el desnudo es la consecuencia. Este reportaje, aunque en los próximos párrafos contenga muchas veces la palabra ‘desnudo’, y probablemente lo verás viralizado por ahí incidiendo mucho en “¡desnudo!”, “¿desnudo?”, “¡¿DESNUDO?!”, va más sobre la honestidad, sobre la generosidad y sobre la ligereza que sobre el desnudo. Porque Miguel Ángel Silvestre va ligero de equipaje. Esta es una metáfora facilona que además puede sonar a cachondeo provocador al contacto con las fotografías. Pero es que es cierto. Hay desnudo porque antes hubo nudo, hasta que el nudo se desnudó (lo percibirás cuando hable, después, de un trance familiar). El desnudo es la consecuencia.
En tenemos un cariño muy especial a Miguel Ángel. Es mutuo, lo podemos afirmar sin tirarnos el pisto. Porque él, y es aquí donde empieza el meollo de lo que vamos a contar, es probablemente la persona del universo a la que menos le cuesta celebrar en voz alta, con ruido, casi a ritmo de charanga, las cosas bonitas que percibe en los demás. No es una cursilada, es un puto don. En esta era de narcisismo radical en la que se troquelan los cumplidos para que no den sombra, su forma de estar en