VIENA LA CIUDAD DE MOZART
ES UNA HABITACIÓN DESLUMBRANTE, CON ALTOS ESPEJOS COLOCADOS ENTRE PAREDES DORADAS EN LAS QUE SE HAN PINTADO RICOS Y GROTESCOS RAMOS DE FLORES EN COLORES CÁLIDOS. Pedestales tallados situados a intervalos regulares sostienen piezas de porcelana china. El oro se refleja interminablemente en los espejos y crea una serie de espacios aparentemente ilimitados; sin embargo, lejos de ser abrumador, el gabinete, simplemente, crea una sensación de esplendor suave y acogedor. Estamos en Viena, en 1768, y la emperatriz María Teresa acaba de recibir en audiencia a un niño de 12 años.
No era la primera vez que se veían, ni sería la última. En 1762, a los hijos del matrimonio Mozart les había sido permitido interpretar su música en la Sala de los Espejos del palacio de Schönbrunn. Después del concierto, el pequeño Wolfgang subió al regazo de la reina, la abrazó y la besó. Años después, en el otoño de 1781, Mozart daría en el mismo lugar un concierto en honor del duque de Württemberg. La Nochebuena de ese año la pasó con el káiser José II, el hijo de María Teresa, en los apartamentos imperiales. Fue allí donde el compositor, que ya tenía 25 años, decidió que iba a quedarse a residir en Viena.
LA MAYORÍA DE LOS MÚSICOS CON LOS QUE SE ASOCIA A VIENA NO NACIERON EN LA CIUDAD. SE SINTIERON ATRAÍDOS POR LA CAPITAL DEL GRAN IMPERIO DEBIDO A QUE EL PATROCINIO DE LA DINASTÍA HABSBURGO CREÓ UN ENTORNO MUY LUCRATIVO PARA LOS ARTISTAS.
Sorprendentemente, la mayoría de los importantes músicos
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