarme, género de respuesta que debe agradar a los dioses tanto como a los reyes, porque tiene la ventaja de no ponerles en el brete de tener que replicar, cuando un incidente imprevisto vino a dar a la conversación otro giro.
Fue éste la aparición de un pergamino grasiento que, deslizándose de entre las hojas del libro, cayó al suelo.
Mi tío se apresuró a recogerlo con indecible avidez. Un antiguo documento, encerrado tal vez desde tiempo inmemorial dentro de un libro viejo, no podía menos de tener para él un elevadísiino valor.
-¿Qué es esto? -exclamó emocionado.
Y al mismo tiempo desplegaba cuidadosamente sobre la mesa un trozo de pergamino de unas cinco pulgadas de largo por tres de ancho, en el que había trazados, en líneas transversales, unos caracteres mágicos.
El profesor examinó atentamente, durante algunos instantes, esta serie de garabatos, y al fin dijo quitándose las gafas:
-Estos caracteres son rúnicos, no me cabe duda alguna; son exactamente iguales a los del manuscrito de Snorri Sturluson. Pero… ¿qué significan?
Como las runas me parecían una invención de los sabios para embaucar a los ignorantes, no sentí que no lo entendiese mi tío. Así, al menos, me lo hizo suponer el temblor de sus dedos que comenzó a agitar de una manera convulsa.
-Sin embargo, es islandés antiguo -murmuraba entre dientes.
El profesor Lidenbrock tenía más razón que nadie para saberlo; porque, si bien no poseía correctamente las dos mil lenguas y los cuatro mil dialectos que se hablan en la superficie del globo. hablaba muchos de ellos y pasaba por ser un verdadero políglota.
Al dar con esta dificultad, iba a dejarse llevar de su carácter violento, y ya veía yo venir una escena desagradable, cuando dieron las dos en el reloj de la chimenea.
En aquel mismo momento, abrió Marta la puerta del despacho, diciendo:
-La sopa está servida.
-¡Al diablo con la sopa -exclamó furibundo mi tío-, y con la que la ha hecho y con los que se la coman!
Maria se marchó asustada; yo salí detrás de ella, y, sin explicarme cómo, me encontré sentado a la mesa, en mi sitio de costumbre.
Esperé algunos instantes sin que el profesor viniera. Era la primera vez, que yo sepa, que faltaba a la solemnidad de la comida. ¡Y qué comida, Dios mío! Sopas de perejil, tortilla de jamón nuez moscada, solomillo de ternera con compota de ciruelas, y, de postre, langostinos en dulce, y todo abundantemente regado con exquisito vino del Mosa.
He aquí la apetitosa comida que se perdió mi tío por un viejo papelucho. Yo, a fuer de buen sobrino, me creí en el deber de comer por los dos, y deglutí de un modo asombroso.
-¡No he visto en los días de mi vida una cosa semejante! -decía la buena Marta, mientras me servía la comida. ¡Es la prirnera vez que el señor Lidenbrock falta a la mesa!
-No se concibe, en efecto.
-Esto parece presagio de un grave acontecimiento -añadió la vieja criada, sacudiendo sentenciosamente la cabeza.
Pero, a mi modo de ver, aquello lo que presagiaba era un escándalo horrible que iba a promover mi tío tan pronto se percatase de que había devorado su ración.
Me estaba yo comiendo el último langostino, cuando una voz estentórea me hizo volver a la realidad de la vida, y, de un salto, pasé del comedor al despacho.
Capítulo 3
-Se trata sin duda alguna de un escrito numérico-decía el profesor, frunciendo el entrecejo. Pero existe algo oculto, un secreto que tengo que descubrir, porque de lo contrario…
Un gesto de iracundia terminó su pensamiento.
-Siéntate ahí, y escribe-añadió indicándome la mesa con el puño.
Obedecí con rapidez.
-Ahora voy a dictarte las letras de nuestro alfabeto que corresponden a cada uno de estos caracteres islandeses. Veremos lo que resulta. ¡Pero, por los clavos de Cristo, cuida de no equivocarte!
Él empezó a dictarme y yo a escribir las letras, unas a continuación de las otras, formando todas juntas la incomprensible sucesión de palabras siguientes:
mm.rnlls esreuel seecJde
sgtssmf unteief niedrke
kt,samn atrateS Saodrrn
erntnael nuaect rrilSa
Atvaar .nxcrc ieaabs
Ccdrmi eeutul frantu
dt,iac oseibo kediiY
Una vez terminado este trabajo arrebatóme vivamente mi tío el papel que acababa de escribir, y lo examinó atentamente durante bastante tiempo.
-¿Qué quiere decir esto? -repetía maquinalmente.
No era yo ciertamente quien hubiera podido explicárselo, pero esta pregunta no iba dirigida a mí, y por eso prosiguió sin detenerse:
-Esto es lo que se llama un criptograma, en el cual el sentido se halla oculto bajo letras alteradas a propósito, y que, combinadas de un modo conveniente, formarían una frase inteligible. ¡Y pensar que estos caracteres ocultan tal vez la explicación, o la indicación, cuando menos, de un gran descubrimiento!
En mi concepto, aquello nada ocultaba; pero me guardé muy bien de expresarle mi opinión.
El profesor tomó entonces el libro y el pergamino, y lo comparó uno con otro.
-Estos dos manuscritos no están hechos por la misma mano -dijo-; el criptograma es posterior al libro, tengo de ello la evidencia. En efecto, la primera letra es una doble M que en vano buscaríamos en el libro de Sturluson, porque no fue incorporada al alfabeto islandés hasta el siglo XIV. Por consiguiente, entre el documento y el libro median por la parte más corta dos siglos.
Esto me pareció muy lógico; no trataré de ocultarlo.
-Me inclino, pues, a pensar -prosiguió mi tío-, que alguno de los poseedores de este libro trazó los misteriosos caracteres. Pero, ¿quién demonios sería? ¿No habría escrito su nombre en algún sitio?
Mi tío se levantó las gafas, tomó una poderosa lente y pasó minuciosa revista a las primeras páginas del libro. Al dorso de la segunda, que hacía de anteportada, descubrió una especie de mancha, que parecía un borrón de tinta; pero, examinada de cerca, veíanse en ella algunos signos borrosos. Mi tío comprendió que allí estaba la clave del secreto, y ayudado de su lente, trabajó con tesón hasta que logró distinguir los caracteres únicos que a continuación transcribo, los cuales leyó de corrido:
-¡Ame Saknussemm! -gritó en son de triunfo- ¡es un nombre! ¡Un nombre islandés, por más señas! ¡El de un sabio del siglo XVI! ¡El de un alquimista célebre!
Miré a mi tío con cierta admiración.
-Estos alquimistas -prosiguió-, Avicena, Bacán, Lulio, Paracelso, eran los verdaderos, los únicos sabios de su época. Hicieron descubrimientos realmente asombrosos. ¿Quién nos dice que este Saknussemm no ha ocultado bajo este casi ilegible criptograma alguna sorprendente invención? Tengo la seguridad de que así es.
Y la viva imaginación del catedrático comenzó a exaltarse ante esta idea.
-Sin duda -me atreví a responder-; pero, ¿qué interés podía tener este sabio en ocultar de ese modo su maravilloso descubrimiento?
-¿Qué interés? ¿Lo sé yo acaso? ¿No hizo Galileo otro tanto cuando descubrió a Saturno? Pero no tardaremos en saberlo, porque no descansaré, ni he de ingerir alimento, ni he de cerrar los párpados en tanto no arranque el secreto que encierra este documento.
Dios nos asista
-pensé para mis adentros.
-Ni tú tampoco, Axel -añadió.
-Menos mal -pensé yo-, que he comido ración doble.
-Y además -prosiguió mi tío-, es preciso averiguar en qué lengua está escrito el jeroglífico. Esto no será difícil.
Al oír estas palabras, levanté vivamente la cabeza. Mi tío prosiguió su soliloquio.
-No hay nada más simple. Contiene este documento ciento treinta y dos letras, de las cuales, 53 son vocales, y 79, consonantes. Ahora bien, esta es la proporción que, poco más o menos, se observa en las palabras de las lenguas meridionales, en tanto que los idiomas del Norte son infinitamente más ricos en consonantes. Se trata, pues, de una lengua meridional.
La conclusión no podía ser más atinada y exacta.
-Pero, ¿cuál es esta lengua?
Aquí era donde yo esperaba ver vacilar a mi sabio. a pesar de reconocer que era un profundo analizador.
-Saknussemm
